Partida Rol por web

La espera se hizo interminable para el joven noble. Ya no sabía dónde ni cómo ponerse, le parecía que había excedido el tiempo razonable para no ser sospechoso. Se esforzaba por mantener la concentración en la tarea. No saber lo que sucedía en el interior le llenaba de preocupaciones y disparaba su imaginación. La retenía a duras penas, centrado en su misión. Esperar. Esperar. Se forzaba en pensar solo en esperar por si pasaba algo. En que todo estaría controlado. Los que estaban dentro de la casa eran los profesionales. 

Aular asintió y se encogió de hombros —lo que os decía —a continuación se levantó de la mesa y dió unas vueltas por la habitación mirando por la ventana y suspirando.

—Seguiremos cuidando de ella —, después se fijó en la figura que dejó Dimrod encima de la mesa, extendió la mano y la recogió —no deberiais dejar por cualquier sitio esto con restos vuestros, existen seres por ahí capaces de hacer mucho daño con algo así —dijo mientras con su dedo índice recorría la gota de sangre hacia las torres del castillo en la figura, posteriormente lo volvió a dejar en su sitio.

El eriadoriano miró a Aular sin entender muy bien a qué se estaba refiriendo. Para él sólo había sido un corte y una pequeña herida sin importancia. Más extraño fue aún cuando el curandero pasó un dedo por la sangre que quedaba en la figura rota. Su actuación fue tan perturbadora que le hizo caso y recogió la figura ensangrentada. 

-Al anochecer iremos al funeral de Elacar, para presentar nuestros respetos. Mañana acudiremos a la cacería a la que nos invitó el príncipe y allí recibiremos noticias sobre cuándo marchar. 

-Yo no sé nada de Galastel. - Dijo con la mirada clavada en sus zapatos, evitando los ojos inquisitivos de ambos visitantes. -Ahora por favor váyanse. - se dirigió a la puerta abierta bajo la cual se encontraba Yulma y sin mucha seguridad extendió el brazo para invitarles a abandonar su casa. 

El curandero comenzaba a mostrarse nervioso, se balanceaba impacientemente y había comenzado a sudar pese al frío que se colaba por la puerta del exterior, como pudieron constatar al ver las gotas perladas que decoraban su frente. No había levantado la vista desde que mencionaran al tahúr y la mantenía clavada en algún punto indefinido del suelo.

Antes de que a Aeth se le ocurriese siquiera usar la violencia*, Yulma trató de usar la vía diplomática y comprensiva para hablar con Zôri. Era evidente que trataba de ocultar a Galastel. Ya tenía una idea de lo que había sucedido, pero quería oír la confirmación de la boca del curandero. 

—Escucha, Zôri, si Galastel te está extorsionando o te sientes amenazado, puedes contar con nosotros. Yo también juré proteger a los míos, pero estamos hablando de un asesinato y necesitamos toda la ayuda que puedas prestarnos.

Aeth suspiró ruidosamente al tiempo que se llevaba la mano a la cabeza. La negativa de Zori a hablar le exasperaba; lo averiguarían tarde o temprano pero se empeñaba en hacerles el trabajo más difícil, y lo más irritante era no saber la razón por la que se esforzaba tanto en mentirles.

El dorwinrim había avanzado un par de pasos hacia Zori sin haber decidido todavía lo que pretendía decirle para convencerle cuando Yulma se le adelantó. No pudo evitar comparar aquella escena con una riña familiar, en la que la elfa intentaba consolar al mentiroso de Zori diciendo que todo saldría bien. Patético, al menos para el curandero. - Olvídalo, orejas picudas. Es un cobarde, se le ve en la cara. - comenzó a pincharlo Aeth - Quién pueda morir no le importa mientras su pellejo esté entero. Incluso si Elacar protegió a toda la caravana de los orcos, él no tenía más que esconderse y dejar que los demás arriesgaran la vida por él. Pobrecito. -

Aular asintió con la cabeza, —así será —acto seguido se levantó de la silla y salió de la estancia a coger algo de aire por las calles de Fornost.

- Sea - se limito a decir escuetamente Aceroamargo. Lamentaba la perdida de Brazoafilado, había compartido tiempo con el, e incluso este le enseño cosas durante sus largas charlas junto a la hoguera.

Respecto a la cacería, tenia sus reticencias, no se veía cazando con nobles, el prefería permanecer lejos de los asuntos de la gente importante, y limitarse a velar por la seguridad de Melyanna. Pero como todo lo que rodeaba aquellas vidas vacías, era pura fachada, Una pantomima que había que interpretar para no ofender, desganado iría.

-Sí vamos todos, ¿quien hará de guardaespaldas?- preguntó el enano con suma curiosidad. -O bien, con todos te refieres a, ¿todos?-.

-De cualquier forma habrá que estar atentos, bajar la guardia es siempre una mala idea- el enano no quería más sorpresas y sabía que de un modo u otro, aquel funeral podría traérselos, aunque también entendía que no había nada que se pudiese hacer pues muchos verían importante el ir y rendir honores al fallecido.

Gramj daba por supuesto que él estaría en el grupo de guardaespaldas, así que estaba tan sorprendido que esperó a ver como continuaba la reunión. No podía tener claro, por lo que parecía, y él daba por supuesto que si.

Expectante y preocupado, esperó.

-En efecto, todos. -Dijo Dimrod. -Melyanna tenía en alta estima a Elacar, y aunque a la baronesa no le gustará que acuda al funeral de un hombre vilipendiado, no se podrá negar a ello después de que garantizase la seguridad de la dama hasta Fornost. 

El curandero trató de negar nuevamente que Galastel hubiese tenido que ver con aquello, pero cuando se enfrentó a la mirada firme de la elfa no pudo mantener por más tiempo aquella mascarada. Las palabras de Aeth le habían escocido, especialmente con la parte donde mencionaba al difunto Elacar y cómo había protegido a la caravana de innumerables ataques mientras él se mantenía a salvo. Quiso protestar, pero nuevamente la mirada de la elfa le impidió mantener la cabeza alta.

-Bu... bueno, la verdad es que... Galastel... estuvo aquí anoche. - Sintió un terrible escalofrío al mencionar su nombre y hundió su cabeza aún más en sus hombros. -Llegó a medianoche con una grave herida en el pecho. Me dijo que se la habían hecho unos jugadores de naipes que se habían tomado a mal que les arrebatase sus ganancias. Yo no me podía imaginar que se trataba de Brazoafilado en verdad. Cuando se empezó a correr la voz de lo sucedido Galastel juró que me cortaría la garganta si le decía a alguien que había estado aquí. Después se fue. -A pesar del alivio que sentía al confesarlo, y de la seguridad que le había dado Yulma con sus palabras, el curandero se mostraba atemorizado. -Creo que lo mejor será que desaparezca por si acaso. Me iré de la ciudad está misma tarde, si Galastel descubre que os he contado algo vendrá a por mí. Es un hombre terrible.

Yulma examinó el rostro de Zôri durante su confesión, estudiando sus gestos y facciones, evaluando al pobre curandero.

—Has hecho bien en contárnoslo, Zôri. Aunque no creo que sea buena idea que huyas de la ciudad tan pronto, pues Galastel podría sospechar de ti y tratar de atacarte. Los asesinos como él suelen ser paranoicos.

Aquel asunto era peliagudo. Probablamente ya los habrían visto entrando allí. Solo era cuestión de tiempo que Galastel se enterase y tomase cartas en el asunto, para desgracia del curandero. Había que proteger a Zôri a cualquier costa, ¿pero qué debían hacer?

—¿Qué podemos hacer ahora, Aeth? No podemos dejarle aquí. Estoy segura de que alguien ha tenido que vernos llegar, y cualquier cosa que haga Zôri podría ponerlo en peligro. ¡Debemos protegerlo!

El explorador no pudo evitar que asomara una leve sonrisa de su rostro cuando Zori comenzó a hablar, pero pronto se le borró al comprender que había muchas cosas que no entendía de todo aquello. Galastel no se había mostrado como el típico matón o salteador de caminos, peor el curandero parecía totalmente atemorizado por él. ¿Qué problema había tenido con Elacar? ¿Quién era realmente Galastel?

Las palabras de la elfa lo sacaron de sus cavilaciones, pero no estaba acostumbrado a que le pidiesen consejo y la respondió con brusquedad - ¿A mí me lo preguntas? Me parece un poco tarde para arrepentirse de todo esto. - Aeth tenía toda la intención de desentenderse del curandero, pero por un momento percibió la ausencia de su brazo más claramente que nunca. No era dado a los sentimentalismos, pero aquél pobre desgraciado se había pasado semanas cuidando de él para que no muriese desangrado como un gorrino.

- Si tanto quieres una mascota que cuidar tráele adonde la baronesa, no te lo voy a impedir. - contestó finalmente pasándose la mano por el cabello con irritación - Dimrod querrá escuchar esto en persona de todas formas, y la niña Melyanna es una blanda, con un par de palabras la convencerás a ella. - - Tal vez yo también me estoy volviendo blando. -

Recordando algo se asomó un segundo fuera de la casa de Zori para llamar a Rousson, y de paso no tener que mirar a la cara a ninguno de los dos. - ¡Eh, vigilante! ¿Qué haces ahí parado? Entra ahora mismo, vamos. -

Rossuon se tranquilizó al ver a Aeth asomarse con tanta calma. Aunque se sobresaltó cuando le llamó vigilante. Se enderezó y miró en todas direcciones para ver quien lo había escuchado o quién lo miraba. Sin saber bien que hacer, y sintiéndose algo ridículo, comenzó a caminar con paso acelerado hacia la puerta. 

- ¿Todo bien?

Le preguntó en bajo antes de entrar. 

—Sí, tranquilo. Vamos a escoltar a Zöri hasta la fortaleza. Dimrod querrá escuchar de primera mano lo que tiene que decir nuestro amigo, y así podrá estar a salvo. Creo que ya ha quedado bastante claro quién ha cometido el asesinato, pero será mejor que no hablemos más y nos pongamos en marcha —informó Yulma—. Debemos ser discretos e informar a los demás para que busquen a Galastel.

-No, no, no. -Dijo con temor el sanador. -No quiero ir a ninguna fortaleza y mucho menos que me vean delatando a Galastel fuera de aquí.

Zöri comenzó a meter algunas cosas de la habitación en un petate. Vendas, algunos frascos, hierbas, ropa, un saco con monedas, un trozo de pan y algo de embutido. Daba vueltas por toda la habitación en busca de los objetos con mayor valor que tenía en su haber. -No tenía que haber dicho nada, maldita sea... -Iba murmurando mientras recogía las cosas con manos temblorosas y prisas que provocaron que se le cayese algún que otro objeto al suelo.

-Ya... ya os he dicho lo que querías saber. Ahora tengo que irme cuanto antes. Él lo sabrá, y si me encuentra en la ciudad me matará. Debo irme cuanto antes.

Rossuon entendió que Galastel era el asesino. Por alguna razón Zori lo sabía. Lo había delatado. El gondoriano miró a sus compañeros con gesto interrogante. Quería saber que harían, pues el curandero no se mostraba muy de acuerdo con el plan expuesto por Yulma. 

Se le ocurrió la posibilidad de usar a Zori como cebo. Solía pasar en las historias que había escuchado a lo largo de su vida, aunque en gran parte de ellas no salía tan bien como se había planeado. ¿Debían arriesgar la vida del curandero? Era posible que no dejara otra opción. Si insistía en irse por su cuenta sería fácil.

El joven noble no dijo nada. 

Yulma comenzaba a hartarse de cumplir el papel de comprensiva y paciente. No iba a permitir que Zöri corriese peligro por haber cumplido con su deber, que era delatar a un asesino.

—¿Y cuál es tu plan? ¿Quedarte en casa y esperar a que termine con el único testigo de su crimen? ¿Salir de la ciudad para resultar todavía más sospechoso y que busque terminar contigo de forma preventiva? ¡No digas sandeces, Zöri! Te condenaste tú mismo desde el momento en el que confiaste en un criminal. Nosotros podemos protegerte, y podemos ordenar una orden de busca y captura contra Galastel… A no ser que no nos estés contando toda la verdad, claro. Dinos, ¿hay algo más que debamos saber?