Partida Rol por web

Elizabeth sonríe tras las palabras que Marie Jeanne dice a la chica muda. Inspira orgullosa de su señora.
-Realmente un consejo muy interesante, mademosille Marie Jeanne.- Comenta cortesmente.

-¿Molestado?- Dice tras la aparición de la compañera de la muchacha. -Para nada, mademosille, su amiga nos ha vendido estas rosas tan bonitas.- Ahora señalaba las flores que llevaba en el sombrero y al hacerlo mostraba una dulce sonrisa que brillaba en su rostro.

Al cabo escuchais voces que procedían del otro lado del callejón.

-¡Al ladrón! ¡Al ladrón!-

De repente aparece por sorpresa un muchacho que corría esquivando a la gente con maestría. Llevaba en su refajo alguna espécie de bulto abrazándolo con los brazos.
Al aparecer en la escena cerca de vuestra posición os dais cuenta que le seguían alrededor de una quinzena de personas. Venía directamente hacia vosotras, más concretamente hacia Sophie. El chico iba lanzado, solo tendrías una oportunidad para esquivarlo.

El muchacho no reacciona y tropieza torpemente impactando contra Sophie a toda velocidad.
Los dos caeis al suelo y un puñado de manzanas se esparcen por el suelo.
El chico intenta levantarse pero cae de nuevo encima de Sophie y se agarra el tobillo. Al parecer la caida le ha dejado mal el pié.

Al cabo de unos instantes llegan los perseguidores.
-¡Ven aquí pequeño bastardo! yo te enseñaré lo que es bueno.- Dice un hombre bajito y gordinflón agarrandole por el cuello de la camisa y obligándole a levantarse. El crío gritaba de dolor. En un momento eso se había llenado de gente curiosa.
Un caballero se acerca a Sophie y le ayuda a incorporarse. -¿Se encuentra bién mademosille?-
-Maldito bribón, hijo de mala madre...- Escupía el hombre bajito. -...¡Mira mis manzanas!- Encolerizado le asesta dos puñetazos. El niño escupe sangre mientras se lo lleva arrastras entre la gente.

Atorriet, todo corte y elegante hace una leve reverencia llevando el brazo derecho atras y el izquierdo por delante, al mismo tiempo que decia:
-Mesie-, sus ojos se clavan en los de su interlocutor, lo deja hablar con cotesia, esperando el momento de poder tomar la palabra.
-Dominique, un Patriota conocido por ambos me a sitado a la caida el sol, espero no ser inoportunno-. Sus ojos se clavan estudiosso en su interlocutor.

Cojo del brazo a Elizabeth con aire juguetón y paso una mirada curiosa de la joven de las rosas a su preocupada amiga. Que extraña pareja… pienso, examinando la diferencia entre sus ropas y modales. Una amplia sonrisa ilumina mi rostro antes de que las chicas tengan tiempo a sentirse incomodas por mi mirada inquisitiva.

Mademoiselle, su encantadora amiga no es ninguna molestia. Estábamos intercambiado opiniones sobre los distintos métodos de venta.

Sonrío, ocultándome por un instante tras mi nuevo abanico. Me inclino en una leve reverencia, y Elizabeth conmigo, ya que aun la llevo del brazo. Después de este gesto de despedida que, debido a nuestra diferencia de posición, seguramente parecerá inapropiado a los transeúntes que nos vean, empiezo a alejarme, sonriendo a Elizabeth con gesto divertido.

Antes de que nos de tiempo a caminar tres pasos, el ladronzuelo choca con una de las chicas, yendo los dos a parar al suelo. Con sorpresa mis ojos, muy abiertos, dan una rápida mirada al gentío, entendiendo cual es la situación.
Me suelto del brazo de mi acompañante y me acerco a la joven. Un caballero la ayuda a incorporarse al tiempo que un desagradable hombrecillo golpea al chico. Un gemido horrorizado escapa de mis labios al ver como es tratado el joven y, mientras es llevado en voladas, mi rostro se transforma, cubriéndose la sorpresa con una ensayada mascara de frágil preocupación.

Jerome! Grito, sujetándome las faldas para seguir en un grácil trote al hombre que arrastra al muchacho No me lo puedo creer!! Por el amor de dios, Jerome!! Esto va a terminar por matar a tu padre!!

Después de decir esto mirando al aturdido chico, me dirijo al hombre que le arrastra, apoyando una mano en su antebrazo.
Monsieur, por favor, espere un segundo, conozco al joven. Yo me haré cargo de todos los destrozos que haya podido causarle.

Sin detenerme, hago gesto de abrir mi bolso de mano para pagar lo que el chico haya podido llevarse. Miro de nuevo al hombre, las lagrimas asomando a mis ojos.

Por favor monsieur, su padre es un excelente trabajador que lleva en mi casa desde que puedo recordar. El chico le esta matando a disgustos. Si le pasa algo no se si podrá soportarlo. Yo me hago cargo de lo sucedido, pero deje que me lo lleve, mon monsieur…

Me levanto ayudada por el caballero, mientras con mi cabeza afirmo que me encuentro bien respondiendo a su pregunta. Sacudo levemente mis ropajes, colocandolos nuevamente y observo una vez más a la joven. Desde luego es buena.. apostaría algo a que ni siquiera conoce al muchacho... pero sin embargo sería capaz de hacerle creer lo contrario a cualquiera.. ¡qué mujer!...

-¿Es eso cierto pequeña? -le pregunta tras escuchar las palabras de la joven.
Pero si no habla... ¡cómo ha podido vender las flores? Se pregunta para sí misma sorprendida.

En ese mismo instante, un joven tropieza con la muchacha haciendo que ambos caigan al suelo. -¡Oh no! Masculla Camille al ver la situación. Antes de que reaccione, un hombre que perseguía al joven ayuda a su compañera a levantarse; a continuación, Camille se acerca. -¿Te encuentras bien?

Una de las señoritas que acompañaban a la niña se hace cargo de la situación para sorpresa de los presentes. Tiene talento y caracter; extraña joven... -piensa mientras la observa disimuladamente.

Jean Cloude, que se había mantenido sigilosamente expectante observando, se mesaba las barbas perdida la vista por encima de los hombros de sus camaradas. Pero el retocar en la puerta le devuelve a la realidad con brusquedad...

Tarda un segundo en situarse y recomponerse para reaccionar, tras lo cual se dirige hacia la puerta con la intención de abrir una vez la niña se ha escondido con Robespierre y todos están listo. Mientras camina se atusa las solapas de su chaqueta y prepara una mueca afable. Cuando todos estén listo, abrirá...

Luego de dejar las tazas retorno a la sala comun y me siento, como si nada ubiese pasado

Dominique llega a la entrada. Con la mano en la maneta hecha la mirada hacia atrás y comprueva que todo está listo; la niña escondida y los demás en posición. Así que sin más dilaciones procede a abrir la puerta.

-Vaya por donde, no le esperaba hoy aquí, señor Luis Jackes.- Dice al visitante con una mueca de alivio.

-Mesie Dominique, un Patriota conocido por ambos me a sitado a la caida el sol, espero no ser inoportunno-. Contesta el hombre, al cual aún no podeis ver. Pero os aliviais al comprovar de que no se trata de la guárdia del rey.

Lo que sí que observais es que Dominique hace pequeñas ojeadas hacia vosotros. -Eh.. esto... no, por favor, pase, ya sabe que en esta casa es bienvenido, mesié Atorriet-

Cuando Dominique, algo nervioso, le adelanta y abre la puerta, Jean Cloude se queda un segundo sin saber que hacer, pero luego recobra su habitual estado predispuesto y espera a que abran la puerta.

Entonces permanece paciente a la espera de conocer a la nueva visita, evaluando si es una amenaza en esta situación tan delicada.

-Eh.. esto... no, por favor, pase, ya sabe que en esta casa es bienvenido, mesié Atorriet- Te dice el hombre abriendote las puertas de su local.

Al entrar observas la decoración que ha caracterizado desde siempre la taberna de Dominique. Muy elegante. Los retratos de grandes pensadores tales como Danton, al igual que algúnos bustos de la misma índole decoraban unos estantes en la parte transversal del comedor.
Las mesas están recogidas con las sillas encima, escepto una mesa al fondo de la sala. En ella humeaba un cenicero en el centro y había cinco hombres y una mujer reunidos alrededor. Al parecer estaban charlando.
PArece que fuera ayer cuando todo esto no era mas que un antro de mala muerte. Lleno de maleantes y furcias. Dominique transformó este sítio. Lugar de meditación de los ciudadanos y patriotas. Tú le ayudaste en su momento, y él te está muy agradecido. Los amigos se ayudan, y más en estos tiempos que corren. Transformasteis el local... ahora toca transformar el país.

En el momento de abrir la puerta el local cobra un curioso tono brillante gracias a la luz que entra desde la calle.

-Os presento a un buén amigo.- Dice Dominique al ver los rostros espectantes de algunos de los allí presentes. -Louis Jackes Atorriet. Un buén hombre y mejor patriota.-

El hombre se queda parado boquiabierto ante las palabras de Marie Jeanne. Al parecer no se esperaba que alguién lo reclamara. És más. No se esperaba que nadie supiese nada de ese chaval, ni tansiquiera su nombre, y mucho menos que tuviera una família que se preocupara mínimamente. Lo que estaba ocurriendo no era normal.

-Mademoiselle...- Dice tras reflexionar unos instantes sus palabras. Su voz era ronca y su expresión dura. -Este pequeño bastardo me ha robado esas manzanas. Estoy en mi derecho de castigarle, de esta forma ya no se le ocurrirá nunca más acercarse a mi tienda.- El crío se suelta y hace un ademán para agarrarse a tus faldas.

-¡Mademoiselle! ¡No lo haré nunca más, lo prometo!- Dice el niño con lágrimas en los ojos.

Pongo una mano sobre la nuca del niño, acercándolo hacia mi. Girando levemente la cabeza, miro a Elizabeth, indicándole con los ojos que se haga cargo de él mientras hablo con el hombre.

Monsieur, digo mirándole con expresión seria, pero sin eliminar la suplica de mis ojos Jerome ha actuado mal, eso nadie lo discute pero, le pido por favor, que no lo llame bastardo, ya que solo puedo entender eso como un insulto a su padre.

Inclinando la cabeza con la excusa de buscar en mi bolso de mano, paso una rápida mirada por la gente que nos observa, rezando por encontrar entre los presentes algún gesto de apoyo.

Entiendo su enfado, y el niño será castigado, pero le pido por favor que deje eso en manos de su padre. Seria terriblemente humillante para él que un extraño tenga que encargarse de la educación de este sin vergüenza y, como le he dicho, temo que su salud no pueda soportar semejante golpe.

Saco de mi bolso el dinero que calculo, pueden costar las manzanas que llevaba el niño, tirando bastante a la alza, y lo pongo en la mano del hombre, ablandando notablemente mi expresión.

Por favor mon monsieur, si mis esfuerzos son en vano y Jerome vuelve a hacer de las suyas en su presencia, no le reprocharé que le castigue como crea conveniente pero, déme esta oportunidad. No me obligue a suplicarle, porque puede estar seguro de que lo haré.

Sin apartar mi turbia mirada de los ojos del hombre, cierro su mano sobre el dinero, sujetándola por un segundo.

Atorriet caminaba elegantemente hacia donde se encontraban reunido el grupo, en su andar un trasmitia orgullo pero no tanto para transformarlo en jactancioso. una brazp (el derecho) la cruzaba por delante, mientras que el otro caia a sus anchas retirandose un poco hacia atras.

Al llegar a los presentes emitio una reverencia, diciendo

-Que Dios y nuestra patria los tenga en gracia, Señores.

y espero ser invitado cortesmente a la mesa...

Ojeas alrededor tuyo de reojo y te das cuenta que la gente está espectante. Hay quién murmura con su compañero de al lado, otros se limitan a observar los acontecimientos. La mayoría tienen sus ojos clavados en tí.
Incluso Elizabeth se encuentra evidentemente sorprendida, con la boca bién abierta. Deduces que todo este embrollo le ha venido de sorpresa y no dispone de tus reflejos.
Apesar de todo tus palabras fluyen convincentes.