Partida Rol por web

La tormenta de arena

I. Un tesoro bajo las arenas

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12/08/2015, 08:40
Dr. Emelien Leblanc

Mi rostro se contrajo cuando confirme el diagnostico, y volvió ha hacerlo otras dos veces al descubrir a otros dos infectados. La peste aun estaba en sus primeros estadios, y quizá pudiésemos evitar que aumentasen el número de contagios. Me volví hacia Barraud dispuesto a darle instrucciones, pero al cruzar mi mirada con la suya dude por un instante. Debió notar mi vacilación, ya que algo en su expresión me dio a entender que estaba esperando lo que tuviese que decir.

Le puse una mano en el hombro y con suavidad le atraje hacia un lugar donde no nos oyesen todos los enfermos.

- Usted recordara mi preocupación en la tienda del general. - lo afirme, pues sin duda habría prestado la debida atención a la gravedad de la situación que expuse ante Bonaparte - Nos encontramos en estas mismas circunstancias, y necesitamos tomar medidas de forma inmediata. Necesito que asigne a algunos soldados para que me ayuden en la tienda, y algunos más que aseguren la cuarentena. Usted... - trate de convencerme de que lo que iba a indicarle a continuación seguía un criterio medico, sin éxito - se encargara de dirigir el aislamiento. No podemos comunicar a todos los soldados lo que ocurre o cundirá el pánico. - Me di cuenta de que aun tenía mi mano apoyada en su hombro, y la retire rápidamente - Alguien informado debe vigilar que se cumplan mis instrucciones y asegurarse de que no aparezcan más casos entre soldados fuera de esta tienda. Debería irse ahora mismo.

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12/08/2015, 09:29
Julien Duvaquel

Justo en ese instante, el coronel de infantería hizo acto de presencia en el interior de la tienda donde reposaban los desfallecidos. Cuando entró, el doctor Leblanc acaba de dar una serie de instrucciones al sargento Barraud. El soldado, al ver a al mando, se cuandró y saludó con marcialidad.

- ¿Cuanto tiempo cree que necesitarán mis hombres, doctor?- preguntó con tono inquisitivo. No era desconocido entre las habladurías del campamento, que el tal Julien, un veterano de las Guerras Revolucionarias, mostraba cierto desacuerdo con la complacencia de Napoleón con respecto a los civiles que formaban parte de aquella expedición. Y mucho menos, si eran aquellos mismos civiles los que marcaban el ritmo de la maquinaria de guerra que suponía la Grande Armée - ¿Podremos reemprender la marcha hoy?...- dijo esperando una nueva respuesta.

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12/08/2015, 14:58
Jean-Pierre Barraud

La terrible noticia del doctor cayó sobre el joven soldado como un jarro de agua fría. La peor de las pesadillas posibles comenzaba a tomar forma. Un ejército en aquellas condiciones no podía luchar eficientemente contra semejante enfermedad...
Barraud se disponía a dar cumplimiento al encargo del Dr. Lebvlanc cuando se presentó ante ellos el Coronel Duvaquel. Jean-Pierre se cuadró ante él y dirigió una mirada hacia Leblanc, aguardando a que éste informase al militar. Sin duda alguna, el médico sabía mejor que nadie qué medidas debían tomarse; sin embargo, Barraud no podía movilizar a ningún hombre sin la autorización del Coronel.

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14/08/2015, 06:45
Dr. Emelien Leblanc

 

La entrada del Coronel me cogió por sorpresa. Ante su pregunta, le hice un ademan con la mano para que se acercase hasta donde estábamos, antes de hablar con el tal y como había hecho con Barraud, con la esperanza de que nadie oyese mis palabras más que ellos dos.

- Coronel... - comencé algo dubitativo - la mayoría de los soldados solo necesitan unas horas de descanso, pero - Nuevamente hice una pausa para asegurarme de que el militar captaba la gravedad de mis palabras - he diagnosticado tres casos de peste. Cuando usted entro acababa de pedirle al sargento Barraud que tomase medidas para declarar una cuarentena. Temo que con una situación como esta debo recomendar que la expedición se detenga hasta que podamos controlarla, o se extenderá entre los soldados como el fuego en un bosque de hojas secas.

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15/08/2015, 12:13
Julien Duvaquel

- Oh, mon dié!!- exclamó el militar mientras miraba al doctor con mirada severa- Me temo que eso no será posible, monsieur Leblanc. No creo que Murat retrase mucho más nuestra expedición- argumentaba el coronel exento de cualquier rastro de empatía por aquellos malogrados soldados. - Si observa que estos hombres son incapaces de seguir la marcha y que podrían estar afectos de peste, lo mejor será dejarlos a su suerte...- Julien hablaba en serio. Todo aquél que conociera al coronel, sabía que esas eran sus convicciones.

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17/08/2015, 13:36
Dr. Emelien Leblanc

Mis ojos se clavaron en los del coronel con una espontanea expresión de repugnancia y desprecio. Me esforcé por controlarla, mas por decoro que por recato, si bien mi tono al responder no hizo sino enfatizar mi irritación.

- Coronel, en mi profesión no abandonamos a un enfermo, desconocía que en la suya fuese distinto. Quizá debería quedarse para que le examinase también, no quisiera que sufriese algún mal que le incapacitase para atender a sus hombres.

No tenía ninguna duda de que pagaría por mi reacción, pero tampoco albergaba duda alguna de que fuese como fuese no me arrepentiría de ello. Sentí la tentación de volverme hacia Barraud buscando su apoyo, pero me abstuve de hacerlo, ante la perspectiva de que pagase también el por mis decisiones.

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17/08/2015, 15:20
Jean-Pierre Barraud

Las duras palabras del Coronel se clavaron en el joven soldado como astillas al rojo. Desde luego, los mandos superiores no iban a retrasar la marcha; eso lo sabía de sobra Barraud, y el Coronel posiblemente no hacía más que dar cumplimiento a las órdenes que de seguro habría recibido. Al menos, eso se esforzaba por creer el bueno de Barraud.

Luego, el doctor replicó al militar con palabras cargadas de sinceridad, pero con un tono totalmente equivocado. Jean-Pierre pensó con cierto temor, que de ser un soldado, el doctor se habría metido en un buen lío.
Sin ningún tipo de duda, al señor Leblanc no le faltaba ni un ápice de razón; resultaba monstruoso el simple hecho de plantearse abandonar a aquellos hombres.

Barraud se armó de valor y volvió a cuadrarse ante su superior: - Mi Coronel, si da su permiso. Lo que el doctor quiere decir es que ninguno de nosotros está exento de sufrir el mal que afecta a los hombres que yacen ahí tendidos.

El joven suavizó su rostro en gesto de súplica: - Además de a los rigores de la marcha, el doctor se ha enfrentado a la agotadora labor de calmar a los heridos. Por si fuera poco, se ha visto obligado a ser heraldo de tan malas noticias. Por favor, no malinterprete sus palabras; él, del mismo modo que un militar, también prestó juramento, pero no por la patria, sino por todos aquellos que sufren.

El doctor había cometido un grave error con su comentario; y muy posiblemente, Barraud también al prestarle apoyo. Al fin y al cabo, pertenecían a mundos distintos.
Sin embargo, el muchacho no pudo permanecer callado: estaba totalmente de acuerdo con la postura de Leblanc.
La guerra hacía mucho que había dado muerte a su corazón. Tan sólo le quedaba su alma, y pensaba luchar para que no le fuese arrebatada también entre el humo y la sangre.

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17/08/2015, 19:48
Julien Duvaquel

La cara de Duvaquel reflejaba una mezcla de sorpresa y furia a medida que el buen doctor exponía sus credenciales hipocráticas. Alzó su dedo inquisidor contra Leblanc, pero cuando se disponía a responder como una salva de artillería, Barraud se adelantó intentando suavizar el tono de la inminente discusión. Quizás Duvaquel fuera un cretino desalmado, pero en aquella situación, el coronel de infantería tenía todas las de ganar.

- Entiendo a que se refiere, sargento y tengo en cuenta que Monsieur Leblanc, además de un extraordinario galeno es un patriota...- expuso con un tono refrenado que intentaba contener una contestación mucho más ofensiva y malevolente -Comprendo que esos hombres necesitan tiempo y descanso, pero Francia no, caballeros. Tenemos una misión otorgada por el mismísimo Bonaparte y no pienso enfrentarme a un pelotón de fusilamiento o a un ataque sorpresa de los mamelucos por romanticismos estériles- tras estas palabras, la severidad de su reprimenda fue aumentando - Así, buen doctor, o se encarga usted de darles la tintura de la amapola a esos hombres, o seré yo el que use métodos más expeditivos...- Finalizó con tono siniestro mientras abandonaba la tienda.

No había escapatoria.

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18/08/2015, 20:00
Dr. Emelien Leblanc

Las palabras del coronel me paralizaron de tal modo que mi cerebro apenas fue capaz de entenderlas hasta que este se hubo marchado. Me volví hacia Barraud suplicando con mi mirada que me dijese que aquello no acababa de ocurrir, que no el Coronel no acababa de ordenarme asesinar a aquellos hombres, pero había sucedido, y el peso de aquella verdad sacudió mi conciencia con una violencia desproporcionada, desgarrando mi garganta en un ahogado grito de frustración que jamás oiría nadie.

Mis ojos descendieron hasta posarse sobre mis manos, esas manos que había utilizado para salvar a tantos, y que ahora me pedían manchase con la sangre de mis propios pacientes. ¿Como podía aquel demonio pedirme algo así?

- Tengo que hablar con Murat... - dije con poca convicción, pues algo me decía que solo serviría para que me confirmasen la orden del Coronel.

¿Era este el precio de la Gloria? ¿La sangre de los soldados derramada por las manos de aquellos que debían curarlos? Y si me negaba.. ¿que sucedería con ellos? Podía ver en mi mente al Coronel capitaneando al pelotón de fusileros. ¿Libraría mi alma a costa de condenar la de los soldados encargados de llevar a cabo la ejecución? No. Y pese a esa convicción no podía creer haber llegado tan lejos, haber arriesgado tanto para encontrarme ahora ante esta disyuntiva.

Levante de nuevo mis ojos hacia el Sargento, unos ojos brillantes por las lagrimas a las que no me permitiría recorrer mis mejillas, y con toda la serenidad que fui capaz de reunir le despedí.

- Gracias por lo que ha hecho, pero ahora debería irse.

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18/08/2015, 22:13
Guardián

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: haz una tirada de charlatanería, persuasión o crédito. Lo que prefieras. De esa tirada depende tus súplicas a Murat.

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19/08/2015, 09:51
Dr. Emelien Leblanc
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Notas de juego

Ufff

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20/08/2015, 15:15
Jean-Pierre Barraud

El Coronel Duvaquel salió de la tienda dejando a sus interlocutores solos.
El galeno comentó su intención de hablar con Murat, pero Barraud sabía que de poco serviría, mas no dijo nada. Era demasiado terrible como para hacer comentario alguno.
El soldado se despidió con gesto triste de Leblanc y se dispuso a salir afuera, para supervisar a sus hombres y prestarles ayuda, de ser necesario.
Antes de salir, se giró de nuevo y añadió con voz desesperada: - No sé, quizá aún sea posible hacer algo por ellos. Y aunque el fin sea ineludible, tal vez haya un modo de evitar su muerte...

No había terminado de hablar cuando él mismo negó con la cabeza para sacarse de la cabeza semejante pensamiento. Las esperanzas vacías no suelen ser buenas. Con la cabeza gacha, salió al exterior.

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20/08/2015, 22:16
Guardián

Tras un par de horas de merecido descanso, el campamento volvió a reanudar su marcha. Durante todo ese rato, el doctor Leblanc había estado desaparecido, cosa que hizo pensar a gran parte de la gente de la expedición que la indisposición que afectaba a los soldados desvanecidos era mucho más grave de lo que se pensaba en un principio. Una vez levantado el improvisado campamento a la ribera del Nilo, todos pudieron contemplar como la tienda que había hecho las funciones de hospital de campaña permanecía aún en pie y era abandonado a su suerte. Según la versión oficial, el par de decenas de hombres que todavía reposaban allí, estaban en una situación tan critica que a duras penas superarían la noche, pero cierto temor se instalaba en el corazón de los hombres que conformaban parte de aquella columna militar, y no era otro más que el de la peste.

Leblanc había estado reunido durante un corto espacio de tiempo, pero el rostro cabizbajo y desmoralizado del bueno de Emelien, sugería que la situación cuanto menos era preocupante. Dejar a aquellos hombres allí, desvalidos y despojados de cualquier tipo de atención, era un toque significativo para cualquier persona que viajará bajo las órdenes de Murat. Así era la maquinaria expansionista de Francia, exenta de sentimientos si estos chocaban frontalmente con los intereses de Bonaparte y en última medida del gran Directorio.

Caminaron durante un par de horas más. Por suerte, la temperatura se suavizó discretamente y la exigencia impuesta por la cabeza de la expedición fue menor que durante la mañana. Por fin, llegaron a lo que parecía un oasis próximo a la orilla del río. Murat ordenó acampar y pasar la noche allí. También indicó que todo hombre recibiría una ración doble de agua. Aquellos valientes supervivientes, que caminaban con fervor, merecían aquel nimio agasajo.

Rápidamente, los hombres alzaron las tiendas. Aquel descanso, aliviaría las lamentables penurias vividas hasta el momento.

Notas de juego

NOTA DEL GUARDIÁN: turno para que hagáis lo que deseéis.

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21/08/2015, 14:34
Jean-Baptiste Lacroix

Mientras montan el campamento al lado del oasis, el teniente se acerca al doctor Leblanc, para preguntarle por privado sobre los soldados enfermos.

Bien Doctor, dice mientras saca la pipa y empieza a prepararla Como estaban los chicos, tan mal para dejarlos atrás? Dice mirándolo fijamente, casi como si lo escudriñase.

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22/08/2015, 10:38
Dominique Vivant

Que la peste viajara con nosotros no hacía nada por sentirme mejor. Observaba el rostro de todos los que estaban cerca de mí con intensidad, en busca de señales de la peste.

Acabar tirado en una duna para morir como un perro no es como esperaba acabar mi vida, y si puedo evitarlo, no será así como termine.

Habría sido más misericordioso matarlos que dejarlos rabiar como un perro. Le digo en voz queda a Duvalier, que avanza a mi lado. ¿Cuántos más habrá así entre nuestras tropas? ¿No sería mejor acabar con cualquier soldado que muestre síntomas de infección para atajar la peste? Confío en que ese médico sepa lo que hace... Minimalice el contacto con la tropa Duvalier. Parece que no va a ser el calor nuestro peor enemigo.

Se repite la escena del mediodía, con mi persona bajo un toldo improvisado mientras los sirvientes se afanan en montar la tienda. En esta ocasión aprovecho para apuntar en mi libro de viajes lo que ha ocurrido durante la jornada.

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22/08/2015, 12:38
Luc Van Haal

El padre Eugène realizaba las oraciones propias de la vigilia cuando el cardenal flamenco se adentró en la tienda que el capellán tenía reservada. Se sentó en una lujosa butaca que los altos mandos de la expedición le habían procurado y aguardó a que Descoteaux finalizara sus plegarias. 

Una vez acabado los rezos, Van Haal se santiguó junto al sacerdote y acto seguido, cogió la copa de latón que Descoteaux solía emplear para los sacramentos de la homilía y se sirvió un par de dedos de vino.

- Como le dije Eugène, ha llegado el momento para que le explique los detalles de mi presencia en esta expedición. Sinceramente, me importa poco que hallemos la tumba del Niño Faraón, pues mi deber es para con la Santa Sede.- dijo mientras daba un pequeño sorbo de la modesta copa. - Hay razones para pensar que el padre Dugin se hallaba bajo la influencia del Maligno... ¡Sí! ¡Satanás es ladino e implacable!...- apuró el contenido de su copa - Se han encontrado cálculos obscenos y referencias astrológicas impías en la parroquia de la congregación. Todas esas pruebas han sido dictaminadas  como pruebas de brujería y adoración al Maligno. Con lo que se hace indispensable verificar si el padre Dugin sigue con vida, o por contra ha fallecido en la expedición anterior.- 

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24/08/2015, 07:13
Dr. Emelien Leblanc

Con la cabeza baja, y una presión en el pecho recorro el camino que me aleja de mi culpa. Se que he hecho lo correcto, pero eso no me sirve de alivio. De pronto el teniente Lacroix me pregunta, y sus palabras se clavan en mi corazón como puñales. Siento nauseas, y tengo que recurrir a toda mi fuerza de voluntad para resistir una arcada. Ni siquiera vuelvo mi mirada hacia el hombre cuando respondo con voz apagada.

- Si.

Dejo mi montura y me dirijo en busca de la tienda hospital de campaña. Quizá pueda ayudar a los soldados a montarla, y eso al menos me mantendrá ocupado y apartado.

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24/08/2015, 17:21
Abeillut Sadar

El modo en que los franceses habían decidido abandonar a los suyos como a bestias asqueó a Sadar. Hasta aquel momento, la fuerza invasora le había inspirado sentimientos contradictorios, simpatía por la común enemistad con los turcos y extrañeza por sus costumbres. Sin embargo, a cada paso que daban, el escaso aprecio que pudiera sentir se diluía, ahogado por el desprecio que aquellos hombres sin honor le suscitaban. Pese a todo, eran ellos sus pagadores, y cumplía con diligencia su encargo el bereber, consistente en ayudar a la conducción de la columna con sus conocimientos sobre la región. Nada más hacía Sadar, quién no había hallado entre los franceses a nadie con quien congeniar, aunque el teniente de dragones, Lacroix, parecía mostrarse amigable hacia su persona. Quizá no todos aquellos extranjeros careciesen por completo de honor y hombría.

 

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09/09/2015, 11:11
Eugène Descoteaux
Sólo para el director

Eugène se había percatado de la presencia del superior eclesiástico en cuanto entró en la tienda, pero como no podía ser de otra manera hubiese sido deshonroso interrumpir las plegarias al señor. Cuando finalizó se giró y asintió levemente con el debido respeto al cardenal, quien entonces explicó el motivo de su presencia, algo que el capellán llevaba todo lo que llevaban de viaje esperando oir.

- Herejía... así que el padre Dugin ha caído presa de las garras y los engaños del maligno.... - empezó a decir con aparente tono de preocupación mientras caminaba de un lado a otro con ambas manos unidas a la altura del estómago, no visibles debido a la anchura de las mangas de su túnica de viaje que recordaba a las de un monje franciscano de no ser por la falta de humilidad en la calidad y color de los mismos.

- Lo cierto, monseñor, es que a mi también me importan poco esas quimeras acerca de faraones paganos... mi misión con Dios en esta tierra de tormentos y arena era otra, pero ahora que me explicáis los verdaderos motivos de vuestra presencia aquí y por qué pedistéis que me uniera a la expedición me veo con la obligación de involucrarme lo suficiente en esta campaña. - el capellán se movió hacia un pequeño arcón instalado en un extremo de la tienda y lo abrió para extraer dos copas de cerámica y una polvorienta botella de vino medio llena. - ¿Puedo ofreceros la sangre del señor para aliviar la sed, monseñor, y podáis arrojarme más datos acerca de lo ocurrido al Padre Dugin? - inquirió en tono cordial y servicial.

Tras aquella pantomima servicial y sumisa de Descoteaux, un fuego interior había sido avivado tras sus cristalinos ojos azules. Si el padre Dugin había conocido algún oscuro secreto, ungido por el diablo o por cualquier dios pagano, Descoteaux sería el primero en recuperarlo para su uso en su causa de devolver a la iglesia católica lo perdido por las mareas revolucionarias de los últimos tiempos. Incluso si para ello tuviera que cercenar el cuello de aquel oriondo cardenal.

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09/09/2015, 13:03
Luc Van Haal

El cardenal miró con agradecimiento a Descoteaux. Obviamente, aceptó la copa de vino que el sacerdote le ofrecía antes de proseguir con sus temas:

- Debe tener en cuenta, que la Santa Sede ha confiado en mí porque soy un experto en el sacramento del exorcismo, teniendo a mis espaldas más de una veintena. Pero si algo he aprendido en mis años de reyerta con el mal, es que nadie puede enfrentarse en solitario al Maligno. He aquí por qué era necesaria su presencia aquí, hermano...- explicó mientras daba un nuevo tiento a la copa y se alzaba pesadamente de la butaca. - Con respecto al material impío hallado... Lo más destacable era la continua mención de la constelación de Tauro...- añadió con cara de desconocimiento y sin prestar demasiada importancia a tal hecho...

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: tiradita de Mitos.