Partida Rol por web

La tormenta de arena

III. En el vientre del Mal

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19/04/2016, 17:44
Jean-Baptiste Lacroix

Cierto es que el detalle de la llegada con meses de diferencia se le había pasado por alto al teniente. Mientras subían escaleras seguía recapitulando sobre ello. Como puede ser? Si todos salimos igual?

Finalmente llegaron al salón, el teniente escucho a Abeillut susurrar y se acercó a ver que respondía Xavier. Luego se giro hacia su pequeña comitiva.

-Bien, hagamos como si nada y cenemos, pero todos muy atentos, a ver que observamos.- El teniente se acerca a Barraud y su amigo Gerrard -Chicos, estemos especialmente atentos y con el arma preparada, no nos fiemos ni un pelo.

Se lo diría a su guía también, pero empezaba a verlo demasiado estresado, no quería ponerlo más nervioso.

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20/04/2016, 11:09
Dominique Vivant

Sigo a la comitiva pensativo, sin estar seguro de qué hacer. Se me antoja arriesgado acudir a la cena, y más arriesgado todavía no acudir.

Es como ir directos al matadero...

De golpe, me doy cuenta que ya no tengo hambre.

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20/04/2016, 15:50
Jean-Pierre Barraud

- Descuide, Teniente. No pienso bajar la guardia... Barraud respondió a Lacroix con un breve movimiento de cabeza, tratando de imprimir seguridad a sus palabras, pero no estaba muy seguro de haberlo conseguido.
El sargento suspiró ruidosamente para descargar la tensión acumulada: - Bueno señores, no hagamos esperar a nuestros anfitriones...

La angustia que les arropaba comenzaba cada vez a ser más y más pesada. Se dirigían directamente a un lugar del que no podían huír y por ello, todos hacían lo imposible por estirar cada segundo a fin de retrasar la "cita".

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21/04/2016, 20:22
Guardián

No podía demorarse más. La cita que todos quería rehuir debía celebrarse. En aquel lugar de incógnitas, un mal gesto podía ser desencadenante de algo que no llegaban a comprender, pero que poco a poco minaba sus convicciones. Por esa razón, aunque ninguno lo deseaba especialmente, debían acudir a dicha cena y con las mejores galas.

¡¿Todos?!... Todos tal vez no

Duvalier no había mostrado un gran ímpetu ante las palabras del teniente Lacroix de marchar de aquella ciudad. Todos coincidían en que aquel lugar guardaba muchos interrogantes y que seguramente, tales secretos pudieran ser perniciosos, pero el hijo de anticuarios parecía no inmutarse. Desde que llegaran y expresara su deseo de quedarse allí pues pensaba que era un lugar más seguro que el mismo desierto, Charles se había relajado. También se había asombrando ante las revelaciones del diario de Guerin, pero parecía haber borrado tales datos de su mente. Quizás fuera una forma de defenderse de esas terribles coincidencias que entre aquellas apócrifas hojas se describían...

Sea como fuere, Duvalier se mantenía aislado y taciturno. Callaba y se mostraba distante. Quizás su mente estuviera demasiado quebrada. Quizás su ser hubiera viajado a un punto sin retorno.

Se asearon lo mejor que pudieron en aquel campamento improvisado en el interior de aquellos salones diáfanos. Ningún soldado había recogido sus armas, pero ellos, preferían llevar las suyas. Seguían sin fiarse.

Descendieron a uno de los salones. Las mujeres se habían encargado de decorarlo todo con cortinajes de seda y algodón. El suelo estaba cubierto de pétalos de flores y podía respirarse una fragancia en la cual se mezclaban los aromas de flores, incienso y menta. Había varias mesas y en ellas rebosaban las viandas. Fruta fresca, carne de ave y vacuno asada, tortitas de trigo y vino... mucho vino.

Los hombres comían y bebían, mientras las mujeres bailaban de forma sugerente y sensual. Resultaba espectacular contemplar como contorneaban sus exóticos y bellos cuerpos al son de una música que parecía sonar únicamente en la cabeza de los que allí estaban reunidos. Las mujeres se acercaban a sus espectadores y rozaban sus rostros con sus finas manos, mientras miraban con ojos oscuros y profundos como la noche.

A un lado, apartado de la multitud, el padre Guerin observaba como aquellos hombres pecadores, vendían su alma al mismísimo Satanás. 

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01/05/2016, 18:36
Jean-Pierre Barraud

Tras adecentarse para la cena, los compañeros se reunieron en el salón.
De haber sido la situación distinta, la velada podría haber parecido completamente alegre: buena comida, bebida abundante y la presencia de las chicas que amenizaban la reunión...
Sin embargo, en esta ocasión, todo cobraba un tétrico cariz que no hacía más que ponerle los pelos de punta al joven sargento.
Trató por todos los medios de no separarse de su grupo: los únicos en los que podía confiar.
También intentó pasar la noche sin ingerir nada, pero era imposible rechazar la comida sin ser desconsiderado para con sus anfitriones.
Sabía que un mal gesto podía costarles muy caro en esos momentos en los que el ambiente parecía estar muy caldeado.

Por lo tanto, Barraud cogió una copa y se sirvió una porción pequeña de carne. Daba pequeños sorbos y comía despacio, fingiendo estar desganado.

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02/05/2016, 08:27
Dominique Vivant

Al ver a mi pupilo distante y lacónico me esfuerzo para arrancarle una sonrisa o una mirada que me muestre que aún queda algo de cordura en el joven.

ya ha pasadolo peor, Duvalier... hemos sobrevivido al desierto... Ahora todo va a ir bien, ya verás, hijo. Relájese un poco, Duvalier, es la hora de beber, comer y olvidarse por un rato de todo...

Le comento tomándolo por el hombro.

Al llegar al salón el espactáculo me supera. Es como una representación de todos los vicios. Gula, lujuria... No es que me parezca mal, ymenos después de lo vivido. Un poco de dispersión me va a hacer tanto bien como a Duvalier... Aunque hay algo en la escena de irrealidad que lo hace inquietante.

Y el padre Guerin, en esa esquina... No me esperaba esto... ¿Y si en realidad no es tan amigo de estas mujeres? Quizás es un aliado y no un enemigo... y por eso lleva siempre su séquito armado. He de volver a leer ese diario.

Me siento con los mios y disfruto de lo que me ofrece la velada como un caballero. Sin recato pero sin abuso. Como le corresponde a alguien como yo.

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04/05/2016, 11:17
Abeillut Sadar

Abeillut llegó a aquel salón pernicioso lleno de dudas, temores fundados que pronto comenzaban a cobrar fuerza. Uno de los suyos flaqueaba: Duvalier, el hijo de anticuarios que acompañaba a la expedición. Parecía que su alma se había vaciado con aquellos acontecimientos, perdiendo el ánimo de lucha que aún mantenía a la compañía con vida. El propio bereber sentía una extrañeza, un vacío interior que le arrastraba lentamente a su propia destrucción, pero aún resistía. No se rendiría a aquel final infecto, a la muerte de su alma entre criaturas del infierno como aquellas.

Llegado a la mesa, Abeillut se acomodó, tomando algunas viandas sin mucho interés, procurando comer lo mínimo, y beber lo mínimo. Se sentía vigilado, temeroso de que sus anfitriones pronto les cayesen encima, y no podía dejar de sentir el peso de la flissa en el cinto, el impulso de desenvainarla y acabar con aquel malicioso Guerín, a quién en gordo parecía complacer el espectáculo que ofrecían los soldados comiendo como cerdos y solazándose en pecado con aquellas mujeres extrañas. No le perdió ojo Abeillut, quién con disimulo vigiló cada movimiento, esperando a que el padre Guerín se alejase de la mesa, o, mejor aún, a que acudiese a reunirse con alguna de aquellas mujeres. Recordaba que el soldado les había dicho que Guerín y la líder de aquella ciudad a veces hablaban, y quizá tuviese oportunidad de tratar de llegar hasta ellos y escuchar qué decían...

Notas de juego

Ya estoy de vuelta.

De momento Abeillut masca lentamente, y sigue vigilando a Guerín (disimuladamente, a poder ser).

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10/05/2016, 14:59
Jean-Baptiste Lacroix

Finalmente el pequeño séquito llego a la cena. Lacroix iba con su traje de teniente. Lo había limpiado en la medida de lo posible, para ir lo más presentable que se podía después de una larga travesía por el desierto. Se sentía orgulloso de sus galones de teniente y su traje del glorioso imperio francés.

Al sentarse se situó con Barraud a un lado y Gerrard al otro. Quería tener a sus soldados de mayor confianza cerca. No probo el vino, solo bebió agua. Comer si que comió, necesitaba reponer fuerzas.

El teniente no dejaba de observarlo todo, a los hombres perdiendo su dignidad entre el vino y las mujeres. A los civiles, los cuales tenia el deber de proteger, como a Duvalier y Vivant. A su guía bereber, atento a cualquier movimiento que pudiera hacer, este estaba demasiado alterado. A Guerín, con el cual se cruzaron durante un instante sus miradas, y el teniente levanto la copa en señal de brindis dedicándole una sonrisa aséptica. Pero sobre todo observando a las mujeres, vigilando cualquier intento por debilitar sus filas, cualquier plan que pudieran llevar a cabo.

En un momento, una de ellas se puso a contornearse delante suyo, empezó a rozarle. El teniente, con educación pero con firmeza, la agarró y la separo de él.

-No.- es todo lo que dijo, para luego seguir ojo avizor.

 

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11/05/2016, 17:41
Guardián

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: Todo el mundo una tirada de resistencia de CON contra POD 13. Podéis encontrar la tabla de resistencia en la escena REGLAS DEL JUEGO.

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11/05/2016, 18:57
Jean-Baptiste Lacroix
- Tiradas (1)

Notas de juego

Mierda! sabía que no tenía que comer...xD

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11/05/2016, 21:36
Jean-Pierre Barraud
- Tiradas (1)

Notas de juego

¡Cagontó!

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12/05/2016, 11:31
Dominique Vivant
- Tiradas (1)
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15/05/2016, 12:42
Abeillut Sadar
- Tiradas (1)
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16/05/2016, 15:23
Guardián

Poco a poco, la sala se fue caldeando. A medida que los hombres se embriagaban con el dulce sabor del vino y las viandas, el tono carnal de aquel encuentro iba en aumento. Las mujeres bailaban y se contorneaban mostrando los sensuales y exóticos detalles de su anatomía, mientras el aroma a especias y flores confluían enturbiando la visión de los que allí se hallaban.

A medida que esto sucedía, el decoro de hombres como Duvalier, se desmoronaba al tiempo que sus labios se fundían de forma libidinosa con los de una de las bellas mujeres de aquella ciudad. Cuando el grupo de supervivientes quiso darse cuenta, los hombres de aquel ejército se estremecían de placer, a la vez que de forma primitiva y lasciva, copulaban con aquellas mujeres, en una pagana orgía.

La visión se tiñió de colores vivos y chillones, en una secuencia de escenas borrosas y faltas de sentido. Los ruidos parecían haberse amplificados, y la paranoica sensación de estar siendo vigilados, se instaló en el corazón de aquel grupo de supervivientes.

Malestar, mareo, náuseas... poco a poco la situación fue empeorando. Duvalier reía de forma grotesca, mientras varias de aquellas mujeres lamían su cuerpo semidesnudo, el Dr. Leblanc había desaparecido, mientras que Descoteaux rezaba de rodillas con su crucifijo aferrado entre las manos.

Las puertas del infierno volvían a abrirse...

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18/05/2016, 12:23
Abeillut Sadar

Aquella bacanal indigna se tornaba cada vez más tórrida, mientras un horrorizado Abeillut buscaba el modo de recobrarse a sí mismo de entre tanto pecado y malignidad. Las mujeres, libidinosas, se retorcían con gestos obscenos y yacían sin tapujos con los hombres, fornicando entre humedades tórridas y excitación incontrolable. El bereber trató entonces de ponerse en pie, apartándose turbado de la maraña de visiones que ni en sus peores pesadillas habría logrado imaginar, sintiendo un extraño mareo que bien podía ser fruto de algún veneno en la comida, o bien del calor y la humedad del ambiente, sumado a la visión extraña y desagradable que les rodeaba por completo.

- Tiniente, esto locura. - tosía y se asfixiaba el bereber - Tiniemos que salir di aquí.

Sentía un mareo cada vez más fuerte, y trataba de recordar el modo en que un hombre podía purgar su cuerpo si de algún modo el veneno entraba en él. No podía pensar con claridad, ni seguir vigilando a Guerín, en tanto aquella orgía se desataba más y más.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Pues nada, mi idea sería tirar por Supervivencia a ver si recuerdo algún modo de librarme de un veneno (vamos, cómo forzarme a vomitar). La tirada es de traca (Cthulu y su sistema xD), pero bueno, si eres un máster benévolo y me quieres dar un +15%... xD.

Si no, en todo caso, no sé hasta qué punto nos podemos controlar a nosotros mismos.

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18/05/2016, 14:37
Jean-Pierre Barraud

Un sudor frío comenzó a hacerse notar en su nuca. Para cuando quiso percatarse de que había sido víctima de un envenenamiento, sus ojos ya se habían convertido en un caleidoscopio que percibían una miríada de vivos colores.
A su alrededor, la escena se desarrollaba como si de una siniestra pesadilla se tratase; cuerpos desnudos que yacían por doquier, hombres y mujeres abandonados a los instintos más básicos...

Sentía una pesada fatiga y un agobio extremo. Secándose la frente bañada en sudor, se acercó con dificultad a sus compañeros: - Abeillut tiene razón... están jugando con nuestra mente... hay que salir de aquí cuanto antes.
Sentía la boca pastosa, le costaba pronunciar correctamente las palabras. Estaba completamente aturdido, con los sentidos embotados.
- ... no debemos permanecer aquí...

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18/05/2016, 19:33
Guardián

Locura. Esa era la palabra que definía con creces lo que allí estaba sucediendo. Abeillut, metía sus dedos en la garganta hasta que un borbotón de vómito descontrolado, salió eyectado de su boca manchando a un trío conformado por dos soldados y una mujer de aquella ciudad. El cálido jugo gástrico cayó sobre los obscenos amantes que penetraban sin pudor a la mujer que se contorneaba de placer mientras gemía. No hicieron el menor caso. Todo el mundo parecía abandonado a los peores y más bajos pecados capitales.

Jean-Pierre dio la orden de marchar de allí, pues Lacroix permanecía perplejo, claramente afectado por el tan poco digno comportamiento del ejército de Napoleón. Ellos eran Francia. La potencia bélica más poderosa de Europa. Eran la luz...

Mientras intentaba buscar la salida, un par de mujeres se echaron a los brazos del tirador. Hablaban entre murmullos suaves y melodiosos... ¡¡Dios era casi imposible resistirse!!... Notó como un brío febril subía por todo su cuerpo. El deseo se hacía demasiado pesado como para soportarlo. Sus labios empezaron a recorrer el camino que los fundiría con lo de ésas ávidas mujeres...

 

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18/05/2016, 19:46
Gerrard Farrè

¡¡Salid de aquí!!- exclamó enfurecido el álférez Farrè mientras daba un empellón a ambas muchachas con el torso descubiertos y unos suculentos senos de pezones como uvas. - ¡¡Señor!! ¡¡Hay que marcharse!!- llamó la atención al introspectivo Lacroix, buscando una respuesta en el hombre al que tantas veces había confiado su vida...

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18/05/2016, 21:22
Jean-Pierre Barraud

Barraud buscaba con desesperación una salida de aquel infierno. Avanzaba apartando a empujones cuerpos desvestidos sumidos en el frenesí del sexo descontrolado.
El olor a sudor y a alcohol impregnaban el aire hasta un punto rayano a la náusea.
Cuando ya había divisado una posible vía de escape, dos beldades se le aproximaron con libidinosa actitud.

De repente, todo malestar físico se esfumó, dejando sitio sólo a la lujuria y al deseo. Dejó caer el fusil que tenía sujeto, quedando este colgado a su hombro mediante los correajes.
Sus dedos acariciaron la suave y tersa piel de aquellas mujeres y, mientras, su boca buscaba insaciable los húmedos labios de las doncellas. Su lengua se abrió paso dispuesta a recorrer cada centímetro del bello cuerpo que Dios, Luzbel o la pura suerte le habían puesto delante.

Transcurrida lo que pareció una eternidad, pudo ver cómo un hombre le apartaba a empellones de aquellas atractivas hembras. Jean-Pierre se giró con el rostro crispado de furia, dispuesto a asesinar al indeseable que quería quitarle lo que era suyo.
Cogió al canalla por el cuello y apretó, deseando oír el fatal crujido. Fue entonces cuando lo reconoció: se trataba de Gerrard, que formaba parte de la compañía. De inmediato, aflojó su presa y dio varios pasos atrás, sin poder creer lo que veían sus ojos. Acababa de despertar de un sueño... un magnífico sueño.
Mas, cuando terminó de despejarse, comprendió que no había sueños en aquel maldito paraje: sólo pesadillas.
Puso su mano en el hombro del compañero y se disculpó al tiempo que le daba las gracias. En ese momento volvió la angustia y la indisposición; haciendo un enorme esfuerzo, buscó alrededor y vio al Teniente Lacroix sumido todavía en sus propias ensoñaciones; lo agarró del brazo y lo zarandeó para hacerle volver en sí: - Vamos, por Dios. No flaquee ahora. ¡Hay que marcharse! ¡Reunamos a los demás!

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19/05/2016, 14:47
Jean-Baptiste Lacroix

El teniente no podía creérselo. Se quedo sentado, sin moverse un ápice, contemplando la obra de una cultura claramente inferior y barbara. Si hiciera caso a esa gente de dios a la que tanto odiaba...esto seria lo más parecido al infierno. La dignidad, la templanza y el saber estar del pueblo de la luz, de la mayor potencia que ha conocido la humanidad...arrastrada por los suelos por un grupo de prostitutas salidas de la mismísima babilonia...

Lacroix era incapaz de soltar palabra, de moverse...solo podía observar con horror como se esfumaba todo lo que una vez represento ese glorioso ejercito...

Esa voz...Gerrard? Amigo?

de repente una mano le agarra por el hombro y este sale de su letargo, se encuentra con Barraud chillándole que no flaquee, con Gerrard al lado. A pocos metros, Abeillut vomitando...

jamás me rendiré, eso nunca...-Por Franciaaaaa!!!!- Dijo mientras se levantaba. El teniente de los dragones había vuelto en si.

-Vamonos chicos, tenemos que huir de está barbarie!