Partida Rol por web

La tormenta de arena

IV. El Templo y la Reina

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16/06/2016, 10:34
Guardián

El grupo de supervivientes salió a la oscura noche de Seadom. Hacía pocas horas que habían llegado a la misteriosa ciudad, pero el tiempo parecía haberse detenido en aquella rara urbe regida por ladinas mujeres. Las tropas supervivientes, se habían doblegado a los delirios de un orate como resultaba ser el padre Guerin. La Iglesia tenía razón persiguiendo a aquel bastardo adorador del mal y el demonio. Con sus creencias y mentiras, había conseguido captar la voluntad de hombres valientes cuya única misión en aquellas tierras lejanas era servir a Francia, la madre patria de todos ellos, la cuna de la libertad y de la luz. Cuan sombrío resultaba todo aquel lugar anclado en el ostracismo, liderado por esa tal Ediz, cuyo nombre era tan sospechoso de asemejarse al de la mujer de Lot, aquélla que se convirtiera en estatua de sal en los últimos días de Sodoma...

Sodoma, Seadom... Todo era tan parecido ¡¿Podía ser?! ¡¿Podía ser razonable creer, que aquella ciudad de vicio y perversión no fuera borrada de la existencia por la acción de la furia divina?! ¡¿Fue tal vez la acción de ese Dios Innombrable?! ¡¿Fue Hastur quien acabó con Sodoma?!

Las ideas fluían febriles por la mente de todos ellos. Corrían desesperados intentando hallar la salida de aquella ciudad tenebrosa y oscura, como la garganta sedienta de almas de una criatura tan voraz como ciclopea.

Los gritos de sus perseguidores se oía en la noche cerrada sin estrellas. Resultaba extraño. Durante las jornadas anteriores, los astros habían guiado al grupo por el páramo desértico. En todo momento Abeillut argumentó no encontrarse en el mismo punto donde fueran sorprendidos por la tormenta, pero ahora... Las luces celestes se habían apagado como si de un depredador a la espera de cazar a su víctima en una celada se tratara.

La jauría de inestables fanáticos corrían como si no hubiera un mañana. Lacroix y los suyos, estaban demasiado mareados por el efecto de las drogas como para soportar un nuevo embate a bayoneta y sable. Puede que sus días de gloria, todas las banalidades como el sueño de convertirse en un héroe de guerra, se antojaban ahora demasiado superficiales. 

Se dejaron llevar y detuvieron su carrera. No huirían jamás...

- ¡¡Aguantad muchachos!!- enfervorizó Galindeau al grupo de supervivientes. - ¡Pronto todo habrá acabado!- añadió con tesón y calma.

- ¡¡Ha sido un placer servir con ustedes!!- Exclamó el alférez Farrè desenvainando nuevamente su sable de caballería.  

Notas de juego

NOTA DM: Unas interpretaciones antes de morir??

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18/06/2016, 16:05
Eugène Descoteaux

El padre Descoteaux había sido de poca ayuda para los supervivientes de la expedición desde que los problemas empezaron a surgir. Ahora, tras escapar de aquel infierno provocado por el ladino padre Guerin, se enfrentaban a un final que parecía ya sentenciado con aquella horda de fanáticos que les ensartarían como si de una caza de conejos se tratara.

El sollozo del padre Descoteaux cesó, y una sonrisa nerviosa brotó de sus labios, como si este hubiera perdido el sentido de la realidad tras tanto horror vivido para un hombre de comodidades como lo era el capellán de Saint-Etienne. - ¡ Oh Dios nuestro señor, te suplico perdón por mis pecados y por haber abandonado mi fe a cambio de la oscuridad y los misterios del maligno! ¡Te suplico que vuelvas a acogerme entre tus brazos y sepas perdonar a este pecador! - exclamó de forma sorpresiva el padre Descoteaux lanzando una especie de libro manuscrito que extrajo de debajo de su ropaje clerical, como si este ardiera, y alzando su cruz de madera al cielo. 

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19/06/2016, 13:59
Abeillut Sadar

El agotamiento acalambraba ya a Abeillut, quién, desesperado, intentaba guiar a sus compañeros hacia algún lugar seguro, mas nada pudo lograr. Sus piernas ya no respondían, ardían sus pulmones, le costaba respirar. La muerte se cernía sobre ellos, en la forma de una turba de soldados encolerizados, hombres de mentes envenenadas a los que Guerín había domeñado con sus malas artes. Habían esperado demasiado, en lugar de actuar cuando sabían que debían hacerlo. Se lamentaba ahora el bereber de no haber acabado con Guerín cuando aún podían hacerlo, antes de que aquella bacanal putrefacta terminase de corromperlos a todos, antes de que el veneno de los alimentos les intoxicase, antes de que Guerín comprendiese del todo que eran sus enemigos, y que no lograría controlarles. Habían actuado demasiado lento, y ahora pagaban las consecuencias.

Abeillut se volvió, sacando su flissa una vez más, mientras un grito de guerra acudía a sus labios.

- ¡¡Allah!!

Ya nada podía hacerse. Moriría con el acero en las manos, con un ruego al altísimo para que acudiese en rescate de su alma, que había mantenido alejada del pecado infecto de aquel lugar. Sólo le quedaba esperar que los seres que gobernaban este lugar no hiciesen preso su espíritu, condenándolo a un tormento eterno...

Notas de juego

¿Morimos del todo? :(

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19/06/2016, 14:52
Jean-Pierre Barraud

Las sienes le latían con un dolor pulsante y la musculatura de sus piernas ardía con cada zancada que daba.
- ¡Corred al templo! ¡Ahí podremos atrincherarnos y aguantar! Las palabras le salían entre bufidos, con los pulmones a punto de estallar.
De repente, varios de los supervivientes detuvieron su avance, decididos a mantener la posición allí mismo mientras aún les quedasen fuerzas.

Tenían razón, ¿Para qué iban a huir? Si la suerte les sonreía, quizá pudiesen levantar barricadas para resistir más tiempo, ¿Pero cuánto aguantarían? ¿Y para qué? Estaban en un lugar alejado de la mano de Dios... estaban perdidos...

Volvió a maldecir su propia debilidad por haber dejado atrás su arma. Con ella, podrían formar un último muro de fuego y pólvora; no tanto para resistir unos minutos más, sino para llevarse al infierno a cuántos más perros mejor.
Descolgó del cinturón la bayoneta y se colocó en primera linea. Inspiró profundamente, tratando de aliviar los torturados pulmones y logró relajarse un tanto. Todo el cuerpo le dolía de forma horrible, pero no estaba dispuesto a flaquear.

Con la cabeza aún embotada por el efecto de la droga, una especie de frenesí inundó su ser. Con una fiera mueca, se volvió hacia sus compañeros: - Señores, ha sido un placer. Nos vemos al otro lado.
Ya no había lugar para el miedo, sólo para la expectación. - Sostened vuestras armas, que vuestro último aliento no os pille con las manos vacías.
Barraud rompió a reír, fruto del nerviosismo; y, al mismo tiempo, las lágrimas bañaban su rostro. Con voz rota, entonó una estrofa del himno que todos en el ejército conocían.
Jamás pensó que haría suyas semejantes palabras, él que había odiado como nadie conceptos como "patria" o "guerra", pero ahí estaba, hombro con hombro con esforzados luchadores, dispuesto a vender caro su pellejo.

¡En marcha, hijos de la Patria,
ha llegado el día de gloria!
Contra nosotros, la tiranía alza
su sangriento pendón.
¿Oís en los campos el bramido
de aquellos feroces soldados?...

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20/06/2016, 11:56
Guardián

Algunos se aferraban al nombre de Dios, otros al frío y mortal acero de sus armas, pero todo hombre confiaba sus últimos suspiros de vida a algo que embrazar como emblema, como faro de luz y fe. Los fanáticos soldados corrían con antorchas y acero para prender a aquellos supervivientes que deseaban huir de la verdad que Guerin quería revelar. Estaban idos, ajenos a la mente que una vez los pudiera hacer seres idiosincráticos. Ahora se movían conducidos por un pulso, controlados por una inteligencia superior que los trataba cual enjambre de insectos. Poco quedaba ya de aquellos hombres que hubieran entregado sus vidas por Francia.

Los supervivientes apretaron los dientes. Pronto pasaría todo aquello...

El estruendo y la humareda de un par de decenas mosquetes, hicieron que las primeras filas de aquella improvisada hueste cayera al suelo. La lluvia de plomo procedía de un par de callejones laterales que con cierto tino habían flanqueado a aquel contingente que ahora se había detenido en seco. Una voz resonó en la noche y entonces una veintena de soldados comenzaron a desplegarse desde tales callejones, formando una doble línea de tiro frente a los supervivientes.

El líder de aquella pequeña fuerza no era otro más que Xavier Buissan. Apostado en su cadera, el veterano tirador portaba el estandarte con la bandera que una vez hermanó a todos aquellos soldados. Aquel símbolo, aunaría los esfuerzos de aquel pequeño grupo de disidentes que no estaba dispuesto a sucumbir a la sombrías plegarias de un sacerdote enfermizo.

Una vez colocados, alzaron nuevamente sus armasen apuntando a la inmóvil fuerza fanática. En los rostros de los seguidores de Guerin, se podía contemplar la rabia y el odio. Sus mentes habían sido envenenadas y no existía posible remedio para revertir dicho proceso. Rugieron y volvieron a abalanzarse contra la formación. 

Los mosquetes y pistolas volvieron a crujir, diezmando más el avance de los inagotables hijos de la locura.

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22/06/2016, 10:45
Abeillut Sadar

Sintiendo de nuevo la esperanza de vivir, Abeillut echó mano de su pistola, agarrándola con la siniestra, mientras su diestra aún sostenía la flissa.

- ¡Tiniente... estiamos salvados! ¡Ellos salvan!

Armó la mano, y descerrajó un disparo contra la masa enfervorecida, mientras trataba de reunirse con sus compañeros de nuevo, y junto a ellos caminar hasta los hombres que, armados con sus mosquetes, habían acudido en su ayuda. ¡Aún quedaba esperanza, después de todo!

- ¡Ahora, liuchad! ¡A muerte! - los gritos del bereber estaban cargados de fervor y determinación. Guardó de nuevo la pistola, armado cuerpo a cuerpo, presto a acabar con quiénquiera que osara acercáreseles. Ayudó también a incorporarse a Descoteaux, el sacerdote, quién ya se había entregado al rezo previo a la muerte.

- ¡Vamos siaserdote, salvados!

Notas de juego

Interpretación de momento. Si hay que pelear más, ya nos cuentas.

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24/06/2016, 19:20
Jean-Pierre Barraud

Con la esperanza ya perdida, Barraud aguardó en primera línea, con los nudillos blancos de tanto apretar la empuñadura de su acero.
Nada quedaba, sólo esperar el fatal desenlace. Los gritos cada vez se oían más cerca, pero, de repente, las voces clamando sangre dieron paso a gritos de miedo y confusión.
El inequívoco ruido de la pólvora al detonar vino acompañado de los colores de Francia danzando en el aire. Una hueste liderada por Buissan había aparecido cuando ya sólo la desesperación se hacía patente.
Jean-Pierre no pudo reprimir un grito de euforia y, viendo que algunos de sus compañeros (Abeillut entre ellos) pretendían unirse a los hombres de Xavier, se lanzó al ataque haciendo acopio de las últimas fuerzas que le quedaban.
- ¡Vamos ahora, compañeros! ¡Muerte a los traidores! ¡Por Francia!

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26/06/2016, 09:41
Eugène Descoteaux

Descoteaux se aferró al brazo que le tendió Abeillut, a pesar de su evidente disconformidad y se levantó animado por aquella ayuda inesperada. 

- ¡Mis oraciones han tenido respuesta.... observad como los soldados de la Santa Francia acuden en nuestro auxilio enviados por el mismisimo Diós! ¡Alleluya! - exclamó el sacerdote ya incorporado y con un entusiasmo evidente. El estado del sacerdote de Saint-Ettiene parecía una mezcla entre locura y alegría ¿Habría perdido ya los papeles el hombre de Dios? 

- ¡Qué alguien me de un arma! En nombre de todo lo sagrado no pienso quedarme de brazos cruzados mientras los herejes siembran semillas del mal entre los hijos del señor! - exigió el capellán en un estado de exaltación religiosa absoluta. 

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28/06/2016, 14:01
Jean-Baptiste Lacroix

Para el teniente, todo paso muy deprisa. Era como si de repente su... ser, por llamarlo de alguna manera, hubiera salido del cuerpo y observase la situación desde una nube, como si su cuerpo se hubiera roto después de tanta locura y actuase automáticamente.

EL enemigo huyó y al momento trajo consigo a más oponentes. El teniente no sabia que hacer, el guía berebere hablaba de ir hacia el templo que parecía el causante de aquella locura. Entonces el tan odiado por la mayoría, el coronel... Duvaquel, con el que Lacroix mantuvo una charla los dos solos en medio del desierto y por primera vez le hablo de tú a tú...se ofreció a cubrirles.

A Lacroix le hubiera gustado decirle muchas cosas, pero de su boca solo salio un quedo.

-Ha sido un placer.

Luego corrieron, corrieron como una semana, oh eso le pareció al ausente teniente. Hasta que sus compañeros, ya agotados, decidieron plantarse y enfrentarse a la turba de odiosos traidores a la patria. El teniente les imitó, mecánicamente. Sacó su Sable y se puso al lado de sus soldados, escuchando los gritos de ánimos de algunos de ellos.

Iban a morir, eso estaba claro, pero ya nada importaba. El glorioso imperio Francés, el estratega más grande que la humanidad jamás había conocido, habían sido derrotados por un puñado de arena e infieles...y traidores. El teniente apretó el sable con fuerza. Al menos se llevaría a unos cuantos de esos perros con él.

Entonces todo cambio, disparos de mosquete, soldados apareciendo al mando de Xavier Buissan. Gritos de júbilo, su gente uniéndose al combate. Mientras Abeillut le hablaba, el teniente notó como descendía, como dejaba atrás la nube desde la que había estado observando y volvía a la realidad de lleno. Volvía con sus soldados, con sus...amigos.

-Si amigo ¡estamos salvados!- dijo con una sonrisa a Abeillut, mientras unas tímidas lagrimas asomaban a su rostro. - ¡Lo estamos! ¡Viva la France! ¡Antes muerta que rendida!

Y salto en post de sus camaradas, no quería perderse un sitio en primera linea.

Notas de juego

Pues de vuelta! ;)

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28/06/2016, 14:34
Dominique Vivant

Todo era confusión. Gritos, el sonido apagado de los mosquetes. El olor acre de la pólvora quemada... Un cielo sin estrellas. Un cielo negro. Antinatural. Como si nos cubriera una cortina de petroleo.

En mi mente solo cabía ir al templo. Protegerme allí del ruido. De los gritos. De ese cielo viscoso. Pegajoso.

Dejo atrás mis compañeros, caminando desorientado pero decidido. Sólo pensando en ir por calles ascendentes.

Siempre arriba. El templo está en el punto más elevado. Como siempre. Allí estaré a salvo. A salvo de ese cielo que me mira...

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29/06/2016, 09:43
Guardián

Allí ajenos al mundo, al tiempo o la historia, se desencadenaba un choque despiadado entre fuerzas fraternales. Los mosquetes volvieron a resonar una vez más liderados por Buissan, destrozando a la turba de traidores cuya mente se regía por las promesas de un sacerdote adorador de una deidad tan oscura como impía...

¡¡Cuánto daño había hecho la religión!! ¡¡Y cuánto más tendría que hacer!!

A pesar de los certeros impactos de los proyectiles de plomo, los orates desertores no dudaron en abalanzarse sobre la menor fuerza de aquellos que todavía creían en la grandeza de Francia. En sus manos bayonetas, sables, hachas e incluso lanzas. Ni una sola arma de fuego. Deseaban cazar a los disidentes, hundiendo sus fríos y corruptos aceros en sus cuerpos, mientras se regodeaban de su dolor. Parecía como si el terror y el dolor los alimentara...

 

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: Todos menos Vivant, una tirada de suerte.

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29/06/2016, 11:38
Jean-Baptiste Lacroix
- Tiradas (1)
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29/06/2016, 11:56
Abeillut Sadar

Luchaba enfebrecido Abeillut, sin pensar en que un mal golpe, asestado en cualquier momento, podía acabar con su vida. Tal vez aquel arranque de fervor hubiese de conducirle a la muerte... ya se vería.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Bueno, segunda tirada que paso. Estoy on fire xD.

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29/06/2016, 13:56
Jean-Pierre Barraud
- Tiradas (1)

Notas de juego

Joder, con 80 y la saco por los pelos. A estos dados no les caigo bien.

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03/07/2016, 10:56
Eugène Descoteaux
- Tiradas (1)

Notas de juego

He sacado 28 sobre 80 de suerte.

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03/07/2016, 19:47
Guardián

El enfrentamiento tomó un tinte mucho más encarnizado si cabe. Los hombres chocaron con furia como si las fuerzas del Infierno y del Cielo lucharan en pos de la supremacía. Cortes, disparos, culetazos... Un auténtico horror. Los hombres se golpeaban de forma despiadada, estrangulaban al oponente que tuvieran delante en una demostración horrenda y primitiva de lo que era la guerra. La sangre vertió sobre la arena polvorienta que cubría las calles de aquella ciudad tan lejos de todo lo seguro y conocido. Gritos y gemidos de dolor y furia se convirtieron en la banda sonora de aquellas calles extrañas e irreales.

Lacroix se deshizo de tres adversarios sin recibir el más mínimo corte. No sabía que había sucedido, pero los efectos de la droga que exhalaran o ingirieran en aquel banquete de la locura, habían desaparecido y sus dotes combativas habían aumentado proporcionalmente. Por su parte, Barraud también parecía recuperado y tras ayudar a Buissan a rechazar la carga de los fanáticos de Guerin, consiguió hacerse con un mosquete y una pistola. Abeillut entró en un trance guerrero y sus estocadas hallaban la carne de sus adversarios con gran facilidad. Por unos instantes, el miedo y la superstición del guía habían desaparecido para conducir con firmeza el filo de su flissa. Incluso hasta el padre Descoteaux, olvidó sus votos en el fragor de aquella batalla y se abalanzó sobre el rebaño descarriado mientras golpeaba con el mango de una pistola a un traidor en la cabeza hasta matarlo. Sus manos estaban manchadas de sangre, algo muy difícil de digerir...

- ¡¡Marchad de aquí!!- ordenó el Coronel Galindeau. A pesar de que se defendían como leones, las fuerzas insurgentes y apóstatas eran superiores a las de Buissan, con lo que era cuestión de tiempo que sucumbieran. Por contra, yendo hacia el templo y amenazando la vida de aquella misteriosa Reina, la cual estaba vetada a los forasteros, quizás pudieran escapar de aquella urbe de pesadilla.

- ¡¡No podremos aguantar mucho más Lacroix!! ¡¡Marchen al templo y atrapen a la Reina!! ¡¡Puede ser nuestra única oportunidad!!- Indicó como una posibilidad de escapar de allí indemnes, aunque sus mentes y corazones jamás olvidarían lo que allí estaba sucediendo. También tenían la opción de marchar de allí. De enfrentarse nuevamente al desierto ignoto que los rodeaba con un océano sofocante.

Debían decidir con rapidez.

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: Ya no tenéis la penalización del 10%. Conseguís armas de fuego (cada una de ellas con munición para 5 disparos). Ahora podéis decidir qué hacer.

No marquéis a Vivant en vuestros posts.

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04/07/2016, 19:42
Jean-Pierre Barraud

Barraud peleaba incrustando con furia el cuchillo en cuantos enemigos le pasaban por delante. En un momento dado, logró hacerse con un par de armas de fuego. Comprobó que el mosquete estaba cargado y, con un grito de triunfo inició la ignición de la pólvora, liberando el proyectil que, surgiendo de una nube de humo, penetró con violencia en el cuerpo de uno de los traidores, destrozando piel, músculo y hueso.

Recargó de nuevo el arma y apuntó, pero no llegó a disparar. Entre los gritos y los disparos, la potente voz de Galindeau se elevó ordenándoles marchar de aquel sitio.
Jean-Pierre buscó con la mirada a sus camaradas, pero sólo encontró a Lacroix, que estaba más cerca. Le hizo una seña para que saliesen de semejante pandemónium y, gritando a su vez, repitió las órdenes para que el resto de los compañeros las oyesen también.

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05/07/2016, 14:31
Jean-Baptiste Lacroix

Lacroix fue repartiendo estocadas con su sable a diestro y siniestro, en una vorágine de sangre sin fin. Y en ella se hubiera quedado, hasta el fin de aquella locura si no fuera porque la voz de Galindeau le devolvió a la realidad.

Asintió ante sus palabras y miro alrededor. Un camino les llevaba al maldito templo pagano. El otro, a las afueras de la ciudad, a huir bien lejos de esa locura.

Pero el teniente no era hombre de huir, no iba a dejar que sus hermanos de armas muriesen en vano. La maldita reina tenia que caer por todo lo sucedido.

El teniente devolvió la mirada a Barraud mientras agarraba por la espalda a la otra persona que tenia cerca, el padre Descoteaux. Luego alzo la vista y divisó a Abeillut y Gerrard. Les hizo señas a los dos para que les siguieran. De Vivant no vio señal.

-Vamos! Hemos de acabar con esto de una vez!- Mientras recogía de un cadáver cercano un mosquete y munición.

Notas de juego

Edito para recoger arma de pum pum que se me había pasado...:D

xD

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06/07/2016, 11:02
Abeillut Sadar

Al fin, el fragor de la batalla. Abeillut se había lanzado sin pensar contra la turba de sectarios enloquecidos que les embestía, blandiendo su flissa entre el estruendo de los mosquetes realizando descargas y abatiendo enemigos. La segunda oleada de fanáticos había caído sobre ellos como una exhalación, pero sólo habían venido a morir. El acero del bereber se manchó al fin, no de sangre turca, sino francesa, pero en ese momento daba lo mismo. La lucha terminó de forma abrupta, muertos sus enemigos por las fieras y certeras estocadas de sus compañeros, pero aquello les dio nuevas fuerzas. La moral retornó a sus corazones, elevada por la victoria y la sensación de que podían acabar con éxito lo que el destino les había obligado a empezar.

Ante el grito del teniente Lacroix, Abeillut sintió de nuevo la exaltación. Agitó en el aire su flissa, coreando al que fuera su superior en el ejército francés, y que ahora era como un hermano para él.

- ¡Sí! - gritó - ¡Al tiemplo!

Envainó al fin, recogiendo del suelo un mosquete cargado, y las municiones del cadáver que allí lo abandonaba. Confiaba en tener tiempo también de recargar su pistola, ya que, aunque no era su arma predilecta, bien podía salvarle la vida llegado el momento.

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06/07/2016, 11:49
Eugène Descoteaux

El padre Descoteaux golpeaba sin cesar el rostro de un enemigo ya muerto con la empuñadura de una pistola que había hallado en medio de la batalla, golpe tras golpe la túnica de ébano del sacerdote se manchaba de sangre, aquel fue su bautismo rojo en medio de aquella orgía de violencia. La supervivencia había vencido a las creencias religiosas, y el padre se había convertido en una bestia más liberando sus instintos agresivos más primitivos.

Mientras aún golpeaba su enemigo muerto, Lacroix le urgió a levantarse para dirigirse al templo, a lo que el padre le siguió pistola en mano. Estaba claro que aquel hombre de dios no sería el mismo después de aquello.