Partida Rol por web

Druth nunca había sido un hombre especialmente letrado. Al fin y al cabo, su niñez y adolescencia las había pasado como pastor de cabras. Apenas sí sabía leer, por lo que le llevó varios minutos descifrar el enigma que figuraba en la hoja de papel rasgada. Acto seguido, dió un paso al frente y señaló a la gema que se encontraba completamente limpia, sin resto alguno de que hubieran vertido sangre sobre ella o que la propia gema pudiera devorarla.

Theodore observaba en completo silencio el actuar de sus compañeros. Luego de leer la nota, intentó desifrar que se proponía el barón al poner aquella prueba y al no poder encontrar razones coherentes exhaló desalentado.

Buscó con su mirada al mago, pues supuso que él conocería más que él acerca de las piedras puestas allí.

¿Por cuánto tiempo aquellas puertas habrían permanecido cerradas? Seguramente mucho pues una sensación de opresión cayó sobre Syrid cuando las traspasó, sintiendo el aire espeso, cargado, agobiante. Habían comenzado su misión y a partir de ese momento cada prueba, cada obstáculo, cada trampa que apareciera en su camino sería una constante lucha entre la muerte y un avance más hacia la victoria.

Y la primera prueba apareció ante ellos. No sin cierta dificultad, Syrid leyó lo que estaba escrito en el papel y después, fijándose en el cuenco y en las gemas, se puso a pensar cuál sería la opción correcta. El hombre pintado, el mismo que había estado amenizando la velada con su música, parecía tener claro cuál elegir, pero ella no... Por algún extraño motivo le llamaba la atención la manchada, pero no se atrevió ni siquiera a tocarla y mucho menos verter su sangre en ella.

Y, al igual que hacía Theodore, ella también se quedó mirando al mago, en teoría el más preparado de todos ellos para detectar esas cosas fantásticas que ellos practicaban, de todas formas quiso dar también su opinión.

—Al contrario que Druth, yo elegiría la manchada, pero algo me dice que, escojamos la que escojamos los problemas nos perseguirán igual —no tenía nada claro porqué me inclinaba por esa elección, así que si la mayoría prefería la otra ella no iba a protestar.

Luego de dar una vuelta, el joven mago se dio cuenta de que habia un conjuro vinculante, de modo que las únicas opciones para traspasar la primer prueba, eran las piedras. Se dio cuenta que era una prueba, y que estaba buscando el Barón de turno. En todo caso, Gideon se quedo analizando la situación. Había una prueba, donde una gema absorbía todo, y la otra servía para potenciar seguidores. Por lógica, uno tendía a rechazar lo evidente, e ir por la piedra que mágicamente absorbería todo. Pero si era asi, ¿porque la otra estaba sucia de sangre? La contra lógica, le decía que debía usar lo evidente, es decir, la piedra ya utilizada. Pero… y si había una contra lógica a la contra lógica? … Mmmm podía seguir asi todo el dia.

Opino como Syrid, debemos usar aquella tinta en sangre. -

Druth escuchó las opiniones de sus dos compañeros, pero no agregó nada al respecto. Ignoraba cuáles podrían ser las consecuencias si fallaban aquel primer desafío pero, en cualquiera de los escenarios que se presentasen, estaría dispuesto a afrontar cualquier tipo de peligro con la ayuda de su hacha. El héroe del Oeste dirigió una mirada a Theodore, esperó su opinión, y después señaló a la gema manchada de sangre, escogiendo ahora la misma que sus compañeros. Sin más, el guerrero aguardó a que alguien se decidiese a verter la sangre sobre la gema que habían escogido.

Aún pensando sobre que hacer, decidió estar de acuerdo con sus acompañantes. Despues de todo, si algo ocurría, tenía su espada y esta nunca le había fallado.

Lavanto siu mano y señaló la piedra ensangrentada.

—¿Quién será el que vierta su sangre en ella? —preguntó haciendo resonar su voz en un largo eco.

Al final, todos parecieron aceptar su propuesta y Syrid sólo esperaba que no se arrepintieran de su elección, aunque seguramente y como ya había pensado en más de una ocasión, eligieran lo que eligieran el peligro siempre estaría presente. Pero a pesar de que se habían decidido por la gema que escogerían, ninguno parecía estar dispuesto a dar un paso adelante así que, sacando su cuchillo de caza de entre sus ropas, se puso ante el cuenco.

—Yo misma lo haré —dijo mientras se hacía un corte en la palma de la mano.

No era un corte profundo, sólo lo justo para permitir que la sangre brotara y que varias gotas cayeran, una tras otra, sobre la gema elegida.

El líquido carmesí se añadió a las múltiples manchas de la gema, y los héroes pudieron sentir una sensación desagradable, como si una parte de la esencia de los héroes de la rosa de los vientos quedase atrapada en la piedra. Una brillante luz azulada se concentró en la joya antes de flotar ligeramente sobre los héroes y estallar en infinitos fragmentos de luz que se repartieron por todos los pisos superiores. No podrían asegurar qué, pero sintieron como si la propia torre les hubiera arrebatado algo importante.

La puerta se ha abierto, con lo cual podrán continuar la exploración de la torre.

El estaba a punto de ofrecer su sangre, cuando noto que Syrid se estaba cortando. La más valiente de los cuatro, al parecer, aunque le hubiera molestado tener que sacrificarse teniendo tres fuertes guerreros saludables a su lado. El era…. Delgado.

El efecto mágico se disperso por toda la torre. Gideon se dio cuenta de que había dos posibilidades, además de las dos obvias. O era tan solo una prueba para ver que piedra era la que debían usar, o debían compartir la sangre perdida entre todos. Se encogió de hombros, ya estaba hecho lo hecho.

Subio al siguiente nivel, iluminando el pasillo hasta la siguiente habitación, atento ante trampas.

Druth se encogió de hombros al ver a la heroína norteña derramar su sangre sobre la gema ya manchada, sin que la sangre desapareciera, pero provocando que la puerta se abriera. El pelirrojo no estaba en absoluto seguro de que hubieran acertado y tenía la sensación de que habían fracasado en aquella prueba de lógica que les había puesto uno de los Barones. Incluso tenía la extraña sensación de que algo dentro de él había cambiado, aunque no sabía el qué.

Viendo que Gideon emprendía la marcha, decidió cubrirle las espaldas al mago, subiendo tras él al siguiente nivel.

Teodore quedó sorprendido al ver la reacción de su compañera, pues él esperaba que el grupo llegara a un consenso entre quien era el más apto para arriesgarse así.

Al momento en que la sangre tocó la gema, sintió que algo cambiaba, no sabía explicar que era, sin embargo, en cierta forma todo se sentía distinto.

Al ver que el mago continuaba y que Druth lo siguió. Decidió esperar a que su compañera continuase, para cuidar la retaguardi, en caso de que algo más apareciera en aquella sala y los atacase por la espalda.

Mientras veía comos las gotas de su sangre se unían al resto, ya seco, de otra sangre anterior, Syrid tuvo la sensación de que no había elegido bien, que su precipitación quizás fuera la perdición de todos, aunque rápidamente descartó esa idea pues nadie obligaba al resto a continuar sus pasos. Cada cual tenía que ser responsable de sus decisiones y, sobre todo, ser capaz de cargar con las consecuencias.

Sin embargo, no pudo evitar un estremecimiento al sentir cómo algo en el ambiente cambiaba confirmando su temor a haberse equivocado. Se sintió por unos instantes más débil y, mientras observaba la luz que estallaba en mil pedazos, si es que la luz podía hacer tal cosa, la sensación de que algo estaba mal, de que algo desagradable flotaba sobre ellos, se acrecentó.

Habían abierto la primera puerta pero Syrid intuía que también habían abierto algo muy peligroso, que el mal estaba agazapado esperando su paso para saltar sobre ellos cuando no se dieran cuenta. Cerró los ojos un segundo y respiro hondo antes de seguir a sus compañeros.

Tenía que ser fuerte, tenía que ser valiente y no decaer por muy cruel y peligroso que fuera el camino marcado por el destino para ella.

Tras ascender un nuevo nivel lo primero de lo que fueron conscientes los aventureros era de la oscuridad en la que se encontraban. Era casi imposible ver sin la ayuda de una antorcha, pero a través de sus fosas nasales entró el olor a muerte. No podrían decirlo con seguridad, pero se encontraban en una especie de cripta. Si escuchaban con claridad podían oír el rechinar de huesos y el tintinear de metal... Los muertos no descansaban en sus tumbas, sino que guardaban la torre bajo orden del Barón.

Gideon era el que iba delante, subiendo poco a poco los escalones, apoyándose en su baston de madera nudosa, algo cansado a pesar de ser joven. De a poco se dio cuenta de que no estaba todo como debía, algo se resistía a su  avance, la oscuridad parecía palpable, oscura, tangible.  Mascullando unas palabras, se dio cuenta que era el momento de sacar algo de su bolsa de trucos.

Elevo la antorcha que habia preparado alquímicamente para estas situaciones y logro que la oscuridad se disipara, pero solo la visible, mostrando que los muertos habían sido perturbados en su descanso para guardar este nivel. “Sucia nigromancia”

Se concentro, y dejo que el fuego saliera de su baculo para atacar a distancia a las criaturas que aparecieran.

Druth era quien marchaba justo detrás de Gideon, enarbolando su gigantesca hacha de doble filo. Cuando vio a los muertos vivientes que aguardaban en la oscura estancia del siguiente piso, dejó escapar un escupitajo en el suelo y después se lanzó enfurecido hacia la horda de no-muertos, dispuesto a repartir golpes con su hacha a diestro y siniestro.

La batalla. Allí era donde el héroe del Oeste se sentía como si estuviera en su elemento, el lugar en el que sabía que, pasase lo que pasase, tendría oportunidad de vencer a sus adversarios.

Mientras golpeba con su hacha a uno de los esqueletos más próximos, un potente alarido brotó de la garganta de Druth, como el gruñido de un animal rabioso. Era la primera vez que los otros Héroes de la Rosa de los Vientos oían un sonido saliendo de la boca de su pelirrojo compañero.