Partida Rol por web

Una vez Hardestadt y sus camaradas han registrado el resto de la mansión, asegurándose de que los conspiradores han huido, os llevan para ser interrogados.

Roderigo os mete en los mismos grandes carruajes cerrados en los que llegásteis al castillo Giovanni. Esta vez cierra los pesados postigos, y queda claro que el carruaje está especialmente preparado para que ni un rayo de sol penetre en su interior. Roderigo dice:

-Me temo que este viaje no será tan cómodo como el primero.

A lo largo de lo que queda de noche y todo el día siguiente, sufrís el continuo traqueteo del largo e incómodo viaje. Los que estábais inconscientes os despertaréis en algún punto del camino.

En cada vehículo viajan también tres fornidos soldados. Durante el viaje, los soldados emplean unos largos bastones de metal terminados en una afilada cuchilla para manteneros casi sin sangre, de modo que permanecéis atontados. La sangre que os extraen queda guardada a buen recaudo en sendas jarras con tapa.

A primeras horas de la noche siguiente llegáis al castillo. Es una pequeña y retorcida fortaleza, tenazmente aferrada a una abrupta ladera. Cuando los vehículos llegan a la entrada trasera del castillo, sois sacados del carruaje todavía algo desorientados y una docena de guardias con antorchas encendidas comienzan a escoltados a paso vivo hacia el interior.

Tudor mira a sus compañeros con gesto asustado, mientras son conducidos por los soldados. Se siente débil y, asustado por su reacción anterior al fuego, se mantiene lo más alejado posible de las antorchas. Percibe, de manera incomprensible, que las sombras le confortan.

Llorando lágrimas rojas, amargas y sinceras por su transformación, Robert permanece callado aún cuando los soldados lo pinchan. ¿Que molestia puede resultarle que lo pinchen luego del dolor atroz que sufrió? Aunque ya ahora no recordaba exactamente lo ocurrido.

Pensó en preguntarle a Roderigo algo acerca de su condición, pero no habiendo tratado demasiado antes con el joven, dudó de hacerlo.

Dalina luchó todo lo bien que sabía contra los soldados. Observaba sorprendida cómo su cuerpo aguantaba más de lo normal en un humano, pero dado todo lo que había sucedido a lo largo de esa maldita noche ya no sabía qué era verdad y qué sueño...

Al final, uno a uno, todos fueron cayendo. Un último golpe le hizo perder el sentido.

- Se acabó... - pensó mientras la oscuridad se cernía sobre ella.

Al abrir los ojos, se encontraba en uno de los carruajes que la habían llevado al castillo del señor Giovanni. Se encontraba débil, exhausta y... por todos los infiernos, hambrienta. Un hambre atroz que le impedía pensar. Tenía un punzón desangrándola poco a poco, tanto, que no tenía fuerzas para moverse. Aún así se retorcía ligeramente en su asiento. Sufriendo, como un borracho al que le niegan la bebida.

Sólo podía observar las venas del cuello de la persona que tenía enfrente. Ni siquiera se molesta en intentar reconocerlo, que importa... Quiere morderlo, saborear su fluido vital...
Pasa la lengua por su dientes y se sobresalta al sentirlos afilados.

- ¿Qué es lo que me pasa? ¿Soy un monstruo de la noche, como aquellos de los que me hablaban de niña para asustarme?- No puede pensar... Qué importaba. Tenía hambre... sed... Sigue retorciéndose hasta que el carruaje se para ante otro castillo.

Les hacen bajar y son escoltados por varios soldados hacia el interior.
Dalina no se resiste, caminando débilmente, mientras respira de manera ansiosa y pesada.

De los encerrados en el carruaje, Grigore es posiblemente el que peor lo lleve. Se rebela, lucha, se remueve, protesta y maldice como si los demonios le hubieran poseido. Por ello, posiblemente, sea el que al final del viaje esté en peores condiciones: apalizado y seco, débil y olvidado en un costado.

Mihaela, herida aún por el combate, al principio opone resistencia a sus captores, pues algo la empuja a hacerlo, pero con los pinchazos parece desmayarse y deja que suceda aquello que tenga que suceder.

vamos... maldita sea....queremos saber que haran con nosotros grita Francesco vamos.. diganos... no saben que llevan a alguien de la iglesia...por el amor de dios. , Francesco trata de levantarse para observar a sus captores

Al recuperar la consciencia intento moverme, pero las cuchillas de nuestros captores me hacen perder la poca fuerza que me quedaba. Atontado, apenas soy consciente del paso del tiempo ni del traqueteo del vehículo.
Más adelante, me sacan del carruaje y a empellones me llevan junto a los otros al interior de otro castillo. No tengo fuerzas para resistirme ni para huir, asi que intento avanzar lo mejor que puedo, dejándome conducir a donde quiera que me lleven...

Una vez en el interior del castillo, los guardias os escoltan rápidamente por una estrecha escalera colgante que baja a los más profundos niveles de la estructura. Observados por Hardestadt y una desconocida dama, los guardias os introducen en una gran celda sin ventilación, cubierta de paja podrida y heces casi petrificadas. Os encadenan a la pared y una vez todos los soldados han salido de la celda cierran la chirriante puerta tras de si.

- Me pregunto para qué tanta molestia, nos podrían haber matado allí mismo. Supongo que nos torturarán, por diversión. Debe haber alguien que se ha perdido la batalla y ahora nos traen para festejarla brutalmente... dice Grigore, con un deje de odio en su voz imposible de esconder, pero costándole pronunciar cada palabra por lo magullado y cansado que se encuentra.

Reponiendome lentamente de mi pesar, observo el lugar en que me hallo ahora, y veo que hay algunos mas despiertos. No puedo dejarme caer, debe haber alguna manera de que vuelva a ser normal. Escucho la pregunta de Grigore, y le respondo, aún con la pena grabada en mi voz.

-Grigore, nos han traído aqui para interrogarnos. Les he dicho que les diría todo lo que se. Me parece que haríais bien en hacer lo mismo. Delatar a los monstruos que me han hecho esto, y que al parecer los han sumido en la locura a ustedes. Recuerden lo que hablaron los señores con quienes estábamos y contadles todo. No se si nos darán una chance de vivir, pero al menos de esa manera podremos vengarnos de quienes han jugado con nosotros.

Asier yace colgado de los grilletes. Mira sorprendido como la espada que lo ensartó nisiquiera ha dejado cicatriz. Mira a sus compañeros atentamente sin esbozar palabra alguna, y su mirada se centra finalmente en Robert Camus... ...vaya... parece que Dios nos ha dado a cada uno lo que nos merecemos... Sonrie ligeramente.

Siento una furia irracional levantarse en mi interior, que me lleva a mostrar mis dientes en una mueca horrenda, antes de poder controlarla.

¿De donde sale tanta ira?

-Hijo de perra bastardo, ojalá te desangren y desollen! Me juzgas aún sin conocerme. Mal te pesará este día, y sólo espero que Satanás te juzgue tal como me has juzgado a mí!

-Callaos de una vez.- Dije molesto mientras examinaba los grilletes.- Vuestros lloros de cria mimada, me rompen mi concentracion.

La verdad es que no deberia quejarme, es mas, deberia lamentarme por mi perdida. Pero sinceramente, la tristeza de Paul se habia convertido en esas veinticuatro horas en ira y temor, y ya no por mi, sino por mi familiares y mis seres queridos. Y tal vez era por eso, que la personalidad de Dominic se iba desvaneciendo y aparecia el real y unico, Ion Corvus, farsante y teatrero siervo de la familia Anghel. Espera un momento...

Mientras examino los grilletes, mi mano se dirige a mi rostro y busca mis gafas. Tal vez por algun causal, las gafas habian permanecido en mi cara y los guardias ni se habian molestada en quitarmelas. Si era asi, podria utilizarlas como ganzuas...

-Creo que prefieren que nos muramos de sed.-Dice mientras mira a sus compañeros-Ademas-dice mientras se muerde un labio con uno de sus afilados colmillos.-Estoy seguro que nuestro nuevo anfitrión nos concederia una deseada venganza
Mira su brazo, antes dolorido ahora ya había pasado. La herida no había cerrado pero había desaparecido gran parte del dolor.
-Por cierto, alguna idea para salir de este estercolero.

Una ligera carcajada gorgojeante sale de sus nuevas cuerdas vocales. A lo mejor preferirías juzgarme tu, engendro.

Tudor se revuelve en sus cadenas, inquieto.

-Este es el regalo del "gran" Giovanni: hombres y mujeres, nobles y hombres del pueblo, sacerdotes y monstruos, todos reducidos a lo mismo, por fin. Este es, en efecto, su ofrenda para nosotros: extirparnos del mundo, ponerlo todo al revés, hacernos compañeros de un destino en el que por nuestro nacimiento no coincidiríamos jamás... un mundo al que aún os aferráis como si fuera verdadero... ¿Dios? ¿Satanas? -y sus ojos por fin muestran, desde que le conocéis, una emoción: burla- Muchos de vosotros habéis sido heridos mortalmente y habéis sanado de vuestras heridas... no creo que ninguno de nosotros sea merecedor de un regalo así del cielo... lo único que me pregunto es por qué no hemos acabado todos como Robert...

Uno de los soldados entra de golpe en la celda, se acerca a Tudor y le propina una patada en la cara.

-¡Calla maldita rata de colaca! Ya te llegará el momento de usar esa larga lengua que tienes.

Luego da media vuelta y sale de la celda.

Asier vuelve a esbozar una muda carcajada... No lo entendéis, ninguno de vosotros lo entiende. Cada suspiro, cada lágrima, nos condena y nos procura salvación de la misma manera. Su expresión de histeria cambia a sobriedad como la noche se torna en día. ¡Estamos condenados... del mismo modo que hemos sido tocados por algo... sagrado! . Después de una breve pausa mira hacia el techo de la habitación, parece que buscando algo. Veis? Dice nervioso y alterado, Incluso la noche encierra secretos! Ella nos susurra verdades que nunca hubiésemos advertido con el corazón aún latiente. Verdades que quizás nunca hubiésemos querido desvelar. La voz del tiempo; si, la voz del tiempo., dice antes de quedar pensativo.
Obviamente el sacerdote ha perdido la cabeza.

Mira su reflejo en un charco bajo sus pies, y parece sumergirse en algo parecido a un trance. Susurra de un modo casi imperceptible.... ni se os ocurra revelar lo que esconden los espejos. Ahora estamos al otro lado. Eso es.