Os encontráis en algún lugar en medio de ninguna parte. Las escaleras mecánicas que habéis cogido en el Inframundo os han conducido hasta un paraje desolado y azotado por el viento. Es de noche y hace bastante frío.
Lleváis casi dos horas caminando en la oscuridad en dirección a una fuente de luz que parece no llegar nunca. Jill encabeza la marcha, caminando frente a vosotros con su porte hombruno, parándose de vez en cuando a consultar su ordenador y lanzando miradas furiosas cada vez que alguien del grupo habla y la distrae; generalmente, Yen Li tratando de ligar con Nayira cuando ésta se aleja lo suficiente de su marido. A ella parece no molestarle los flirteos del oriental y curiosamente, a su marido tampoco, ya que se limita a mirar de reojo al jóven sin perder su expresión concentrada. Detrás de vosotros van los treinta monjes, perfectamente uniformados; no hablan entre ellos, no se distraen con absolutamente nada y sus pasos son tan silenciosos que a veces tenéis que daros la vuelta para aseguraros de que siguen ahí.
Al alcanzar la parte alta de una colina, Jill se detiene y levanta un puño al modo militar para que os detengáis. Incluso para los que no estáis familiarizados con ese lenguaje, el musculoso brazo rematado por el puño de nudillos pelados de la mujer, os invita a frenar en seco.
Luego os indica que os acerquéis y se agacha en el suelo para que contempléis lo que va a enseñaros.
-Fijaos bien. Eso es la Instalación de lanzamiento Tillaberi. Como podéis ver, ese cohete es el que nos llevará hasta la Estación Espacial. Para ello debemos atravesar ese muro Convex de tres metros de altura. ¿Veis esas torretas sobre el muro? hay una decena y se trata de lanzaderas Hellharrower controladas a distancia.
Luego deberíamos cruzar el patio lo más rápido posible para llegar hasta ese edificio feo y cuadrado. En el tercer piso debería estar la sala de mando. Debería llegar hasta allí para programar el cohete en el que luego nos meteremos.
Ah, sí. ¿Veis todos esos hombrecitos que montan guardia en la puerta, el interior y el edificio? No son guardias del Buró, sino la Brigada de Protección de Servicios Orbitales 116, aunque prefieren ser llamados Thunderhawks. Son excelentes tiradores, así que no nos interesa que nos acribillen en campo abierto.
¿Alguna pregunta? ¿Algún plan?
Miro hacia donde indica la mujer... ni mi magia me protegería de un castigo tan concentrado como el de esas torretas.
- ¿Controladas a distancia? -pregunto- ¿Desde dónde? ¿Hay alguna forma de interferir en ese control?
Saco un purito y me lo pongo en la boca y cuando voy a rascar la cerilla me detengo:
Mala idea encender un fuego en la oscuridad.
Vuelvo a guardar la cerilla pero el cigarro lo dejo en la boca mientras observo la fortaleza. Ahora echaba de menos a mi caballo.
Exhalo un largo suspiro. Jill ha dicho demasiadas palabras extrañas como para llegar a entender nada, pero luego pienso que ahora no estamos solos, llevamos un equipo muy grande de gente preparada. Y apenas conocemos sus habilidades. Tal vez alguno de ellos tenga la clave para entrar fácilmente en ese lugar lleno de Harrowers, Servicios Orbitales y Thunderhawks. Me vuelvo hacia los Chung y hacia Li, y les pregunto:
-¿Se os da bien solteal Halowels y Thundelhawks, compañelos?
Susan se queda mirando el muro y las torretas pensativa.
- Joder, a ver como coño le llamais. Sí, esa palabra tan larga...tecnología - dice finalmente - ¿No tenéis nada de eso para dejar tiesas a las torretas? Si consiguiésemos eso sin que los guardias se enterasen podríamos llegar hasta la torre esa. Yo podría armarla aquí a pegar tiros, y te aseguro que podría tumbarme todas esas armas de nombre extraño sin parpadear mucho, pero entonces llamaríamos la atención. Y joder, qué quieres que te diga, no creo que eso fuese bueno - plantea la mujer.
-Las torretas que hay sobre los muros se controlan de forma manual desde algún punto en el interior del edificio. El Buró prescinde de automatismos siempre que sea necesario. La única forma de desactivarlas es llegar hasta el edificio, en cuyo caso ya no será necesario desactivarlas.
Jill se rasca la cabeza de forma ruda y poco femenina.
-Mi idea es... Acabar con los guardias de la puerta de forma más o menos silenciosa y luego entrar en el recinto a la carrera. Mientras que saltan las alarmas y se ponen en marcha los dispositivos, es posible que hayamos avanzado unos cuantos metros. No es lo mismo ser masacrados en la misma entrada que en medio del patio. ¿No creeis?
A ver. Esto no tiene más misterio. Si no tenéis un plan alternativo, el grupo optará por ir a saco, que tampoco es mal plan. Sois cuarenta tíos, así que incluso entrando a saco, es difícil que las torretas os fulminen a vosotros o los francotiradores os vuelen la cabeza.
Pensadlo, pero no mucho, y vamos al lío.
Me encojo de hombros y miro hacia los monjes, preguntándome si alguno sobrevivirá a esto.
- Si nadie sabe volar o excavar, parece que no hay más opciones -digo con una sonrisa torcida- Los tiradores deberíamos cubrir a los que avancéis, intentando al menos acabar con los tiradores sobre todo en el momento en que salte la alarma. Y los más resistentes delante... o los más prescindibles.
Otra mirada a los monjes.
Me encojo de hombros al ver que nuestros nuevos compañeros hacen caso omiso de mi pregunta. Tal vez no sean muy de fiar, estos tipos... -pienso.
-Bueno, entonses, ¿qué os palese si lodeamos la casa esa glis y atacamos desde todas dilecsiones pala que las toletas no puedan concentlalse en nadie? Plimelo contla los gualdias, y luego a colel hasia dentlo -propongo mirando a todos uno a uno; bueno, a los monjes no que son muchos-. Pelo, ¿podlemos ablil la puelta cuando lleguemos? -pregunto mirando a Jill, que parece saber muchas cosas-. Yo no quielo que me masaclen plonto ni más talde.
-Sería interesante tener algo de explosivos -digo mascando el puro y moviéndolo de lado a lado en mi boca- y una vez dentro... hacernos con el control de las ametralladoras -comencé a mover la mano como si estuviese dándole vueltas a la manivela de una ametralladora gatling- eso si que sería divertido.
-Los guardias de la puerta son hombres... -Dice Nayira observándoles con sus prismáticos. -...Consideremos que la puerta ya está abierta. Dejádmelo a mi.
La mujer se desabrocha los dos botones superiores de su traje y se decide a ir hacia allí.
En es emomento se agacha y sus contornos parecen fundirse con la oscuridad de la noche mientras se aleja de vosotros. Desde aquí, cualquiera diría que lo que estáis viendo es un enorme escorpión negro.
-Mmmm. Parece que la señorita sabe jugar sus cartas. ¿Eh? -Añade el oriental echando una mirada divertida al marido de ésta, que sigue con su perpétuo ceño fruncido.
-Propongo que nos dividamos en dos grupos una vez dentro. Los monjes deberían encabezar la marcha hacia el edificio, tal como propuso el indio. Tras ellos Jill y quienes se sientan capaces de cubrirla. Sin ella, no va a haber lanzamiento. Yo me ofrezco voluntario para liderar a un segundo grupo que vaya directamente hacia el cohete. Hay que mantener la via despejada para cuando nos reunamos allí. ¿Qué me decís? ¿Quién va con Jill y quién conmigo?
-Yo ilé con Jill -digo envidiando la pronunciación de Li-. Con mi kung-fu podlé contlibuil a defendela.
- Yo también iré con Jill - y le hace un gesto a Joe, indicándole que todo irá bien.
-Y iré contigo hijo -le dije al oriental menor-
¿Quién es el oriental menor?
¿Yen Li?
Miro a uno y a otros.
- Mis especialidades son el combate a distancia y la intrusión -digo a media voz- Creo que haré mejor labor protegiendo a Jill, con mi cuerpo si es preciso.
El pequeño oriental mira con cierto desprecio al oriental jóven.
-Mi esposa y yo il al edificio. Plotegel a Jill.
-Entonces yo iré con el grupo de Yen Li y el vaquero. Alguien tiene que hacerse con ese cohete.
La abominación con aspecto de amable cocinera parece muy tranquila ante el inminente asalto.
Ya tenemos los dos grupos.
Grupo 1: Jill, Steve, Nayihra, Lee, Cuerno Quemado, Susan y 20 monjes que entrarán en el edificio.
Grupo 2: Yen Li, Rubio, Camila y 10 monjes que irán hacia la plataforma de lanzamiento.