Partida Rol por web

Hacía años que Drácula no tenía sueños... ¿cómo tenerlos si estaba muerto? desde que se convirtió en el señor de la noche jamás había soñado, durante su letargo había tenido momentos de consciencia motivado por la posesión mental que ejercía sobre sus sirvientes, pero no recordaba haber tenido nada más... por eso cuando su mente comenzó a funcionar antes del anochecer al principio pensó que se trataba de la mente de Esmeralda, sin embargo aquella visión comenzó a moverse por sí sola recorriendo caminos que sólo podían venir de la mente del mismo Drácula, ningún humano podía caminar por aquel bosque, el bosque que a pesar de los años tan bien recordaba, el bosque que crecía en Sighisoara, su ciudad natal. 

 Las sensaciones eran tan fuertes que pudo percibir el aroma, la frescura que se desprendía de los árboles, sin embargo algo era diferente, en su bosque la noche había caído, una noche oscura y silenciosa, una noche espectante y vigilante. La agradable sensación que le trajo su recuerdo de aquella infancia perdida, se torno en algo oscuro. Había algo que andaba mal y lo que era peor, no estaba sólo. Pero él, era el conde Drácula, señor de los no muertos, hacía mucho tiempo que había perdido el miedo, nada le asustaba es más, era el resto del mundo quien debía temerle a él, por eso siguió avanzando con la altivez que le caracterizaba. Entonces lo vio, una silueta lo esperaba al final del camino, una figura encapuchada que portaba en la diestra una vara... no una guadaña.

- Saludos Dragón- lo saludó la voz inhumana de la muerte- tu capacidad para eludirme es digna de elogio, sin embargo no vas a poder esquivarme todo el tiempo.

En un rápido movimiento que ni siquiera el vampiro pudo apreciar, la parca se situó a escasos centímetros de su rostro.

- El destino no está fijado, las piezas del ajedrez se están moviendo. Dos caminos se han abierto para tí...

La mujer te mostró dos caminos, en uno de ellos distinguiste un reguero de sangre, un hilo carmesí que fluía hacia el interior, mientras que el otro lo único que percibiste fue oscuridad.

- La senda de la sangre o la de la noche eterna... esas son tus opciones. Lo entenderás cuando te toque elegir y en uno de ellos yo te estaré esperando...

Drácula abrió los ojos de repente, en sus oídos resonaban las palabras de la parca, todavía era capaz de sentir su aliento sobre su rostro. Pero cuando su vista se enfocó fue el rostro de Esmeralda el que lo miraba, con la malsana admiración que ejercía sobre los mortales que probaban su sangre.

Hacía años que Catalina no tenía sueños... ¿cómo tenerlos si estaba muerta? desde que se convirtió en la señora de la noche jamás había soñado, durante su letargo había tenido momentos de consciencia motivado por la posesión mental que ejercía sobre sus sirvientes, pero no recordaba haber tenido nada más... por eso cuando su mente comenzó a funcionar antes del anochecer al principio pensó que se trataba de la mente de Keane sin embargo aquella visión comenzó a moverse por sí sola recorriendo caminos que sólo podían venir de la mente de la misma Catalina, ningún humano podía caminar por aquellos pasillos, por aquellos salones de castillos que ya no existían, pero que una vez se erigieron imponentes y magestuosos, cuyas sombras sembraban el temor y la admiración a partes iguales... sí, aquel era su hogar, el hogar que una vez fue suyo, donde todos la conocían como la Baronesa Bathory... cuantas doncellas habían perdido sus vidas para que ella conservara su belleza... pero antes de eso, cuantos hombres habían suspirado por ella, a cuantos había amado, a cuantos había permitido que se acercaran a su presencia... el recuerdo de aquellos días pasados le trajo un sentimiento de nostalgia que pensó que jamás volvería a sentir.

Sin embargo el escenario de bailes y reverencias que iba recibiendo a medida que ella se adentraba por el castillo, fue cambiando. Las personas allí congregadas comenzaron a desaparecer y de repente se vio sumida en una súbita oscuridad, tan sólo pudo ver un ramo de rosas, de un rojo tan intenso como la sangre. Atraida por el aroma se aproximó a ellas para tocarlas pero justo en aquel momento escuchó un llanto y las rosas se tiñeron de negro.

Van Helsing estaba soñando, desde hacía un tiempo dormir se había convertido en un cúmulo de pesadillas y desvelos, todos ellos relacionados con el conde. A decir verdad, desde que terminara con su no vida en Transilvania, su sueño se había vuelto más inquieto y liviano que antes, despertaba al menor ruido como si temiera ser atacado mientras dormía y a veces los sueños eran tan aterradores que se desvelaba empapado en sudor sin saber muy bien por qué lo hacía, puesto que solía olvidar el motivo de temor, con la espantosa sensación de ser observado por una fuerza que estaba por encima de él.

Sin embargo aquel sueño si que lo estaba viviendo, su mente lo trasladó a un campo, se encontraba en una llanura, a lo lejos pudo discernir un bosque de encinas y unas elevaciones, mientras que enfrente y a su espalda se concentraban dos ejércitos, unos llevaban un estandarte rojo, los otros portaban un estandarte oscuro... entre azul oscuro y negro... no supo verlo con exactitud. Entonces ambos comenzaron a moverse hacia el centro y en menos de lo que pudiera darse cuenta se enzarzaron en una lucha cruenta. 

El profesor trató de zafarse de aquella sangrienta contienda pero fura a donde fuera se encontraba en medio de aquella lucha, entonces se dio cuenta de un cosa que le causó aún más pavor... todos que luchaban estaban muertos... gritó aterrorizado luchando por salir de allí, a pesar de las armas no parecían poder tocarle la escena era demasiado violenta y espantosa para poder soportarla...  desesperado consiguió encontrar un hueco por el que poder escabullirse, pero entonces todos a su alrededor dejaron de luchar, Van Helsing los miró sorprendido... todos los guerreros permanecían paralizados, con sus armas elevadas frente a sus oponentes y de entre todos ellos surgió una figura que los sobrepasaba a todos en altura, este personaje comenzó a caminar hacia él y a hablarle, pero estaba demasiado lejos sólo cuando pudo distinguir cinco palabras...

-... la sangre lo es todo

El profesor despertó envuelto en sudor en su habitación alquilada, las luces de la mañana habían empezado a caldear la habitación y el suave aroma del café le indicó que en la otra habitación le acaban de servir el desayuno.

Richelau dormía, él era una persona tranquila que lo tenía todo cuando y donde quería, por eso y a pesar de ser un activo miembro de la orden y de las cosas tan terribles a las que se solía enfrentar, no tenía pesadillas cuando dormía, pues eran pocas las cosas que le quitaban el sueño. Por eso se sorprendió cuando lo que comenzó siendo un sueño banal sobre los acontecimientos del día, terminó por derivar en una escena sacada totalmente de contexto.

De repente se contempló a sí mismo de pié sobre una vías de un tren, todo a su alrededor estaba oscuro pero parecía encontrarse flanqueado por un bosque, su cuerpo permanecía inmóvil, observando hacia el lugar exacto por donde sabía, que vendría la locomotora. Aún estaba lejos, pero era un hecho que se aproximaba hacia él, entonces surgió una silla de madera a sus espaldas. Richelau se sentó tranquilo apoyando sus brazos sobre los reposabrazos mientras su vista continuaba fija al frente. 

Los sonidos de la locomotora comenzaron a resonar, pero él continuaba sentado mientras la locomotora se escuchaba cada vez más cerca. En ese momento dos siluetas se materializaron a su izquierda y a su derecha, fuera de las vías del tren. Richelau las miró alternativamente pero incapaz de saber quienes eran, la locomotora emitió un silbido sería cuestión de tiempo que se materializara frente a él.

Van Helsing despertó sudoroso y violentamente. Un tenue rayo de luz se colaba a través de ventana. Una luz que no era capaz de iluminar por completo la habitación. En la penumbra, el profesor respiró agotado. Como si de aquel sueño hubiese vuelto y estuviese cansado de intentar correr y esconderse.

La sangre lo es todo...murmulló.

Era extraño como en menos de un día había podido escuchar eso en más de una ocasión. ¿Sería la muerte quién se había aparecido en sus sueños?¿Sería Boris "la hoja"? ¿Sería el conde Drácula que había vuelto de entre la oscuridad?

Reflexivo, el hombre salió de la cama y se acercó a abrir las ventanas, dejando que la mañana entrase de lleno en su habitación:

-La sangre lo es todo... Repitió apoyándose sobre el marco de la ventana y observando un Londres que amanecía lluvioso y triste. Como ayer, como hace dos días, como casi siempre.

Aquellas palabras podían interpretarse de varias formas y ninguna buena para el profesor. ¿Acaso significaba que antes o después nadie puede darle la espalda a lo que es?¿Acaso Emilie estaba perdida?¿Acaso el duque no tendría salvación posible? Ambos procedían de una estirpe peligrosa. Vampírica. ¿Acaso la sangre es lo único que buscan?¿Su sangre?¿La sangre original de los cazadores de vampiros?¿Acaso acabando con Van Helsing, creerían ganada la supervivencia?

Van Helsing se sacudió la cabeza. Fuese lo que fuese, estaba sólo. No debería fiarse de nadie.

El profesor se vistió rápidamente. Tenía que ver al profesor Fizban. Quizá él le podría ayudar a averiguar qué significaban aquellas palabras. El aroma del café recién preparado de aquella mujer le sacó una sonrisa. Observó el reloj. Si se daba prisa, quizá tuviese diez minutos para hablar con el profesor antes de ir a la Universidad. Así fue que tomándose el café de un sorbo y cogiendo un bollo que tomaría por el camino, el profesor se puso su gabardina, su maletín y salió dispuesto a hablar con el profesor Fizban.

Tomé asiento en aquella silla, elegante, señorial, con un gesto distinguido y superior. Mis manos se cerraron entorno a los reposabrazos, mientras mi mirada observaba el horizonte, en un mar de calma propio del reino de Morfeo. Vi el tren, y alcé el mentón, sin preocuparme por él.

Tomé aire, meditando lo sucedido el día anterior. Me preguntaba cuanto tiempo podía estar un hombre en presencia de la muerte sin verse corrupta por la misma. me preguntaba, cuanto de ella había quedado impresa en mi mente, en mi cuerpo y en mi alma.

Vi los sucesos del día anterior como una obra de teatro, donde el espectador, yo, se limitaba a observar en silencio, en su silla de madera sin pronunciar palabra, sin alzar la voz, sin hacer ni decir nada. Aquella visión se vio interrumpida cuando en la lejanía, aquel tren rompió la barrera y se enfiló, siguiendo su camino hacia mi a toda velocidad.

Entonces, observé a mi derecha. No lo reconocí, y a su vez me era excesivamente familiar. Observé a mi izquierda, sabía que lo conocía, pero no me era familiar. Era una de aquellas paradojas que solo podían darse en un mundo onírico, un mundo que podía ver derrumbarse a mi alrededor, a medida que aquel tren silbaba con más fuerza, a medida que se acercaba.

Y cuando estuvo delante mío, cuando estaba a punto de arrancarme la vida segando mi cuerpo como si de trigo se tratara, todo se tornó negro. No hubo dolor. No hubo miedo. No hubo nada.

Entonces Morfeo me abandonó, lanzándome a los brazos del mundo mortal, al mundo real. Me incorporé con fuerza, agarrando las sabanas mientras cogía aire a bocanadas, mientras intentaba serenarme ante mi propia muerte inminente. Pasé la mano por la frente, estaba sudando. Me dolían las articulaciones de la tensión, me dolían los dientes de rechinarlos. 

Me incorporé, poniéndome en pie. Lo primero, fue un baño relajante. Después, vestirme. Por último, fue bajar al Salón principal, para esperar al Señor Weaver con el desayuno, mientras permanecía sentado en uno de los sillones mientras leía el periódico.

Esperaba que Emilie tampoco tardara en bajar. Quería hablar con ella.  

El vaporoso bajo de mi vestido ondeaba a lo largo de aquellos pasillos, fantasmal, mientras caminaba por aquellos lugares de sobra conocidos para mi. Pude notar el frio bajo mis pies, como antaño, mientras volvia a pisar aquellos refinados mármoles que tantas veces habia pisado, y oler aquel aroma a rosas y cera que impregnaba aquellas estancias, que mi naturaleza caprichosa ordenaba siempre decorar tan solo con rosas rojas.

Volvi a sentir aquella profunda satisfaccion, aquella sed de sangre, aquella malsana emocion de la muerte cercana que experimentaba cada vez que lograba atraer a alguna jovencita hasta aquel lugar, cada vez que un apuesto caballero caia en mis redes. Podia recordar al detalle aquellos deliciosos baños rojizos que teñian mi piel , dándole aquella belleza y aquella textura que habia terminado por hacerse permanente en mi , a base de siglos.

Podia sentirlo. Oh, claro que podia. Y aquellas sensaciones me hicieron, durante algunos instantes, tan feliz. Volver a recorrer aquellas estancias, aquellos pasillos, aquellos salones en los que tantas veces habia alternado con invitados de alta alcurnia me hizo extrañar aquellos dias en los que aun me llamaba Elizabeth, o Ezserbet, como solian conocerme en aquellas tierras del centro de Europa.

Sin embargo, de repente, todo cambio, y me vi rodeada da una profunda oscuridad, una en la que solo habia una nota de color: aquellas rosas rojas, mis favoritas, mis predilectas. Me senti atraida hacia ellas, senti el impulso irrefrenable de olerlas, de disfrutar aquel olor. Asi, me incliné, dispuesta a dejar que aquel aroma impregnara mis sentidos.

Pero no fue asi. En su lugar, un llanto rompio aquel silencio, aquella calma, y las rosas, aquellas rosas rojas y perfectas se tiñeron de negro, como mi alma.

Me puse en pie, como un resorte. Si el corazon me hubiera latido, sin duda lo tendria desbocado. Sin embargo, experimenté una inquietud que no habia sentido jamas.

Un sueño. Aquello habia sido ni mas ni menos que un sueño.

Pero yo no soñaba. Yo nunca habia soñado. ¿Como iba a hacerlo, si estaba muerta? ¿Como debia interpretar entonces aquella visión, aquellos recuerdos de un pasado mejor?¿Que significaban aquellas rosas?

Me levante, inquieta. No, aquello no me gustaba lo más minimo. Y no pude evitar sentir que no era mas que el nefasto presagio de algo por suceder, de algo por ocurrir.

Debia tener cuidado. Aquel dia podia ser un dia clave en mi no-existencia y nada debia estropearlo, ni siquiera uno de aquellos sueños premonitorios o lo que quiera que eso hubiera sido.

Y asi pues, me apresure a arreglarme cuanto antes. Tenia cosas que hacer, muchas cosas que hacer. Y la noche, por desgracia, era finita, al igual que los sueños...

Otra de las múltiples ventajas que abrazar la no muerte me había reportado era liberarme de los sueños que acechan y atormentan a los simples humanos mientras duermen. Por eso cuando aquella noche desperté a la vez que desaparecían los últimos rayos de sol me sentí un poco desconcertado.

Había visto la muerte frente a frente y ella me había hablado. Sus crípticas palabras poco o nada me habían aclarado, pues ya sabía que en el juego existente entre Vincent y Catalina mi posición era ciertamente muy delícada. Nada que el príncipe de las tinieblas no pudiera superar, pero sí me recordó que tenía que tener mis sentidos totalmente alerta o las luchas entre ellos podrían acabar conmigo.

Durante la noche de ayer había compartido mesa con la baronesa, así que mi sed estaba saciada, al menos de momento. Quería devolverle la visita de cortesía a mi querido profesor, pero antes había un tema del que quería hablar con mi sirviente.

Convoqué a Esmeralda a mi presencia para preguntarle por las negras ropas de caballero que me habían intrigado cuando regresé a mis aposentos la noche anterior.

Van Helsing no tardó en dar buena cuenta del desayuno mientras bajaba las escaleras de la vivienda con premura. El frio de la calle hizo que se arropara y se colocara los guantes, una nueva consulta a su reloj terminó por convencerle de que tenía tiempo de sobra para ir a hacer una visita al profesor Fizban, necesitaba de su consejo y su ayuda más que nunca. Las palabras que había escuchado en el sueño debían de significar algo... ¿pero qué exactamente?

Sus pasos lo condujeron en apenas quince minutos hacia el apartamento de Fizban, lo bueno es que tampoco quedaba muy lejos de la Universidad y que además no tenía clase a primera hora. El edificio donde se alojaba quedó rápidamente a la vista. Entró y esperó a que Cerbero se manifestara para que le permitiera pasar, el animal no tardó mucho en olisquearlo y dejarse acariciar por el profesor Van Helsing, para volver  desaparecer entre las sombras del portal.

El joven médico no tardó en percibir un aroma exótico por la escalera, parecía tratarse de algo frutal... debía de ser alguno de los tes que tanto gustaban a Fizban. Cuando llegó a la puerta, esta se abrió como por arte de magia dejando entrar a un sorprendido Van Helsing.

- Hola querido, has llegado justo a tiempo, acabo de preparar te y unas pastas . Venga, venga entra que hace frio .

Lo invitó cerrando la puerta tras ambos, Van Helsing se encontró sentado enfrente de un agradable fuego con una taza humeante de un líquido entre rojo y morado, que Fizban acababa de bautiza como "Sueños malvas"

- ¿Y bien, mi pequeño cachorro? ¿A que se debe el honor de esta visita?

Esmeralda sonrió de manera cálida al conde, la repulsión que la humana había sentido por el conde cuando la obligó a ser su sirviente estaba desapareciendo a cada noche que pasaba, siendo sustituido por un sentimiento mucho más positivo. Drácula pudo sentir claramente como el corazón de la mujer se aceleró un poco cuando se incorporó de la tumba y se dirigió a ella, no era la primera vez que el vampiro sentía aquel sentimiento humano sobre su persona. Sentimientos que él ya jamás podría sentir por nadie, o al menos no había vuelto a sentir desde hacía tiempo... mucho tiempo. "Humanos... siempre tan predecibles, tan manipulables..." pensó, pero lo cierto es que aquello era una señal muy beneficiosa puesto que en caso de necesidad sabía que Emeralda terminaría muriendo por él si fuera necesario... aunque de momento, era mucho más útil viva.

Cuando le formuló la pregunta, Esmeralda se mostró un poco confusa al principio, pero luego pareció recordar.

- El abrigo, mi señor... era del hombre que vino anoche a visitarlo, con el que estuvo usted hablando... posiblemente lo olvidaría- dijo no muy segura de haber satisfecho con su respuesta al conde, lo cierto es que la muchacha no le había dado importancia a aquella prenda y el temor afloró a sus ojos y este a su pensamiento. Pensamiento que fue rápidamente leido por Dracula. Esmeralda temió que aquel inofensivo abrigo pudiera contener algo peligroso para el conde y que este se enfadara con ella por no haberlo registrado... pero es que era sólo un abrigo... con bolsillos...

La chica por instinto fue hacia el abrigo con intención de cogerlo y registrarlo, en un acto protector hacia su señor.

Que el advenedizo de Vincent se hubiera dejado su abrigo en mi casa no era una buena señal. Nadie se deja un abrigo olvidado y menos alguien como nosotros.

Espera un momento.- Le dije a Esmeralda. No me fiaba de Vincent y ni de lo que pudiera estar maquinando. Lo normal hubiese sido que mi lacaya inspeccionase el abrigo, así que en el caso que Vincent hubiese querido dejarme algún regalo envenenado este habría sido envidado sin duda alguna a la humana que me acompañaba.- Ya lo cojo yo.- Tal vez el descuidado proceder de mi sierva podría aún tener alguna ventaja para mi.

Dracula aparató a Esmeralda posándole una mano en el brazo obligándola a echarse a un lado sin brusquedad. La muchacha obediente dejó que fuera el vampiro quien se acercara al abrigo.

 La prenda en cuestión era un abrigo negro de buena talla, Vincent no llevaba nunca cualquier trapo, le gustaba ir bien vestido y se caracterizaba por su buen gusto a la hora de elegir su atuendo. Tras una rápida inspección, no parecía haber nada extraordinario en él salvo una foto en uno de los bolsillos interiores. El conde la cogió y la examinó con curiosidad.

La foto en cuestión se encontraba en buenas condiciones, aunque no parecía ser reciente. En el reverso había unas gotas de sangre y unos números apenas legibles, parecía tratarse de una fecha pero la tinta estaba tan descolorida que no fue capaz de conseguir descifrarla.

Aquel descubrimiento resultó ser de lo más curioso, sabía que Vincent era un tanto especial, pero ¿que hacía la foto de aquella criatura humana en su poder? y lo más intrigante de todo ¿Quién era? ¿Que relación tenía?
 

Las palabras de Fizban hicieron que Van Helsing entrase al calor del hogar. Cerró la puerta tras de sí y se quitó los guantes con tranquilidad tras dejar su maletín en el suelo.

-Buenos días, profesor. Disculpe la hora tan temprana, pero he tenido un sueño. Un sueño muy extraño. Un sueño que me ha dejado más confuso si cabe en toda esta historia.

El profesor le dio un sorbo a aquella taza. La cual le permitió poco a poco ir entrando en calor. Relató el sueño al profesor Fizban tan claro como lo recordaba mientras dejaba que el calor entrase en su cuerpo. En el exterior el clima empeoraba como un preludio de lo que estaba a punto de suceder.

Quedó unos segundos observando el fuego de la chimenea, rememorando las palabras y el sueño, callado. Intentando descubrir algo oculto que se le hubiese pasado por alto en aquel maldito sueño.

Finalmente, saliendo de aquel trance continuó:

-Ayer conseguimos una información bastante valiosa. Emilye es descendiente directo de Boris "La hoja". Y justamente tras descubrirlo, esta misma noche, he tenido este sueño. Aquellas palabras son las mismas que las que la misma muerte me transmitió ayer mismo, en casa de los Portman....

El profesor dejó la taza practicamente vacía sobre la mesita de te que se hallaba cerca. No era necesario ni levantarse del lugar en que estaba sentado, pero aún así lo hizo y encaró al profesor.

-Sois el único en quien confío, profesor. El único...aquellas palabras...la sangre lo es todo...Boris "La hoja". Dígame ¿cree que Emylie podría ser un peligro? ¿Cree que Boris la busca?¿Cree que tiene alguna posibilidad de no caer en las sombras? Me niego a creer que no tenga otra opción. Esas palabras son confusas para mí. Pueden significar tantas cosas...¿usted que cree, profesor?

El abrigo no contenía más que una simple fotografía de una niña rubia y aquello me turbó más que si Vincent hubiese dejado un crucifijo o una botella abierta de agua bendita olvidada en un bolsillo interior.

Pero, ¿Quién demonios era esa niña? y ¿Por qué guardaba el vampiro una foto de ella en su chaqueta? Demasiadas posibles respuestas llegaron a mi cabeza, y todas ellas igual de improbables o fantasiosas. Sin más datos era difícil aventurar cuál sería la correcta, así que dejé de preocuparme, aunque en ningún momento pensé en olvidarme de ella, pues entre las múltiples respuestas a esas preguntas estaba la de que esa niña pudiera ser uno de los puntos débiles del vampiro.

Ha llegado el momento de marcharme. El motivo por el que vine a esta ciudad reclama por fin mi atención. Nos veremos al amanecer.- Le dije a mi sirviente antes de salir de la mansión para desaparecer entre las oscuras brumas de la noche londinense

Fizban miró a los ojos a Van Helsing, el profesor lo conocía lo suficientemente bien como para leer a través de sus gestos y forma de mirar, y lo que el jóven médico vio en su antiguo mentor fue tristeza, no sorpresa. Era como si hubiera estado esperando a que hiciese aquel descubrimiento...

- La sangre lo es todo... - repitió- claro que lo es mi cachorro, y no sabes bien hasta que punto... - añadió como si estuviera hablando consigo mismo- En realidad es muy fácil de entender...- dejó el té sobre la mesa y entrecruzó los dedos sobre su pecho mientras miraba con gesto muy serio a Van Helsing- ¿Qué es lo más importante para un vampiro? ¿Cual es el fluido vital de los hombres? ¿Por qué medio se considera que transmitimos nuestros legado?- miró a Van Helsing para respondiese él mismo a las tres preguntas.

- Con respecto a Emilie... hace tiempo que vengo sospechando lo que me acabas de confirmar, desgraciadamente cometí el error de infravalorar a Boris. Jamás pensé que encontraría a los Portman en Londres ni que decidiera eliminarlos... tal vez no merezca la estima que me profesas. El caso es que conozco desde hace tiempo la ascendencia de la niña, quise protegerla mandándola con su familia lo más lejos posible de Boris y ponerla bajo tu custodia, él alumno que estimé más capacitado para ello, lamentablemente te he pedido demasiado y no te he dado información tu no podías hacer frente a un peligro de esta magnitud. Tras tu encuentro con Drácula me demostraste muchas cosas, la protección de Emilie no debía ser difícil puesto que el ruso se suponía que no sabía de su existencia... lamentablemente me equivoqué- el arrepentimiento y el dolor se manifestaron en los ojos del anciano- soy un viejo loco que chochea, no sabes como siento todo lo que ha pasado... Emilie en sí no es peligrosa, es una niña asustada que ha perdido a sus padres, si lo que he se acerca de ella es cierto es muy posible que haya heredado parte de los dones de su ancestro, pero como niña que es puede ser atraida al bien o al mal, eso depende de como crezca y quien la eduque. Por eso Boris la busca, quiere saber si posee su poder para moldearla a su gusto y utilizarla... ¿La niña sigue en el Orfanato?- preguntó de repente

La noche ocultaba la negra silueta del vampiro mientras caminaba entre las brumas de la capital londinense. La imagen de la niña humana la tenía grabada en su mente, aún así decidió conservar la foto por si era necesario... Su sensible olfato de cazador le indicó que Vincent tenía un vinculo con aquella cria, pero era incapaz de discernir lo que era. Tras darle varias vueltas a la cabeza sólo fue capaz de llegar a dos conclusiones, una de ellas era que la foto pudiera pertenecer a una antiguo víctima, de ahí la sangre del reverso y que el vampiro la hubiera guardado como anécdota... sin embargo era lo suficientemente vieja como para no pensar en un deseo expreso de conservarla... aún así lo único que Drácula poseía eran conjeturas. Detuvo su avance a mitad de camino y miró en ambas direcciones, sabía donde vivía Van Helsing, el humano que había osado derrotarlo... había pensado en hacerle una visita. Drácula sonrió, por fin se verían las caras nuevamente.

Al cabo de un rato de caminata llegó por fin al edificio donde se hospedaba, las puertas estaban cerradas, así como las ventanas... tendría que investigar mejor la zona para encontrar un acceso, dudaba que el profesor le abriera las puertas de su vivienda de buena gana y que pudiese entrar sin ser invitado... había que encontrar un modo de acceder al interior.

Como era de esperar, Van Helsing tenía las puertas y ventanas de su residencia completamente cerradas. Era una eventualidad con la que ya contaba, pues aunque no las tuviera tenido sin una invitación expresa de alguien que viviera en aquella casa me sería imposible atravesar el umbral.

Pero de aquella primera visita solo deseaba conseguir información, cuanta más mejor. Nada ni nadie me impedía trasformarme en niebla y acercarme a las ventanas para observar tranquilamente el interior.

Los elementos construidos por el hombre no podían hacer nada frente a la fuerza de los elementos... y mucho menos contra el principe de las tinieblas. Llamó al poder de su sangre y su cuerpo se transfiguró en niebla, una niebla oscura y espesa como la propia alma del conde que rodeó al edifició en apenas unos segundos... No podía entrar pero si que consiguió vislumbrar la habitación del profesor, había una cortina descorrida y pudo percibir la esencia de su enemigo nada más echarle un vistazo. En niebla era incorpóreo pero controlaba su consciencia y su sentido del olfato y vista... sólo que no en términos humanos, el caso es que reconoció el olor... jamás podría olvidarlo. Un sentimiento de ira le sobrevino, pero lo desechó, debía estar concentrado para aquella tarea.

Van Helsing residía en la segunda planta, que estaba compuesta por un baño, un dormitorio y un salón. El salón era bastante grande y estaba atestado de muebles y enseres, sin embargo todo estaba limpio y ordenado.

El humano tenía acumulado en una estantería una gran acumulación de libros, todos ellos perfectamente ordenados y en una mesita pudo distinguir algunos de los artilugios que utilizaban los medicos... lo cierto es que aquella estancia estaba muy acorde con el profesor.

Pero había algo más, su enemigo no vivía sólo... en la planta de abajo descubrió una vivienda totalmente independiente de la arriba habitada por una mujer mayor...

Sir Alexander se levantó del asiento para encenderse un cigarrillo, acercándose a la chimenea, la niña se estaba retrasando, como buen británico le gustaba la puntualidad, el orden y las normas. En aquella casa todo tenía que estar listo a la hora estipulada y sus sirvientes lo sabían perfectamente pero al parecer tendría que hacérselo saber también a la nueva inquilina...

- Buenos días señor- la voz infantil de Emilie lo sorprendió haciendo que se girara para ver a la chiquilla, que en un abrir y cerrar de ojos se ablanzó sobre el sir para abrazarlo.

- El señor Reever me ha dicho que me ha comprado usted este vestido... yo nunca he tenido uno tan bonito como este- se echó hacia un lado para que la viese bien con su ropa nueva- ¿Me queda bien?- se dió la vuelta luciendo una radiante sonrisa infantil, esperando la aprobación de su tutor.

Una vez que la chiquilla hubo sido aseada y vestida con ropas adecuadas no parecía la misma, sus cabellos lucían dorados y ondulados sobre una carita redondeada y sonriente. Era evidente que el cambio había sido para mejor y que hasta podría convertirse en una hermosa mujercita si... vivía lo suficiente.