Partida Rol por web

Efectivamente todo el mango del arma es de hueso. Parece un arma antigua y, por algún motivo, sientes una extraña desazón cada vez que la empuñas, como si en su filo se guardasen historias inenarrables. 

Dejo el cuchillo en su cajita y cierro la tapa con premura, aunque no se me escapa el destello maligno que recorre la hoj cuando el último rayo de luz muere al quedar atrapado en su interior. Resoplo con lentitud y apoyo las manos sobre la superficie tallada, como si quisiera evitar que se abriese de nuevo por voluntad propia.

Uso la camisa para envolverla y construyo un improvisado hato, como el que usan algunas madres para llevar su hijo a la espalda. Sin saber muy bien porque lo hago, me la cuelgo a la espalda, atandola firmemente al cruzar la tela al pecho. Me apoyo sobre la mesa y me paso la mano por la cara, tratando de serenarme.

Aparté la mano de mi cara y la estrellé contra la mesa, furiosa.

- A la mierda.

Eché mano del legajo de papel y lo examiné con furia, como si desafiase al contenido de aquellas hojas de papel.

Tras colgar en forma de hatillo la caja con el cuchillo te aproximas a la otra mesa, rodeando la cama.

Los legajos son papeles con un montón de trazos que no alcanzas a descrifrar. ¿Algún tipo de escritura en clave o en un idioma desconocido? Algunos símbolos están dibujados formando círculos u otras formas geométricas. Tan sólo aciertas a descifrar una única palabra en tu idioma: 'portal'. Levantas el tintero y encuentras debajo una nota con números: 06-12-23. 

Hay otros tres libros sobre la mesa.

Maldije entre dientes. Aquello no tenia sentido.

Estuve un buen rato dejandome las pestañas, intentando descifrar la escritura que atiborraba aquellos legajos. La mortecina luz de las velas, que se consumian poco a poco, tampoco ayudaba a concentrarme. Me pellizqué le puente de la nariz, mientras notaba como miles de agujas se clavaban en mis ojos.

Por un instante, estuve tentada de echarme un rato sobre aquella cama tan tentadora, pero recordando la sensación y aquel maldito espejismo, resoplé, me dí un par de palmadas en la cara para espabilarme y volví a centrar la atención en la tarea.

Sin embargo, el silencio reinante hizo que mirase nerviosamente a mi alrededor.

Saqué el martillo y lo dejé sobre la mesa, mientras acercaba a la luz uno de los libros y empezaba a examinarlo. Tenia que averiguar a que se referia con portal y que significaba aquella fecha.

Dos de ellos están escritos con una grafía que parece árabe. Parecen muy antiguos. Pasas las páginas con cuidado pero lo único que aciertas a comprender son las ilustraciones. Todas son siniestras y representan a criaturas deformes que rondan a hombres y mujeres que parecen aterrados. ¿Son tratados de demonología? El tercero es todavía más extraño porque su escritura se parece a la de las hojas. Ahora que lo miras con más calma te da la sensación de que es una escritura cuneiforme como la que podrías encontrar en tablillas sumerias antiguas. Pero el libro desde luego no es tan antiguo. Aunque se ve viejo es un producto de imprenta. ¿Quién editaría un libro con escritura cuneiforme? 

Termino mi examen de los materiales escritos exhausta, sobresaltada por el silencio reinante y recriminandome haberme ensimismado tanto como para perder de vista mi situación.

Me masajeo las sienes, intentando aliviar la tensión. Pero, cada vez que intento cerrar los ojos para descansar la vista, las perturbadoras imágenes de los libros me obligan a abrirlos de golpe y boquear.

Empiezo a echar de menos mi móvil. No solo para pedir ayuda, sino como libreta digital y, aún más importante, fuente de respuestas gracias a Internet. Tengo muchas preguntas y muy pocas respuestas. Ni siquiera las cosas tangibles, como esa fecha o el perturbador cuchillo que llevo a la espalda me proporcionan buenas respuestas. Más bien al contrario.

Tengo claro que la fecha significa algo. Pero, ¿qué? Decido sacar las cartas y comparar las fechas antes de buscar la biblioteca para cotejar toda esta información.

Revisas las cartas buscando una coincidencia pero no parece haberla. 

Una de ellas está fechada el 19 de febrero, otra en el 27 de abril y la última el 3 de noviembre. Todas de 1897.

- Otro callejón sin salida.- Mascullo entre dientes, suspirando. Todo aquel asunto esta levantandome un sordo dolor de cabeza que no tiene visos de acallarse rápidamente.- Otro maldito callejón sin salida.

Agotada, me dejo caer contra la pared, controlando la puerta. Intento hacer un ejercicio de sintexis de mi situación, tratando de recordar alguna pista que se me halla pasado. Aunque la persistente sensación de que esta va a acabar mal se adueña de mi alma una vez más.

- Vale. No sé como, me he despertado en un sotano. En el sotano de una casa que parece estar en mitad de un pantano. Y que ha sido la sede de algún tipo de secta o iglesia. El propietario de esta casa debe ser influyente, que tiene contactos con el ayuntamiento del pueblo cercano...- Me rascó la cabeza, intentando recordar su nombre.- Beauntville o algo asi. En esta casa ha pasado algo. Algo malo. Algo relacionado con la familia que vivia aquí...- Me estremezco ligeramente y miro de soslayo la cama.- Y yo estoy enmedio.

"Y si creyese en estas cosas, pensaría que me he metido en mitad de alguna novela de terror."

Resoplé. Nada de lo que recordaba me daba pistas de como salir de aquí.

- Maldita sea mi suerte.

Me levanté trabajosamente, comprobé que llevaba mi botín bien afianzado y recogí el candelabro. Redujé la luz a un único cabo de vela para economizar y me dispuse a seguir explorando, lista para entrar en la próxima puerta cerrada que me encontrase.

En ese momento, el algún lugar sobre tu cabeza, se oye un ruido fuerte, como si algo pesado hubiera caído sobre el tejado de la casa. Y luego el ruido que podrían hacer tejas al ser arrancadas. En algún lugar a lo lejos se escucha un aullido gutural, que no se parece al de ninguna bestia que conozcas. Se te eriza la piel al escuchar una contestación idéntica que procede del tejado.

Me quedo quieta, helada, mientras un escalofrio recorre mi espalda.

- Esto es una pesadilla...- Mascullo entre dientes.- Una maldita pesadilla...

Echo mano del martillo, afirmandolo con un gesto decidido. Lanzo una mirada nerviosa a la ventana, que ahora me parece subitamente fragil y delicada. Esta claro que no aguantará lo que sea que hay en el techo.

- Se acabó la idea de hacer señales desde el tejado.

Salgo por la puerta, con cuidado, armada con el martillo en una mano y el candelabro en la otra. Apresuradamente cruzo por delante de la ventana que queda al sur, a mi izquierda, y me dirijó a la puerta que queda más cerca de la escalera, intentando no darle la espalda a lo que sea que pueda atravesar el ventanal.

Apuras lo máximo posible sin hacer demasiado ruido. En el momento que alcanzas la puerta al pasillo  oyes, casi sientes, como algo se desliza por la pared exterior de la casa, como si unas enormes uñas rayasen la pared exterior. Decides no perder un minuto y sales al pasillo en dirección a esa primera puerta junto a las escaleras, sin perder de vista la de la alcoba.

La alcanzas y descubres, consternada, que está cerrada con llave. Piensas entonces en la cajonera que había junto a la cama, en el escritorio de los papeles y maldices en silencio por no haberla revisado. No contabas con encontrar puertas cerradas en el interior de la casa¹.

Pero la idea de volver a la alcoba de forma inmediata se viene abajo cuando escuchas el tremendo estruendo causado por un ventanal siendo destrozado cuando algo lo atraviesa, a lo que sigue el ruido seco de un cuerpo cayendo sobre el suelo de la alcoba en la que estabas hacía unos segundos.

Mascullé entre dientes, sorprendida porque la manija de la puerta no funcionase. Tironeé de ella un par de veces, llegando a dejar el candelabro y el martillo en el suelo para poder usar las dos manos. Apliqué el hombro para hacer fuerza.

Y no conseguí nada, más que una sensación de adormecimiento dolorido en las manos, un mechon de cabello sobre los hombros y unas enormes ganas de llorar. Me pasé la mano por la cara, tratando de secarme los ojos y de serenarme, lista para recoger mis cosas y volver a la alcoba que acababa de abandonar para revisarla de nuevo en busca de unas malditas llaves.

Sin embargo, el sonido proviniente de aquella habitación hizo que me congelase en mi sitio, helandome los huesos y aprisionando mi corazón. Una torrentera de imagenes acudieron a mi mente; desde ramas atravesando el ventanal hasta perros salvajes husmeando por la cocina. Por inconcebible que pareciera, algo habia entrado por la ventana y parecia levantarse lentamente detras de la puerta cerrada.

Algo en mi interior me dió alas. Lancé un soberano puntapie contra la puerta que quedaba a mis espaldas y a continuación, volví a golpearla, esta vez con el martillo. Tenia que hacer saltar la cerradura como fuera y entrar en aquella habitación. El improvisado saco que llevaba atado a la espalda saltaba sobre mi a cada embate, contribuyendo al añadir más esfuerzo y premura a mi locura.

Golpeas con furia la puerta, que se resiste a tu primer embite. Del otro lado de la puerta del dormitorio llega el sonido de unos pasos aplastando cristales. Desesperada vuelves a golpear la cerradura, esta vez con el martillo. La desesperación te da fuerzas para que la cerradura astille en mil pedazos dejándote paso hacia una nueva sala. 

Por primera vez te encuentras con una sala iluminada unas lámparas de gas que penden de las paredes. Concretamente hay una en cada pared que dejan caer una luz amarillenta sobre la habitación.

Parece que es una biblioteca. Tu mirada se dirige de inmediato hacia la ventana que tienes enfrente desde la cual puedes ver la parte superior de los árboles moribundos de esta isla pantanosa. Recorres con la mirada el resto de la estancia sin ver más puertas que la que acabas de reventar. Las paredes están cubiertas de estanterías repletas de libros que llegan desde el suelo hasta el techo. Hay una gran mesa en el centro, cubierta por un pesado mantel de tela oscura cuyos faldones llegan hasta el suelo, sobre la cual se apilan más volúmenes y papeles, como si alguien hubiera estado estudiando. En una esquina un gran globo terráqueo, una antigüedad bien conservada, reclama tu atención. 

Aunque lo que verdaderamente reclama tu atención es el ruido de una puerta abriéndose violentamente. La que da al pasillo desde del dormitorio de la ventana destrozada. 

La puerta de abre con un satisfactorio crujido al saltar la cerradura a martillazos. Acompaño el sonido con un grito de rabia primaria mientras aplico el hombro para abrirla del todo y que no me golpee de vuelta. Ante mi ojos, sorprendentemente iluminada por luces de gas, puedo ver que estoy en una biblioteca. Una ratonera. Una ratonera muy iluminada, pero una ratonera al fin y al cabo.

Apenas tengo tiempo de sopesar mis opciones antes de que lo que sea que estuviese en la otra habitación haga astillas la puerta y pueda sentir su presencia llenando el pequeño distribuidor. Empiezo a girar la cabeza pero un impulso de autoconservación hace que me arroje dentro de la biblioteca y cierre la maltrecha puerta tras de mí.

Apenas tengo tiempo de notar el cuchillo clavado en mi espalda antes de intentar volcar una de las estanterias para improvisar una barricada con la que ganar unos segundos mientras, sin saber muy bien porque, mascullo entre dientes...

- Una biblioteca... Maldito Doctor Who... El mayor arsenal del Universo...

Contemplas desesperada las estanterías e intentas mover una de ellas. Sabes que resultará imposible: están bien ancladas a las paredes para sostener los cientos de tomos llenos de sabiduría inmemorial que albergas. Al otro lado escuchas el inequívoco ruido de una puerta saltando de sus goznes y sientes la desesperación que te anega. Si lo que sea que viene tras de ti es capaz de arrancar la puerta del dormitorio nada impedirá que haga lo mismo con ésta. 

Miras a tu alrededor desesperada. 

- Nononononononono...- La libreria no se movia y mi desesperación iba en aumento por culpa de la certeza de lo que se ceñia sobre mi espalda. Me habia metido en una maldita ratonera y estaba bien jodida.

Desesperada corrí hacia la mesa que se enseñoreaba del salón. Si conseguia empujarla contra la puerta, podria retener y retrasar a aquella cosa. Sin embargo, el sonido que venia de la otra habitación me dejó claro que tanto esfuerzo quizas no daría su fruto.

La desesperación hizo que solté mi hatillo sobre la mesa, con un ruido fuerte, mientras empujaba con toda mi alma aquella mesa como si me fuese la vida en ello. Que bien pudiera ser...

Empujas la mesa de forma desesperada. Por un momento sientes algo de alivio al ver que, pese a su tamaño, puedes moverla. Luego este alivio se convierte en desesperación al pensar que si tú puedes moverla ¿no lo hará acaso lo que viene tras de ti? No hay tiempo para pensar. La empujas hasta que está frente a la puerta, haciendo un considerable ruido durante el proceso.

Entonces algo golpea la puerta. Haces fuerza contra la mesa para intentar formar una barricada. Logras contener la apertura. Se escucha un resoplido animal al otro lado y una nueva embestida. En esta ocasión el golpe hace que salgas disparada hacia atrás y aunque la mesa ha mantenido la puerta cerrada ves que parte de la madera de la puerta se ha resquebrajado abriendo un agujero vertical en la zona superior de la misma. Algo te observa a través de ese hueco¹. Algo inhumano. Parece el rostro de un enorme macho cabrío, de ojos rojos enfurecidos. Pero la altura a la que está esa cabeza sólo sería explicable si el animal fuera enorme y se alzase sobre dos patas. 

La cabeza desaparece, sin duda con la intención de embestir de nuevo.

Sacudo la cabeza para librarme de la conmoción que el subito empujón y el consecuente golpe me han producido. La mesa permanece inmovil en su sitio, milagrosamente, pero ni yo ni la puerta hemos aguantado el tipo y ahora me veo en una alucinación.

Un rostro surgido de mis pesadillas se asoma por entre los restos de la puerta, en una espeluznante imitación de El resplandor. Pero la imagen enmarcada por los listones de madera no es la del rostro desencajado de Jack Nicholson, sino el de algo mucho peor.

Al desaparecer, tengo claro que ese mal bicho va a volver a intentar tirar la puerta abajo y que la mesa solo va a ser un estorbo menor.

- Mataria por una escopeta grande y gorda.- Mascullo entre dientes, como una idiota.- Aunque me conformaria con Mack y su Hacha-Escopeta^[1].

Elmiedo me hace decir estupideces, como si con eso consiguiese que esa criatura fuese a destrozarme. Intento pensar con claridad, tratando de hayar alguna explicación de que es lo que esta pasando. Y, el bramido de la criatura barre completamente todas esas tonterias para dejar paso al instinto primario de supervivencia. Me avalanzo sobre mi hatillo y desgrarro la tela con fuerza, con rabia, con las uñas y los dientes.

Necesito llegar hasta el cuchillo. Blandir ese objeto que tan mal farió me da y que, en la compañia de un más que humilde martillo van a ser los úncos aliados que voy a tener en este brete. Con ellos en la mano me dispongo a tomar distancia, pergreñando un plan suicida: matar a golpes y a cuchilladas a esa criatura tan pronto atraviese la puerta.

Con la energía fruto de la desesperación logras sacar el cuchillo del hatillo y te lanzas a través de la mesa con la intención inequívoca de alcanzar a la criatura en cuanto  abra la puerta. 

Lo que atraviesa la puerta es un engendro enorme, de más de dos metros de alto, una demencial suerte de minotauro con cabeza de macho cabrío. Aunque quieres pensar que es algún tipo de disfraz mientras te deslizas hacia la criatura comprendes que no es así. No hay costuras. No hay truco. Es un monstruo. Tan real como la mesa. 

Sea como sea el cuchillo logra clavarse en las costillas de la criatura haciendo que su sangre espesa y caliente empape tu mano. Es una pequeña victoria. Muy pequeña. Porque pese a tener esa daga clavada hasta la empuñadura la criatura da un brutal manotazo que te hace volar por la habitación como una muñeca desmadejada. 

Golpeas de nuevo con tu cuerpo la pared junto a la ventana y sientes que el aire se te escapa. Probablemente te has roto alguna costilla en este brutal impacto. La cosa se ha detenido sólo un momento mientras intenta sacarse el cuchillo de sus costillas. 

La adrenalina y el terror me golpean como una ducha fria. Algo inconcebible atraviesa la puerta para devorarme. Todas aquellas ideas alocadas de que se trataria de un monstruo falso como los de Scooby Doo, en la que debajo de un elaborado disfraz se esconderia el viejo dueño de la cabaña del bosque que queria las tierras para montar un Disneylandia, se fueron a la porra.

El cuchillo funcionó bien, pero el golpetazo con el que me devolvió la gracia de la cuchillada casí me arranca la cabeza. Podía querarme allí y morir o podía tratar de aprovechar que era pequeña y agil para salir de aquella ratonera.

Opte por la mejor parte del valor... Y me arroje al hueco que quedaba entre la criatura y los restos del marco de la puerta, dispuesto a salir escaleras abajo.