Partida Rol por web

Cuando sus ojos se cruzaron un escalofrío le recorrió la espalda. Aquellos ojos negros, preciosos y profundos, no parecían de este mundo. Su voz, serena y fria, causaba la misma sensación. Una imperiosa necesidad de correr, montarse en la barca y desaparecer, la invadió. Pero las palabras de la muchacha la detuvieron, envueltas por el misterio y por el peligro que entrañaban si eran ciertas. Pero, ¿cómo podían serlo? ¿De qué estaba hablando aquella muchacha?

- Prisionera de Blenville? Ese es el pueblo en el que tenía pensado pasar la noche... yo solo pasaba por aquí de camino a una entrevista de trabajo... Pero perdí el control de mi coche y desperté dentro de esa casa. ¿Quien está de camino? ¿Los que me trajeron hasta la casa? ¿De qué maldición hablas? - se apretó las sienes con sus dedos mientras su mirada iba de la barca a la muchacha y viceversa.

Las palabras de la muchacha no tenían sentido, pero tampoco lo tenía ella en sí misma. ¿Era un fantasma? ¿Estaba viendo visiones causadas por el accidente del coche? Volvió su mirada hacia la casa y recordó los cuadros tan extraños que había visto. De repente sintió un frio mortal

- Solo quiero volver a casa... De verdad, solo eso... si no puedo hacerlo en la barca, ¿cómo? ¿a través de ese ese Portal del que hablas?-preguntó, asustada y sin saber muy bien lo que estaba preguntando, abrazándose ella misma para intentar calmar el frio que sentía.

- Blenville está sometida a una vieja maldición que la aparta del mundo. Los forasteros permanecen un tiempo pero marchan normalmente antes de que pase un año. Sienten que algo va mal pero no saben el qué y abandonan el pueblo. Los que viven en él saben los motivos de sus pecados pero no pueden abandonarlo. Cuando alguien lo intenta...- la figura deja la frase en el aire - Has tenido mala suerte. Una vez al año se realiza un intento de romper la maldición, de pactar un nuevo trato con el portal. Alguien vivo debe hacerlo o todos sufrirán las consecuencias.

Miras a la figura intentando aclarar tus ideas. ¿Alguien vivo? ¿Quién es ella? ¿Un espíritu de advertencia?

- Hay muchas maneras de enfrentarse al Portal pero ninguna respuesta está exenta de consecuencia. Los Carceleros juegan sus bazas desde que la Humanidad rechazó la Magia y ahora nosotros no somos más que meros aprendices a su lado, jugando en desventaja porque hay reglas que no comprendemos. 

Mira hacia el agua:

- Si vas hacia la orilla significará que te has acobardado y Blenville seguirá un nuevo año preparándose para la siguiente ocasión. Puede que te acepten pensando en su culpa o puede que te entreguen como sacrificio para mejorar las cosas. Todo dependerá quien controle este año la Cosecha de Sangre. Ahora, al haber pisado la isla, eres parte del pueblo. Ya no eres una extranjera pero tampoco eres una habitante. Eres... una oportunidad.

Se vuelve hacia ti nuevamente:

- Hay reglas. Yo puedo contestar a tres de tus preguntas, sólo tres, y luego mi papel terminará en esta pantomima espectral. Hazlas libremente y te contestaré libremente. Luego regresaré a mi lugar, bajo las aguas, a esperar el resultado de tus decisiones. Piénsalas bien, Nueva Oportunidad, porque de ellas dependerá el resto de tu vida... y quizás lo que venga después.

Rachel no podía creer lo que estaba oyendo. Todo lo que le estaba diciendo aquella… muchacha, era básicamente imposible de creer. Las maldiciones solo existen las películas de miedo, ¿verdad? Si las palabas que había pronunciado ella eran ciertas, pantomima espectral, tenía que decir que su presencia era tan real como podía serlo dentro de la pesadilla que estaba viviendo.

Pero allí la tenía, delante de ella, en mitad de la nada. La quietud del pantano la envolvió, el silencio se hizo tan pesado que era casi una presencia física entre ellas dos. Y la perspectiva de que al otro lado de la orilla no encontraría la solución a sus problemas sino todo lo contrario, se hizo evidente, aunque su mente se negara aceptar lo que no reconocía como posible. Pero su sexto sentido, ese que pocas veces aparecía, gritaba ahora a pleno pulmón que era necesario creer a aquella muchacha si quería salir de allí.

Intentó procesar todo lo que había escuchado. ¿Solo tres preguntas? ¡Si tenía cientos! Miró a la orilla una última vez, descartando aquella opción. Su mente había visualizado un aquelarre con ella en medio si cruzaba… algo parecido a lo que uno de los cuadros de la casa mostraba. Y solo aquella fugaz visión le hizo tomar una decisión, aun a pesar de que su sano juicio se escoraba pronunciadamente hacia un lado. ¿Había todo un pueblo condenado y solo ella tenía la posibilidad de acabar con la maldición que les ataba allí, ella incluida? Sus manos apretaron sus sienes, en un intento por tranquilizarse.

-No entiendo... o no creo... es decir... -empezó, aturullada. Solo tres preguntas, se recordó a si misma-¿Qué fue lo que provocó esta maldición sobre el pueblo?-quizás así, sabiendo lo que lo provocó pudiera saber exactamente como actuar, que se esperaba de ella, si tenía alguna oportunidad-¿Cuáles son las formas de enfrentarse a ese… Portal?

Dos preguntas. Escucharía la respuesta de la muchacha y entonces formularía su tercera pregunta, que tendría que escoger de entre los cientos que se agolpaban en su mente.

La muchacha asiente.

- En el pasado éste era un lugar visitado por dioses antiguos. Los portadores del nuevo dios autoproclamado único, celosos de que otras deidades le robasen el lugar, decidieron acabar con todo aquello que no obedeciese a sus mandatos. Yo fui una de las víctimas. Aunque no cause mal a nadie, aunque les ayudaba con mis ungüentos y conjuros, me llamaron bruja y me condenaron a muerte sin oportunidad de defenderme salvo por sus leyes. Pero mis dioses, al contrario que el suyo, se manifestaron y ayudaron a su fiel servidora. Para poder volver tome el cuerpo de la hija de mi más ferviente enemigo. Pero no llegué a pensar que aquel necio, en su desesperación, renunciaría a su dios silencioso para intentar pactar con los Carceleros. Entonces fue cuando abrió el Portal, pensando que podría luego manejar la situación. Ningún ser humano ha logrado jamás un pacto favorable con los Carceleros. Ya te he dicho que sólo ellos conocen las reglas completas.

Mira hacia la casa:

- Tuve que intervenir para evitar un mal mayor. La puerta ya no podía cerrarse pero al menos podíamos contenerlos. Para ello había que entregar el pueblo. Blenville está ahora entre nuestra Realidad y la suya, todos somos sus prisioneros. Si algún día dejase de ser así entonces el portal se abriría completamente y lo que hay al otro lado entraría en nuestro mundo. Una población es un precio pequeño a cambio de un mundo entero ¿no crees? Desde entonces las cosas aquí son... distintas. Hemos aprendido a sobrevivir con la Oscuridad que nos acecha. Pero una vez al año hay una oportunidad de intentar algo, cuando las estrellas vuelven a estar alineadas. No es una oportunidad libre: un vivo debe permanecer en esta isla y sucumbir a la Cacería. Pero como todo lo que hacen los Carceleros es un arma de doble filo: el vivo puede intentar sellar el Portal. 

Esa retahíla parece contestar a la primera pregunta. La mujer hace una pausa antes de contestar la segunda:

- El Portal está abierto en el tiempo y en el espacio. Todo sucede a la vez y nunca, por lo que es imposible alcanzarlo salvo que lo puedas fijar en este plano de existencia y ahora. Para ello hay que llevar la Mano de Vecna y el puñal cuyo filo se bañó con la sangre de los últimos pictos. Siguiendo los movimientos del ritual el Portal será accesible. Pero eso es sólo la mitad del problema: al otro lado están los Carceleros, con los que se puede intentar negociar pero nunca ganar. 

Las palabras de la muchacha le helaron la sangre. No tenía casi ninguna oportunidad de salir de allí, lo veía claro. Pero no iba a dejarse matar por un grupo de aldeanos sedientos de sangre. Lucharía contra esos carceleros y vendería su vida cara.

Había bajado la mirada sin querer, deteniendose en el vestido de la muchacha mientras esta hablaba. El vestido, antiguo, era precioso. Se descubrió pensando eso antes de volver a la realidad. La muchacha había dejado de hablar hacia un rato. La miró a los ojos.

-De acuerdo. Tu Oportunidad lo intentará. Voy a ir a ese Portal e intentaré... lo que pueda. Me queda una última pregunta. ¿Qué es lo que los Carceleros nunca querrían que yo supiese para poder vencerlos?

- Lo que los Carceleros saben o temen es solo potestad de los Carceleros. De saberlo ten por seguro que te lo diría. Pero no lo sé y por lo tanto no puedo satisfacer tu pregunta.

Quizás nota la decepción en tu rostro porque se apresura a añadir:

- Pero si no tengo la respuesta la pregunta no se da por formulada. Realiza otra que pueda contestar.

Suspiró, aliviada. Podía formular otra pregunta.

Intentó pensar rápidamente. Si estaba en aquella casa es porque allí se encontraban todas las respuestas. La mano de Vecna, el puñal, los pasos del ritual... y el Portal. Tenia que encontrarlos todos, seguir el ritual y el Portal se abriria ante ella, y se enfrentaria con los Carceleros. Tenía tantas preguntas y ninguna a la vez, que no era capaz de centrarse en ninguna en concreto. ¿Cómo reconocer esa "mano"? ¿Como saber cuál era el puñal? ¿ Dónde encontraría los pasos del ritual?...

Se apoyó en uno de los árboles, desbordada por todo aquello. ¿Por dónde empezar?

Todas sus preguntas podían ser vanas realmente. No sabía que era más importante saber ni qué le convendría más. Sólo podría suponer y encomendarse a todos los dioses posibles...

Después de unos largos minutos de silencio, se decidió.

- ¿Qué consejo me darías tú que conoces toda la historia de este lugar y sus peligros?

La muchacha parece sorprendida un momento. Luego sopesa su respuesta:

- Cuando estés cerca de los objetos del ritual aparecerá el Guardián. No te enfrentes a él, no tienes oportunidad. Debes recoger los objetos y llegar al lugar del ritual. El Guardián es terriblemente fuerte pero impaciente. Confía en su velocidad, tamaño y fuerza. Usa eso en su contra. 

Y entonces, como si fuera un rayo de luna, la figura de la mujer desaparece. En un parpadeo. Te quedas mirando el espacio que ocupaba. ¿Guardián? Parece que las cosas sólo van a empeorar.

¿Había sido un sueño? ¿Había estado realmente aquella muchacha hablando con ella o había sido su mente trastornado por el accidente?

Cerró los ojos un segundo y suspiró. ¿Podía su mente imaginar todo aquello? No, no podía. Era todo tan complejo y tan elaborado que desechó la idea igual de rápido que había venido.

La muchacha había sido todo lo real que un fantasma podía llegar a ser. La historia que le había contado era tan real como que allí estaba ella ahora. En un lugar entre dos realidades.

-Esto es una locura...-dijo en voz alta mientras que se volvía hacia la casa y la contemplaba en perspectiva. ¿Qué podía hacer ella, una mujer normal y corriente, contra aquella maldición?

-Me da lo mismo-Se contestó así misma-Lo único que sé es que no quiero morir aquí y que quiero volver a casa... No le he preguntado con cuanto tiempo cuento...tendré que darme prisa...

Tenía una casa delante de ella. Dentro de esa casa, muchos secretos. Y ellos la conduciría a su victoria, o a su muerte.

-Un puñal...una mano...un ritual... vamos a por ellos.

Recordando las últimas palabras de la muchacha, comenzó a desandar el camino de vuelta a la casa. Intuía que esas últimas palabras podían ser la diferencia entre la vida y la muerte, y no podía permitirse olvidarse de ellas....

Deshaces el camino para regresar a la casa. La puerta principal sigue cerrada así que el acceso vuelvo a ser por la parte de atrás, que conduce a la cocina. Pero ¿a dónde irás desde allí? ¿por dónde empezar a buscar?

Entro de nuevo en la cocina, cerrando la puerta tras de mi. Se que es una tontería, pero saber que hay una puerta abierta tras de mi me pone nerviosa. Como me pone nerviosa saber que tengo que entrar de nuevo en aquella casa... es demasiado agobiante, opresiva, pero no tengo otra opción.

Camino decidida y salgo de la cocina, internandome en el pasillo que me lleva al salón. Una mirada para comprobar que está todo igual... antes de dirigirme hacia el armario.

-Tendré que ir revisando la casa. Los objetos deben estar aquí. O información de donde buscarlos...debe ser así...debe ser así...

Mi voz es apenas un susurro. Me siento observada, evaluada.

Quizás los habitantes del pueblo me estén observando de alguna forma, esperando ver actuar a su Oportunidad correctamente...o equivocandose de nuevo.

Examinas diligentemente el interior del armario y encuentras lo habitual en una pieza de este tipo: vajilla, cubertería de plata, tazas. Nada que se parezca a los componentes necesarios para un ritual mágico.

Por un momento empiezas a pensar si todo esto no será una elaboradísima farsa pero luego recuerdas la desaparición de la chica y te convences de que aquí está pasando algo que va más allá de lo que nunca hayas conocido.

Y en un armario no iba a encontrar objetos mágicos ni nada parecido...

Cerró las puertas del armario y se volvió hacia el comedor. Los cuadros. No eran tales... había visto moverse a las imágenes y, aunque hace una hora hubiera dicho que había sido su imaginación, ahora sabía que no. Eran algo más. Pero pensar en asomarse de nuevo a ellos no le atraía en absoluto. Antes revisaría la casa, estaba segura de que esta contenía todas las respuestas.... sólo tenía que estar atenta y no dejarse llevar por el pánico.

Y eso no era fácil...

Cruzó el salón hacia la otra puerta, la que daba al pasillo y a la puerta principal. Recordaba haber visto dos puertas cerradas.

Mientras caminaba, hacia recuento de lo que mostraban los cuadros....que no pudo evitar mirar con el rabillo del ojo cuando pasó junto a ellos camino del pasillo y la primera puerta.

Se sintió como un niño que miraba lo que no debía y se sintió tonta por sentir miedo de un cuadro. Pero, ¿qué cuadro era capaz de cambiar de un instante a otro? Magia... cosas sobrenaturales... cuanto más lo pensaba más se le erizaba el vello.

-No pienses.. ..muevete....

Mientras abres la primera de las puertas, que se encuentra junto a las escaleras, miras de reojo los cuadros de esta sala. En realidad te das cuenta de que no son cuadros sino una infinidad de fotos de gente. Gente vestida al estilo victoriano. Pero mirando de reojo poco detalle puedes sacar al respecto. Las fotos suben por la pared a la par que las escaleras.

La puerta se abre con un ligero gemido. El interior está oscuro porque los ventanales están cubiertos por pesados cortinajes y ni siquiera la luz de la luna llega a iluminarlo. Sin embargo se vislumbra en la oscuridad que se trata de una amplia sala de estar. Se pueden ver bultos identificables con un par de mesitas, unos sillones y una chimenea, pero poco más.

Maldigo en silencio. Olvidé el candelabro en el piso inferior.

Dudo solamente un segundo entre bajar o entrar en la sala y abrir todas las cortinas. Pero pasar de nuevo junto a aquellos cuadros no me hace demasiada gracia. Es como estar vigilada por todos los habitantes del pueblo, cómodamente sentados en sus sillones viendo lo que sucede dentro de la casa.

Asi que respirando hondo y con cuidado de no tropezar, entro en la habitación y me dirijo al primero de los ventanales con la intención de correr las cortinas y dejar que entre la luz de la luna.

Abres poco a poco las cortinas para dejar entrar libremente los haces de luz lunares. Hay una mesita de café con dos sillones orejeros cerca del ventanal. En el medio de la sala hay otra mesa, un poco más amplia, sobre la cual hay un par de libros cerrados. En la pared del norte hay una gran chimenea sobre la que pende una enorme cabeza de ciervo disecada. Más allá de la chimenea puede verse otra puerta cerrada, que posiblemente conduce a la misma sala que la segunda puerta dejada atrás.