Partida Rol por web

1 Una melodía insidiosa

Había días en los que el Ubos echaba de menos su hogar, en la parte del continente en el que la tierra era fértil y los árboles calmaban su espíritu. En su aldea en la que los otros hermosos Ubos encontraban liberación y armonía uniendo sus cuerpos. Aquí, en cambio, cada vez que salía de la burbuja que era su hogar, sólo podía patear el hielo.

Pero no sería hoy, hoy era un gran día. Había encontrado una piedra de maná que le había dado la ventaja en sus operaciones, su canción se había colado en la mente de la gente, y mientras se sacrificaban por su causa contra los guerreros de "Hielo rojo", él se había colado por la parte de atrás y saqueado sus tesoros.

Podría impresionar a su jefe con todo lo que había encontrado, pero dado que era un inepto para la magia, decidió quedarse con aquel mapa que prometía una gran recompensa al final del camino. Solo le faltaba decidir quienes iban a ser los pobres diablos que sacrificaría en el camino. Podía pedirle a su jefe que le prestase unos cuantos hombres, o encantar a los idiotas que se quedasen escuchando su canción hasta el final. Como fuera, si tenía que conquistar aquellas ruinas, no lo podría hacer solo, pero debía asegurarse de que la recompensa fuera sólo suya.

Nimrod observó al Ubos durante unos minutos, esperando a un momento en el que estuviera solo y apartado del resto. Normalmente observar a mortales le resultaba tedioso y aburrido, pero había algo en el Ubos que lo hacía mas interesante que el resto.

Una vez solo, Yervonar miró para el cielo, como si un movimiento brusco hubiera llamado su atención. Entonces, círculos negros aparecieron en el centro de sus ojos, mientras que el resto se iluminaba, como si los círculos estuvieran tapando una intensa fuente de luz.

En el cielo, Yervonar vió como el sol desparecía rápidamente detras de la luna y notó como los lugares en la distancia se difuminaban, como si fueran detalles en el segundo plano de un cuadro.

Una voz detrás suyo llamó su atención, se giró para encontrarse con un Dios. - Hey Yerv, ¿puedo llamarte Yerv? Tengo que decir que eso ha sido bastante impresionante. Y el que hayas decidido traicionar a tu jefe ha sido la guinda del pastel. - La deidad hizo aparecer una mesa alta con copas de madera y una botella de un líquido que parecía agua pero apestaba a alcohol. - ¿Quieres algo para beber? - Preguntó, mientras se servía una copa.

El Ubos parecía demaisado sorprendido como para responder, lo cual hizo que Nimrod se diera cuenta de que se le había olvidado un pequeño detalle. - Oh, disculpa, con la emoción se me ha olvidado presentarme. Mi nombre es Nimrod, el sol negro, dios del caos. Encantado. -Dijo tendiéndole la mano al mortal. - No te voy a aburrir con detalles sobre mi credo si no estas interesado, pero soy muy fan de la gente que resuelve los problemas de forma creativa y de los que se revelan contra estructuras de poder, como la de tu jefe. Así que he venido a conocerte.

El ubos agarró dubitativo la copa. Sabía que no se había drogado así que esta experiencia estaba resultando cuanto menos sorprendente.

- No creo que quedarse con parte del botín cuente como algo especialmente creativo, ocurre en los cantares de aventuras de multitud de ladrones y aventureros. Aunque no es un mal inicio desde luego. Así que un dios del caos quiere conocerme... Cuando la gente dice eso suele ser para llevarme al catre. Supongo que me volveré mucho más beato ahora que sé que los dioses existen. 

Mantenía la calma, al menos aparentemente. Tal vez estuviera tranquilo o fuera un grandísimo actor.

- Nimrod... ¿Ese no es el nombre del Galiant que ejecutaron por tener discursos revolucionarios? No llevas ni dos años muerto y no hay religiones en tu nombre, un poco pretencioso hacerte llamar dios si no tienes nadie que crea en tí ¿No?- Sonrió satisfecho de si mismo.- Pues si querías conocerme, aquí me tienes, soy un hombre bien informado, guapo, y que domina los encantamientos de la magia de la música como nadie. No todo es mérito mío, que el maná se cristalice en esta región ayuda.

La conversación se extendió unos minutos, el bardo como mínimo aparentaba desenvolverse con soltura durante la charla. 

Cálmate, que nos acabamos de conocer. Podría crear un “catre” igual que he creado esta bebida, pero soy de esperar a la segunda cita. - Nimrod siempre había tenido debilidad por la belleza de los Ubos, desde su primera experiencia como adolescente, al fin y al cabo, era lo que le había mandado por este camino. Pero no planeaba compartir esa información con el Ubos. - ¿Te gusta? - Dijo señalando a la bebida e intentando cambiar de tema. - Es un poco fuerte, pero es un gusto adquirido.

Soy ese galiant y no a la vez. ¿Conoces ese dicho de que se puede matar al soñador pero no al sueño? El era el soñador y yo soy el sueño. Y si, soy una entidad joven, y no me tienes que llamar dios si no quieres, pero si lo haces apreciaría el detalle.

Nimrod siguió la conversación con el Ubos hasta que notó que alguien iba a pasar cerca de donde estaban. - Ha sido un placer hablar contigo, pero te voy a tener que dejar. Mientras hablamos estas en trance en el mundo real y no queremos que alguien te pille desprevenido. Buena suerte y mucho caos.

El Ubos despertó de su trance en que había conversado con Nimrod. 

- Así que el sueño y el soñador. Te voy a robar esa metáfora para alguna de mis canciones.- Dijo al aire, sin saber si aún estaría escuchando.

Yervonar llamó a algunos de sus lacayos, aquellos hombres que le obedecían porque tenían un jefe común y sabían que el bardo era despiadado con los que le contrariaban. Cargaron la carreta con las propiedades que habían robado de "Hielo Rojo" y se dirigieron a ver a Sam.

Como era habitual se encontraba en el local que hacía las veces de tapadera, negocio, fortaleza y base de operaciones. En "El joyero" se reunía una parte de la sociedad que prefería hacer cualquier cosa para mantener el frío fuera de sus huesos y pensamientos. Algunos tocaban música en el escenario que ocupaba la mitad el local, otros comían y bebían en las mesas, algunos usaban las tablas de hielo eterno para esnifar maná picado en polvo, y los últimos bajaban al "Infierno" donde algunos por dinero y otros por placer vendían su compañía y su cuerpo. 

Pero detrás de las bambalinas, en uno de los camerinos que no cumplía esa función se movía dinero y mercancía. Yervonar y sus hombres entraron por la parte de atrás que se usaba para meter nuevos decorados, tramoyas y otros mecanismos necesarios para los espectáculos. El contable de Sam, una Sluagh de nombre Giselle comenzó a tasar sorprendida las cosas que el bardo había traído.

- El jefe está donde siempre. Pero está de mal humor, algo tiene entre las alas que le molesta.- susurró la sombra viviente.

- Será que se le ha vuelto a congelar el maná sobre las alas.- respondió el Ubos.

Al acceder a su reunió con su actual jefe, le dedicó una enorme e insincera sonrisa al pixie que tenía a dos muchachos frotando su espalda para que entrase en calor.

- Otra vez se te congela tu propio maná ¿Eh?

- Nunca es buena idea, pero hemos encontrado poco maná para las rayas, así que me he quitado el abrigo. ¿Qué te trae por aquí?

- Le traigo un generoso tributo al emperador de mi corazón.- coqueteó el bardo.

- ¡Ja! No será eso cierto. ¿Qué quieres? 

- Unos días libres, de forma indefinida, tengo que preparar un número. 

El pixie dejó de prestarle atención. 

- ¿Y supongo que después querrás presentarlo aquí?

- Depende del éxito que tenga. A priorí es una actuación privada para el colegio de bardos. Se supone que tengo que demostrar que mis habilidades han madurado en todos los aspectos si quiero que me permitan acceder a clases más elevadas.

- ¿No crees que el hecho de que desprecias la vida de cualquiera que no seas tú puede cerrarte puertas?

- No pienso presentarme aquí.- respondió el Ubos como si fuera obvio e innecesario decirlo.- Tengo intención de ir a tierras más cálidas. Me han dicho que en Puerto Azul puedes vivir con una décima parte de lo que gastas aquí al día. Espero que el examen también me salga más barato.

- Y de paso sales de la influencia de mis garras. Has pagado de sobra tus deudas, podría lanzarte a mis hombres contra ti, pero usarías tu magia y perdería demasiadas manos útiles. Si quieres irte, vete. No puedo decir que me alegre. 

El Bardo estaba sorprendido de la reacción de su jefe, pero no iba a discutir.

- Tampoco hace falta que me eches ya, pero no creo que vuelva para despedirme.

- Haces bien, la próxima vez que vengas tendrás que pagar entrada.

Con una risotada ambos dieron por finalizada la conversación. Parecía que podría irse sin preocuparse porque le fueran a morder el culo.

Yervonar abandonó el camerino, pero el dios se mantuvo allí observando al pixie que sin escrúpulos extorsionaba a otros. La magia del dios Sluagh hizo que se relajase en las manos de los masajistas y alcanzara un estado de trance

- Harás de tu música mis coros y de tu local un templo. Entonarás mi nombre con reverencia y yo te aseguraré el poder, el placer y el dolor son dos caras de una misma moneda. Talisker es tu dios, y su nombre, al que agradecerá cualquiera que entre por tu puerta.

La presencia del dios se desvaneció, y con ello despertó el pixie de su trance, sabedor de que un dios le había señalado. Haría de su local un templo y de su gente un rebaño.

El Ubos salió del local arrebujado en su abrigo. La mentira sobre su viaje a tierras más cálidas había calado sin problemas, pero se había quedado sin la posibilidad de conseguir hombres de Sam. Necesitaba encontrar otros... voluntarios que lanzar a las ruinas en caso de que hubiera trampas o monstruos.

Así que comenzó a pasar por todas las tabernas de la ciudad. Buscando aventureros y buscavidas, un bien escaso en la fría tierra  en la que él vivía. Al menos lo suficientemente ingenuos para que pudiera aprovecharse de ellos. Era normal que pasasen magos por aquí para coger maná cristalizado, o escoltando caravanas mercantes y quejándose del frío que mordía su culo. 

Necesitaba encontrar de esos, de los que necesitaban dinero para volver a casa. Por ahora necesitaba que los taberneros y sus señoras extendieran la noticia de que buscaba gente, y por eso se pasó la noche actuando gratis a cambio de mantener su anuncio corriendo por la ciudad.

En pocos días, Yervonar consiguió un grupo bastante nutrido de aventureros que necesitaban el dinero para pagarse el pasaje de vuelta al continente. El Ubos se presentó como un rico hidalgo de la zona, que desgraciadamente había descubierto que su dinero sin honra no servía de nada. Aunque sus negocios prosperaban hasta el punto de permitirse dedicarse a la música y la magia por completo, necesitaba prueba de su ascendencia noble.

Por ello les permitiría a todos los que fueran con él llevarse una parte de los tesoros escondidos en la cripta familiar. No le importaba, sus negocios le daban más oro del que allí había, pero necesitaba un objeto en particular escondido en la parte más profunda.

La mayoría de aquellas personas estaban hartas del frío y las largas noches, así que no opusieron muchas pegas a su historia. Después de citarlos frente a su casa en tres días, el Ubos se dedicó a prepararse para la expedición y asegurarse de que no dejaba atrás nada que le atase a su antigua vida. Incluso vendió su casa para tener más oro.

Con ropas adecuadas para su historia y lanzarse al glaciar, comida y un pasaje. Se juntó con aquel grupo de aventureros, cansados, doloridos,fríos y hambrientos, que sólo querían poder irse a sus casas. 

La triste comparsa avanzó guiados por el Incubo, hacia la que sería su tumba, y aún no lo sabían.