Partida Rol por web

La profesora McGonagall había comprendido desde la primera vez que el profesor Dumbledore propuso abrir las puertas.. que aquello podía salir mal. Voldemort amenazaba una vez más.. no se cansará este hombre de siempre.. intentarlo.. parece que no aprende.. y el castillo parecía el único lugar seguro. Pero no. Almas perturbadas y oscuras habían penetrado los muros de este su castillo. Había que defenderlo. No sería la primera vez que la profesora McGonagall se enfrentaba a Voldemort en el castillo o a sus seguidores. Pero esperaba por fin darles caza. Por muy dura que fuera con sus alumnos, se preocupaba por ellos. Faltaban muchos allí en el comedor.. mmm sospechoso sin duda.

- Las barreras están levantadas Flitwick, yo misma lo hice, el castillo está protegido, siempre y cuando nos mantengamos unidos y expulsemos cuanto antes a los seguidores de Lord Voldemort - dice la profesora McGonagall con renovada fuerza - Sí, pronunciad su nombre, de todas formas intentará asesinarnos - dice parafraseandose a si misma.

Mira a todos los presentes. Es... curioso... como si los últimos años se hubieran mezclado en esta sala. Cuando Lorckhart habla siente unos deseos casi irrefrenables de convertirle en una ratita. Pero se contiene. Debe dar ejemplo y tener temple. 

La profesora duda un poco de la cordura de Dumbledore.. al dejar entrar al castillo a nada menos que a Bellatrix Lestrange... pero bueno. Nunca había desconfiado del director, no lo iba a hacer ahora.

Sirius dudaba si presentarse en su forma humana, ya que desconocía las posibles reacciones de los presentes, así que entró con cautela al Gran Comedor.

Caminaba sigilosamente, pero las palabras de Dumbledore y de su prima Bellatrix hicieron cambiar su humor. Si ella estaba allí, ¿Por qué habría él de temer? Dumbledore conocía su historia y muchos de los presentes igualmente, así que se acercó a Bellatrix y tomando su forma humana, le dijo - Tal vez tu maestro te ha abandonado, Bella. No deberías seguir tan leal a él - le dice con una sonrisa burlona, tratando de simular aquellos tiempos con James, en donde siempre se metían en problemas.

Caminó por el lugar observando a todos y se acercó a Dumbledore - Es un error humano, Albus. Incluso a ti se te permite una equivocación - su tono era conciliador y gentil.

Las palabras de Flitwick llaman su atención - Es increíble que nos encontremos encerrados en esta situación y se preocupe usted por algo como mencionar el nombre de Voldemort. Él ya nos ha rastreado, nos tiene en la mira y sólo falta que sus esbirros se manifiesten. Así que concuerdo con Minerva en que no mencionar su nombre no hará que tenga piedad a la hora de asesinarte - su voz era tranquila, pero contundente.

- Lo principal es encontrar indicios de aquellos que se han aliado a él, ya sea por temor, lealtad o cualquier otro motivo que pueda llevarlos a esto. Cada minuto perdido es un minuto que les estamos regalando -.

Parecía que poco a poco los presentes iban entrando en materia. No le sorprendió que uno de los primeros en llamar la atención fuera Gilderoy Lockhart. Rita contuvo con poco éxito un ruido cargado de sarcasmo y desprecio. No dijo nada. El comentario del señor Ollivanders había llamado demasiado su atención.

- ¿De verdad cree que los jóvenes no deberían estar asustandos, señor Ollivanders?

No le dio tiempo a seguir hablandole al legendario creador de varitas. Rita se había convertido en el centro de atención del mismísimo Salathar Slytherin.

- Señor Slytherin, ¿no conoce usted la expresión 'renovarse o morir'? Me temo que las personas ancladas en el pasado son incapaces de entender la belleza y el beneficio de los cambios y la innovación. - La pluma mágica de Rita Skeeter no descansaba ni un instante. - ¡Por supuesto que en su época no había periodistas! Una situación idílica para quienes quisieran actuar en su propio beneficio. ¿No le parece?

Escuchar esas palabras en alguien como Rita Skeeter resultaba demasiado chocante. Sobretodo, teniendo en cuenta la seguridad y convicción con las que las presentaba. Su risa estridente volvió a escucharse tras uno de los comentarios de Sirius Black. - Me alegra que sea usted el que pone el toque cuerdo a nuestra conversación multilateral. Si les parece bien... - miro en primer lugar a Dumbledore y continuó con los demás - ...me gustaría hacer una serie de entrevistas a los presentes. Estoy segura de que serán de gran ayuda en nuestra investigación.

- Siento importunar su extático momento, pero creo que hablo por los presentes al decir que sus deplorables actuaciones no son bien recibidas en una situación tan apremiante como esta. Además de sus ataques gratuitos a personas que tratan de imponer un poco de calma para pensar mejor la situación - señala a Olivanders.

Es cierto que no podían excluir a los jóvenes de esto, pero era natural que se preocuparan por mantenerlos al margen. Eso le recordaba a Molly tratando de sacar a Harry de todo esto, pero era el más involucrado de todos ellos.

- Incitadoras como usted solo empeoran las situaciones como esta -.

El profesor Dumbledore miraba a través de sus gafas de media luna a todos los presentes. No se inmutó ni por un instante cuando se insinuó o, directamente, se habló de su tremendo error.

Pero, ¿qué podía hacer? El lugar más seguro de la tierra era Hogwarts, todos los sabían. Y, sin embargo, en ese momento, lo más sensato era huir de aquellas paredes de piedra y esconderse. Sonaba horrible, sí. Y era lo único que, quizá, mantuviera salvo a todos.

Confiaba en todos los que estaban allí, aunque en el pasado alguno hubiera tenido un desliz o se hubiera adentrado en un camino lleno de sombras. Todos merecían una segunda oportunidad, y ciertos comportamientos debían de verse perdonados a causa de la costumbre de andar entre la luz. El abismo que tragó a muchos de los que allí estaban bien podía haberse cerrado y, Dumbledore lo creía así. Había contemplado la posibilidad de que podían haber penetrado magos tenebrosos en el castillo, pero tan solo era una conjetura. Quizá, estaban realmente a salvo. O no.

        -Es "Ollivander"- tuteó el fabricante de varitas algo molesto. -Sin la "S", señorita Skeeter. Si va a citarme en uno de sus sensacionalistas artículos... tenga la bondad de documentarse... por favor- aclaró mirándola tan fijamente que ésta podría haber llegado a desear que parpadease un poco.

       Aquella mujer quizás seseaba o quizás había cometido un desliz de memoria, pero el anciano mago sí la recordaba perfectamente, a ella y a su varita.

        -Pino, trabajado muy refinadamente, con centro de Fibra de corazón de dragón. Larga... casi treinta y tres centímetros. Bastante rígida- recordó preguntándose si aún conservaría su varita, o sólo su pluma. -Demasiada buena varita...- dijo para sus adentros, aunque a su creer, la varita escogía el mago y no al revés.

        -En cuanto al resto... es lo que nos dice el señor Black- aclaró a la vez que agradecía a éste su intervención. -El miedo no ayuda nadie. Pero creo... que los adultos tenemos una mayor capacidad de sobreponernos al mismo miedo.

        Luego, contempló al poderoso director, silencioso, abatido, y objetó que la opinión general estaba resultando quizás demasiada severa en cuanto a juicio que estaba ejerciendo respecto a aquel error. Pero no elevó su voz, por el momento.

Varios insistieron en que ya de poco importaba pronunciar "su" nombre. En parte tenían razón, y ya no me iba a meter más en ello, el principal problema era encontrar a los servidores del traidor, los mortífagos.

— Vale, vale, nombradlo si queréis, yo solo lo hacía pensando en los niños. Pero si ya están dentro, poco importa — de todas formas yo seguiría sin decir el nombre. Tantos años evitando decir su nombre a los alumnos, e incluso pensar en éste, habían hecho que me acostumbrara a llamarle el innombrable. — como habéis dicho más de uno ahora tenemos que pensar antes de llevarnos por el pánico.

No quería que me malinterpretaran, yo quería actuar contra los mortífagos, de manera dura y sin tolerancia. Pero era igual de importante que no nos matáramos en el camino creyendo que todo estaba justificado. El término "caza de brujas" cobraba un significado demasiado literal para mi gusto en esta situación.

Cuando habló Gilderoy Lockhart, a pesar de su intento de no parecer una adolescente con las hormonas revueltas, no logró evitar el dejar escapar un suspiro acompañado de una sonrisa de puro encandilamiento.

- ¿Eh? -Miró a Fleur, aún algo ensimismada.- ¡Ah! ya, no te preocupes. Estoy bien, de verdad. Son sólo palabras. No merece la pena ni que le preste atención. -Le dedicó una sonrisa a la chica francesa. Fleur y ella no habían empezado con buen pie, en el torneo de los tres magos había hecho algo que no le había gustado nada a Hermione y... bueno, la juzgó mal. Aunque eso cambió, y se alegraba por ello.

Según se iba pronunciando el resto, se dio cuenta de que allí había reunida bastante gente que no soportaba. Generalmente su paciencia era buena, es decir, aguantaba a Ron, ¿no?, pero su paciencia era bastante limitada con aquellas personas que lo único que hacían era soltar estupideces. Y allí había unas cuantas de esas, de las cuales algunas aún ni habían dicho palabra, y casi lo agradecía.

- Es muy fácil quejarse y culpar a los demás cuando no se mueve ni un dedo. -Ni siquiera la miró, pero obviamente se dirigía a Rita Skeeter. No entendía cómo nadie le había roto aquella maldita pluma mágica.

Sí Slytherin se riera lo hubiera hecho en eso momento ante los comentarios de Skeeter. Si que elevó ligeramente las comisura de los labios creando algo que debería haber parecido una sonrisa.

- Solo aprendiendo de errores preteritos podemos evitarlos en el futuro, Lady Skeeter. ¿Vos pensáis que era más fácil actuar en propio beneficio en el pasado? Oh, pero sois perfectamente consciente del poder de la información, y cuan sencillo sería para alguien que controlara los medios actuar a su antojo. Que arma tan poderosa...y tan peligrosa en manos de alguien con aviesas intenciones. ¿No lo creéis también así, milady?- Dijo fríamente, fijando su dura mirada en la reportera. La velada acusación no pasaba desapercibida. 

Sigo la conversación-debate de los profesores y demás... invitados, con especial interés y atención. Mi cabeza salta de uno a otro cada vez que intervienen, creando un fantasmagórico efecto al hacer danzar la larga melena negra como el azabache bajo las brillantes llamas de la vela que pende de la columna.

En silencio, me acerco disimuladamente hasta el asiento de la mesa dónde se encuentra Luna y me agacho para susurrarle al oído.

- ¿Tú... tú estás asustada? - pregunto tímidamente en referencia a las alusiones que se han hecho de nosotros los jóvenes.

Miró con sus saltones ojos azules a Cho, exhibiendo calma en su expresión. A continuación negó con la cabeza dos veces con seguridad mientras balanceaba las piernas adelante y atrás. Le respondió en su tono habitual, que ya de por sí era bajo, pues tampoco le importaba que los demás que andaban gritando, la escuchasen.

- Confío en que, como la otra vez, seamos capaces de solucionarlo. Seguro que Harry acaba viniendo. Él siempre tiene la clave para salvarnos. - paró el movimiento de pies y se centró en asegurarse que tenía los pendientes de ciruelas dirigibles.- Creo que a lo que más debemos temer es a la desconfianza. ¿No crees?

Bellatrix paseaba murmurando para sí misma por el fondo de la sala, con una sonrisa inamovible en los labios y la varita en la mano. Sus ojos desquiciados no dejaban de moverse rápidamente de una persona a otra y sus labios se estiraban con malicia al mirar a algunos. Sin embargo, al escuchar a Argus arremeter contra ella una carcajada brotó espontánea y aguda de su garganta mientras señalaba al squib con su varita.

Su boca estaba abriéndose para pronunciar lo que con toda probabilidad sería una maldición dolorosa para el hombre cuando la voz de Narcissa detuvo a Bellatrix y la buscó con la mirada, mientras ladeaba la cabeza y sus labios dibujaban un pequeño puchero. - Oh, Cissy... ¡Te has vuelto tan aburrida! ¿Es que ya no recuerdas cómo nos divertíamos poniendo a la escoria en su lugar? - Señaló a Argus con la cabeza y después lo miró con una sonrisa entre desafiante y divertida. Parecía estar deseando que el hombre hiciera caso a Narcissa y se atreviese a intentar algo contra ella. 

Fueron las palabras de Salazar las que consiguieron que Bellatrix bajase su varita y mirase al antiguo fundador con un respeto que sus ojos no habían mostrado hacia nadie más que el que había sido su Señor. Ciertamente la mujer parecía más apaciguada hasta que vio a Sirius Black acercarse a ella. Sus ojos se abrieron desorbitados primero y se entrecerraron fulminando al hombre después. - Vaya, vaya, vaya. - Murmuró, mirándolo de arriba a abajo mientras daba una vuelta alrededor de él. - Está claro que aquí dejan entrar a cualquiera. - Espetó con un claro desprecio. - Incluso a traidores a su propia sangre. - Miró al hombre de arriba a abajo antes de que su voz se alzase en un grito agudo. - ¡No me ha abandonado! - Bajó la voz en un siseo. - Sólo me está probando. Tiene que ser eso... Tan sólo una prueba... 

La idea de haber sido abandonada a su suerte era demasiado para la mujer, que comenzó a moverse de nuevo con pasitos cortos mientras musitaba otra vez para sí misma de forma ininteligible. Pero no tardó en volver a reír y alzar su voz. - ¡Si él está aquí, estáis todos condenados!

La conversación había avanzado desde el anuncio realizado por el director, todos por supuesto habían asumido la certeza del mismo. Y aunque tardó, esa risita aguda interrumpía los desvarios de los presentes haciendo notar a Umbridge.

- ¿Mortífagos? ¿En Howards? Primero buscas desacreditar al Ministerio afirmando sin motivo que esta bajo el control un mago oscuro ¿Y ahora aquí? - da un barrido visual al resto de la sala - Espero que nadie en su sano juicio le esté tomando enserio. 

Podía estar más o menos claro el retorno de Voldemort, pero Umbridge se obcecaba en negarlo a toda costa desde el principio. 

Asiento lentamente con la cabeza a la respuesta de Luna mientras mis ojos se posan en el espectáculo que discurre a nuestro alrededor. Mi mirada se pierde en el devenir vaporoso de Bellatrix, caminando de arriba abajo haciendo aspavientos exagerados con las manos que, junto a la maraña que es su cabello, moviéndose descontrolada en todas las dimensiones posibles del espacio y, quizás, del tiempo, no hacen sino conferirle un aire de auténtica locura a toda su actuación.

- Desconfianza... - repito para mi misma las palabras de Luna.

Dejo de mirar a la Lestrange por un momento y vuelvo mis ojos hacia mi rubia compañera. Una sonrisa se dibuja en mi semblante de lado a lado.

- Entonces será fácil saber cuál es el camino a seguir. - afirmo a su pregunta. - O, al menos, es fácil saber en quién confiar... y en quién desconfiar. - le guiño el ojo con un gesto de complizidad.

Luna siguió la mirada de Cho hacia Bellatrix, observando de manera risueña sus movimientos, aspavientos y quejas, pero sin decir absolutamente nada. Después retomó la vista a sus pies descalzos antes de que su compañera se dirigiera nuevamente a ella.

Le sonrió, pero no asintió a su comentario, mirándola fijamente. Se encogió de hombros y enfocó su mirada en Skeeter, Slytherin, Umbridge e incluso en Bellatrix mientras hablaba:

- A veces no es oro todo lo que reluce. Ni carbón todo lo que oscurece. A veces incluso las personas cambian a causa de los torposoplos porque les entran en la cabeza y les confunden. Pero por suerte nosotras podemos verlos.- le enseñó sus gafas extrañas- ¿Quieres probar?

Una sonrisa cargada de superioridad e indiferencia fue lo único que recibió Sirius Black. No pasó igual con las palabras de Hermione Granger.

- Querida, tan metomentodo como siempre. No entiendo por qué tanto odio a mi respetada profesión. Te iría como anillo al dedo... - Le dedicó una sonrisa aparentemente cordial pero cargada de desprecio. 

- Un pequeño desliz, señor Ollivander - esta vez hizo hincapié en la pronunciación de su apellido. - Si hiciera un poco más de vida pública quizá no nos confundiríamos. Pero bueno, cada uno tenemos nuestras costumbres y manías... ¿no? En cualquier caso, gracias por la corrección.

Parecía que, por alguna razón, Rita Skeeter había decidido controlar su lengua mordaz. ¿Sería el haberse convertido, de repente, en el foco de la frustración de gran parte de los presentes? Algo bastante injusto, aunque más que útil para la exitosa periodista. No era su culpa si la gente era incapaz de lidiar con sus problemas. 

- Una arma muy poderosa, señor Slytherin. - Su rostro reflejó el orgullo que sentía tras escuchar esas palabras. - Por eso, quizá mientras hablamos aquí El Profeta está siendo ya controlado por el poder oscuro. Pero no se preocupe, su eminencia. Me tiene a mi aquí para dejar plena y fehaciente constancia de lo que ocurra entre estos muros. - En su rosro apareció una indescifrable sonrisa - Si me concede una entrevista estoy segura de que cambiará su perspectiva. 

Abro los ojos de par en par ante la oferta de Luna por un momento. Mi sonrisa se ensancha tanto que deja entrever una perfilada hilera de dientes blancos. Un instante después, recuerdo mi rigurosa y disciplinada educación y vulevo a esgrimir la sencillez y timidez de mi faz habitual encogiéndome al unísono de hombros.

- No... - comienzo en voz baja - No se si debería... - le contesto con la boca pequeña.

Alzo de nuevo un poco los ojos hasta cruzarlos con los suyos.

- ¿Qué se ve? - un destello de rebeldía se dibuja en mi mirada como única constancia del conflicto educacional-generacional, disciplinario-antidisciplinario, tradicional-revolucionario, que transcurre en mi interior.

La situación se estaba yendo de madre y Lockhart ya había dado lo mejor de sí para intentar calmar al colectivo. Ante sí se abrían tres posibilidades que marcarían su futuro: proseguir con sus intentos de calmar los ánimos y de ofrecerse para hacer cosas con el riesgo de que le tomaran la palabra, callarse y no decir nada más o ponerse del bando acusador, que ahora mismo parecía contar con muchos más argumentos que el defensor.

Llevó su mano derecha con ademán pensativo al mentón y por fin tomó una decisión, la de intentar permanecer a caballo entre ambos bandos. Sonrió nuevamente como si aquel gesto ensayado no hubiera desaparecido nunca de sus atractivas facciones.

- Amigos míos, ¡tranquilos! ¿De qué nos sirve atacarnos unos a otros? ¿Acaso esperáis que si acusáis a la encantadora señora Lestrange acabe por admitir que está aquí de infiltrada? - pretendió bromear, soltando una risa estúpida y crispante que provocaba que más de uno tuviera ganas de borrarle la sonrisa de un puñetazo, algo que el hombre pareció no percibir -. Todos cometemos errores, mi buen amigo Albus el primero como él mismo ha admitido, podemos solucionarlo, pero generando más confusión no iremos a ninguna parte - qué discurso tan inspirado. Estaba orgulloso, seguro de haber escuchado aquello de alguno de aquellos magos que habían caído en el olvido. Con un poco de suerte, a nadie se le ocurriría preguntarle sobre qué proponía. Y por eso hizo lo que mejor sabía hacer, a parte de borrar la memoria a grandes magos y brujas de todo el mundo. Hablar de sus falsas aventuras -: Recuerdo aquella vez en una pequeña aldea de Alemania cuando todo el mundo sospechaba que el hombre lobo que estaba atacando a la población era un anciano pescador, y mientras se debatían por sacrificarlo el verdadero licántropo atacó a un bebé, aprovechando la distracción de todos los demás. Fue una suerte que yo estuviera ahí para salvar al desdichado niño y apresar al verdadero licántropo, que resultó ser la fu....frutera del pueblo.

La gata se adelantó a su amo y bufó contra Bellatrix cuando empuñó su varita. ¡Fffffffu!