Partida Rol por web

Lágrimas de Poder

Capítulo I - Génesis

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16/10/2013, 19:43
Selah Martius

Las toses terminaron bruscamente con la historia, atacando sin compasión al viejo narrador. Su hija se apresuró a acercarle una bota de vino especiado, un brebaje que parecía llevar siempre consigo. Desde luego el traqueteo del carromato no ayudaba, y no parecía que la tranquilidad del paisaje calmase los achaques del hombre.

             

La muchacha observó con la dedicación de una sanadora mientras su padre bebía con dificultad, pero sus ojos no tardaron en desviarse hacia el horizonte, hacia una columna de jinetes que se acercaba en la lejanía. El que tomaban era el único camino, y no cabía duda de que pronto se cruzarían con ellos.

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16/10/2013, 19:45
Vincent Martius

No sé cómo agradecerte que aceptases acompañarnos -consiguió articular el viejo tras las últimas toses- Mi hija y yo somos presa fácil para los bandidos, y hay rumores de que el bosque de Cozal se está llenando de bestias salvajes.

Desde luego, lamento no haber podido retribuirte como mereces... -aquello resultaba cegadoramente cierto. Incluso con su escaso interés por lo material, Nüll solía cobrar unas veinte monedas de plata al día por escoltas de este tipo. Seguramente habría quien pagaría cincuenta piezas de oro por su talento, pero eso llamaría demasiado la atención, y no era algo que le atrajese.

Y sin embargo, en esa ocasión había hecho una excepción: se tardaba más de cinco días en viajar desde Bendeck a Berke, pero el pago total sería de tan solo cuarenta platas. La joven había tenido que vender un par de vestidos para pagarle la primera mitad, y el resto se las entregarían al llegar a su destino.

Hay quien pensaría que alguien como yo debería estar ya retirado, descansando en su casa junto al fuego, pero lo cierto es que apenas consigo para mantenernos como historiador ambulante -soltó un bufido despectivo- Aunque lo que me piden en todos esos puebluchos poco tiene que ver con la historia.

El hombre miró largamente a Nüll, sin apartar la vista ni dar ninguna muestra de repulsión por las vendas que ocultaba bajo la capucha. Eran unos ojos amables, profundamente humanos- Si puedo hacer algo por ti no tienes más que pedirlo.

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16/10/2013, 21:13
Hans Weisser

Bueno, podríamos extraer los malos humores con sanguijuelas, eso desde luego no hará ningún mal. Aunque no soy capaz de catalogar con absoluta precisión tu dolencia, estoy al tanto de las últimas investigaciones de la Gran Universidad y yo diría que un poco de descanso y abundante agua pura...

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16/10/2013, 21:14
Narrador

Koft salió pesadamente de la casa del doctor y, por primera vez en mucho tiempo, fue plenamente consciente de su propia mortalidad. Había estado semanas buscando a un sanador tan reputado como aquel, había viajado hasta la lejana ciudad de Bendeck con el único propósito de visitarlo... y ahora tenía menos esperanzas que al principio.

             

A pesar de su ensimismamiento, el ambiente de la calle le hizo ser vagamente consciente de que era día de mercado. A esas horas de la mañana apenas había un par de puestos montados, pero aquello no le disgustaba: tenía la costumbre de controlar siempre los alrededores, y eso se volvería francamente difícil cuando la gente empezase a amontonarse delante de cada tienda y las calles principales se obstruyesen.

El asesino caminó sin rumbo por la calzada de piedra, en un débil intento de olvidarlo todo, de que aquella agradable brisa arrastrase la enfermedad fuera de su cuerpo. Las runas le guiaron por entre la creciente actividad, esquivando tenderos y compradores por igual, como una flecha que vuela sin detenerse hacia su destino. Resultaba curioso ver como las mercancías de mayor colorido eran de las últimas en mostrarse, un indicativo de lo despierta que estaba la ciudad en cada momento.

Por supuesto, junto a los objetos de valor aparecieron los ladrones más madrugadores. La mayoría parecía actuar ya por pura rutina: evaluaban mecánicamente a los viandantes, decidiendo en pocos segundos si merecían o no la pena y actuando en consecuencia. En una ciudad como aquella nadie se arriesgaba demasiado, y menos aún los criminales. El comercio traía dinero a espuertas, por lo que resultaba mucho más productivo esperar a una bolsa grande y poco vigilada -que las había- a arriesgarse muchas veces con pequeñas cantidades.

En cierto modo, aquellos chiquillos le recordaban su disipada infancia. Él también se había visto obligado a robar para comer, pero dudaba mucho que alguno de ellos lograse llegar tan alto como él. No, para eso haría falta un maestro que les guiase y entrenase, o bien una suerte indestructible que les permitiese ir ganando experiencia con los años. Una suerte que rivalizase con la del propio Vanderspeigle.

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16/10/2013, 21:16
Sven

Y como flecha que era, acabó llegando a su destino. El puesto en concreto estaba situado al lado de un callejón, y refulgía con la ingente cantidad de cubertería que tenía expuesta. La mayoría era de hierro o cobre pulido, pero había algunas piezas de plata colocadas en pequeñas bandejas elevadas, casi altares, que destacaban por su gran acabado.

Tengo auténtica plata de Shivat -le aseguró el mercader con una hospitalaria sonrisa. Su mirada le asemejaba a un lobo acechando a su presa, pero no se podía negar que el material era bueno. Y, por descontado, ahora Koft sabía con seguridad que alguien le estaba siguiendo.

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17/10/2013, 12:43
Narrador (Vigilia)

El sol iluminó los grises campos de Kanon, una luz mortecina que apenas calentaba el alma. Las pisadas de Naiáh hendían el mundo con su poder, un rastro que se alejaba de Berke y se encaminaba hacia el este, a aquello que la obsesionaba. Como siempre, las distancias parecían distorsionarse a su antojo: apenas un pestañeo, y Aquello se alzaba frente a ella.

O sería más correcto decir Ellos, pues parecían cientos de descomunales entes, una masa de energía tan desgarradora que Naiáh sólo podía ver su negrura. Era un gigantesco vórtice en la Vigilia, un cúmulo de oscuridad que la atraía y en el que podía ver reflejada su propia muerte.

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17/10/2013, 12:43
Narrador

       

Iwan se despertó en su habitación, con un sudor frío pegado a la piel. Había muy pocas cosas en ese mundo que pudieran hacerle temblar, pero aquella Oscuridad... contemplar un poder tan primigenio habría vuelto loco hasta al más valeroso de los hombres, pero él se adentraba en la Vigilia cada noche y regresaba ileso. Cada vez acercándose un poco más, avanzando con infinito cuidado hacia Ellos.

Sus huesos chascaron como los de un anciano al levantarse, pero sabía que aquel entumecimiento al despertar era un pequeño precio a pagar. Sin prisa, buscó su ropa por el abarrotado desván que le servía de habitación y se vistió metódicamente. Para una familia humilde era una auténtica muestra de prestigio el tener una casa de dos pisos, y Kirran sólo había podido ampliar la suya después de que Iwan llegara.

En aquellos momentos el marido estaría trabajando en los campos, y su esposa seguramente se habría ido a los puestos de verdura fresca. Tampoco es que le preocupase; bajó lentamente las escaleras y sacó de la despensa un poco de pan y cecina.

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17/10/2013, 12:45
Neil

La puerta trasera tembló al abrirse con estrépito, y el pequeño Neil entró corriendo en la habitación- ¡Iwan, Iwan! -le llamó a voces, incapaz de contener su entusiasmo- ¿Sabes qué? Tom me ha dicho que te diga que hay unos forasteros muy interesantes en la posada -sonrió, satisfecho por haber transmitido el importante mensaje.

Era fácil recordar a Tom, sobre todo porque había sido uno de los primeros en incorporarse a la red de informadores que Iwan había ido extendiendo por Berke- Me he portado bien, ¿verdad? ¿Podemos ahora ir a volar? -el niño cogió impulso y se colgó de un salto del ala derecha de Iwan, un ala que no debería estar ahí y que solo Neil podía ver- ¡A volar!

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17/10/2013, 12:46
Narrador

Como si hubiera estado esperando el momento preciso en el que la ilusión de Iwan se vería comprometida, alguien llamó a la puerta principal.

¿Iwan? Tenemos asuntos pendientes -incluso a través de la recia madera podía reconocer esa voz: todavía no había tenido oportunidad de acercarse a él, pero sabía que se trataba de uno de los nobles rurales que imponían su voluntad en Berke. Por supuesto, jamás había tenido ningún trato con él -era demasiado pronto para eso-, y mucho menos un "asunto pendiente".

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17/10/2013, 21:30
Nüll

- No tiene importancia, anciano -respondió la voz seca y rasposa de Nüll- Habría emprendido este camino de todos modos, pero viajar con compañía siempre resulta más agradable. Y el dinero no es un problema; solo necesito lo suficiente para pagar unas pocas noches en una posada.

Y lo decía con sinceridad, aunque por su aspecto nadie esperaría amabilidad de una criatura como él. Era habitual que la primera impresión que se llevase la gente de él fuese de miedo y desconfianza, un ser roto y maltrecho en constante sufrimiento por las heridas que ocultaba con sus vendajes y con un caracter tan siniestro como su aspecto, pero lo cierto es que Nüll hacía tiempo que había dejado de sentir dolor físico, y su mente era más parecida a la de un jóven ávido de aprender nuevas cosas, que a la de un asesino. Sin un pasado y sin recuerdos a largo plazo que fueran más allá de una confusa neblina, Nüll había tenido que construirse una nueva vida, un proceso en el que aún estaba trabajando.

No se preocupó demasiado por los jinetes que venían en dirección contraria. Seguramente también fuesen viajeros, o quizás una patrulla de soldados. Si fueran bandidos o algo de lo que preocuparse no los habría visto venir de forma tan directa.

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17/10/2013, 22:31
Cassandra Arganan

Cassandra caminaba entre el colorido y bullicioso callejón arrebujada en su capa, llevaba puesta la capucha de forma que la amplia oquedad de ésta hacía que sobre la mitad superior de su rostro se proyectara una sombra que ocultaba los enormes ojos zafiro y así desdibujaba las facciones de muñeca que conformaban su expresión facial. A los lados del rostro, cayendo desde la oscuridad de la capucha, se veían largos y sedosos mechones de un blanco tan puro que su sombra parecía azulada, como la de la nieve en las altas cumbres durante el invierno.
A su espalda,ajustando la capa y en diagonal desde el hombro derecho hasta la nalga izquierda, colgaba la vaina de una espada bastarda que, si bien parecía aparatosa para llevar, sin duda con el tamño de la joven era la forma más cómoda para llevar.

Sus pasos iban a la par que los de su hermano, pero eran más ligeros que los de él, como si bailara en vez de caminar. Los labios entreabiertos, la única facción a descubierto por la sombra que ocultaba parte de su rostro, expresaban una mueca de dulce esperanza parecida a la de un niño durante la época de la natividad. Sentía el corazón a punto de salírsele del pecho por la emoción.
Estaban tan cerca... podía sentirlo, en menos de lo que esperaba estarían de vuelta a casa, con sus señores padres.

Solo que esta vez sus señores padres no serían marionetas, serían de nuevo ellos y volverían a ser una familia feliz.

Curvó las comisuras de los labios en una sonrisa comedida y se llevó una pálida mano al broche de la capa obsidiana que la cubría, en un gesto simbólico de calmar la emoción de su corazón.

Delante se mantenía su extraño guía, el anciano harapiento que les prevenía de las mercancías que flamantemente lucían en los puestecillos del callejón. Cuando llegaron ante la puerta la joven muchacha de cabellos níveos podía rememorar dónde vio esos mismos grabados,en su mente en el polvoriento suelo se dibujaron pequeños círculos, primero eran pocos y aparecían de forma espaciada, pero poco a poco aparecieron más, acorde con la intensa lluvia que pronto se convirtió en un auténtico chaparrón. Cassandra metió los brazos dentro de la capa negra tal y como había hecho en esa ocasión para resguardarse de la lluvia saliendo de su momentánea divagación. Se removió ligeramente al detenerse y la capa se movió a su alrededor mientras su sombra bailaba a sus pies.

Acabó por dirigir su rostro en sombras hacia el anciano, observando la mano con la palma hacia arriba esperando un dinero que se le había prometido en pago por sus servicios.

-¿Ben?-preguntó con sencillez sin hacer amago alguno de pagarle, su voz sonó casi como un susurro dulce pues el timbre de la jovencita no solo era tenue sino que era agudo y suave, una voz que no podía guardar ningún tipo de malicia o picardía pues evocaba la viva imagen de la inocencia.

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17/10/2013, 23:07
Iwan

Naiáh flexionó las rodillas para ayudarse a bajar a Neil. No podía evitar dibujar una sonrisa en su rostro cuando veía la cara de aquél niño que le había aceptado tal y como era, y la sensación de paz y felicidad, tan extrañas para ella le invadían desde hacía un tiempo con bastante frecuencia. Con aquél chico podía sentirse ella misma. Pero algo les interrumpió.

El noble? No tenía ningún motivo para tener ningún asunto con él. De hecho él ni siquiera debería conocer a Iwan. Pero su red de influencia crecía día tras días con las adecuadas palabras puestas en los oídos adecuados, y no sería de extrañar que empezase a ser conocido en la zona. Esperaba por su bien que sólo fuese por la zona. Esta vez se agacho y, mientras le ponía la mano en la cabeza, le dijo en voz muy baja al oído:

- Lo has hecho muy bien Neil. Si puedo esta noche, cuando la oscuridad nos proteja, volaremos. - Le casi prometió al chico. A Naiáh no le gustaba prometer nada, nunca sabía uno lo que deparaba el destino, pero nunca había fallado al chico por el momento. - Ahora saldré un rato, e iré a ver a esos forasteros. - Naiáh cogió las llaves de casa.- Cerraré con llave.

Iwan se encamino hacia la puerta con tranquilidad.

- Asuntos pendientes conmigo? Que Dios me coja confesado. Ahora mismo iba a salir...- Dijo mientras abría la puerta con cierta cautela y se fijaba si, en realidad, era aquél noble.

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17/10/2013, 21:40
Alice Payne

Alice respondió al instante, ávida en adrenalina. Su voz no iba tanto para Jarson como para los niños, volcado esencialmente su significado en estos, menos fríos, racionales y lógicos bajo aquella inhumana presión. Alice brillaba por el Arconte en cuanto a sociabilidad se refería.

- ¡Jarson!- vociferó Alice alzando, pero no más que el Arconte, la melosa voz-. ¡Sé amable!- le espetó secamente, aunque no por ello perdiendo un aire afrutado y dulce. Sonaba a cóctel de regañina, orden, queja, petición y sufrimiento-. Seguid, vuelvo en un pestañeo- terminó confiada e inocente justo antes de evaporarse. Evaporarse en un sentido metafórico, claro. Simplemente, desapareció.

Hablar le llevó un instante dicho a la carrera, cual criatura que no precisaba de tomar aliento. Del mismo modo, mientras expelía palabras, sin gestos ni voces la más que agraciada mujer llamó para si y sin esfuerzo alguno las fuerzas del flujo y telar de almas. Tal era su dominio de lo arcano que ni el pestañeo necesitó. A cada hebra de magia invisible al ojo mundano se unió la cultivada y sobrenaturalmente aumentada habilidad pasiva de ocultar su efecto, más por costumbre que por necesidad dada la lejanía de la Inquisición y su cruz manchada de sangre.

Ante los ojos más expertos, aquellos capaces de Ver la Magia y superar su Valoración Mágica, la visión de Payne se habría tornado etérea, mágica. Su habitual color de iris, ámbar como se vería en un futuro, había sido sustituido bajo la superficie por un morado de absenta, con un símbolo arcano grabado. Sus pestañas quedaban coronadas por un halo de energía, y las venas que ascendían desde el inferior, cuales ojeras, quedaban marcadas como tentáculos por un cálido tono violáceo oscuro. Lejos de lo que pudiese parecer, resultaba más fascinante que aterrador, y daba un toque místico y exótico a alguien que de por si ya combinaba ambas facultades. Si no podías ver la magia, naturalmente, mala suerte.

Así pues, sus sentidos se aguzaron y los sonidos del ulular del viento y el mecer de las ramas vieron redoblada su intensidad en la cercanía. Alice miró cuan largo era el camino que se extendía ante el grupo, pues en un futuro quizás requiriese un rápido atajo allí, y grabó a fuego la imagen en su mente. Pestañeó, tal como dijo en su última palabra verbalizada, y simplemente, desapareció. Ligera como una pluma y suaves sus pies sobre la tierra avanzó a ojos abiertos como una sombra que se movía a través de sus hermanas. Más rápida que cualquier caballo y, a todas luces, una de las entidades vivas más veloces de Gaïa. A saltos, rompiendo la realidad en bucles que se extendían sin fin ni decanos a lo largo de toda la realidad, lo cual no hacía sino redoblar lo tétrico que resultaba el bosque ahora que tenía una figura como Alice vagando por el mismo a velocidad, ya no de sonido, sino lo siguiente.

Cribó en segundos, segundos en que sólo podías dar un pestañeo, y barrió en rejilla, abarcando por hileras la zona en la que podía estar el joven ateniendo a su yo sensorial. Quizás hubiese habido una forma más sencilla de realizar aquello, pero si así era, en aquella fracción de segundo en que tenía la mujer para pensar, pese a su intelecto sobrehumano y casi divino, no la encontró. Bastante había tenido con reaccionar a velocidad superior al ruido.

Bueno, miento. Encontró varias, pero no consideró que fuesen más sencillas, y menos que fuesen tan eficientes atendiendo a la probabilidad. Recurriendo a las fuerzas del flujo de almas podía sentir el calor, la vida, o incluso las emociones, pero consideraba que todo aquello era, en aquel momento, sumamente circunstancial. No podría distinguir fuentes de vida, podía confundir el calor del chico con el de un ciervo, y podía sucederle lo mismo con las emociones como el miedo. Confiaba en que un método de abordaje más directo y personal era idóneo. 

La apariencia de Alice era, pese a todo, un poema. No uno rosado y agradable, sino gris. Su Guardarropa, mimetizado a cada situación por naturaleza, era un lujoso vestido de noche, hecho de rejilla negra, dejando a la vista una piel tostada, de color café, morena, lisa, pura y con saliva en boca ajena al evocar el sabor del chocolate.

El traje fundía la atrevida y pícara telaraña negra con salpicadas obras decorativas con forma de collar, cinturón, guantes, brazaletes, hombreras y rodilleras, siendo estas tres últimas piezas ínfimas en su extensión, como gruesas y extensas eran sin embargo las tres primeras. Las seis doradas como el oro y haciendo de cárcel para lo que parecían pequeñas gemas rojas que recordaban a rubíes.

Para rubí a juego el tono de sus labios, rojo como el fuego e intenso un volcán, claro contraste con su impoluta piel perfecta al tacto, y con su cabello, blanco como una anciana, como el cielo con nubes, o como el marfil o el cuarzo. Sin embargo, lejos de todo, simplemente emulaba a una Daevar.

Sus ojos dorados, de un ámbar o miel, eran en realidad un castaño claro exótico y dulce, profundo en su mirada enmarcada por unas cejas tan níveas como el cabello. Más allá de estas dos muestras, Alice, o mejor dicho, Circa, como su falso alias de trabajo entre tantos indicaba, no había vello alguno en su cuerpo, eliminado en apariencia como si de una princesa excelentemente mimada y cuidada se tratase.

Naturalmente, no corría así por el bosque en plena huída de la Inquisición y con seis juventudes sobrenaturales corriendo a su lado. Sobre todo ello, un hábito que se fundía con el marrón, verde y gris del bosque, camuflando ligeramente su aspecto a los ojos menos inexpertos. Una capucha la abrigaba, cubriéndole la nuca y manteniendo su cabellera dentro de la capa, bajo la cual también estaban sus pertenencias del momento recogidas en un petate.

Sólo se veía su calzado al alzar la capa con un revuelo en la carrera y su rostro al verla de frente, envuelto en sombras el mismo bajo el manto. Los botones se cerraban delante suya, convirtiéndola en una mujer abultada ligeramente por unos senos moderados bajo el anodino ropaje exterior. Pese a todo, mirarla al rostro suponía ver separado de los labios un suspiro y de la mente la volición de haber hallado una musa arrancada de los cielos.

Era perfecta. Su capa ondeaba al compás del viento, y casi del tiempo. Su mecer era grácil y henchido por un Estilo que convertía el ulular del bosque y los rayos del cielo en una sinfonía a su alrededor, sincronizada y dedicada sólo para hacerla brillar como una estrella. Era Perfecta. Física y socialmente hablando, sin peros.

Así pues, tras toda una parcialmente trivial explicación sobre la apariencia y presencia de tamaña mujer, simplemente resumir de forma simple lo que ha llevado innecesariamente demasiado narrar. Que Alice, El Súcubo Morado, Lilith, Circa en aquel momento, simplemente clavó su vista en el horizonte, hizo lo que debía hacer por mil razones que Jarson Draig entendería pasado un segundo o pasados cien mil, y partió inclemente como la tormenta y rápida como la muerte en pos de aquel demonio tan valioso y, pese a todo, inocente a la par que incapaz de valerse por si mismo.


Sigilo 147 (Muy Difícil). Buscar 153 (Muy Difícil). Valoración Mágica 328 (Inhumano).

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18/10/2013, 02:48
Edrian Mysh'

El camino desde Alberia hasta Kanon no era precisamente corto. Había que cruzar todo Abel y por supuesto, tratándose de dos Zigeuners, evitando poblaciones densas como Arkangel, donde los permisos que tendrán que solicitar para poder actuar serían abrumadores. Siempre era mejor parar en poblaciones pequeñas donde un alcalde local o noble menor, actuando como cabecilla dictatorial, podía ser facilmente convencido o sobornado, permitiendo a ambos hermanos hacer un alto en el camino, llevar a cabo algunos intercambios o simplemente ganarse unos cobres. Una práctica que permitiría mantener su coartada escondiendo al mundo lo especiales que eran aunque no su sed de aventuras.

Por todo esto el trayecto duró algo más que unas semanas. Algo mas de un mes de su vida habia sido desperdiciado en un viaje que pocas aventuras les habia reportado, pues ambos, sabían que cuando tía Viorica te hacía llamar, era mejor no hacerla esperar. No por las consecuencias de la desobediencia, sino que eran muchos entre los Zigeuner los que conocían de sus habilidades,y cuando te llamaba, algo importante tenía para ti. Por tanto, este pensamiento, instaló las prisas en los hermanos que se apresuraron en acudir a la llamada de una tía que, primero, no sabían si era biológica, y segundo, ni siquiera conocían. Motivo por el cual casi no salvaron a hijas de campesinos de las bestias del bosque y coquetearon con las doncellas de los nobles.

Por supuesto, ambos hermanos eran inagotables y poseían nervio suficiente para que un viaje tan largo y repetitivo, carente de emociones, se les antojara tedioso. A pesar de ello cada uno buscó la manera de entretenerse mientras sus dos burros, Pisador y Trotador eran sus nombres, muy inteligentes, eran los que guiaban el viaje de manera casi autónoma. Por supuesto, a este pesar se tuvo que sumar el de abandonar Alberia, pues aunque los hermanos no eran de los que se ataban a un lugar o nación concretos, sí que habían disfrutado de su estancia en el lugar. Allí, las poblaciones pequeñas dependían de bardos y de viajeros como lo eran ellos, así que a pesar de las reservas que poseían hacia la etnia de Randie y Edrian, los trataron muy bien y eso por no hablar de la hospitalidad de los Tuan Dalyr, añadiendo así, un matiz de nostalgia al viaje.

Edrian concretamente decidió pasar el viaje llevando a cabo una de las actividades que más le agradaba, la música. Comenzó a cantar canción tras cancion de manera incansable, agotando su repertorio y alargando el momento de llegar a una de las más largas y divertidas, una que le gustaría especialmente a su hermano por lo pegadiza y atrevida de la misma. “Las delicias de Sor Bernadette” era una de esas canciones populares que se escuchaban en todas las tabernas una o dos veces por noche. Popular donde las haya y por tanto abierta a la modificaciones de todos los tipos. Una de aquellas canciones de la cual uno nunca conocería todas las estrofas aunque le dedicara una vida entera, pues cada borracho y cada bardo incluían una nueva día tras día.

La canción traía de todo, desde recetas de cocina, el auténtico origen de la canción, o eso creía Edrian, hasta estrofas picantes, aprendidas en su mayoría en el “Súcubo Morado”. La cuestión es que ni las muchas horas de canción que el chico conocía fueron suficientes. Gastadas estas, se dedicó a contar las muchas historias que habia logrado memorizar, todas ellas ya escuchadas o vividas por Randie. Pero aun así no fue suficiente y dedicó largo tiempo de carro a escribir, incansable, pergaminos y pergaminos, con las hazañas llevadas a cabo por ambos gemelos.

Las sesiones de escritura fueron la última baza de Edrian antes de que el tedio le superara hasta niveles abrumadores, optando por dormir en el viaje siempre que la calzada era suficientemente recta y estaba lo suficientemente vacía para que los burros se valieran por sí mismos.

Precisamente durmiendo estaban ambos, cabeza contra cabeza cuando uno de los burros rebuznó, parándose ambas bestias con algo de suavidad.

Cuando los hermanos abrieron los ojos contemplaron el tráfico de gente que pretendía entrar en la ciudad, como ellos y que abogaba por apalancarse a los lados, a la espera de su turno. Por supuesto, imitaron a los demas, momento que Edrian aprovechó para sacar un laúd y ponerse a tocar, con un cuenco en el polvoriento suelo.

Fue al día siguiente cuando por fin les tocó el turno, pero no de pasar, si no de ser registrados hasta en las ruedas del carro, y por suerte pudieron conservar la ropa, porque de no ser así y con lo meticulosos que fueron los soldados, pronto la gente de los alrededores habrian descubierto el otro encanto Zigeuner, y hasta que punto eran iguales los gemelos.

Parecía que a pesar de demostrar que estaban limpios, el jefe de la guardia estacionada en la puertas pretendía conseguir problemas con dos chicos mucho menores que él y aparentemente más indefensos.

Ambos hermanos giraron la cabeza a la vez, para mirarle, sonrieron a la vez aunque con distintas intenciones y abrieron la boca al mismo tiempo para hablar. Desde la perspectiva del líder aquel gesto tuvo que ser un poco… inquietante. Por supuesto, Randie tomó la iniciativa en la palabra, empeorando un poco las cosas.

- Pues venimos tal y como dice usted, a robar. Pero no se preocupe, somos profesionales del antiguo arte del hurto, solo ofrecemos el mejor de los servicios. Nada de molestos tirones de vuestro monedero, ataques en oscuras callejuelas o atracos de segunda categoría. Como bien ha dicho, tenemos todo un linaje de experiencia. - Se bajó del carro y se dirigió a la parte trasera, para empezar a enseñarle los trastos a los guardias.- Estoy siendo sarcástico, por supuesto. - Aclaró.- Tenemos un familiar en la ciudad, solo estamos de paso. Con suerte, solo contaminaremos su bella ciudad durante unos días. Es posible que hasta ofrezcamos algún servicio, como ve, mi hermano porta un violín y es extremadamente experto en su uso. Hay quien agradecería que llegará a su ciudad para iluminarla con su arte, hay incluso quien pagaría por ello. Pero no es que esté implicando nada sobre usted, ¿eh?

Mientras Randie hablaba, la cara de Edrian iba mutando poco a poco, sin creer que su hermano lo volviera a hacer. Habia momentos para ofender a alguien en respuesta a una ofensa, y momentos para agachar la cabeza y ante la guardia de una ciudad como esa, mejor portarse.

- Mi señor. - Ahí terminaban los conocimientos de la etiqueta de Edrian, aunque su experiencia decía que tratar con tales cortesías a un soldado tan bajo como ese solía ser suficiente para hacerles sentirse importantes y aplacar en parte su ira. - Disculpad a mi hermano, que siempre fue rudo en el arte de la plática. - Bajó del carro abriendo el otro lado de la lona para mostrar los cacharros inútiles. Lo más valioso que tenían eran los pocos instrumentos de música, todos viejos y desgastados, muestra de ser heredados durante generaciones y poco más valiosos que unos pocos cobres. - Como ve no tenemos nada peligroso, ni siquiera de valor. Como dijo mi hermano con malas formas, venimos a ver un familiar, tal vez trabajar de manera honrada un par de días, tocando en una taberna. - Se señaló a sí mismo. - O ayudando al posadero. - Señaló a Randie. - En un par de días estaremos fuera de aquí, y usted jamás habrá recibido queja alguna de nosotros.

Ninguno de los hermanos era estúpido, sabían jugar con las personas y con la lengua, aunque cada uno tenía su estilo. Edrian además contaba con favores de seres que no conocía, para calmar las situaciones más complicadas, y con un encanto natural en sus gestos que paliaba un poco el racismo de las personas.

- Permitame mostrarle nuestra sinceridad, permita que toque para estas gentes de bien que esperan en la puerta su turno, estoy seguro que un poco de entretenimiento hará la espera más llevadera y su trabajo más soportable, mi señor.

“Eres bobo o te sorbió el seso una polilla de Moth” El pensamiento de Edrian no llegó palabras por palabra a Randie, pero la idea, el concepto en sí mismo si, con esa comunicación mental que gracias a viejos amigos y a sus objetos místicos, habían obtenido.

 

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Notas de juego

Encanto: Edrian tiene un encanto natural, algo que atrae a la gente.

Gracia: Gracias a Gabriel, la gente siempre es capaz de ver algo hermoso en Edrian, a pesar de su etnia.

Entiendo que estas dos habilidades son pasivas y están activas en todo momento. De no ser así, de todas maneras Edrian usa todos los encantos que sabe que posee o que tiene de manera natural para suavizar la situación. 

Estilo (168): Edrian pretende usar esa gracia y soltura Zigeuner, casi teatral, para realzar sus atributos naturales (Gracia y encanto), atrayendo sobre estos la atención del jefe, con el fin de facilitar la apertura de mente de este.

Persuasión (167): Edrian pretende convencer con sutileza y cortesía al jefe de que son inofensivos, algo que es cierto y por tanto no necesita mentir. El objetivo es aplacar su rabia y que les deje pasar, o como mínimo que le permita demostrarle que solo son artistas itinerantes, entreteniendo a las personas que esperan su turno. El objetivo es facilitar el trabajo de los guardias en futuros post y así ganarse su favor. 

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18/10/2013, 10:01
Dorian Arganan

Dorian caminaba tranquilo, con la capa cubriendo su mochila y bartulos, pero eso no evitaba que ropa de cierta calidad se viera. Un traje de color azul cobalto destacaba sobre la pálida piel y pelo blanco del joven, que tenía unos rasgos angulosos y algo afeminados. Su único ojo azul, que resaltaba aún más por el color de la ropa, bailaba sobre cada uno de los artículos que había en el mercado, no estando más de un instante en cada uno, pero con una precisión que parecía estar valorando todos y cada uno de los objetos.

El viaje había sido duro y largo. En muchas ocasiones frustrante, pero habían seguido adelante pues ellos querían volver a ser lo que eran. Una familia, y a Dorian le daba absolutamente igual todo lo que opinara la gente. El fin justifica los medios más que de sobra, si alguien con su capacidad no intentara devolver la vida a seres que fueron arrebatados sin ningún sentido no serían humanos, serían autómatas dogmatizados por alguna de las muchas religiones existentes en ese mundo.

Y la peor en ese aspecto era el Cristianismo.

Veían mal el poder de alzar a los muertos cuando su mismo dios alzó a uno y se resucitó a sí mismo. Hipócritas.

Cuando el anciano habló y comentó sobre los objetos, Dorian no pudo más que asentir a modo de aprobación los comentarios. Todo eran estafas y baratijas, y lo sabía porque él si que tenía grimorios de verdad, y el día en que esos grimorios se vendieran en los mercados sería el Día del Fin del Mundo.

Cuando llegaron a la puerta, el joven albino se quedó un instante quieto, observando cada una de las runas como si fuera capaz de leerlas. Era igual que la otra, esa única pista de verdad que habían encontrado. Dorian cerró su ojo e inspiró profundamente. Mientras que exhalaba parecía murmurar algo, muy bajito, inteligible, y cuando volvió a abrir el ojo y mirar la puerta, una sonrisa apareció en su rostro.

-Cien demonios, ¿eh? -dijo sonriendo- y ni los Templarios ni los Inquisidores hacen nada, ¿no? -miró a su hermana, pues ambos sabían lo que podían llegar a hacer esas organizaciones- a mi me suena a mentira; pero -volvió a mirar a la puerta y luego posó la mirada de nuevo en su hermana- estoy casi seguro que es lo que buscamos.

El joven mago metió la mano en su pequeña bolsa de dinero y unas monedas, la cantidad que habían acordado con el hombre, volaron hacia sus dedos, como si sintieran su llamamiento, sacó la mano y puso las monedas en la mano del anciano- muchas gracias, mi buen señor, espero que si necesitamos más información sobre esta maravillosa ciudad podamos contar con su ayuda, ¿donde podríamos encontrarle?

Lo que no iba a decir es que si les vendía a alguien sería lo último que hiciera- digamos que... si nos mantiene bien informados cada cierto número de días le podré dar alguna moneda de más, o asegurarle una buena comida esos días, ¿qué le parece?

- Tiradas (1)
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18/10/2013, 12:07
Narrador

El cuerpo de Circa se movió a increíble velocidad, barriendo el espeso bosque entre latido y latido. El muchacho resultó estar bastante lejos, a unos sesenta metros de su posición inicial, pero los sentidos de la escultural mujer parecieron guiarle místicamente hacia él; apenas tuvo que recorrer dos o tres veces la distancia que habría caminado yendo en línea recta hacia él, y en lo que tardaba un suspiro ya fue capaz de verlo entre los árboles.

La situación no era buena. El chico había sido alcanzado por un fino virote, una asta de madera que ahora atravesaba el omoplato. Por la cantidad de sangre se diría que alguna arteria había resultado dañada, pero Andrei no emitía ningún ruido, ningún grito de dolor... y la razón de ello era el auténtico problema.

Su cuerpo temblaba violentamente, con crueles espasmos que hacían chascar las articulaciones y marcaban sus delgados músculos bajo la piel. Su mandíbula estaba completamente atenazada, incapaz de articular palabra, y por la rapidez de las convulsiones se diría que le quedaban pocos segundos de vida. Los siervos de la Iglesia debían estar completamente desesperados para untar sus flechas en un veneno tan rápido y letal.

Unos inquisidores a los que Circa ya casi podía ver: no era capaz de distinguir sus rostros, pero sus faroles ya se mostraban claramente, y las voces estaban tan cerca que podía entender los gritos que intercambiaban entre ellos. Sólo era cuestión de instantes que uno de ellos la localizase.

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18/10/2013, 14:24
Klaus

El anciano torció el gesto al ver que Cassandra no tenía intención de pagarle, pero pareció entusiasmado ante la curiosidad de la joven- Sí, el maldito Ben... No sé si debería decirle a esto a una dama, sí, a una dama como usted... -le confesó mientras Dorian examinaba la puerta- Pero ese agarrado está bien muerto, sí. No podía conformarse con su patética vida, no señor. Tuvo que venir aquí a por embrujos y encantamientos.

No es que estuviese aquí, pero me han dicho que tocó esta puerta y, ¡Pam! Se convirtió en polvo. Para cuando se fue el humo no quedaban ni las ropas. O eso dicen.

Se rascó con nerviosismo, como si repentinamente fuese consciente de que podía haber herido la delicada sensibilidad de la muchacha. El mendigo carraspeó incómodo y se sumió en el silencio, un mutismo que apenas duró los pocos segundos que tardó el hermano Arganan en dirigirse a él.

Puedo ver que además de joven sois generoso, señor -le dijo con alegría mientras se afanaba en coger sus monedas- Por supuesto, podéis contar con el viejo Klaus. Siempre suelo estar por esa esquina, estoy ahí todo el día.

Desde luego, el suyo era un buen rincón: le habían encontrado en la intersección entre una de las calles principales y un callejón, no muy lejos de allí. Era un buen sitio donde cazar limosnas, estaba en el límite de lo que permitía la guardia -jamás dejaban a los mendigos campar por las calles principales- y tenía acceso a las sobras que arrojaban por la puerta trasera de la taberna colindante.

Si, eh... si me disculpan prefiero irme antes de que llaméis -ya con el dinero a buen recaudo, el hombre empezó a retirarse con presteza- Pero podéis buscarme cuando deseéis, siempre que os sea útil.

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18/10/2013, 17:54
Neil

El pequeño intentó ocultar su impaciencia lo mejor que pudo, y finalmente la alegría de poder volar aquella noche pudo al descontento de no hacerlo en ese mismo instante. Con una sonrisa entusiasmada, Neil correteó por la habitación y fue a cerrar diligentemente la puerta trasera, para después ir con Iwan hacia la principal.

Apenas la hubo abierto una rendija, el niño se escurrió por allí y salió corriendo a la calle- ¡Voy a ver a papá! -gritó mientras se alejaba a toda velocidad, brincando en dirección a los campos donde trabajaba Kirran.

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18/10/2013, 18:19
Gerhard Delacour

El noble contuvo una mueca de disgusto cuando Neil salió corriendo a su lado y empezó a pegar voces- No logro entender como sobrevives en este estercolero -musitó entre dientes, tan bajo que Iwan apenas lo oyó.

Como siempre llevaba aquella ropa excesivamente ostentosa, un traje recargado y lujoso que habría encajado muchísimo mejor en un baile de gala. No cabía duda de que realzaba su porte noble, pero en un pueblo tan pequeño como aquel lo único que conseguía era destacar como un oni en una iglesia. Aunque, visto de otro modo, quizás era eso lo que pretendía.

Creo que preferirás que hablemos nuestros asuntos dentro -le advirtió a Iwan antes de que saliese del todo- Lo cierto es que desearía estar charlando en mi residencia, pero supongo que podré marcharme de aquí antes de ensuciarme la chaqueta.

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18/10/2013, 18:35
Vincent Martius

El anciano soltó una breve carcajada, que en sus labios era signo de alegría y no de burla- Sí, cuando yo tenía tu edad tampoco me preocupaba el dinero -confesó con cierta añoranza. Por supuesto era muy difícil estimar los años de Nüll, pero estaba claro que el viejo historiador le superaba con creces.

Aunque creo que tú vives mucho más libre de lo que lo hacía yo por aquel entonces, pues no me faltaban obsesiones que me consumiesen...