Partida Rol por web

-No, no Tobías -dijo Eldrid, olfateando el aire-. Mas bestias -gruñó adelantándose hacia las escaleras del templo.

Las cosas habían estado tranquilas mientras esperaban, pero eso se acabó en cuanto el murmullo dentro del templo se hizo mucho más evidente. Tobías echó a correr todo lo rápido que le fue posible, pero no tuvo tiempo de avisarles y observó cómo de la entrada del templo surgían los gnolls acorazados. Tres bestias armadas hasta la cabeza de aspecto peligroso que avanzaron por las escaleras buscando a sus próximas víctimas. Inesperadamente, unos cuantos gnolls aparecieron apostados en lo alto de aquel templo, armados con arcos.

-¡A por ellos! -gritaron los gnolls grandes.

El joven explorador abandonó la cautela y se echó a correr en cuanto escuchó los ruidos en la entrada del templo. Los gnolls habían renunciado a la emboscada y salían a recibir a los invasores.

¡Hay un mago entre ellos!, gritó Tobías, que apareció desde el sur, señalando el templo con aspavientos. ¡Y otro más invisible! ¡Puede que más! ¡Tienen un portal mágico como el de la Torre!

Al menos, asesinando al que habían enviado hacia las cavernas, confiaba en haber evitado la llegada de refuerzos inmediatos. Salvo que hubiesen llegado por el propio portal.

Mis viejas rodillas protestan cuando las obligo a incorporarme del suelo para enfrentar a los lugareños que han acudido a darnos la bienvenida.

No parecen muy amistosos y no tengo muchas esperanzas de conseguir evitar tampoco en esta ocasión un nuevo baño de sangre. Todos los hombres-hiena me parecen iguales y no logro distinguir entre ellos al líder de su primitiva tribu, de modo que me dirijo a su grupo confiando en que al menos unos cuantos de ellos se muestren razonables.

—Ve-ve-venimos en son de paz. No que...remos haceros daño.

Muchas eran las hienas que surgieron del interior del templo, pero lo más alarmante eran las advertencias de Tobías. Si tenían un mago y algunos de aquellos seres eran invisibles, estaban en verdaderos apuros. No obstante, confiaba en que Mayra pudiera hacer algo por detener a aquellas bestias cánidas.

- ¡No van a atender a razones! - Le gritó Vika a San Dámasor.¿Es que no había aprendido nada todavía? No, era evidente que no...

Mayra extrajo con su mano izquierda unas hojas de col fermentada de su bolsita de conjuros y recitó las palabras de poder de uno de sus conjuros más poderosos: 

—¡Ast menciptakan halimun, suh pusing!

Los rostros monstruosos de los gnolls expresaron confusión cuando vieron las densas volutas de vapores verdes y amarillentos que brotaron de las manos abiertas de Mayra y formaban una nube ondulante sobre el templo. En el instante siguiente, los gnolls detuvieron su avance, tosiendo y vomitando entre violentas convulsiones.

Una gruesa nube de olores nauseabundos cayó sobre la entrada del templo. Los gnolls se asustaron, no sabían de qué se trataba, pero todos acabaron respirando el fuerte aroma de los huevos podridos, entre otras cosas. Los gnolls más grandes inspiraron hondo y tosieron, pero parecían tipos duros y apenas se vieron afectados. En cambio, los arqueros del tejado empezaron a vomitar, excepto un par de ellos, que se cubrieron el hocico para evitar las náuseas.

Todo parecía controlado, los gnolls del interior de la nube apenas podían ver ni torta. Pero desde las alturas, Mayra pudo escuchar al arcano que Tobías había mencionado y enseguida supo lo que trataba de hacer. Rezó a los dioses antiguos y nuevos para que no fuese más habilidoso que ella, pero... nunca se podía confiar en los dioses, dijese lo que dijese Dámasor. La nube se deshizo en jirones y en la entrada del templo apareció un gnoll delgado con un bastón en la mano. En realidad, era una hembra con el rostro cubierto por un velo.

A continuacion, Dámasor suplicó a Rashiel que lo ayudara en esos tiempos oscuros. La mayoría de los gnolls bajaron sus armas y actuaron de diversas formas, exceptuando unos pocos, que sacudieron la cabeza.

Uno de los gnolls que estaba en las escaleras inspiró hondo y se puso furioso. Como una flecha, cargó contra Eldrid en línea recta como si fuese a embestirla y lanzó hacia delante su guja, abriendo un feo corte en el costado de la tigresa. Las demás bestias se rascaron la cabeza, sin entender lo que estaba pasando.

Eldrid se abalanzó sobre el enemigo, pero era mucho más grande que ella. Apartó el arma de un manotazo y golpeó con todas sus fuerzas. Sus garras no hicieron nada contra la bestia, pero la tigresa era dura de pelar y se engachó en su oreja con los dientes, arrancándola de un mordisco.

Entre tanto caos de vómitos y toses, uno de los gnolls del techo divisó a Tobías y cargó una flecha en su arco. El virote salió disparado y golpeó una de las paredes de la cueva.

Cuando la nube desapareció, Tobías corrió hacia las escaleras donde se concentraba el grueso del enemigo. Mientras se acercaba, reconoció los efectos sedantes de la plegaria de Dámasor, así que frenó su espada. No tenía sentido pelear contra quienes habían sido amansados por la magia. En lugar de ello, se colocó frente a las escaleras, usando el corpachón de uno de los gnolls como parapeto contra los proyectiles de los arqueros del tejado, y se preparó para interceptar al primer que saliese del trance, o al gnoll invisible, si no estaba ya entre sus compañeros, dispuesto a apuñalar a uno de ellos en los riñones.

Mayra se mordió el labio, nerviosa, cuando la gnoll disipó su hechizo de nube hedionda. Vio a Tobías progresar por el campo de batalla, parecía buscar a la lanzadora de conjuros, pero iba a llegar reventado de la carrera y la maga iba a poder retirarse con facilidad. A menos que...

—¡Vika, prepárate, te voy a cambiar posiciones con Tobías para que sacudas a la gnoll del velo!

Cuando Tobías estuvo en posición Mayra activó la varita que estaba engarzado en su bastón de mago para hacer lo que había propuesto.

Vika, un vez intercambió su posición con la de Tobías, hizo lo que Mayra le había pedido. Sabía que moviéndose a través de aquellas criaturas no iba a ser peligroso, pues estaba afectadas bajo un conjuro que las volvía mansas, pero una vez goleara, todo se volvería mucho más violento. No obstante, no iba a dar un paso atrás.

Se movió rápidamente en dirección a la hiena que portaba aquel velo que le cubría el rostro y sin demasiadas dudas le castigo con un poderosos golpe de mandoble, incrustando su filo en el costado de la criatura. Fue un buen golpe, que esperaba fuera suficiente para acabar con ella. 

- ¡Proteged a los lanzadores! - Les pidió a sus compañeros. Esperaba que Eldrid y Tobías no dejaran a Mayra y al hombre santo a merced de los gnolls, aunque también esperaba que fueran contundentes en sus ataques y no la dejaran sola con todos ellos.

La arcana recibió el tajo de Vika con sorpresa, un golpe terrible que a una persona normal la habría destrozado. Aquella hembra gnoll era delgada y estilizada, pero seguía siendo gnoll y por tanto, extremadamente resistente. Sangrando por la herida, retrocedió un paso para agitar su bastón delante de la sacerdotisa y empezó a conjurar. Vika sintió las emanaciones arcanas y se preparó, en nombre de Lucifer, para recibir aquel conjuro, fuese el que fuese.

Sin embargo, la gnoll desapareció de su vista y donde antes estaba ella, ahora había un arquero que chilló al ver a la sacerdotisa frente a ella.

Una vez allí, comenzó a increptar a los gnolls a voz en grito.

Algunos de los hombres-hiena hacen caso de mis pacíficas palabras y deponen su actitud hostil hacia nosotros, lo que resulta ser una actitud muy prudente por su parte.

Por desgracia, no todos ellos atienden a razones y prefieren provocar la versión más beligerante de mis esforzados compañeros. Ellos, acostumbrados a esta clase de desencuentros, no dudan en responder a las acciones violentas de los lugareños con otras igualmente contundentes y observo con tristeza cómo esto va a provocar un nuevo derramamiento de sangre.

Resignado a que no habrá solución diplomática al conflico, apelo a la intercesión de Rashiel para que equilibre la desventaja numérica en la que mis jóvenes camaradas se encuentran.

El gnoll armado con la guja retrocedió para alzar su arma y volver a descargarla sobre la tigresa. Eldrid esquivó el tajo a duras penas, un corte se abrió en la pierna y la tigresa, más enfurecida que aquella bestia gnoll, avanzó con las garras por delante y se enzarzó con él como si fuese un gato luchando contra una bola, desgarrando y mordiendo. Pero aquel gnoll era mucho más duro que las bestias a las que se habían enfrentado hasta ahora.

Los gnolls seguían fuera de combate, algunos seguían vomitando y sujetándose las tripas, el resto estaban embobados mirando el techo de la caverna sin entender lo que que estaba pasando a su alrededor. El arquero que antes estaba sobre el tejado ahora estaba en el suelo frente a Vika. Increpado por la maga, asustado a más no poder, agarró su arco y corrió hacia uno de los enormes gnolls. Cerró los ojos y comenzó a golpearle con el arco hasta casi partir el arma en su cabeza. El gnoll salió del trance, lanzó un rugido y cogió al arquero por el cuello para zarandearlo con extremada violencia.

Los demás gnolls volvieron en sí y volvieron todas las miradas hacia Vika.

—¡Tobías...!

...Cariño...

—¡Te voy a llevar al tejado! ¡Prepárate!

La maga de la Torre de la Espiral Negra sacudió la mano, liberando un conjuro y sintió como el tiempo se ralentizaba a su alrededor aunque ella sabía que, en realidad, era ella la que se desplazaba más deprisa. Mientas batía las alas en dirección a la maga gnoll no podía evitar recordar como Vika había besado a Tobías en la frente antes del combate. ¿Por qué no había sido ella? Aquella mujerona, antítesis de todo lo que Mayra consideraba femenino, se le había adelantado. Ahora se sentía más celosa de lo que había sido capaz de sentir cuanto sucedió.

Lo que era estúpido. Ni era el momento, ni Tobías era suyo.

Pero si lo fuera...

Mayra trató de desechar el pensamiento y se posó en el tejado. Señaló a la gnoll con el bastón, activó la varita y de pronto no tenía a la althemir delante, sino a todo un hombretón dispuesto a esparcir sus entrañas por las tejas.

En apenas unos instantes, Tobías desapareció, apareció, volvió a desaparecer y apareció de nuevo. Se dejó llevar por la magia, pues Mayra había avisado, pero que sucediera de forma tan rápida, sin control por su parte, era muy confuso para el explorador, todavía inexperto en lo relacionado con la magia de los arcanos.

Se encontró, como había dicho Mayra, en el tejado, a dos pasos de la gnoll del velo. Mayra podía pensar en el beso en la frente y en sus deseos no revelados, pero Tobías no era lo bastante inteligente como para pensar en nada que no fuera la pelea en la que se habían metido.

Golpear a la gnoll no le fue fácil. A diferencia de los que había matado con anterioridad, tenía un aspecto distinguido y un porte noble, y parecía desarmada. Si no hubiera estado rodeada de secuaces, hubiera tratado de sojuzgarla, pero no era un lujo que pudiera permitirse cuando sus compañeros estaban en peligro. Así que trató de ser compasivo de otra forma, y le asestó el golpe más preciso y letal que conocía, rogando a los dioses que estuviesen observando que fuese suficiente para acabar con ella sin mayor sufrimiento.

Al mismo tiempo, una nueva cortina de vapor brotó de su armadura, reflejando la escasa luz en todas direcciones para distorsionar su silueta.

Vika se movió evitando pasar cerca de los gnolls que parecían haber recuperado la consciencia sobre lo que les rodeaba y encaró a uno de las hienas que todavía estaban bajo el influjo de conjuro. Entonces le asestó un fuerte espadazo que le alcanzó de lleno en el torso abriendo una fea raja de la que empezó a manar sangre casi al instante. Esperaba que fuera suficiente como para quitarlo del medio. Muchos eran todavía los enemigos a los que debían enfrentarse y sólo Vika y Eldrid se interponían entre la manada de hienas y los frágiles Damasor y Mayra.

El arma de Tobías apuntó directamente al corazón de la hechicera y su espadón atravesó el pecho de la gnoll, asomando la hoja empapada en sangre por su espalda. Ella apenas tuvo tiempo de emitir un gemido de dolor cuando el explorador puso fin a su vida con un certero tajo, inesperado y letal. Tobías tenía razón en una cosa, la hechicera vestía velos y túnicas de excelente calidad y no era, ni de lejos, una bestia tan tosca como todas las que la rodeaban.

El cuerpo de la hechicera cayó sobre el tejado, el bastón se le escapó de entre los dedos y cayó por el borde, al suelo de la caverna, seguido por un enorme charco de sangre que llovió sobre las piedras.