Partida Rol por web

Apretando los dientes, y con el dolor latiéndole en el hombro, Mayra extrajo un puñado de mica molida y lo extendió sobre la palma de la mano. Trazó círculos mientras recitaba las palabras de un encantamiento.

—Imbas gemilang serta hujan-shirak.

Mayra alzó bruscamente la mano y el aire rutiló con relucientes partículas doradas. Jadeó por el esfuerzo y se puso a cubierto tras la columna.

No puedo evitar preguntarme por qué todo tiene siempre esa tendencia natural a terminar en matanza cuando las conversaciones civilizadas han demostrado ser tan útiles e incruentas. ¿Por qué nos empeñamos en ofrecer holocaustos sangrientos a nuestros dioses cuando ellos los aborrecen?

Los hombres-hiena huyen despavoridos y nosotros los perseguimos como perros de presa, tratando de acabar hasta con el último de ellos. Resulta muy poco edificante. Prefiero sanar a herir, reparar a destruir...

Avanzo unos pasos tambaleantes hacia la última víctima de Eldrid con la esperanza de hallarlo todavía con vida pero se le ve tan destrozado que dudo mucho que haya algo que pueda hacer por él.

El golpe de Tobías destrozó la mandíbula del gnoll, medio hocico se desprendió de su cara y rebotó contra la columna. Mientras la bestia retrocedía, salpicando sangre por todas partes, una sombra naranja pasó junto a Tobías como una flecha, levantando polvo. Donde una vez hubo un gnoll, ahora solo quedó un montón de sangre y huesos mientras Eldrid remataba el trabajo del explorador con letal precisión.

Un puñado de polvo brillante cayó sobre los gnolls de las ballestas. Intrigados, sacudieron la cabeza para quitarse aquella magia. Pero, de todas formas, habían perdido todo el valor en cuanto su superior salió corriendo y la mujer tigre masacraba a sus compañeros. Ninguno quería participar en aquella mortífera experiencia, de modo que huyeron entre gritos agudos.

De repente, uno de los gritos de los gnolls dejó de ser agudo y se cortó cuando un montón de piedras crujieron y desapareció, tragado por la tierra. Su compañero frenó en seco, hizo un quiebro y corrió en otra dirección.

Vika desapareció de la vista de todos y apareció instantes después un poco más adelante. Entonces cargó contra el gnoll que trataba de huir. Si lograba impactar contra éste, le rompería la espalda. Eso lo tenía claro. ¡Odiaba a los cobardes!

El gnoll continuó su carrera hacia la oscuridad, como si el mismísimo demonio estuviera persiguiéndole, o unos seguidores de Azrael en gran número. Chillaba todo el rato algo en su lenga, palabras vulgares que Dámasor decidió no reproducir para no herir los sentimientos de sus amigos.

Entre tanto, Vika cortaba la retirada de uno de los gnollos metiéndole dos palmos de espadón por la espalda, aunque eso no fue suficiente para matarle.

Tobías corrió tras Vika, en busca del único gnoll que seguía vivo y aún no había huido.

Mayra batió las alas dirigiéndose hacia la vanguardia.

—Ast menciptakan lemak —dijo, y un charco de grasa se materializó a los pies del gnoll.

Parece que esta pequeña escaramuza se ha resuelto rápidamente. Por desgracia, solo hemos conseguido asustar a los lugareños y temo que no tardaremos en volver a verlos en compañía de más de los suyos y mejor pertrechados para repelernos. Es lo que sucede cuando se trata a todos los forasteros como enemigos.

Supongo que no nos queda otra que seguir adelante y descubrirlo por nosotros mismos, aunque lo cierto es que ya ni recuerdo qué es lo que hemos venido a hacer aquí abajo.

Tobías atacó justo detrás de Vika, pero su arma falló por apenas unos centímetros. Entonces Mayra sobrevoló la escena y el gnoll soltó la ballesta para equilibrarse cuando la grasa se extendió bajo sus pies. Se rió cuando se mantuvo en pie, pero su victoria duró el tiempo que Eldrid en embestirle, desgarrarle y desmembrarle.

Vika y Tobías tuvieron que cubrirse la cara para que la sangre no les salpicara en la cara.

- ¡No huyáis cobardes! - Les gritó a esos hijos de una hiena.

Pero no le hicieron demasiado caso y pronto desaparecieron de su vista. Los refuerzos no tardarían en llegar, o como mínimo si seguían avanzando por el mismo camino, ya habrían dado la alarma acerca de los intrusos que se habían colado en su guarida. Debían decidir que hacer y hacerlo rápido, antes de verse sorprendidos por una horda de gnolls furiosos.

-  Mayra, baja hasta aquí. - Le pidió mientras sacaba su varita de sanación. - Curaré tus heridas. No sabemos que nos deparará el futuro próximo.

Cuando Mayra estuvo a su lado le tocó con la punta de la varita y la perforación del proyectil se cerró por completo en un abrir u cerrar de ojos y entonces se mitigó por completo el dolor. Entonces volvió a esconder la varita.

- Creo que no podemos tardar demasiado en regresar al campamento. - Comentó Vika. - Hemos recuperado muchos tesoros. No obstante, no podemos perder ahora la pista de los colonos. Sugiero que sigamos avanzando un poco más. Podrían estar a la vuelta de la esquina y de no seguir ahora adelante, podríamos perder su pista para siempre.

Al mismo tiempo que Vika usaba su varita sobre Mayra, Tobías posó una mano sobre el hombro de la sacerdotisa y activó su cinturón mágico para sanar el feo corte de su costado.

Estamos cerca de su morada, dijo. Era pura especulación, pero especulación razonable, a juicio del joven. Los gnolls que habían encontrado en la superficie y en el túnel cercano a la entrada eran vigías, pero ahora estaban en las cavernas, y estos no solo habían huido, sino que habían gritado. No entendía su idioma, pero el que parecía el líder había echado la cabezsa hacia atrás al gritar. Llamaba a alguien; refuerzos. Si seguimos adelante, nos van a caer encima, y es de esperar que luchen hasta el final.

Estaba agitado, con la boca seca. Hasta ese momento, habían avanzado por túneles abandonados, haciendo frente a una resistencia efímera. Pero ahora estaban llamando a las puertas de los hombres bestia. No tenían forma de saber el volumen de fuerzas que podían movilizar contra ellos. Eran solo cinco, y se enfrentaban a un reino. Sin embargo, retroceder cuando habían encontrado el rastro de los imperiales era un desperdicio de tiempo y esfuerzo. No iban a estar más preparados en el futuro, ni encontrar menos resistencia.

Pero si conseguimos atrapar a uno de esos sin que nos maten, podemos sacarle si saben algo de los soldados, y dónde tienen a los esclavos. Preguntarle direcciones, como había dicho antes.

Mayra descendió al suelo para que Vika pudiera curar sus heridas. Una oleada de magia curativa recorrió el hombro y sintió como el virote se deslizaba lenta y húmedamente entre sus músculos hasta ser expulsado. Mayra hizo un gesto de repugnancia ante aquella sensación y al tirón que le dio la piel mientras el hechizo cerraba la herida abierta. Se masajeó la zona afectada y trazó unos círculos con el hombro para corroborar que estuviera en plenas facultades.

Trazó su propio hechizo para arreglar el desastre del corte y la macha de sangre y volver a estar monísima.

—Está bien, pero no nos metamos en la boca más de lo que podamos masticar —sugirió Mayra—. Aún tengo conjuros en las mangas, pero no son infinitos.

- Gracias... - Le dijo sonriente y mirando de forma bobalicona a ese apuesto hombrecillo. - ...Tobías... - Le sonrió. - No tenías porqué, yo... - Amplió su sonrisa. - Tengo mis... 

No tenía porque. Ella misma podría haberse curado a si misma, pero se lo agradecía realmente. Lo cierto era que, cuanto más tiempo pasaba con Tobías, más tiempo quería pasar junto a él. Aquel hombre era sin duda un joven especial, atento, inteligente y porque no admitirlo, también era atractivo. No se lo diría nunca. Era muy tímida y además, como sacerdotisa era complejo tener según que tipo de relación, pero debía reconocer que, en otro tiempo, en otro lugar y en otras circunstancias, quizás y solo quizás, se plantearía tener algo con aquel hombre.

- Entonces continuemos. - Se centró en lo realmente importante. - Con cautela.  Esperemos que... - Tomó aire. - Los colonos estén cerca y podamos dar con ellos antes de que tengamos que regresar al campamento por agotamiento, escasez de recursos arcanos o divinos o cuando el número de enemigos sea tan abrumador que debamos salir corriendo para no perder la vida.

El grupo avanzó con cautela, con Eldrid deslizándose entre las sombras cubierta con la sangre de los gnolls. Por su parte, Tobías inspeccionó la zona con especial atención y enseguida detectó una trampa toscamente montada, unas baldosas sueltas cubiertas de tierra que caían a un agujero que probablemente estaba lleno de estacas. Se aproximó entonces a la trampa por la que había caído el gnoll y aunque se asomó al borde de la misma, no encontró el fondo. Sin duda el mecanismo era el mismo, solo que había estado ahí durante siglos y la suerte había querido que fuese aquel incauto gnoll y no ellos los la hubiesen hecho saltar. El agujero era infinito, a saber dónde terminaba... si es que terminaba.

Una vez seguros de que no caerían a las profundidades abisales, continuaron unos metros más. Aquel pasillo estaba flanqueado por columnas, las que habían servido de parapeto para los gnolls, y en la parte superior no sostenían nada. Quizá, en su día, habían sostenido unos arcos decorativos, pero ahora solo quedaban sus bases. El final del corredor desembocaba en otra gran caverna de varios metros de altura, y parecía bastante más grande que la anterior. El suelo estaba pavimentado, ya no era tierra ni piedra, y las paredes de la cueva estaban esculpidas con representativos relieves.

Pero lo que más llamó la atención del grupo fueron dos cosas. Lo primero que vieron frente a ellos fue un gran templo muy alto con un techo a dos aguas sostenido por gruesas columnas. Para acceder a su interior había subir unas escaleras que ascendía varios metros. No poseía muros, de modo que se podía ver el interior, aunque estaba demasiado alto para verlo desde dónde estaban. Lo segundo que llamó su atención fue una estatua encajada en una cavidad al norte. 

Se trataba de una estatua de mármol que representaba a un hombre ataviado con una antigua armadura y seis alas en su espalda. En su mano derecha sostenía un bastón y la izquierda una espada. Tenía grietas y musgo por el paso del tiempo. Las paredes detrás de la estatua estaban decoradas con murales en relieve que casi estaban lisos. Habia un poco de suciedad y polvo, pero la estatua no había sido atacada y tan solo tenía desperfectos propios de los años.

Al sur había una salida de la caverna.

—Esa estatua representa a Rashiel —dijo mirando a Dámasor, sabiendo que para él resultaría obvio—, el Imperio no ha visto una escultura tan grande y tan bien conservada de uno de los Primeros en toda su historia, que yo sepa. Los relieves hablan de las hazañas de Rashiel y de la creación de la raza de los althemires.

Mayra sacó el viejo cuaderno de su padre y dibujó un esbozo de la estatua y de la fachada del edificio.

—Datos de erudito, inútiles, supongo —se disculpó.

- Toda información es útil, querida. - Le dijo Vika a Mayra mientras y hubiera posado su mano sobre su hombro de no haber estado esta volando a algunos metros por encima suyo. - Eres una joven excepcional. Tus conocimientos sobre el mundo me tienen cautivada. - Esbozó una sonrisa.

La sacerdotisa quedó impresionada con aquel templo. Era realmente enorme. No sabía que podía contener en su interior, pero sin duda parecía haber sido mancillado por las hienas. No es que le entusiasmara un templo de Rashiel, pero al fin y al cabo era un templo y no le gustaba que criaturas tan hediondas lo tomaran por la fuerza y camparan a sus anchas en su interior. Seguramente el bueno de Dámasor estaría todavía más enfadado que ella. O pensándolo bien, no. Dámasor nunca se enfadaba.

- Maldito santurrón... - Dijo para si mimsa.

De no ser por Tobías, seguramente hubiera terminando cayendo a alguno de los pozos excavados en el camino. Los contemplo con más curiosidad que inquietud, preguntándome quién y cómo cavaría un hoyo tan profundo que no se puede ver el final. Arrojo algunas piedrecillas para escuchar cuánto tardan en llegar al fondo pero no oigo el sonido de vuelta. Por más vueltas que le doy, no consigo dar con una respuesta satisfactoria a mi curiosidad y, viendo que me he quedado rezagado, me apresuro a reunirme con mis compañeros.

Los descubro un poco más adelante, contemplando las maravillas de la siguiente caverna y escuchando las explicaciones de Mayra, siempre oportunas e interesantes.

Aquí el suelo es más regular y no necesito tanto la ayuda de mi bastón para no tropezar, así que avanzo casi con agilidad hacia la magnífica estatua alada para admirarla más de cerca.

Con una gozosa sonrisa, me postro en el suelo adoquinado a pesar del dolor de mis rodillas y sus fastidiosos crujidos, para rendir culto a mi dios. Él siempre está presente allí donde sus hijos sufren y si está en este lugar debe ser sin duda porque ha visto mucho sufrimiento aquí. Puedo sentir Su pena en mi pecho y una solitaria lágrima resbala por mis barbudas mejillas.

—No te aflijas, Señor, que ya he llegado para ser instrumento de Tu voluntad y aliviar a los dolientes en Tu nombre.

El segundo de los pozos ocultos fue fácil de hallar. Estaba toscamente oculto, tal vez no por falta de pericia de los constructores, sino para que fuera fácil de identificar por los gnolls. A diferencia del otro, que debía de haber permanecido intacto durante el paso de generaciones de hombres bestia, hasta que llegaron quienes habían hecho huir a los vigilantes de las cavernas.

Tobías no prestó atención al escenario hasta que no estuvo seguro de que no les aguardaban otras sorpresas. Para entonces, Dámasor estaba orando a los pies de una estatua.

El joven explorador se mordió los labios. Ellos no habían llegado a Thracia para aliviar a los dolientes, sino para alterar el equilibro de la balanza del sufrimiento. Y detrás de ellos, un día no muy lejano, llegarían otros a la isla, en grandes números. Esa estatua del Ángel del Viento, que había contemplado el paso de los siglos con sus ojos vacíos, estaba condenada.

Dámasor se arrodilló frente a la estatua y rezó una oración a su dios, dedicándole unas palabras mientras los demás observaban la caverna, los murales y el templo. Vika echó un vistazo al suelo y apartó con la bota un poco de tierra. Al mirar a un lado se fijó en que una de las piedras tenía sangre. De modo que la siguió. Pero el rastro no era claro, se detenía al pie de las escaleras del templo, pero luego continuaba hacia el sur.