Partida Rol por web

- En la granja hemos enterrado un cubo de pájaros muertos.

- Hay algo en el lago, las gaviotas están en el Big Boulder.

- Tenemos un plan para ir, cogeremos una barca, ¿nos vemos allí por la mañana?

- ¿Qué tal con el orniti...Ornot... Orniot.... Con el de los pájaros?

Chad quedó confuso ante la respuesta inicial de su amiga Chris. ¿Acaso era una agente doble? ¿Le habrían ofrecido un contrato más jugoso del Gamma Team? ¿¡Pero cómo podía renunciar a ser la oficial médica del Delta Team!? ¡Si había recibido el título a MVP y votación unánime a mejor defensora del año!

Chadwick no entendía nada y esta insólita declaración de su amiga habría de ser estudiada convenientemente en un Consejo de Guerra.

Pero no ahora.

—¿¡Que han matado a Ozzie!? —La noticia era tan impactante que Chad perdió la inspiración para continuar su rol de aventurero espacial.

El loro no se llamaba Ozzie, por supuesto. Solo Chad le llamaba así, como bien sabía Chris. Era Timmy. O Ronnie. ¿O quizás Carmichael? Un nombre común, indigno de aquel singular pájaro.

Chad lo llamaba Ozzie con cariño porque le había enseñado con paciencia y tesón una rima de un temazo de AC/DC y el pájaro se la había aprendido y no dejaba de cantarla cuando le veía. Le caía bien el bueno de Ozzie. Y ahora estaba muerto. Asesinado sin duda por los invasores del Dr. Zerg.

—Dios... Lo siento mucho, Chris. ¿Estás bien? —Dijo lamentándolo de verdad mientras se notaba un molesto ardor en las retinas y apretaba un puño con furor vengativo. El Dr. Zerg no se saldría con la suya. La memoria de Ozzie sería honrada con rayos de protones y toda la rabia del equipo Delta.

La voz de Louie emergió del walkie, sumando más detalles a la situación.

—¿En Big Boulder, dices? ¿La barca? A ver, esto se está precipitando... —Tenía que contarles más cosas, así que se tumbó en su cama con la sábana con el estampado de Angus Young recorriendo el Garden emulando el duck walking de Chuck Berry.

—Hemos indagado Rains y yo sobre el tema del ornitóptero. El tío está pirado. ¡Se cree un pájaro! Todo el mundo parece saber quién es. Nos han contado un montón de historias loquísimas sobre él en la pizzería, pero nadie sabe dónde vive exactamente. Por suerte, sé de alguien que tiene que saberlo con toda seguridad. Me refiero a Billy Bob Thorton, el repartidor de periódicos. Me debe un favor. Y pienso cobrármelo... —Aquello le había sonado muy cinematográfico a Chad, que se imaginó la canción Harlem Nocturne flotando en el éter mientras lo decía.

Recordó el incidente que le había relatado su madre.

—Lou, ¿dijiste gaviotas? Precisamente al llegar a casa mi madre me ha dicho que una bandada de gaviotas ha atacado a Roseanne Davis. ¡Se tuvo que refugiar en una cabina telefónica para escapar de ellas! ¡Y las muy homicidas intentaron entrar para sacarle los ojos! —De acuerdo, era un detalle escabroso y excesivamente dramático. Pero eh, se trataba de Chadwick Agathon.

—¡Tuvo que espantarlas un granjero con una escopeta!

Suspiró.

—A Doris si, más o menos en mi casa todo está muy mal entre mis padres... 

Y no dijo mucho más, se limitó a escuchar a sus amigos para evitar que la descubran llorando. Además Lou estuvo muy acertado en lo que había comentado, ya que Christine no tenía la mente allí y era algo importante porque lo descubierto esa tarde podía ser la punta del hilo. 

—Las gaviotas están tremendas y algo que hay en la isla las controla—comentó y agregó—. El plan es mañana ir al club, robarnos el bote e ir a ese lugar. Ahí están las respuestas. ¿Verdad Lou?

Ya tras esto, volvió a sumergirse en el silencio. 

Wait a minute... DOOOOOORIS?!

Chad arqueó la ceja hasta alcanzar la máxima curvatura físicamente posible. La revelación lo requería.

¿¡Aquel loro era en realidad una rocker lady todo este tiempo y él sin saberlo!?

Daaaaaaaaaamn, Ozzie... ¿¡Por qué me ocultaste que eras una parrot-queen!?

—Chris... No sé muy bien qué decirte... Yo... Lo siento mucho... —Y era la verdad. Chad estaba empezando a descubrir la crueldad del mundo animal mejorado cibernéticamente. —Le... Que digaaaa... La vengaremos.

En el multiverso cósmico plagado de mutantes megalómanos que habitaba la mente de Chadwick, reivindicar la memoria de los amigos caídos era un mandamiento tan inapelable como ayudar a un amigo en apuros.

—¿Que alguien controla a las gaviotas desde la isla? —Chad empezó a darle vueltas a aquella frase de Christine. Su imaginación trabajaba rápido, mezclando razonamientos lógicos con otros de corte más fantástico. Para el chaval el hecho de que un tipo obsesionado con los pájaros habitase en una ciudad invadida por aves homicidas con implantes craneales era algo que rebasaba la casualidad.

Boulder City estaba a un pequeño accidente de laboratorio de convertirse en el remake gore de Los Pájaros de Alfred Hitchcock.

Aguardó a que Lou explicase qué quería decir Chris con aquello.

- Hay algo en la isla, y las gaviotas lo guardan. A nosotros también nos atacaron. ¿Os parece bien ir por la mañana a coger la barca? 

Rainbow y Mr. Flopps llegaron a casa muy animados. Había sido un día muy emocionante y la joven lo recordaría siempre. Por primera vez se había sentido parte de algo. Había surgido un misterio junto a sus nuevos amigos y habían estrechado lazos. Hacían planes juntos. Todo aquello era nuevo para Rainbow y el verano de repente parecía más prometedor que nunca. Rainbow se acercó a su madre y le dio un beso. Con cansancio se dejó caer en el sofá y le hizo un hueco a Mr Flopps que rendido se tumbó a su lado. 

- ¡Hola, mamá! ¡Madame Havel tenía razón esta mañana al advertirme! Creo que debería meditar un poco esta noche y purificarme mañana con la primera luz del alba. Es posible que un mal presagio se haya instalado en mi signo... Mr Flopps y yo ya hemos cenado algo de pizza. ¡Hemos tenido un día aluuuuucinanteee con todo lo de las palomas parlantes y colarnos en la biblioteca! Por cierto, ¿no conocerás por casualidad a un señor que va en silla de ruedas y se llama Christopher Boyd? ¿Qué tal todo por aquí? ¿Dónde está papá? -

Rainbow no tenía secretos con sus padres, principalmente porque sus padres nunca la juzgaban ni le decían lo que debía o no debía hacer. Le contó a su madre sus aventuras de aquel día mientras le preparaba una infusión relajante para favorecer su meditación y le enseñó el sombrero que se había comprado. A su vez su madre le contó cómo la señora Davis, que había encontrado el amor a sus 84 años gracias a un potente filtro de amor, había vuelto a por otro nuevo remedio que le ayudara en sus peripecias amorosas nocturnas y cómo el señor Cavendish, obsesionado por los últimos acontecimientos y convencido de que un mal terrible se cernía sobre él, se había negado a que lo vieran pisar la tienda y se había escondido detrás de los arbustos junto a la carretera para recibir con la máxima urgencia una pócima para alejar la mala suerte. Entre risas, madre e hija se pusieron al día de sus vidas, tras lo cual Rainbow subió a su habitación, cogió su cristal de cuarzo rosa y se sentó a oscuras frente a la ventana abierta. La luz de la luna la iluminaba arrancando destellos dorados de su casco y del cuarzo que sostenía entre las manos mientras cerraba los ojos y comenzaba con la meditación. A su lado Mr Flopps comenzó a aullarle a la luna y Rainbow sonrió complacida. Había sido un día de lo más perfecto. 

—Eso parece, alguien las controla porque en un momento cuando atacaron a las palomas algo las llamó y se fueron hacia allí. Tenemos que ir. ¿Te vienes con nosotros?—dijo y agregó—. También hay que decirle a Rainbow.

Los miembros de la Delta Force habían averiguado cosas muy importantes aquel día. En especial que una bandada de pájaros manipulados mediante el uso aberrante de la tecnología había empezado una especie de guerra civil entre los diferentes tipos de aves, siendo las palomas, al parecer, las más pacíficas. Los pájaros manipulados con el chip habían eliminado a un buen número de pájaros normales en la granja del padre de Lou, como si quisieran eliminar o someter por la fuerza a las aves normales. Pero los problemas empezaban a ir más allá de un conflicto entre distintos tipos de pájaros y los más peligrosos de ellos habían ido un paso más allá al atacar a una niña del pueblo que tuvo que refugiarse en una cabina telefónica y que obligó a un granjero a liarse a tiros para espantar a las aves. Incluso el grupo también empezaba a sentir los estragos de aquella rebelión aviar, pues Doris, el loro de la madre de Christine, había sido atacado mientras cantaba alegremente en su jaula y su dulce voz ya no volvería a entonar ninguna de las canciones de los Beatles que tanto le gustaban.

Algo extraño estaba pasando en Boulder City, y solamente tenían la pista de un antiguo ornitólogo de la tele que había perdido la chaveta después del ataque de un cisne en medio del programa de animales de la NBC y la pista que Christine y Lou habían obtenido al observar que las gaviotas y el resto de aves más peligrosas habían hecho su nido en la isla de Big Boulder, o que al menos se habían largado en esa dirección.

La Delta Force se puso al corriente de todos esos avances mediante los walkie talkies con los que solían comunicarse antes de que sus padres les mandaran a cepillarse los dientes y ponerse el pijama. Quedaron para primera hora del día siguiente porque tenían mucho más que investigar si querían llegar hasta el fondo de aquel asunto. Y debían hacerlo rápido, ahora que los pájaros que habían asesinado a las otras aves estaban empezando a atreverse a atacar a las personas. Solo la Delta Force podía salvar al mundo en esta ocasión.