Partida Rol por web

Harold no parecía del todo convencido, pero tras una corta deliberación, aceptó. Medidas desesperadas para una situación desesperada. Era poco lo que podían hacer aparte de eso. Si querían una oportunidad, pasaba por esa excursión.

—Bien, ábreme la puerta y te quedas la vara cuando salga. Si me veo en peligro, tan solo tendré que volver a cruzar. —Sonrió, dándole un apretón de brazos, y asintió—. Vamos.

Tras abrirle la puerta, Harold cogió el cetro y lo guardó en su mochila, entre las mantas para que no se rompiera en caso de que pasase algo. Cuando sonrió y le apretó el brazo, sin embargo, le detuvo. 

-Espera, antes de irte, puedo ayudarte en algo-dijo, y empezó a conjurar durante casi medio minuto, tocando repetidamente el hombro de su compañero mientras trazaba runas en el aire que destellaban con el poder de la guerra y la protección. A cada conjuro, Damrod se sentía más fuerte y seguro, notando cómo una barrera invisible se extendía desde él, protegiéndole. La magia de su arco fue restaurada temporalmente, y vibró en sus manos. 

-Es temporal, pero espero que te sirva. Que el Lobo te asista en tu caza, compañero. 

Ahora con multitud de magia rodeando el cuerpo del explorador, abandona este la seguridad del laberinto dejando atrás a Harold el cual vuelve a rezar a su Dios pidiendo ayuda ante lo que está por venir, tras atravesar el portal Damrod, este se cierra tras el dejando solo a su compañero. Lo que fue un grupo de tres ahora se ha dividido en todas sus partes ¿ volverán a encontrarse de nuevo ?

Salió por aquél portal que, sin el bastón, habría sido imposible de atravesar; la superficie de mercurio se apartó ante él y, un momento después, estaba solo en la oscuridad de los pasillos que ya se había prácticamente aprendido de memoria. Tenía el tiempo justo y el peligro era enorme, debía darse prisa y aprovechar todos sus dones antes de que fuera demasiado tarde.

Primero sacó el puño del bolsillo, haciendo que su brillo iluminara el camino; solo por si acaso, mantuvo la mano baja y la otra por encima, limitando el resplandor a apenas un par de pasos. Aunque era incómodo, no le iba a servir de nada el sigilo si resplandecía como un faro en medio de la noche.

Ya preparado, comenzó a andar, hasta llegar a la esquina que daba a la primera intersección, así como también a la gran sala de aquél nivel, la misma que daba a las escaleras de salida y dónde en anteriores ocasiones habían apostado guardias los tsathar. Allí, oculto, puso el oído presto para escuchar algo.

Nada más traspasar el portal y regresar al nivel de la tumba de Abysthor, escuchas el ruido de combate. Lentamente te acercas hasta la primera bifurcación del camino, allí donde el camino del norte lleva a la tumba y donde el camino del este lleva a la salida. Es en este segundo lugar donde se escucha un tremendo combate, tu vista no te deja ver que ocurre, pero tus sentidos agudizados te complementan lo que no ves. Al parecer un enorme grupo de Tsathar y sus ranas están peleando a muerte contra un ser gigante, la sala se ilumina de golpe con un hechizo lanzado por los sacerdotes, lo que te permite ver mejor la situación. Un Gólem de piedra te da la espalda, este está luchando contra todos los Tsathar y aunque su dura coraza hace que los ataques apenas le dañen, ya se comienza a ver grietas en su superficie. Más allá montado a lomos de su Rana gigante está Lokaug señor de los hombres rana, el cual golpea con sus hechizos una y otra vez al Gólem. Bajo los pies del rodeado Gólem Tsathar y Ranas yacen muertos y aplastados por sus golpes. Tras la luz creada por otro conjuro de combate que restalla contra el pétreo ser, tus ojos observan algo preocupante, un objeto brilla en una especie de alforja que cuelga de la cintura del Gólem, es uno de los viales que os dio la esfinge. ¿ Como diantres lo ha conseguido ? ¿ Pertenecen a los objetos que dejasteis escondidos en la tumba ? y si es así ¿ Como entró ? y ¿ porque está luchando contra los Tsathar ? Muchas preguntas pero ninguna respuesta.

Las preguntas se agolpaban en su mente, incapaz de dar respuesta a ninguna. ¿Qué estaba pasando? Lo único que sabía es que los tsathar eran el enemigo, y que allí estaba la mayor presa de todas. Solos no habían tenido ninguna oportunidad contra el gran sacerdote, pero tal vez el gólem pudiera tener éxito dónde ellos no. Solo tal vez... Pero era suficiente, no podía dejar pasar la oportunidad.

Lo primero que necesitaba, era ver; debía saber a cuantos enemigos se enfrentaba y sus posiciones. Se acercó unos pasos más, permaneciendo oculto aún, sacó uno de los huesos sobre los que Harold había conjurado y lo lanzó a la sala, más allá del gólem, asomando la cabeza lo justo para evitar ser detectado pero para poder ver el combate entero.

Lo que ves, ya lo habías visto antes, multitud de ranas terribles, Tsathar, Azotes y diferentes rangos de sacerdotes, unos 100 en total contra un solo Gólem, enseguida te das cuenta que la criatura va a caer ya que cada golpe, cada hechizo va debilitando la pétrea piel de la criatura. La luz cruza a un lado del Gólem cayendo más allá, entre la multitud de garras, dientes y conjuros. Es en ese momento cuando el poderoso Lokaug ve el destello de tu luz atravesando una parte de la caverna y enseguida entiende quien puede haber sido el causante, los únicos seres en este nivel que necesitan luz, " los dos intrusos " compañeros de aquel que será su comida o su esclavo, aún no lo ha decidido. Señala hacia la luz y grita algo en su extraño idioma.

Aquello era un campo de batalla, uno que ya se había decantado por un bando. De haber podido, habría hecho algo, habría aprovechado la situación... Pero no había ninguna posibilidad. Si salía a la luz, moriría antes de poder dar un solo paso. Ni siquiera lograría dar tiempo al gólem. Lo siento.

Antes de que sus enemigos tuvieran tiempo de reaccionar, salió corriendo de nuevo al teletransporte, con Harold.

Corrió por los pasillos sin pensar, sin detenerse. El tiempo apremiaba, allí estaban en peligro. Debía avisar a Harold. Apenas había pasado tiempo, así que seguramente no estaría dormido; incluso de estarlo, no costaría que se despertara y se moviera.

—¡Harold! —gritó sin importar que el eco propagara su voz. En cuanto llegó hasta él, terminó de arrancarle de las garras del sueño—. ¡Arriba! No hay tiempo para descansar, estamos en peligro.

Mientras se despejaba, empezó a contarle a grandes rasgos lo que había visto, apremiándole.

—Ese gran sacerdote está ahí afuera, el de la rana gigante, y comanda un pequeño ejército. Es listo, no tardará en descubrir que estamos aquí, y sacrificará decenas de esos tsathar y sus ranas con tal de matarnos... O sacarnos de aquí para caer en sus garras. Un gólem lo está deteniendo, no sé quién lo manda o por qué luchan, pero es nuestra única oportunidad de salir de aquí e ir a la zona protegida. Debemos movernos, ya, no aguantará mucho.

Harold acababa de rezar sus oraciones y echarse cuando se quedó dormido. La verdad es que no pensaba que le sería tan fácil conciliar el sueño tras haberse despertado hacía solo unos minutos, pero tenía tanto cansancio acumulado de sus experiencias por el volcán que no le costó. Además, usar tanto la magia divina podía ser agotador, y había lanzado unos diez conjuros en los pocos minutos que llevaba levantado. 

Por desgracia, su sueño no duró. Se despertó sobresaltado al oír a Damrod gritando su nombre. Siempre tan silencioso, el explorador no solía alzar la voz, y cuando lo hacía era señal de que ocurría algo grave. Se levantó, tratando de despejarse, y escuchó lo que le decía. 

-Golems...-dijo mientras recogía las piezas de su armadura-Probablemente sean esos gólems del Pensante de los que habló Fulgur. Puede que estén luchando contra las ranas, pero no son nuestros aliados, Fulgur dijo que habían combatido. Habrá que tener cuidado con ellos. 

Sacó el cetro de su mochila y se lo dio a Damrod, después, ató todas las piezas de la armadura hasta formar un fardo y lo cogió en brazos como una gran bola de acero. No pesaba tanto como parecía, pero no era lo más cómodo del mundo. Tendría que valer. No había tiempo para ponérsela. 

-Abre el portal, te sigo. 

Tras la premura marcada por las prisas de Damrod, recogéis el equipo de Harold y salís corriendo del laberinto mágico de la esfinge, corréis hacia el norte de la gruta en dirección a la tumba de Abysthor, al pasar por la bifurcación que gira hacia el este podéis ver gracias al hueso con el conjuro de luz que portaba el explorador a multitud de Tsathar encima del destrozado gólem de piedra levantando trozos del enemigo caído en señal de júbilo y victoria. Alrededor del gigante pétreo Ranas terribles muertas y aplastadas bajo los puños del gólem y al este de la gruta sobre su rana gigante está Lokaug observando detenidamente una especie de alforja con objetos que reflejan la luz mágica del hechizo de Harold. La imagen pasa rápida ya que continuáis corriendo ( así lo indicasteis ) hacia la tumba. Al pasar corriendo varios Tsathar os divisan y señalan mientras gritan con furia.

Tras lo que parece una larga carrera, que ha durado un minuto solamente, llegáis ante la zona protegida. Damrod puede atravesarla sin problemas, no así Harold el cual si entra en la zona tiene que lanzar una ts voluntad dif 21 para sufrir 6d6 daño o mitad. 

Atravesáis la sala infectada con los conjuros del Caos, Harold apretando los dientes y bloqueando su mente del conjuro que inunda la zona, consigue amortiguar el daño. Enseguida es evidente que algo ha cambiado desde la última vez que estuvisteis en este lugar, varias zonas donde se supone que había trampas mágicas enemigas están ahora ennegrecidas por las explosiones que se han producido al activarlas. Todavía es más evidente cuando llegáis a la puerta que bloqueaba la entrada a la tumba y que solo podían abrir Legales Buenos, algo ha reventado la puerta de piedra. Al entrar veis como algo o alguien ha removido tanto la sala del altar, como la sala de la tumba Abysthor, todo está removido. Y lo peor de todo, no está ni la llave, ni la nota escrita por Abysthor, ni los viales que os entregó la Esfinge. ¡ Alguien logró entrar y se lo ha llevado ! ¿ como lo logro ? ¿ Quien tiene los objetos de Abysthor ?  Al final, después de tanto trabajo y sacrificio, ¿ no ha servido para nada ?. Vuestras mentes se llenan de preguntas sin respuestas.

¿ Los dos veis los mapas ? si no pongo la imagen.

Fueron minutos de infarto; el corazón le latía desbocado, a punto de salirse de su pecho. Más que el esfuerzo físico de la carrera —estaba acostumbrado a cosas mucho peores y más extenuantes—, era el no saber si llegarían o no allí antes de que las ranas se les echaran encima. Un ejército similar habría acabado con ellos mucho antes de haber podido siquiera defenderse. Pero ya no, ahora estaban a salvo. O casi.

La zona protegida impedía al enemigo llegar hasta ellos, o eso esperaba; igual que ellos podían atravesar la zona sacrílega, tal vez los más poderosos entre los tsathar —o su líder— serían capaces de traspasar el límite consagrado. Esperaba que no fuera así, pero no podían contar con ello. E incluso si tuvieran suerte... Los conjuros y las armas podían matarles sin problema.

—Es mejor no arriesgarse, entremos. —Echó una mirada preocupada al pasillo por el que había venido, aunque sus pensamientos estaban más allá, en el gólem caído. ¿Serán los mismos? Sacudió la cabeza con un cabeceo y señaló la puerta.

¡NO! En un primer momento no se había dado cuenta, pero al fijarse era imposible pasarlo por alto. La puerta estaba destrozada— ¿Cómo...? —Sus temores empezaron a hacerse realidad a medida que revisaba la sala entera. Las trampas habían saltado, dejando restos aún humeantes y zonas ennegrecidas. A través de la entrada abierta, el caos era aún peor. Sus últimas esperanzas se desvanecieron a medida que caminaba dentro.

Fue directamente a la tumba y, tal como esperaba, no había nada. Ni los viales, ni la llave ni la nota. Todo su trabajo, el sacrificio de Gerald, para nada. ¿Quién? Sabía la respuesta, lo había visto, minutos antes.

—¡Ese maldito gólem! —Gruñó, iracundo, convirtiendo sus palabras en un gañido casi ininteligible, a la par que cerraba los puños y daba un golpe en el sarcófago profanado. Por él, podría haber seguido así hasta pulverizar la roca, pero no tenía tiempo ni estaba solo. Harold merecía una explicación—. El gólem que hemos visto. No sé si era uno de esos del Pensante o no, pero es el que se ha llevado las cosas, no sé como. Llevaba una alforja con todo dentro, lo vi mientras se enfrentaba a los tsathar. ¡Maldición! Ahora lo tienen ellos, y es imposible que lo recuperemos. ¿Has visto ese ejército? ¿O el que nos atacó casi cuando estábamos a punto de escapar? —Negó—. No podemos enfrentarnos a tantos... —Ni siquiera podemos salvar a Gerald.

Y además, no estaban siquiera a salvo. En cualquier momento aquél maldito sacerdote aparecería para mofarse de ellos. Si era necesario, sacrificaría a todos sus seguidores con tal de que uno solo lograra pasar, y si no funcionaba, derribaría el techo sobre ellos. No estaba convencido ni siquiera de poder acabar con él aún estando solo, y el maldito lo sabía, claro que si. Se burlaría con crueldad, sabiendo que estaban atrapados, y que no podían hacer ya nada.

Esperáis durante un largo minuto a que el enemigo os persiga, pero nada ocurre, solo el distante ruido de multitud de criaturas más al sur afanadas en algo que no podéis ver desde vuestra posición. En ese momento un desgarrador grito en Tsathar resuena desde el sur a lo que un coro de gruñidos y gritos que parecen órdenes resuenan después hasta vuestros oídos.