Partida Rol por web

Tomarse aquellas pociones fue lo mejor que pudo haber hecho ahora se sentía en plena forma para salir de ese lugar. Con el escudo puesto y el espadón en la otra mano salió de la donde lo tenían cautivo, caminó hasta llegar a la esquina de la recamara y desde allí miró al rededor para ver si habían enemigos cerca.

Una de aquellas criaturas le había seguido, fallando por mucho. Aún así, no debía despistarse, el kukri de esos sacerdotes era peligroso, afilado mágicamente y, si otros como él habían logrado atravesar con sus hojas la armadura de Harold, no dudaba que podían cortar hasta el hueso si le alcanzaban. Morir en ese instante, cuando estaba tan cerca... No podía permitírselo. Había demasiadas cosas en juego; el mundo tal y como lo conocían, por ejemplo.

Fueran los nervios, o el súbito temblor que sufrió la tierra, como si el infierno se hubiera abierto no muy lejos de ahí —no era capaz de verlo bien desde su posición, pero estaba seguro de que era cosa de su compañero—, el caso es que, cuando fue a alejarse del sacerdote, sus pies se enredaron, y lo que debía de haber sido una retirada sin peligro, permitió al tsathar lanzar un nuevo ataque.

Maldiciendo en silencio, se escabulló aún así hasta el linde del teletransporte, y se preparó para aguantar hasta que llegara el carnaconte con la bolsa. Debían sacar los viales y atravesar la zona con él para llegar al monolito. Luego, todo dependería de él.

Al apartar ligeramente la cortina que reserva la intimidad de la habitación de Lokaug del resto de los Tsathar, al norte puedes ver una gran sala (10) sumida casi en la penumbra. Al parecer es el lugar de descanso o dormitorio de los sacerdotes y clérigos Tsathar y ahora están descansando un gran número de ellos, algunos están dormidos y otros hablando entre ellos, al parecer orando o meditando. Al sur (11) es el lugar de descanso de los Azotes y sus ranas entrenadas, estas están atadas como si de un rebaño se tratase, medio dormitando medio en duermevela. En seguida te das cuenta de que salir de aquí va a ser difícil, al menos las ranas son animales y una de las pociones te ayuda a esconderte de ellas.

Los dos oponentes de Damrod aprovechan un momento de debilidad de este para intentar sajarle por la espalda con sus afilados kukris, pero solo uno de ellos consigue hacerle un superficial corte por la espalda.

Los azotes se ponen en marcha, el 6 se levanta del suelo, mientras que el 4 ataca sin éxito a Harold. Las ranas se levantan también del suelo. El suplicante corre tras Damrod y cuando este se vuelve en defensa total intenta volver a cortarle con su kukri, fallando su ataque.

Te toca Harold.

Asalto 22

Damrod 23

Azote y ranas 17

Harold y Suplicante 12

Sacerdote de la inmundicia 9

Lokaug y Rana abisal 6

No había mucho de que pensar realmente, a él el esconderse se le daba muy mal por ser tan corpulento e ir sigilosamente con su armadura era una mentira así que simplemente camino lo más lejos de los sacerdotes bordeando el lago ya que gracias a una de las pociones las ranas les iba a quedar difícil detectarlo.
Bajó hacía el sur buscando la salida rezansole a sus dioses para que no se fueran a dar cuenta sus enemigos

Una de las ranas croa, al escuchar el movimiento del inquisidor. En ese momento alerta a las demás ranas que se despiertan del sueño en el que estaban sumidas. 

En el siguiente asalto todas volverán a hacer otra tirada y si te vuelven a avistar irán a por ti, tienes dos opciones, te sigues moviendo lentamente o hechas a correr. Gracias a tu visión en la penumbra, puedes ver hasta 40 pies delante tuyo, todavía no distingues nada de la sala 12. Los suplicantes al norte no se percatan de tu movimiento al estar rezando.

Sacerdote de la inmundicia: corre tras Damrod pero falla su ataque por la espalda.

Lokaug: se le pasa el aturdimiento quedando solo atontado

Rana abisal: Sin las órdenes de su dueño, nada hace.

Damrod estás a los pies de la zona de teleportación, al marcharte corriendo el enemigo tendrá dos ataques de oportunidad ( se es lo que haces claro ) y tras ello desaparecerás.

Asalto 23

Damrod 23

Azote y ranas 17

Harold y Suplicante 12

Sacerdote de la inmundicia 9

Lokaug y Rana abisal 6

El plan de salir sigilosamente fracaso asi que no le quedó más que correr lo más rápido posible, ya sabía el camino que lo llevaba al portal así que no titubeó en la dirección

Descubierto toca correr, así que sin pensártelo dos veces corres con todas tus fuerzas, dejas atrás a toda velocidad la sala de los Azotes y sus ranas y te adentras en la sala 12, el pozo de cría de los sacerdotes. En este estanque es en donde son creados Tsathar a partir de ranas y humanoides usados como recipientes de cría de sus huevos. Además de ranas paralizadas con huevos de Tsathar implantados hay varios humanoides paralizados, humanos, gnomos, Kuo Toa, drows, etc... Además en la sala atendiendo a estos recipientes vivos hay 4 sacerdotes, 6 sacerdotes de la inmundicia, 8 ranas asesinas, 2 azotes y 2 ranas asesinas. Sin saber si te persiguen o no tu sigues corriendo hacia la libertad, pero los gritos de alarma al escucharte pasar corriendo comienzan a inquietarte.

Las ranas anteriores al no detectarte tras alejarte son apaciguadas por sus amos, pero los sacerdotes de la cámara de los huevos te escuchan y comienzan a darse la vuelta mientras gritan en su idioma.

Si lo perseguían o no daba igual porque enfrentarlos en aquel lugar plagado de enemigos, con lo herido que estaba y solo no resultaría nada bien.
Sin siquiera voltear para cerciorarse siguió corriendo con todo lo que tenía y con suerte esos gritos de alarma era porque se dieron cuenta que había escapado mas no sabían donde se encontraba. Su sentido del bien casi lo hace detenerse para ayudar a los humanoides cautivos pero de que iba a servir si ni siquiera podría protegerse asi mismo y mucho menos tenía las capacidades para sacarles los hevos que les habían introducido.
Corrió y corrió y con el dolor en el alma dejó atrás a esos humanoides.

Zona 4: Esta el centro del templo de la Rana. Preside el lugar una enorme estatua de Pyaray en forma de sapo enorme gordo y grotescamente humanoide con grandes colmillos y garras en cada una de sus seis patas. La estatua se alza hasta una altura de 40 pies. Desde ella surgen ondas energéticas de maldad y Caos, irradiando su ponzoñosa magia a todo el nivel. Orando a su alrededor hay 4 sacerdotes de la inmundicia, 9 suplicantes gritando oras a su dios y 2 Tsathar portando ofrendas ( tripas de ranas ).

Dejas atrás la zona de cría con los cuerpos de los humanoides calentando los huevos tsthar a la espera de que estos eclosionen y coman del cuerpo de los desgraciados elegidos para ese fin, detrás quedan los gritos de alarma al verte pasar corriendo. Al llegar a la sala de la estatua giras hacia el sur dejando a los orantes a los pies de su dios y al lago fétido lleno de ranas gigantes y desciendes hacia la gran caverna en busca de alguna señal de tus compañeros. Tras de ti, los orantes se percatan de tu carrera, señalándote y gritando a todo pulmón. En breve la ciudad Tsathar se lanzará tras el reo fugitivo.

Pongo una mancha verde donde están los nuevos enemigos, porque Pyromancer ya no me deja poner más personajes en el mapa.

Estaba cerca, muy cerca. Casi podía notar el extraño zumbido de la magia, ahora que estaba tan cerca del linde del teletransporte. Solo tenía que esperar, aguantar un poco mas, y todo habría merecido la pena. Sobreviviera o no, el gordo sacerdote ya no podría llevar a cabo su plan. Y tampoco los demás seguidores del caos, que campaban por aquellos túneles a sus anchas. Un sacrificio a cambio del triunfo de la Ley. Exactamente para lo que había sido entrenado.

El carnaconte apareció un instante después, con la bolsa en la mano. Los estúpidos tsathar habían ignorado a la criatura, pensando que el verdadero peligro eran los Inquisidores. Y así era, pero no del todo.

—Saca los viales, dame uno. —El celestial seguía las órdenes al pie de la letra, y no por la fuerza de la invocación, sino porque era también su misión derrotar al mal en todas sus formas. Tenían el mismo enemigo, y no dudaba. Sacó los viales y le tendió uno. Impaciente, lo cogió de sus manos. Ya está, lo tengo. ¡Lo tengo! Un último paso y... Tuvo que esforzarse en esquivar los golpes, que le devolvieron a la realidad de golpe. La situación era la que era, y aún no estaba a salvo, ni habían vencido.

Con el frasco de sangre de la tierra en las manos, junto al arconte, sabía que solo tenía que retroceder. Una corta carrera y desaparecería. Luego estaría solo.

—Conténlos solo hasta que haya desaparecido —pidió al ser—. Luego vete, no mueras por nada.

Pasara lo que pasara, ya no estaría en manos de nadie más que las suyas. Si no estaba a la altura, todos morirían. La isla entera sucumbiría. No podía fracasar, no era una opción. Y decidido, salió corriendo.

Damrod recoge el viál y se introduce en la zona de teleportación desapareciendo de la escena, ante los ojos del enemigo. Ahora solo el canarconte queda ante los dos Tsathar. El azote que está ante Harold araña su armadura sin producir ningún daño, el sacerdote es un muro infranqueable para esta criatura. El canarconte tras entregar el vial a Damrod desenfunda su espadón y se prepara para los ataques enemigos. Los dos clérigos Tsathar chocan contra el aura del celestial haciendo que fallen sus ataques.

Lokaug al ver desaparecer a Damrod chilla de fustración, mientras mueve la cabeza en forma de sacudida para tratar de despejarse. Al parecer el reto ha sido conseguido justo antes de que el enemigo esté al 100%.

Damrod sigue fuera de la escena.

Enhorabuena al parecer gracias al acierto crítico y la aparición del canarconte, es posible que hayáis detenido al enemigo.

Asalto 24

Damrod 23

Azote y ranas 17

Harold, canarconte y Suplicante 12

Sacerdote de la inmundicia 9

Lokaug y Rana abisal 6

Atraviesas la zona de teleportación, dejando atrás el ruido del combate. Sin la sensación de mareo producida anteriormente al atravesar la magia teleportadora, ves ante ti un largo pasillo sumido en la oscuridad. Ahora solo, sin la compañía de los demás inquisidores afrontas lo que puede ser el momento más decisivo de tu vida. Intentar cerrar el portál del monolito negro.

El Azote araña sin cesar tu escudo desesperado por atravesar tus defensas. Tras ello el canarconte asiente al escuchar tus palabras desde la distancia y sin más retrocede cinco pasos atravesando el pasillo teleportador y desapareciendo de tu vista. Tras su desaparición te llega el grito de odio, ira, de impotencia de aquel que estuvo apunto de tenerlo todo y que al final se ha quedado con nada, ¿ con nada ?, la mirada de Lokaug lo dice todo, si le espera la condena eterna por haber fallado, al menos se llevara consigo al infierno al maldito sacerdote. Gritando unas palabras en su extraño idioma mientras te señala con el dedo, justo en ese momento todo se vuelve negro a tu alrededor, ¡ te has quedado ciego !.

Asalto 25

Azote y ranas 17

Harold y Suplicante 12

Sacerdote de la inmundicia 9

Lokaug y Rana abisal 6

El Azote se lanza contra un inquisidor ciego aprovechando su momento de distracción, pero no es capaz de atravesar sus defensas.

La presión desapareció casi al momento, como si la magia hubiera dejado de surtir efecto. Tenía la piel de gallina. Esta vez no se había teletransportado, sino que simplemente había atravesado lo que fuera que protegiera ese pasillo. La entrada al monolito negro. Frente a él, totalmente a oscuras, se adentraba en el volcán el pasillo que tendría que recorrer para llegar a su destino. Quedaba tan poco...

El carcaconte apareció tras él unos segundos más tarde, con uno de los viales en la mano y el resto de cosas aún en la bolsa. Tardó un instante en comprender, confuso, y entonces se dio cuenta. Harold debía haberle ordenado que le siguiera, tanto por protección como para asegurarse de que los tsathar ni nadie más pudiera acceder allí. Si caían, la llave se perdería para siempre. Tal vez era lo mejor.

—De acuerdo, vamos —dijo al celestial.

Él mismo se puso en marcha, avanzando gracias al sentido ciego que le proporcionaba la magia de su compañero. Esperaba que estuviera a salvo, que estuviera bien. Mientras caminaba, atento a cualquier posible trampa o peligro —era mejor no confiarse demasiado—, elevó una plegaria a Aengrist, para que protegiera a su más fiel servidor.