Partida Rol por web

Seguís al agente por los pasillos de la comisaría hasta llegar al calabozo, donde, con ciertas medidas de seguridad, se encuentran unas celdas individuales. En la primera podéis ver a una persona peruana con claro síndrome de abstinencia, pelo largo y sucio, marcados rasgos indígenas.

La segunda celda está vacía. En la tercera, en cambio, aparece de repente Jackson Elías agarrando fuertemente los barrotes y mirándoos ojiplático. No lleva el sombrero fedora ni la chaqueta de tweed que suele vestir. Su camisa blanca amarillea ligeramente y, medio desabrochada y arremangada, no está en su mejor momento. Se puede decir lo mismo de Elías, con visibles ojeras bajo los ojos.

Jackson Elías no sabe con qué pretexto habéis llegado hasta él. Como es un hombre sabio, al veros intenta disimular su sorpresa, sentándose de nuevo en la dura banqueta que tiene en la celda, sin quitaros ojo.

Allí espera un policía de mayor rango que el que os ha llevado hasta allí, que os mira desconfiado.

Así que el servicio secreto británico y el francés, ni más ni menos, reflexiona el hombre en un inglés un tanto mal pronunciado, aún sin presentarse. Soy Ernesto Antonio Flores, general de la Guardia Civil del Perú, dice con visible orgullo. El cabo Márquez ya me ha informado de vuestra... identidad. Recelo. Y díganme, ¿por qué demonios deberíamos soltar a este americano homicida?

Elías no puede disimular una fugaz sonrisa al ver el circo que se os ha ocurrido.

Sinclair, Haynes y Weaver se marchan con el policía y el mostrador queda vacío durante unos minutos. Durante este tiempo, entra una pareja más a la comisaría y se sienta en la sala de espera.

Seguidamente, el policía vuelve y os mira a vosotros dos. ¿Siguiente?

Miro largamente a Elias como si me produjese un asco inmenso. Después me dirijo al general.

Tenemos numerosas pruebas de los crímenes cometidos por el señor Elias tanto en territorio francés como británico - hago una breve deferencia a Haynes al pronunciar la última palabra. Me falta conocimiento sobre leyes como para sonar convincente... Ay, que poco profesionales son las prisas... Miro a Haynes para pedirle ayuda con los tecnicismos.

- Efectivamente, el señor Elías es sospechoso de varios asesinatos y otros graves delitos en mi patria y la de mi compañera - retoma Alexander -. Nos gustaría poder hablar con él. En privado. Y si así se requiere, deberemos llevarlo con nosotros - el abogado clava entonces la mirada en Elías -. Puede que aquí haya cometido un asesinato, pero los crímenes que ha cometido en mi país... Digamos que tengo un interés más que profesional para llevarlo ante la justicia británica.

Tras exponer su caso, Alexander vuelve a fijar la mirada en el general, esperando que su exposición haya colado.

El teniente Flores os mira receloso, pero pronto da media vuelta y se acerca a la celda de Elías.

Hoy es tu día de suerte, criminal. Lástima que no pueda encargarme de ti personalmente, gruñe mientras echa mano a las llaves para abrir la celda. Atrás, ni un solo movimiento, manos a la espalda.

Elías obedece sin decir nada y con el rostro visiblemente más relajado. Flores le esposa y lo saca a empujones de la celda, dándole a Haynes la llave.

¡Andando!

Sinclair, Weaver y Haynes vuelven a la recepción de la comisaría con el teniente Flores y con Jackson Elías esposado con las manos a la espalda, visiblemente desmejorado.

El capitán Westley y la señorita Adler se encuentran en el mostrador, ganando tiempo para entretener al policía hasta que vuelvan sus compañeros.

Tras unos largos y tensos segundos, salís todos a la calle junto con Elías.

¿Pero cómo?, balbucea Elías, incrédulo. No me puedo creer que me hayáis sacado de aquí, ¡habéis cometido muchos delitos seguidos!

Claramente, no le importa. La sonrisa de oreja a oreja de su rostro desacredita todo lo malo que pueda decir. Tras unos segundos, frunce el ceño.

Tenemos que encontrar al señor Larkin, esto es imperdonable, nos debe una explicación.

- No creo que Larkin esté en situación de dar explicaciones a nadie... - contesta Alexander - Deberíamos alejarnos de aquí, ir a un lugar seguro. Debemos ponerle al día, y creo que usted también tiene que aclararnos algunas cosas.

¿Conoce un sitio donde no nos puedan molestar ni nos vayan a buscar? A saber cuanto tiempo podemos pasar desapercibidos

Ya es la hora del almuerzo y decidis ir al Bar Morris en el 847 de la calle Boza, en el Jirón de la Unión. El bar es conocido por su famoso cóctel Pisco sour.

Allí, Jackson Elías os cuenta su experiencia.

En cuanto llegó la policia me detuvieron. ¡No me dejaron ni explicar mi versión de la historia!.

Suspira lentamente antes de continuar, incorporándose, apoyando los codos en el centro de las tres pequeñas mesas que os han juntado para sentaros los seis.

Oí a unos policías hablando acerca de otros casos parecidos, dice bajando la voz, haciendo difícil escucharle por encima del jaleo del bar si no se le presta atención. De gente atacada como el profesor Sánchez que desaparecia de los hospitales. Hace una pausa. Incluso de las morgues.

Cuando dice esto último, un brillo en sus ojos no puede evitar dejarse ver fugazmente.

Hmmm sí señor, refrescante cuanto menos.​ El capitán parecía mucho mas relajado que hace un rato, cosa poco lógica vista la situación. ¿Estará volviéndose loco el capitán?

Entiendo que es para hacerse con cadáveres con quién experimentar o bien dárselos a Mendoza para comer.A mi me dejó un regalito que no creo que olvide fácilmente. Vayamos al grano,  ¿hacemoscon la pirámide? El destino nos ha dado una advertencia. Ya sabía yo que tener mujeres en la expedición solo trae mal fario. Aunque de no ser por ellas estaríamos apañados.

¿Robar cadáveres? ¿Quien podría hacer eso? - doy un sorbo a mi pisco sour. Después de todo lo que ha pasado, necesitaba algo más fuerte que una copa de vino... - Y lo que es más importante, ¿para qué? - una idea descabellada se me pasa por la cabeza, aunque visto lo visto, entraría dentro de lo "normal" - ¿Necrofilia quizás?

Jackson da otro sorbo a su cocktail. Un almuerzo con alcohol siempre alimentaba más. Y más después de haber sido detenido y salvado de comisaria.

No creo que nadie haya robado los cadáveres, dice sombrío. No tengo pruebas para demostrarlo pero creo al profesor Sánchez le hicieron algo..., reflexiona bajando el tono hasta convertirse en un hilo de voz casi inaudible.

Sea como sea, si las conclusiones de mi investigación son correctas, todo está relacionado con el culto al que sospecho que Larkin y De Mendoza pertenecen. Una pizca de emoción de cuela en su discurso. Ya casi tiene material lo suficientemente bueno para su próximo libro.

De alguna manera, si Larkin estaba buscando esa pirámide sería por algo, tal vez sea importante para su culto. Mañana es cuando se acordó partir de Lima hacia los Andes. Larkin contrató a unos conductores que iban a llevarnos en sus camionetas hasta allí. Levanta ambas cejas. El servicio está pagado con antelación.

¿Y nos podemos fiar de esos conductores contratados por Larkin? - pregunta Lucy con escepticismo - Lo mismo son también unos monstruos e intentan hacernos daño - dice haciendo incapie en la palabra.
Este sabe algo más, ya sabía que Larkin no era normal. ¿Que será esa secta de la que hablan? Sea lo que sea, tengo que escribir sobre esto.
¿Que nos puedes decir de esa secta?

Jackson Elías mira a la periodista y sonríe.

No creo que los conductores tengan lealtad por nuestro amigo. Simplemente les ha pagado, poca gente hace una ruta tan larga, reflexiona. Podemos aprovecharlo.

Seguidamente, toma aire para compartir lo descubierto sobre su investigación. Nunca le ha gustado hacerlo antes de publicarlo en uno de sus libros, pero esta vez se trata de causa mayor.

Bueno, tengo bastantes motivos para pensar que tanto Larkin como De Mendoza están envueltos en una secta, pero no sé muy bien a quién rinden culto. Calculo que puede haber unas... ¿decenas de personas? Hace una mueca. Lo que sí es seguro es que esa pirámide es importante para la secta. Bebe un trago de su cóctail. ¿Tal vez una encarnación de su dios? O un ídolo, algo por el estilo. Aunque las notas de la señorita Rizo que encontrásteis tenían sentido. ¿Los Conquistadores llegaron a esa pirámide y se convirtieron en kharisiri por una maldición? Eso justificaría las leyendas del folklore peruano.

Se echa hacia atrás en el respaldo de la silla y enciende su pipa, manteniendo la calma.

Sea como sea, damas y caballeros, no lo descubriremos si no vamos a esa pirámide.

No parece que Elías se esté guardando nada en el tintero.

Elise asiente, su instinto de periodista ya le había advertido de peligro más de una vez, pero sentía que se podía fiar de Elías.
Esta bien, vayamos con los conductores. Presiento que va a ser una excursión entretenida.
Lucy se termina de trago su pisco, mientras piensa en la noticia que va a publicar cuando vuelva, igual has escribía un libro.

Vayamos - respondo desinteresadamente -. Será lo mejor para que las autoridades locales se olviden de mi un rato, aunque sea tarea ardua - doy un sorbo a mi bebida y desvío la mirada al curioso patrón de estrellas que tienen las cortinillas del local.

Brian simplemente afirma moviendo levemente su cabeza bajo el sombrero cuando le miran. Lo que en un principio era apasionante, cada vez da más miedo. Pero no se puede negar a un descubrimiento de este calibre, sin contar que deben huir de Lima lo antes posible.

-Eh... vale.