Partida Rol por web

Notan que es extraño que un libro de Poe se encuentre en medio de libros que no tienen mucho que ver con fantasía o terror narrativo, al acercarse pueden ver que dentro del libro hay una tarjeta y que al agarrarla la misma dice lo siguiente.

15 a la derecha, 14 a la izquierda, 13 a la derecha y 12 a la izquierda.

Al agarrar el libro notan que la parte de atrás del mueble es rara, como si hubiera un panel escondido. Al removerlo pueden ver una caja fuerte de combinación.

La caja fuerte es similar a esta, pero sin las rueditas y de un tamaño mucho menor, como si fuera una versión portable.

El abogado miró a su alrededor para ver si alguien había notado lo mismo que él y se encontró con la sorprendida mirada del señor Davies, que denotaba que también compartía su descubrimiento, con una inclinación de cabeza en dirección al hallazgo, que esperaba que el avezado misionero comprendiera, se aprestó a dirigirse a su anfitriona:

— Señora Carlye, mi nombre es Lionel Barton, abogado. Este impresionante lugar estoy seguro de que le provoca muchos dulces recuerdos de su hermano trabajando inmerso en sus áreas de interés, y se hace necesario dilatar algo más nuestra visita para poder examinar con cuidado detalles que pueden haber pasado por alto otros investigadores, por ese motivo, con el objeto de no añadir más pesar al que ya padece, me permito rogarle que se ahorre la posibilidad de que encontremos algo que pueda afectarla, está usted dispensada de ejercer de anfitriona, sírvase descansar y yo personalmente me comprometo a darle aviso del fin de nuestra pesquisa y a que esta tenga lugar con exquisito cuidado. 

Solomon sigue descubriendo la mansión con una mezcla de sentimientos. ¡Cuánto le hubiera gustado a él disponer de una biblioteca así en su hogar de infancia! Pero por otro lado la vida escandalosa del difunto Carlyle y ese aire de decadencia que se nota en toda la familia…Era difícil saber dónde terminaba una cosa y dónde empezaba la otra.

El misionero repasa concienzudamente el catálogo de la biblioteca y descubre decenas de libros y obras clásicas con los que tiene una cuenta pendiente. Entonces descubre algo fuera de lugar y aun sorprendido se encuentra con la mirada cómplice del tejano.

"¿Qué quiere que haga? –piensa- ¿Ponerme a rebuscar ahora?"

El abogado suelta una palabrería larga y asfixiante tratando de convencer a Erika de que nos deje solos.

"Bueno, mejor me espero a ver si Erika se va, y si no pues ya lo intentaré abrir con ella aquí. Sé que en el fondo esto sería robar, pero estoy seguro de que hay algo aquí que puede explicar la muerte de la expedición, espero que Dios me perdone."

"Doctor Robert Husto" Apunto en la libreta, pero al poco la remarco de interrogantes al enterarse de su paradero, pues seguramente nunca podríamos hablar con él.

Al poco ingresamos en la biblioteca, un gran almacén mas que una habitación, allí había prácticamente de todo, de todo menos un buen copazo, algo que el farmacéutico agradecería, pues ya era media mañana, al menos para él. Se paseo sin sentido por los múltiples tomos y estanterias, hasta que escucho la voz de uno de sus compadres a lo que quise añadir algo.

-Así es mi señora. ¿Pero sabe usted de algún libro o libros a los que le tuviera gran aprecio u ojeara últimamente su hermano? Algo por donde empezar ciertamente. -No tenia muy claro si Mss.Carlye se daría cuenta de su cara de tedio, después de todo un libro sin un buen brandy era como un ladrillo caído, todo el mundo podía verlo pero nadie hacia nada por recogerlo. Y se temía que perderían sustanciosas horas en esa biblioteca de aire seco.

​No estoy acostumbrado a moverse en este tipo de ambientes, una mansión en el campo, mayordomos y demás, por lo que me siente demasiado cohibido para lo que es habitual en mi y me mantengo en un segundo plano.

Sin embargo, hay algo que me llama poderosamente la atención, que haya guardias armados, perros incluidos, en la entrada de la finca, que haya más guardias en la puerta de la mansión y que sin embargo la señorita Carlyle nos reciba sin la presencia de algún guardaespaldas, es raro que alguien tan preocupado por la seguridad se reúna así con un grupo de desconocidos.

Sospechoso, no puedo evitar pensar.

Sigo a los demás a la biblioteca fijándome en el camino y atento a las señales de que haya guardias ocultos en algún sitio, hasta que llego a la biblioteca y no puedo evitar abrir la boca por la impresión, esta biblioteca es magnífica y seguramente tenga algunas obras dignas de mostrarse en una biblioteca pública o, incluso, en un museo.

Mientras admiro la colección, no puedo evitar torcer levemente el gesto ante la propuesta de Barton, ya que no creo que sea una buena idea el decirle algo así a la anfitriona, después asiento casi imperceptiblemente ante las palabras de Paulov, si nos da una pista sobre los libros que más le interesaban a su hermano sería un buen punto de partida.

Me giro hacia la señorita Carlyle para hacerle una pregunta, llegando incluso a abrir la boca, pero luego decido esperar a que responda a Paulov, no es bueno atosigar a preguntas a la gente, salvo que quieras que comentan un error, pero ahora no estoy en un mitin ni en una reunión con algún representante del gobierno o del ayuntamiento.

Erica los mira con mala cara  cuando le dicen que si los puede dejar solo.

Claro, seguramente quieren quedarse solos para ver que pueden robarse de la biblioteca, esta es una casa grande y dudo mucho que ninguno de ustedes se sienta tentado de llevarse algo.

La joven les dedica una sonrisa sarcrastica y se da media vuelta mientras se va.

Pueden quedarse, pueden ver lo que quieran no los voy a molestar... pero recuerden que en la puerta hay varios hombres armados que no les molestaría cacharlos para evitar que se lleven algo.

La joven se termina de ir dejándolos solos en la habitación con cientos de libros para investigar.

La cara de Peter mudó de la indiferencia al enfado

-¡Señorita!, ¡no sé quien se piensa que somos, pero nada de vulgares ladrones!

Niñanata malcriada

-Que luego sus hombres nos cacheen si quiere, o mejor, que venga uno a vigilarnos si no se fía de nosotros. ¡Hemos venido a ayudar, no a robar!

​Meneo la cabeza, negando con el gesto, ante la reacción de la señorita Carlyle.

- No creo que tengamos mucho tiempo. - Digo mirando la inmensidad de la biblioteca. - Y dado que ya no contamos con su ayuda sugiero que nos demos prisa en buscar algo que nos llame la atención. - Vuelvo a mirar hacia la puerta mientras dejo caer los hombros. - Lo más probable es que esté buscando a alguno de sus matones para echarnos de aquí lo más rápidamente posible.

Tras decir esto me acerco a la vitrina de la pared que da al norte, para examinar los libros, mientras me quito la chaqueta que dejo doblada en uno de los sillones.

Josep no pudo evitar na sonrisa al escuchar las palabras de aquella mujer y verla, "con interés", mientras se marchaba de la biblioteca y los dejaban "solos".

-Cálmese Carter, alzar la voz contra la señorita, solo nos quitara horas para poder buscar lo que necesitamos... -¿Realmente había dicho esa palabra? Necesitar. Lo único que aquel hombre necesitaba lo tenia en su chaqueta, cocina o encimera de su casa.

Aun no se creía con la facilidad que había aceptado todo aquello, no era normal en él. -...Ahora que ni siquiera nos ha dado indicación alguna. -Suspiro al recordar el tedio que puede llegar a ser buscar una aguja en un pajar o en este caso un libro concreto en una librería repleta de libros concretos.

-Y por cierto, no creo que la Señorita no quiera echar tan pronto, ella misma podría haberlo hecho. En fin pongámonos a ello, tal vez deberíamos empezar a buscar por aquellos libros que estén libres de polvo o vitrinas igual de limpias. MMm... me pregunto si tendrá una sección sobre áfrica y los negros. -Toco su chaleto de manera instintiva y confirmo que aun seguía todo allí, por lo que espero impaciente a necesitarlo.

Solomon enrojece de vergüenza ante la reprimenda de la Sra. Carlyle. Desde luego que la manera en como habían llegado hasta aquí no le gustaba en lo más mínimo: irrumpir así en la casa de una desconocida, un grupo tan numeroso de hombres y encima estando ella de luto… ¡Y hasta habían tenido la osadía de pedirle que los dejaran solos! Eso había sido el colmo.

Pero tampoco había hecho nada para impedirlo. Y aquí estaban todos. Solomon tenía la sensación que haber empezado un camino de difícil retorno, de estar andando por una carretera que iba haciendo bajada, cada vez más fuerte y peligrosa y que ya le costaba frenar.

Al menos no habían infringido ninguna ley… hasta ahora. “Que Dios perdone mi hipocresía” –piensa con un profundo suspiro. Se mira un momento al tejano y toma la iniciativa.

Señores, aquí detrás hay una caja fuerte –dice. El corpulento hombre se acerca a la pared norte de la biblioteca y aparta un libro de Allan Poe. Detrás se entrevé una pequeña caja fuerte metálica con una ruedecilla numerada- Y además aquí hay un papel con un escrito que podría ser la clave de la cerradura: 15 a la derecha, 14 a la izquierda, 13 a la derecha y 12 a la izquierda –recita en voz alta- Parece fácil. El dilema está en saber si a dentro se encuentran riquezas materiales o alguna pista que explique el repentino cambio de humor del difunto.

Es evidente que pronto alguien abrirá la caja, así que Solomon mira derrotado hacia otro lado y espera a que sea otro quién resuelva el misterio.

Will no tiene tantos reparos como Solomon y directamente comienza a manipular la caja para abrirla cuanto antes.

-No nos habría dejado aquí si hubiera algo que ella considerase valiosa o, mejor todavía, si supiese que estaba aquí, de modo que debemos abrirla cuanto antes.

No obstante, Will era un verdadero profesional de las bibliotecas, de modo que no pudo pasar sin echar una ojeada a los volúmenes de la biblioteca. Por otra parte, la teatral salida de la mujer le había resultado de escaso gusto.

Esta gente... pensó

Por más que empezaban a ver los libros de la biblioteca no había nada que les hiciera pensar en algo extraño o algo relacionado con los extraños sucesos de la actualidad. Todos los libros eran los libros normales que un hombre como él podía tener en su biblioteca.

Desde estudios sobre las culturas africanas, libros de literatura y algunas recopilaciones de mitología. Pero nada era raro, lo único raro que vieron en toda la biblioteca era el libro de Poe con la extraña contraseña de la caja fuerte y algunas revistas amontonadas bajo el titulo Prospero House, estas revistas hablan de mitología y ocultismo. Tras una vista rápida se dan cuenta que la editorial también se encuentra en Nueva York.

Al constatar los obvios prejuicios del señor Davies para llevar a cabo la apertura de la caja fuerte el abogado sonrió comprensivo, debía tratarse de una situación de muy difícil manejo para un hombre de Dios como él. Decidido a portar la carga de ese pequeño pecado de intromisión en aras de un bien mayor, el señor Barton se acercó a la caja, sacó un pañuelo de su bolsillo y usándolo para no dejar huellas movió la rueda siguiendo las indicaciones del libro de Poe, esperando con el corazón en un puño resultados positivos cuando hizo amago de abrir la puerta.

​Viendo con cierta aprensión los intentos de abrir una caja fuerte, recupero la chaqueta de la silla y me aproximo a la puerta de la biblioteca doblándola con cuidado sobre el brazo izquierdo. Una vez allí me apoyo de forma indolente en el marco de la puerta, tanto para tapar la visión del interior de la biblioteca como para observar el pasillo, por si acude alguien a vernos.

-Prospero House, Nueva York. -Anoto en su libreta Paulov, tras ser lo único de interés encontrado en la biblioteca, sin contar la caja fuerte y una petaca en su chaqueta de la que dio cuenta en un par de ocasiones, como había dicho antes, un libro se merece una buena añada, lastima que solo tuviera la segunda.

Cerro su libreta, se levanto de su asiento, el cual ya estaba hecho a sus posaderas. -Un sillón increíblemente cómodo, lo admito. -Y se acerco a donde estaba el grueso del equipo mientras otro vigilaba, a su parecer un acto innecesario que fácilmente podría ser mal interpretado, pero la intencion era buena por lo que no quiso decir nada.

-Que tal se le da mirar documentos ajenos, amigo. -Pregunto al abogado en un claro intento de usar el doble sentido en una frase no muy acertada. Y como si buscara distraerse, después de no sacar nada en claro se acerco a ese libro para mirar su portada y saber de que se trataba, si era lo suficientemente importante como para ocultar una contraseña, fácilmente podría contar algo mas entre sus palabras.

El grupo empieza a forzar la caja fuerte y rápidamente lo logra. Dentro de la misma encuentran un grupo de libros que resulta bastante más interesante que los libros que había en el resto de la biblioteca. El primero en aparecer son los Manuscritos Pnakóticos en su versión en inglés, luego un libro en francés llamado Sélections du livre D'Eibon escrito por un tal Gaspar du Nord, el próximo libro es el llamado El Pueblo del Monolito en su versión en inglés y por último otro libro en inglés La Vida como de un dios.

Al levantar este último libro notan que el cuero que cubría el libro es piel humana. Además a diferencia del resto de los libros este último parece el diario intimo de una persona loca.

Tras conseguir forzar la caja fuerte, Peter echa un vistazo a su interior junto a sus compañeros. Saca su libreta y toma nota de todos los libros que en ella hay

-No creo que podamos llevarnos todos, pero tal vez alguno de ellos sí, especialmente este último -Señala a La Vida como de un dios

Se levanta y se dirige hacia dónde están las revistas. Toma nota de los números de las mismas y las ojea rápidamente

-Preferiría ojear los libros, pero hay que darse prisa y acabaré antes con esto. Si me da tiempo me pondré con los libros. Que alguien vigile por si viene alguien

¿Deseáis llevaros un libro encuadernado con piel humana? — Pregunta el atónito y algo escandalizado abogado que no puede disimular su repugnancia al mirar el objeto con una mezcla a partes iguales de curiosidad y temor. Tras santiguarse y suspirar hondamente se dirige a la puerta para dar la espalda a cualquier hecho mínimamente delictivo del que preferiría no ser en absoluto testigo.

Como su abogado, no es preciso que contemple cualquier cosa que vayan a hacer con esos libros de los que nada sé, discúlpenme si opto por asegurarnos algo de intimidad vigilando la puerta y avisando con insistente tos si alguien no bienvenido se acerca.

-¿Pîel humana? ¿Esta seguro? -Pregunto el farmacéutico acercándose para ojear ese libro y a continuación a modo de ritual, como quien se santigua al ver algo impío o peligroso, echar un trago de su petaca.

Las conversaciones se llevaban muy rápido y él tardo un tiempo en comprender las intenciones de sus compañeros.

-Señores, señores. Cálmense, creo que la señorita esta tan dispuesta como nosotros a encontrar una razón para todo esto. Estoy seguro que no tendría reparo en dejarnos ojear estos libros, si le explicamos que los hemos encontrado en su biblioteca, obviando el echo de la caja fuerte y que tal vez sus hojas y contenido nos ayuden en ese propósito común. Robar debería ser la ultima de sus opciones, no la primera. -Comprendía la moral laxa de un arqueólogo, pero no la de otros.

-Creo que somos suficientes como para al menos ojear cada uno, uno de estos libros y encontrar la escusa perfecta en ellos para convencer a la señora. Si alguno sabe francés, creo que debería dedicar la lectura a ese, del resto no me cabe duda que cualquiera de nosotros puede entender sus escritos.

Dicho lo cual miro a los cuatro libros y decidió coger aquel que se titulaba: El Pueblo del Monolito, el que parecía el menos técnico de todos los presentes. Y sin mas dilación se acerco haya donde había estado ojeando los últimos libros y toqueteando la zona del corazón de su chaleco se puso a ojearlo.