Partida Rol por web

Martes, 27 de Enero de 1925. 23:30

Vuestra llegada, cercana a la medianoche, no pasó desapercibida al conserje del turno nocturno, que levantó la cabeza un momento para decir algo parecido a "Buenas noches" con la voz pastosa y los ojos entrecerrados. Subisteis a las habitaciones, concentrando vuestros esfuerzos preparatorios en la habitación de Brenda, donde trasladasteis todas las maletas y ropas, procurando hacer el menor ruido posible, a lo que ayudaronn tanto las puertas bien aceitadas de las habitaciones como la mullida alfombra del pasillo.

Con todo allí, sobre las camas, incluyendo la misteriosa maleta que Archie, Louis y Nick trajeran de la Fundación Penhew, llena de quién sabe qué tesoros, os disponéis a preparar vuestra marcha.

-Bueni...- dice Nathanian una vez que todos han entrado a la habitación y han cerrado las puertas -¿Y ahora qué?-

-Pues organizarnos para salir por piernas, querido. Si Escocia va a ser nuestra tapadera, para despistar de nuestra intención de ir a Gales, yo dejaría algunas pistas "olvidadas", como un mapa, o una anotación con algún albergue, o cosas así.

Brenda trasteaba por la habitación, colocando todas las maletas encima de las camas, y metiendo en ellas las brazadas de ropa que habían sacado de los respectivos armarios para llevarlo todo a la habitación de las chicas. Doblaba cada prenda con práctica, rapidez y eficiencia, y dirigía rápidos vistazos a un lado y a otro, no queriéndose olvidar de nada.

-A ver... esto es de Nick... esto de Archie... esa chaqueta de cuero es de Louis... mmm... Puaj!, esto tiene toooda la pinta de ser de un bohemio, debe ser de Henric...

Sin embargo se detuvo cuando uno de sus giros la encaró con la maleta misteriosa, aún cerrada.

-Bueno, ahora es nuestro turno para cotillear, ¿no? Veamos qué clase de tesoros nos han traído de la Fundación...

Y la abrió, sin esperar respuesta del resto, empezando a hurgar en ella con interés y sumo cuidado.

Danielle no era una mujer que soliera viajar muy cargada. Pero al haber tenido que utilizar otro tipo de vestuario en las calles de Londres, su maleta parecía contener mucho más de lo que en realidad necesitaba. La dejó en el suelo, en un rincón para no molestar a las otras damas. Se fue a acuclillar para poder colocar mejor la ropa, cuando sintió que la falda estrecha no le dejaba moverse como le gustaba. Un bufido salió de sus labios y se la subió un poco, sin pudor alguno. Ahora, al agacharse, sintió como ésta se resentía, pero al menos le permitía mejor movilidad. 

Buscó los pantalones que solía utilizar cuando estaba perdida en las excavaciones. Estaban ligeramente desgastados, pero su tela era fuerte y resistente. Una sonrisa sesgada se formó en sus labios al pasar la mano por la prenda. Suspiró y se volvió al escuchar la voz del señor Moore.

- Embarcamos el viernes... - Comentó y arrugó la nariz. Pero entonces, la señorita Farrow empezó a exponer las ideas que rondaban por su cabeza. Danielle se incorporó y empezó a recolocarse la falda, cuando vio que Brenda abría la maleta que habían traído de la Fundación. Sus ojos oscuros se abrieron como platos y sintió un caprichoso cosquilleo recorrer su espalda. Le encantaba encontrar cosas, y su curiosidad era mucho mayor a su prudencia. Así que se acercó a la mujer y empezó a cotillear junto a ella.

-Precisamente esa era la idea que me rondaba, señortita Farrow.- dijo Nathaniel con un tono bastante calmado, casi calculador, para continuar mientras se dirigía hacia la puerta -Si me disculpan, voy a salir a por una o dos cosas, No tardaré más de media hora.-

Unos momentos antes de salir se volvió, viendo como se afanaban todos en la preparación del equipaje, agradeciendose interiormente por viajar ligero y pensando en que ya prepararía todo al regresar, ahora tenía algo importante que hacer.

Nathaniel irá a una biblioteca, tienda de prensa, o al sitio mnás cercano para conseguir dos cosas:

Un mapa del sur de Escocia (o simplemente una lista de ciudades y monumentos en esa zosa) y un horario de ferrocarril también del sur escocés.

Nathanian abandonó la habitación poco antes de que Brenda abriese la maleta, descubriendo al hacerlo un interior apretujado, lleno hasta los topes.

Lo que más destacaba, varios libros voluminosos, de aspecto caro, con tapas de gran calidad y papel denso. Un par de ellos tenían marcas en el lomo, en apariencia muy recientes, como si hubieran caído sobre el suelo terroso y herboso de un jardín. Sus títulos eran bastante pintorescos: "De materia y forma del Dios Oscuro (anónimo)", "Fragmentos de G'harne (traducción de Sir Howard Windrop)" y "Des poésies d'autres mondes (Jean Breaux)".

Acompañaban estos libros cuatro pergaminos, enrollados y atados con cuerda roja. Todos tenían un aspecto antiguo y quebradizo; de hecho, se habían producido grietas en alguno debido a su transporte apresurado.

En una caja de metal cerrada se mostraban grabados con imágenes de criaturas de cuerpo pelado, en general simiescas, pero de rostro insectoide. Algo de metal entrechocó en su interior cuando lo levantó Brenda.

Casi escondido por azar entre las mangas de una camisa, encontrasteis un jarrito de piedra del tamaño de dos puños, tapado con un corcho bien firme que impedía que se derramase lo que hubiera en su interior, que, a juzgar por el sonido, se diría era arena.

Por fin, sobre una sencilla muda de ropa (sencilla pero de buena calidad), descansaba un pasaporte. La primera página del mismo revelaba el nombre de su propietario: Edward Gavigan.

-¡Vaya...! ¿Qué tenemos aquí...? Pensé que eran cacharros y cosas que nuestros hombres habían cogido al azar... pero creo que... ¿no os parece que esto es el equipaje de Gavigan, preparado para una rápida incursión a... algún lugar... donde estudiar o discutir acerca de... todo esto...?

Mientras hablaba Brenda iba sacando con cuidado cada cosa y mostrándola mientras la inspeccionaba a su vez.

-O.... a un lugar... del que acababa de volver...

Dijo al ver las marcas de restos de tierra del lomo de los libros.

Un examen más pormenorizado de los objetos arrojó nuevas pistas. Al pasar los dedos por las marcas de caída sobre la hierba, Brenda comprobó que eran muy recientes. Uno diría... que de esa misma noche.

La caja no era hermética, como se desveló al primer tirón; se abrió y en su interior refulgieron dos dagas, ambas de plata, con forma de un ankh egipcio acabado en punta.

Viendo los tres libros con detenimiento, adivinaron que no eran especialmente antiguos. De hecho, apostarían a que el más veterano tendría solo diez años o poco más.

Brenda manipuló con cuidado las dagas y el extraño jarrito, aunque nada supo sacar a la luz de lo que representaban desde el punto de vista de su no despreciable experiencia en arqueología. Luego tomó con delicadeza uno de los pergaminos, el que le pareció más antiguo, y se quedó mirándolo unos instantes, dudando.

-Podría dañarlo si lo desenrollo... y si no lo hacemos, no sabremos qué contiene...

Murmuró. Era a cara o cruz, pero se arriesgó. Y lo desenrrolló, con una lentitud y un cuidado extremos.

Danielle arqueó ambas cejas al ver los voluminosos libros. Siempre había encontrado tedioso el sentarse en un butacón y pasarse la tarde leyendo. El aire se viciaba y el trasero acababa dolorido... 

Pero los ojos de la mujer se abrieron de par en par, debido a la sorpresa que se llevó al ver los otros contenidos que se hallaban en la maleta. Un conocido hormigueo recorrió su espalda... 

- Es increíble... ¿Qué significarán estos grabados...? - Danielle se había arrodillado para acercar su rostro a la caja metálica y observaba con gran interés las extrañas imágenes que se veían grabadas. En todos los años que había estado explorando viejas ruinas, nunca había hallado nada semejante... Entrecerró los ojos y alargó una mano para acariciar con delicadeza aquellos símbolos. 

Un gesto había despedido a Nathan, y una sonrisa. Luego, Mina se había quedado en un segundo plano, observando el cielorraso que correspondía a la habitación donde estaban, pensativa. Todo había sucedido demasiado rápido, y la sensación tan arraigada en su alma de silencio y peligro era dura. No, no dura, no le producía el temor que quizás a cualquier otra persona podía hacerlo. No podía, habiendo vivido y crecido con su padre. Le producía la prudencia de quien conoce lo que enfrenta, quien sospecha lo que se esconde, quien vislumbra en la oscuridad.

¿Fue algo así, padre? ¿Esto fue? Sé que matarías por estar aquí. Si tan solo pudieras...

Los ruidos de las bisagras la sacaron de sus pensamientos. Mina se acercó, con cuidado, y su rostro usualmente alegre se iluminó de golpe al ver el contenido. Una sonrisa a medias se quedó en unos labios separados, sorprendidos, ensimismados. ¿De dónde habían sacado tal...? Sí, de la Fundación, pero, ¿de dónde había robado la Fundación aquellas cosas? Alargó la mano para tocar, con un dedo tan suave como un suspiro, el ankh que descansaba sobre una de las dagas. Giró hacia el lado contrario de Brenda y Danielle, para mirar mejor los objetos, y concentrarse.

¿De dónde es esto? Debo poder calcular su época. O su procedencia. El profesor Landgrave lo haría mejor...

No dijo nada cuando Brenda intentó tomar valor en voz alta. Sabía que ella lo acabaría haciendo. Y su atención estaba depositada en otro lugar. Las dagas. Su mente fue hacia atrás, veloz, buscando asociaciones. ¿Dónde, por qué, qué época, que...? Pero la ubicación se le escurría por los dedos, la época, la Arqueología parecía volverse arena entre sus dedos. Entonces, dejó de pensar desde ese punto de vista. Pasó a otro. ¿Para qué sirve, qué significado tendría en el hombre, qué creerían para...?

Brenda abrió el primero de los pergaminos, que crugió ligeramente pero estaba en buen estado, no se deterioró en absoluto al abrirse del todo. El texto que se mostraba, demonios, eran jeroglíficos egipcios. Un grupo de hombres o quizá el mismo en diversas escenas, realizando diversas operaciones, con instrucciones debajo de cada imagen. El resultado de las mismas parecía ser la aparición de un dios, uno con cabeza de ave, aunque era difícil distinguir cuál. No parecía el clásico ibis, más bien un buho o un gorrión.

En el mismo hotel Midland no tuvieron problema en procurarte una copia de un mapa de Gran Bretaña que pudieras consultar a tu gusto. Sin embargo, debiste salir a la calle para acercarte a alguna estación de tren en busca de los horarios de trenes que os llevasen a Gales.

Por desgracia, aunque conseguiste un coche de caballos, el cochero te anunció que no podría esperarte al terminar tu visita a la estación, pues se marchaba ya a casa a dormir. Y, te adviertió, no te iba a ser fácil coger otro coche o taxi a estas horas. En caso de decidirse a ello, Nathanian debería volver andando. Bueno, era un paseo de treinta minutos.