Partida Rol por web

Danielle sonrió mientras negaba suavemente con la cabeza. Sentía curiosidad por lo que pudiera decirle, siempre le había gustado probar nuevas experiencias y que le leyeran la buenaventura era una de ellas. Pero tampoco creía mucho en esas cosas. O se negaba a creer en ellas...

- Gracias, pero prefiero no saber qué me deparará el futuro - . Se excusó mientras llevaba su mano al bolsillo y sacaba unas pocas monedas. - Acepta esto por las flores, es un ramo muy bonito - . Volvió a decir sin borrar la sonrisa de sus labios. 

La chica acepta tu renuncia y tus monedas con una sonrisa tímida, hasta el momento en que tus dedos rozan la palma de su mano al dejar las monedas allí. Entonces abre los ojos y su expresión cambia hacia un rostro tenso, alarmado pero contenido. Después, una expresión de tristeza le ruza la cara y hasta jurarías ver el asomo de agua en sus ojos. Pero la chica dice un tímido "adios" y se vuelve hacia la carreta, intentando evitar que veas su rostro.

Danielle sintió un escalofrío recorrer su espalda al contemplar las expresiones que se dibujaron en el rostro de la joven gitana. - ¿Qué... Qué ocurre? - Le preguntó y se mordió el labio, indecisa. Será una estratagema para que me interese por lo que quiere decirme y poder así echarme las cartas. Se dijo, aunque un nudo se había formado en su estómago. 

- ¿Estás bien? - Había posado, con suavidad, su mano en el brazo de la muchacha. Debería irme antes de que insista en leerme la buenaventura. Pero había habido algo en la mirada de la gitana que hacía que Danielle no se moviera de allí y quisiera saber qué era lo que había ocurrido.

La chica sacudió la cabeza. -No señora. Usted no quiere saber el futuro. Y el futuro no se puede cambiar, esá escrito. Da mal fario decirle el futuro a quien no quiere escucharlo.- A pesar de la tensión que se apreciaba en su gesto, la muchacha forzó una sonrisa apaciguadora.

Danielle alzó suavemente una ceja y finalmente se resignó con un suspiro. ¿Quería saber su futuro? ¿Era verdad que podían leerlo? Aquello eran supersticiones, pero la expresión de la gitana había picado la curiosidad de la exploradora. 

- Está bien. Sí, imagino que tienes razón. Además, seguro que no es para tanto - Una sonrisa se perfiló en sus labios y se dio la vuelta, alzando una mano a modo de despedida.

- Nos vemos y, gracias por el ramo de flores - . Le dijo y se dispuso a volver al camino y a la Mansión Mordaunt. Mientras caminaba empezó a silbar una melodía, que había escuchado hacía tiempo. La entonaban en una de las tribus que había conocido en uno de sus muchos viajes.

No te preocupes ^^

Por fin, tras casi dos horas de ausencia en su paseo, Danielle regresa a la mansión, encontrándola tan tranquila como cuando se marchó, con sus compañeros disfrutando de la tranquilidad del campo y el confort del hogar de su anfitriona. Danielle parecía algo turbada, quizá solo azorada por la caminata, como mostraba el polvo de sus botas.

Tras una buena caminata por aquella hermosa campiña inglesa, Danielle regresó a la mansión. En una mano llevaba un pequeño ramito de violetas, que dejó junto a la entrada, con la idea de buscarle un jarrón. 

Se acercó a donde se encontraban Brenda y Archivald. 

- Hola de nuevo, ¿qué tal las cosas por aquí? Tendríais que haber venido, hace un tiempo fabuloso para caminar - . Les iba diciendo mientras se dirigía hacia la cocina, alzando la voz según se iba alejando. Allí buscó algo para colocar el ramillete, ya fuera un vaso, un jarrón, lo que fuera. 

Terminó decantándose por un vaso de boca ancha y lo llenó hasta la mitad de agua. Volvió hacia la entrada y al volver a cruzarse con sus compañeros, recordó lo que le había dicho el telegrafista. 

- Por cierto, esta tarde vendrán a traerle un telegrama a Mina - . Les dijo y se acercó a la entrada para colocar el ramillete en el vaso.

-¿Un buen paseo, entonces? Aquí ha estado todo muy tranquilo, hasta aburrido. Espero que nuestros compañeros vengan pronto. Un telegrama, ¿eh? Me preocupa. Parece como si cualquiera pudiera localizarnos cuando quisiera, diablos...- Brenda se mordió le labio un momento, más para mostrar la preocupación que pareciera necesaria que por verdadero nerviosismo. Los acontecimientos empezaban a ser de tal calado que un telegrama no sería algo importante.

- Sí, tienes razón. Además, el telegrafista me dijo que el que enviaba el telegrama tenía mucho interés en saber que llegaba a sus manos. Él mismo se encargará de traerlo - . Danielle sentía curiosidad por saber quién estaba tan interesado en encontrar a Mina. ¿Tendría algo que ver con la investigación que estaban llevando adelante? Se quedó un momento pensativa, llevó un dedo a sus labios y empezó a darse pequeños golpecitos. No, no creo... Todo esto debe ser casualidad. 

Un escalofrío recorrió su espalda y dirigió su mirada hacia la ventana. Todavía no había empezado a llover, pero estaba convencida de que no tardaría.

- Espero que el resto regrese pronto, antes de que le pille la lluvia - . Murmuró, como si hablara consigo misma, aunque sus palabras fueron perfectamente audibles. Chasqueó la lengua y se volvió de nuevo a mirar hacia Brenda y Archivald. - Empiezo a tener hambre. ¿Y vosotros? - El paseo de dos horas le había abierto el apetito, y, tras la resaca de aquella mañana, su estómago empezaba a gruñir insistentemente.

Preparar algo de comer es sin duda una buena forma de pasar el tiempo, además de necesaria. Resulta, de hecho, un rato divertido en el que debéis decidir si abrir un vino carísimo o no o si algunas de las conservas caseras que encontráis estarán en buen estado. Por fin lográis un almuerzo improvisado lo bastante satisfactorio, al que os lanzáis con ganas.

Al terminar, se sirven unos brandis, se encienden unos cigarros o se abre algún libro de la biblioteca. El tiempo pasa dulce y lento como la miel en enero, hasta que la puerta de la calle suena con tres golpes, seguidos del torpe tintineo de la campanilla anunciando que alguien está llamando en la entrada.

Os levantáis los tres a abrir, dispuestos a levantaros de encima la apatía, para descubrir al otro lado de las jambas a un joven con traje del servicio de correos y telégrafos que sonríe a Danielle como si la reconociera.

-¡Hola! He venido lo antes posible.- dice señalando la bicicleta apoyada en la pared a su lado. -¿La señorita Mordaunt ha regresado?-

Tras el último bocado, Danielle apartó un poco la silla de la mesa y dejó la servilleta junto a su plato. Ahora que tenía el estómago lleno se sentía mucho mejor, y el dolor de cabeza era tan sólo un recuerdo de aquella mañana. Se levantó y recogió los restos del almuerzo, dirigiéndose a la cocina para prepararse un café. Estuvo buscando durante unos minutos en todos los armarios y cajones, pero no supo encontrarlo. Finalmente se decantó por prepararse un té negro. Se lo llevó a la sala y se sentó en una butaca, para bebérselo tranquilamente. Aunque cuando se lo llevó a los labios y le dio el primer sorbo, una expresión de asco se dibujó en su rostro. Aquello estaba horrible...

Buscó un libro para entretenerse y volvió a sentarse. Estaba hojeándolo, tranquilamente, cuando unos golpes en la puerta llamaron su atención. Levantó la mirada y la dirigió hacia la entrada, arqueando suavemente ambas cejas. ¿Quién estaría al otro lado?

- Voy a ver... - Murmuró y se levantó de la butaca, dirigiéndose hacia la puerta de la entrada. La abrió y se encontró con el joven de telégrafos con el que había hablado hacía unas pocas horas. 

- ¡Oh! Lo siento... La señorita Mordaunt todavía no ha regresado - .

-Bien... el caso es que el telegrama está dirigido a la señorita Mordaunt "y asociados" y si bien en otra situación no sería de recibo entregárselo a otra persona que no fuera la directa destinataria, en este caso, estando alojados ustedes en su mansión, entiendo que es lo correcto. Si tan solo me firma aquí...-

Y el joven extiende una libreta de firmas para que dejes tu recibí en ella, alargando de inmediato el telegrama con una sonrisa. Por fin se despide y te deja allí en la puerta, a tus anchas para poder examinar al fin el misterioso telegrama. Pero, mientras lo abres y lo lees, el chico, ya alejado una decena de metros se detiene.

-Oh, perdone. Al no estar la señorita Mordaunt no lo he pensado, pero... ¿quiere devolver alguna respuesta al remitente?-

Danielle firmó en la libreta que el telegrafista le extendió y, tras devolvérsela, cogió el telegrama. Lo abrió y paseó sus pupilas por la superficie del papel. Arrugó el ceño y levantó la mirada, dirigiéndola de nuevo hacia el hombre que acababa de traerlo. Extendió el telegrama hacia la señorita Brenda, mientras asentía suavemente con la cabeza. 

- Sí, creo que estaría bien confirmar que lo hemos recibido - . Comentó, dirigiéndose hacia sus dos compañeros. No sabía cómo les habrían ido las cosas al resto, ya llevaban unas cuantas horas fuera y quizás habían descubierto algo de interés. 

- Si fuerais tan amable de dejarme un papel y un lápiz - . Le pidió al telegrafista y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. 

Su intención era enviar un mensaje escueto para agradecerle al padre Macconlom su información. Cuando regresaran los demás, quizás, decidían enviar otro telegrama informándole de sus descubrimientos. Pero eso ya se vería...

- GRACIAS POR LA INFORMACIÓN STOP NOSOTROS BIEN STOP DANIELLE ARCHER - 

Danielle escribió el mensaje y se lo entregó al telegrafista junto al dinero que le solicitara. 

El telegrafista se marchó con una sonrisa amable tras recoger el mensaje y el dinero. Así quedaron de nuevo los tres compañeros allí, en la soledad de la campiña. El día había avanzado y el sol empezaba a bajar. De los compañeros no había señal alguna en el horizonte ni sonido de coche acercándose por la carretera. ¿Cuánto iban a tardar? ¿Cómo de larga sería la espera?

Danielle empezaba a estar ansiosa por tener noticias de sus compañeros. Miró hacia el cielo, con el ceño fruncido y un pequeño gesto de contradicción en su rostro.

No deseaba entrar de nuevo en la casa y encerrarse. No con un atardecer tan hermoso y con aquella sensación de ansiedad que empezaba a extenderse por todo su cuerpo. No podía evitar pensar que algo malo les hubiese ocurrido. Pero no, no debía dejarse llevar por aquella desazón. Seguro que están bien... Se dijo, mientras su mirada seguía la bicicleta que se iba alejando por el camino. 

- Señores, voy a dar un paseo por los alrededores - . 

No se alejaría mucho, quería estar presente cuando el resto regresara, pero no soportaba la idea de volver a encerrarse. Deseaba sentir la suave brisa acariciando su rostro y volver a contemplar aquellos paisajes que les rodeaban.

¡Por fin! El día había pasado, luego la tarde, que la largó Danielle tanto como pudo con su paseo y por fin la noche. Alrededor de las dos de la madrugada por fin escuchó la joven un coche acercándose por el paseo de tierra que conducía a Mordaunt Manor.

Mientras los compañeros, Brenda y Archivald, aún dormían, Danielle salió a recibir al grupo a la entrada. Fue evidente su asombro al constatar el estado de las cosas. Louis entraba en brazos a Mina, quien parecía desfallecida, aunque no herida. El propio Louis parecía pálido, incluso avejentado, ceniciento, enfermo. Heric llevaba envuelto en un trapo lo que podría ser un recipiente, que por su tinteneo parecía haberse roto. Y por fin, Nathanian, cargaba con una carpeta llena de papeles, quién sabe con qué textos. En el rostro de todos ellos se pintaba cierta decepción.