Partida Rol por web

Me reuno con Vyktor y Victoria y pregunto.

- ¿Os apetece merodear un poco por la ciudad? - Mira a Vyktor mientras concluyo. - De paso podemos charlar sobre la obra y los planes.

Vyktor se despereza de forma pronunciada, había encontrado una segunda forma de librarse del resto de la función y se había pasado el tiempo sentado en un sillón de fuera, adormilado. 

- Me apetece estirar las piernas, y quizás parar en algún lugar para tomar un par de copas, estoy sediento.  

Me situé en la salida para despedir a los asistentes, asegurandome de que habñian disfrutado de la función y podía atender cualquier reclamación que deseasen hacer

Me acerco al acomodador, sin apartarme mucho de mi grupo para que puedan oír la siguiente conversación - Me alegro de que se encuentre bien, después de los extraños sucesos de la noche anterior - le sonrío y espero su contestación.

- Bueno, no se preocupe, puedo arreglármelas sola normalmente - miro a mis acompañantes un momento y prosigo - En fin, espero que no se meta en ningún lío, suerte y adiós - sonrío y vuelvo con mis acompañantes (dirigiéndome a Aedalus y Victor) - cuando deseen, caballeros, podemos marcharnos.

Los tres continuaron hacia el puerto. Junto con ellos, pillos, actores y demás gente sin una vida respetable. Se oían risas de mujeres en la procesión, traspiés de los que habían comenzado pronto con el champagne.

Dieron un par de vueltas en por el barrio. Para cuando aterrizaron en el "Parnasus", Mr. Leilo y el viejo Brittia compartían una cachimba en una esquina.

Todo tenía el tono dorado del trasnoche secreto de alta sociedad.

Los dueños del Parnasus, contra todo pronóstico, eran de lo más este de Asia y tenían una gran varidad de especias, alcoholes y curiosidades. Había incluso sueros de la verdad y promesas de viajes astrales.

Los camareros servían a pecho pecho descubierto:

¡Buenas noches! ¡Buenas noticias! ¡El mundo sigue girando! ¡Huyan del enmascarado!

En una esquina, un joven parecía en trance místico. Estaba en posición de levitación, mirada perdida. Tenía un anillo verde en el dedo meñique y unos zapatos pulcros. Por lo demás tenía aire de bohemio. Era en verdad muy joven.

Sobre su mesa había dibujos indescriptibles de criaturas mitológicas y barcos volantes. En sus ojos lucía un brillo de locura que lo hacía interesante.

-Bajaron los asirios como al redil el lobo: brillaban sus cohortes con el oro y la púrpura

Verdaderamente extrañado ante la actitud de Victoria me quede mirando a sus acompañantes. Quizá deberia salir a divertirme un poco por la fiesta y ver si podia cruzarme con ellos más tarde

Si una palabra definía ese lugar era "excéntrico", pero para Vyktor era por lo menos interesante, mucho más entretenido que las formalidades derivadas de las convenciones sociales. El hombre que había hablado le sonaba de algo, pero no recordaba exactamente de que. 

Vyktor echó una ojeada en general al local, y suspiró. Mientras que no se pusieran a cantar aquel sería un buen lugar para descansar, pero más valía que lo dejarán tranquilo. Lo malo es que iba a ser complicado elegir su presa esa noche entre aquella gente, lo mejor sería buscar al más solitario.  

Vyktor entró en el local mirando con curiosidad el ambiente. No parecía convencerlo del todo, pero llevaban un rato dando vueltas y no parecía que tuviera ganas de continuar. Se sentó en la primera mesa que encontró libre, sin que le invitarán y espero a que sus acompañantes lo imitaran.

Siguiendo e imitando a Victor, me siento junto a él y observo atentamente a las diferentes personas que ocupan el establecimiento.

Vyktor y Victoria se sientan sin fijarse en que Aedalus está mirando fijamente a través de la sala a Julius Hunt. Se le nota en los ojos que está calculando algo. Vyktor vio antes esa expresión en Aedalus antes, cuando estaba planeando marionetas o nuevas maquinas y estaba visualizando en el aire los detalles. 

- Amigos, disculpadme un momento. - Digo casi sin mirarlos. 

Atravieso la sala hasta la mesa donde estaba el joven.

- Y el brillo de sus lanzas eran como estrellas del mar; Cuando las olas azules ruedan cada noche en la profunda Galilea - Lo digo mientras observo con atención todos los detalles que lo rodean. 

Julius abre los ojos desde su trance y mira a Aedalus con curiosidad. 

- Joven, veo que de su mente intentan escapar mundos enteros. - Lo digo con la mirada clavada en los dibujos.

- ¿Me permite? - Cojo uno y lo ojeo. 

- Mis musas son esquivas y de ominoso poder. Hoy me susurran genialidades que gritan ser llevadas a cabo. 

Me inclino para susurrar algo a Julius. 

Julius cambia su mirada de curiosidad por intriga y quizás miedo pero asiente temeroso. y añade. -¿Quién eres? 

Simplemente sonrío y con un ademán que indica que espere me voy a hablar con los dueños del local. 

- ¿Tenéis una sala libre? 

- Necesitaré que esté ligeramente limpia, unas jeringillas y material de medicina. - Cuando acabo de decir esto saco una bolsa con oro que dejo sobre el mostrador y añado. - Creo que no hace falta decir que la discreción la tengo en alta estima. 

Mira a la bolsa de oro con sorpresa y asombro.

-Sí señor... - inclina rápidamente la cabeza. obedientemente.

El encargado del establecimiento cruza una cortina de terciopelo a una sala contigua.

Cuando sale, indica a Aedalus que le siga.

Cruzan dos reservados para llegar a las escaleras.

En uno de ellos un hombre con una máscara de médico de la peste pasa el rato con dos mujeres completamente tatuadas. En el otro, un par de hombres occidentales en posición del loto, levitan.

La sala es una sala limpia, con una mesa y papeles. Parece la zona de administración.

Antes de desaparecer en la sala. Me acerco  Victoria y Vyktor y digo en voz baja para solo ellos me escuchen. 

- En 10 minutos. Venid junto con el joven con el que acabo de hablar a la sala a la que ahora voy. - Se puede notar en mi mirada que realmente las musas me están hablando cuando añado. - Si tengo razón, está noche verá la luz otro de los nuestros. 

Con estas palabras desaparezco dentro de la sala.