Partida Rol por web

Paris, 1485.

Lo has visto otras veces. En realidad, llevas un siglo luchando para que tu mundo no se desmorone, convertido en una locura sin sentido. No viviste la gran Edad Oscura, y por eso no puedes decir si realmente fue tan buena como dicen los vampiros más viejos, pero está claro que se ha acabado. Los vástagos ya no dominarían nunca más abiertamente a los mortales. No sin impunidad. Los mortales respondieron, y respondieron duro. No iban a aceptar el dominio de los vástagos sin lucha. Y lucharon, vaya si lucharon. La Inquisición incendió de hogueras toda la vieja Europa, y miles de los vuestros perecieron en una oleada de cólera y fuego. Cundió el miedo. Los mayores no protegieron a los chiquillos más jóvenes, y estos comenzaron a rebelarse contra sus antiguos superiores. La Edad Oscura había acabado.

Empezó la revuelta Anarquista. Contra vosotros se lanzaron miles de vampiros jóvenes: en ocasiones, recién abrazados. Chiquillos que no sabían ni por qué luchaban se lanzaban a la caza de los ancianos. Sabes que eran muy jóvenes. Sabes que muchos de ellos ni siquiera comprendieron por qué morían. Y lo sabes porque a muchos los mataste tú.

Cuando el pánico cundió, sólo clanes con una fuerte organización basada en el honor y la lealtad, como el Alto Clan Ventrue, pudieron permanecer casi intactos. Para ti, ser un Ventrue era una garantía de orden, y habías pasado la mayor parte de tu no-vida luchando contra la anarquía. Contra el Caos. Contra la cólera sin objeto.

Mientras existiera tu espada, y tu brazo fuera fuerte para blandirla, no reinaría el Caos.

Ahora dicen que la revuelta está decayendo. Que los Anarquistas se retiran, batidos en muchos frentes. Que los asesinos, los assamitas, están cesando en sus ataques. Que la guerra se acaba. Puede ser cierto, o no. Aún tienes tu espada. Y lo has visto otras veces. Muchas otras veces.

Habían esperado hasta el momento en el que la oscuridad de la noche era completa para deslizarse al interior del palacio de Laetitia de Sevres, tu señora. Al principio sólo se oyó el ruido ahogado de algún guardia desdichado al que le habían cortado el cuello por sorpresa, pero pronto se dio la voz de alarma y todos los vástagos del palacio habían acudido a repeler el ataque. No había duda. Eran rebeldes, o assamitas, o los dos. Y venían a matar a Laetitia.

Pero no habían contado contigo.

Esa noche te habías demorado más de lo normal en tu encuentro con Laetitia, y el tiempo pasó sin que os dierais cuenta mientras planeabais conjuntamente la defensa de París de los Anarquistas. Fue una suerte que aún estuvieras en el palacio cuando comenzó el ataque.

Los aposentos de Laetitia estaban situados en la segunda planta del palacio. Una puerta daba al pasillo de la planta, que finalizaba en las escaleras que llevaban a la primera planta, ocupada por las cocinas, el comedor y la habitación de la guardia y el servicio. Del pasillo de la primera planta salía otra escalera, que conducía a la planta baja, que en realidad consistía en unas caballerizas, unos almacenes y un enorme patio tapiado. En la habitación de Laetitia, había, sin embargo, otra puerta, más estrecha, tras la cual unas escaleras conducían hasta un pequeño torreón en el que tu señora había dispuesto su estudio. El torreón no tenía salida, pero la puerta era de metal, en lugar de madera.

Oíste a los guardias apresurarse a bajar. Uno de ellos gritó que os atacaban en el patio, y hacia allí se dirigían los soldados. Tu señora estaba nerviosa.

Tú no.

Tu señora te mira con preocupación, mientras el ruido de los pasos y las armas resuena en tu cabeza.

-Confío plenamente en ti, Françoise. Estoy dispuesta a vender cara mi vida, pero mis habilidades militares son inexistentes. Por eso desde este momento tú asumirás el mando de la defensa del Palacio. Mis hombres te obedecerán hasta la muerte, pero recuerda que son sólo mortales, y que no resistirán un ataque organizado de vástagos: dispón de ellos sabiamente. Yo también cumpliré con lo que me ordenes. Ahora nuestras vidas están en tus manos.

No os preocupeis,mon chère.No os ocurrirà nada,lo juro por mi honor! exclamò el ventrue mientras apremiaba a su señora para que se dirigiese al torreòn Encerraos en la torre y no abrais a nadie que no sea yo.
Vosotros dos! gritò a los guardias mortales Os quedareis en esta estancia como ùltima lìnea de defensa.Preparad una hoguera al otro extremo de la habitaciòn y colocaos uno a cada lado de la entrada con las armas listas.Si alguien intenta acceder sin la contraseña adecuada,cortadle la cabeza sin preguntar.El fuego serà suficiente para distraer a los cainitas,y la luz deslumbrarà a los mortales que suban demasiado ràpido.

Acto seguido ordenò a los otros 4 guardias que le siguieran.Antes de salir de la sala,se volviò a los dos humanos La contraseña serà Honor y lealtad,por supuesto

Françoise se dispuso a descender con los otros guardias las escaleras mientras les indicaba que hacer.
En una lucha igualada en nùmero no serìais rivales para cainitas,pero no tenemos otra opciòn.Odio emplear argucias pero...no permitiremos que nuestra señora sea atacada!Dos de vosotros sereis la siguiente lìnea defensiva,preparad una barricada con mesas en mitad de las escaleras que suben a la segunda planta,y apostaos allì con ballestas y todo lo que podais arrojar.El resto de nosotros nos esconderemos en la primera planata.En cuanto comenceis a lanzar cosas,saldremos y tomaremos a nuestros enemigos por la espalda!

Tomas a los dos soldados más robustos y desciendes con sigilo hasta la primera planta. No parece que los atacantes hayan entrado en el palacio aún, pero mirando por la ventana distinguís los cuerpos de los guardias tendidos bajo la luz de la luna. Escoges una despensa cuya puerta ofrece una buena panorámica de las escaleras para apostaros en silencio. Y esperas.

Los soldados escucharon atentamente las órdenes del joven Ventrue,y como este esperaba,su eficaz adiestramiento les permitió sobreponerse rápidamente a la primera impresión.

Françoise dejó atrás al resto de sus hombres y descendió para preparar la emboscada,evitando cualquier ruido.Los tres tomaron posiciones,listos para dar sus vidas( o no-vida en su caso) por su señora...

Preparaos,aqui llegan susurró el vampiro con la espada ya empuñada,pero oculta por su capa para evitar destellos...

Apostados tras la puerta de la despensa, visteis perfectamente a las tres figuras que subieron las escaleras. El primero era ancho de espaldas y alto. Las garras en las que terminaban sus dedos no dejaban demasiadas dudas acerca de su origen. El segundo era mucho más delgado, moreno y con rasgos árabes. Llevaba una cimitarra curva. El tercero parecía el lider: llevaba una armadura negra y una espada tinta en sangre.

Cuando llegaron, sin tener noticia de vosotros, hasta el inicio de las escaleras del segundo piso, empezó el fuego. Desde la barricada que había arriba comenzaron a volar flechas y botellas. El gangrel recibió sin inmutarse el impacto de una botella en su cabeza, antes de aullar y subir escaleras arriba a gran velocidad. El assamita dio un ágil salto para apartarse del zaguán, y blandió amenazadoramente su espada. El lider, por el contrario, dio un par de pasos hacia atrás para evitar ser alcanzado.

Ninguno de ellos se había dado cuenta de vuestra presencia.

Françoise dio la orden de atacar en cuanto pudo oir la primera botella rota.Señaló con la cabeza al assamita,para que sus hombres lo atacaran por sorpresa,mientras el se escurría tras la espalda del lider y le intentaba asestar un golpe en el cuello...

Siguiendo tus instrucciones, los dos hombres salieron de su escondite en dirección al assamita. Tu tomaste otro camino, para sorprender al líder.

Françoise se deslizó tras el lider enemigo con todo el sigilo que pudo...

Cuando estás a punto de alzar tu arma para sorprender al lider, el assamita gira su cabeza hasta tu posición, percibiéndote, y dando la voz de alerta:

-¡Robert, cuidado! ¡Tras de ti!

Sin embargo, esa distracción es aprovechada por tus soldados para atacar al asesino por su espalda, asestándole dos fuertes golpes con su espada, y aunque el primero no logra causar ningún daño en él, ante el segundo el vampiro aulla, irritado, y encara a sus oponentes. El lider -sin duda un Brujah-, alertado, gira en redondo en el momento justo para enfrentarse a ti.

Robert Duplessis te mira con seriedad. Sin duda, no desconoce el combate con armas y puede ser un enemigo dificil de batir.

-Muy honorable por vuestra parte. Atacar a traición. Traición es lo que obtuvimos de vosotros y muerte es lo que encontraréis.

Françoise maldijo para sí la percepción agudizada del assamita.Sin embargo,eso no salvaría al Brujah.

Mientras su enemigo hablaba Françoise lanzó su golpe más potente,confiando en acabar rápido con él para socorrer a sus hombres.Anticipandose al furioso cainita,el Ventrue golpeó sin piedad...pero las palabras del chiquillo lo distrajeron lo suficiente como para no golpear bien y causarle poco daño.

Traidor? ¿Osais llamarme traidor cuando os infiltrais en la morada de una dama?
¡No os atrevais a darme lecciones de honor,chiquillo! exclamó indignado el Ventrue

Tu ataque, aunque muy débil, logra pillar por sorpresa al Brujah, que lanza un aullido de rabia cuando tu espada le alcanza en el brazo izquierdo.

-¿Una dama? Por la sangre de San Jorge, que no sabéis aún el suelo que pisáis. Mas no os preocupéis, que yo con gusto os lo haré conocer.

Dicho lo cual, dirige su espada justo en dirección a tu vientre, impactando de lleno.

Françoise recibió una grave estocada que hubiera acabado con cualquier humano.Pero él no era humano,era un Ventrue,y no podía permitirse el lujo de perder su no-vida a manos de estos asaltantes...pero la herida era seria,y parecía que sus reflejos lo abandonaban...

El golpe del Brujah habia sido terrible, atravesando tu vientre de parte a parte. Creyendo que ya estabas vencido, te miró con suficiencia, y volvió la espalda, para dirigirse escaleras arriba, en dirección hacia los gritos que el Gangrel estaba haciendo arrancar a tus hombres.

A tu derecha, el assamita había logrado hundir su curva cimitarra en uno de tus soldados y cortarle limpiamente un brazo. El otro resistía aún, y parecía que lo mantendría ocupado al menos un rato.

Françoise escuchaba los gritos de sus hombres mientras el mismo sufria la agonía en sus carnes.Era consciente de que cada momento era critico y de que si sus hombres caían,el iría después.Pero eso no importaba.Lo que importaba era que si ellos caían,su sire estaría a merced de los tres asaltantes.Y el había jurado defenderla.

No...puedo caer...así... se maldijo mientras la rabia invadía su cuerpo y retomaba el control de sus extremidades.
Poco a poco se levantó y sobreponiendose a su inminente destrucción,se abalanzó espada en ristre sobre el distraido Brujah...