Partida Rol por web

Hanna y Kanizhar escucharon rumores de que una bestia salvaje había atacado las Cuadras Frondáurea aquella misma noche. Preguntaron a Ivelios y el elfo les contó que no sólo habían muerto varios de los magníficos caballos que la Burguesa vendía a gentes con pudientes de Sembia y Cormyr. Si no que también había que lamentar la muerte de tres elfos que vigilaban los establos por la noche. Decididos a investigar si el asunto tenía que ver o no con la muerte de Deniria, siguieron a Ivelios hasta el Cuartel de la Guardia de Valle de la Rastra.

Cruzando la calle de la Asta al Galope se alzaba la impresionante mole de piedra del cuartel de la guardia. Era un bastión almenado, en cuyas partes elevadas había catapultas que apuntaban al mar. Todo rastreño sabía que los corsarios atacaban la ciudad al menos una vez por estación.

Los guardias de allí coincidieron en señalarles que el misterio había sido resuelto y que las artífices de que todo hubiera salido a pedir de boca eran dos mujeres: Galatea del Khormanzhor y Khaila. Kanizhar enarcó ambas cejas en un gesto de sorpresa ¿Khaila, la aprendiza de su padre? Sabía que la mujer era aventurera, pero no sabía que colaborara con la guardia.

Se encontraron a las dos mujeres saliendo del edificio, con un lobo nival trotando tras ellas. El Sargento Carbos, que lideraba la investigación, les había pedido que las acompañara para tomarles declaración por escrito de todo lo que había sucedido. Pese a haber salvado el día, Khaila tenía el rostro ceniciento, como si algo la preocupara. Lucía varias vendas, como si estuviera herida hubiera recibido primeros auxilios en el Cuartel.

Khaila, una joven que estaba curtida en la batalla, que había sufrido bastantes heridas en el transcurso de ellas, llevaba muy mal las curaciones. Odiaba cuando le ponían esos ungüentos que le escocían y hacía que las heridas ardieran. Gritó improperios al pobre joven que la estaba tratando. Llegando a levantarse varias veces rabiando y queriendo marcharse. Pero nuevamente la convencieron para que se dejara tratar. El pobre joven ya le colocaba el ungüento con temor.

- ¡Ahhh! Estáte quieto... ¡Eres un inútil! - Le gritó una de las veces arrebatándole el frasco de las temblorosas manos. Se miró la herida, la verdad es que tenía un aspecto feo. Cogió ella misma con sus dedos parte de la crema viscosa y apretando fuertemente los dientes la repartió sobre la herida de manera uniforme.

- Vale, ya está... Ponme de una maldita vez la venda... - Le dijo devolviéndole el frasco y apretando los puños mientras el chico le colocaba los vendajes... La joven tenía la piel sudada, y temblaba ligeramente.

Finalmente salió con una mueca de la sala de curas. Fuera se encontró a Galatea, a la que le dedicó un gesto de cabeza. Tenía ganas de salir de allí, de ir a hablar con las clérigas como ya le había dicho a la elfa... Firmó la declaración con un burdo garabato y salieron del cuartel.

- Tienen a cualquier aprendiz curando... No sabe poner ungüentos, y además me ha dejado la venda floja... - Iba gruñendo la joven rubia mientras salían. Una coraza ajustada cubría su voluptuoso cuerpo, la empuñadura de un gran espadón se podía ver por encima de su cabeza, y sus piernas desnudas, iban marcando los músculos a cada paso que daba. Su rostro, algo ceniciento, mostraba como un espejo las preocupaciones que le hacían fruncir el ceño.

Giró la cabeza y vio como se acercaban un elfo junto a una mujer y a ¿Kanizhar? ¿Qué hacía allí? Se detuvo sorprendida cuando éstos se acercaron. Sus oscuros ojos se clavaron en los del hijo de Orestes...

- Hola... - Fue lo único que salió de los labios de la atractiva guerrera...

El mago había logrado unirse a Hanna y Khanizar en su investigación sobre los extraños sucesos que ocurrían en la ciudad (el ataque de la bestia salvaje y la muerte de Deniria). ¿Quizás los casos estuviesen relacionados? podía ser... de ahí que se dirigían hacia el cuartel de la guardia. Quizás allí pudiesen averiguar algo más. 

Desde luego, Ivelios estaba encantado con la compañia. No conocía a ninguno de los dos humanos en profundidad, pero agradecía que le hubiesen aceptado en esta pequeña investigación. Al fin y al cabo, poco podía hacer él yendo por su cuenta. Apenas conocía la ciudad, y mucho menos a la gente del lugar, así que, ¿que podía hacer solo? Nada, y bien lo sabía.

Lo mejor será que deje que hablen ellos- pensó Ivelios- no vaya a ser que haga algún comentario que moleste a alguien- rememoró entonces su conversación con el erudito Eredic, y como se molestó este ante un comentario suyo, aunque seguía sin saber que le molestó del mismo.

Finalmente los guardias les llevaron a las dos mujeres que habían resuelto el misterio... y allí se encontraban ahora. El elfo saludó ligeramente con la cabeza en respuesta al saludo de la humana, pero no hizo nada más.

Hanna era una chica no muy alta, ligera y de paso enérgico, mirada astuta que va de un lado a otro sin perder detalle. Viste de forma discreta y práctica, y ella misma no se luce demasiado en lo físico, aunque si se arreglase más seria una chica muy agradable de ver.

Llevaba una mochilita a la espalda, algún tipo de armadura ligera, una espada corta y un arco corto, con carcaj a un lado.
Parecía triste o quizá algo enfurruñada, en cualquier caso su rostro no parecía acostumbrado a la risa y la juerga de todas formas.

Esperó de pie a que llegase todo el mundo, y en vista de que realmente nadie comenzaba a poner cartas sobre la mesa, fue ella la que empezó, hablando al grupo.

Buenos... días a todos. Soy Hanna, acólita del templo de Mystra, y amiga desde hace muchos años de la sacerdotisa fallecida. Un guardia pasó por allí, y Hanna calló hasta que hubo pasado de largo. Kanizhar y yo creemos que la iglesia de Shar está detrás de esto... Shar es la diosa de la Noche y de la Magia Sombría... y bueno, éste es un pueblo tranquilo, por lo general.

Miró a los demás.
Que una bestia ataque, se suicide una sacerdotisa por... causas relacionadas con Shar, y los pequeños 'sabotajes' que estamos teniendo en nuestras actuaciones en público, no parece cosa de casualidad. Puso las manos a la espalda. En mi opinión, merece la pena investigar si hay alguna conexión entre todos estos problemas.

Lo de los ladronzuelos no parece tener nada que ver... aunque es extraño que ofrezcan tanto dinero por el líder de una simple banda de ladronzuelos parece mucho...

Se evadió de sus pensamientos y preguntó.
¿Hay alguna pista que pueda relacionar el ataque de esa bestia con la Diosa de la Noche?

La expresión de Galatea mientras caminaba era de la total calma que presenta alguien que no le encuentra sentido a cargarse con el peso de la prisa, aunque conforme pareció darse cuenta de que alguien se acercaba hacia ella y Khaila comenzó a teñirse ligeramente de extrañeza.

"¿Y esta gente quién es?"

Como respondiendo a la incógnita, Khaila saludo a uno de los humanos en concreto lo que hizo que la elfa se detuviera, cruzase los brazos a media altura y enarcase una de sus perfiladas cejas mirándola.

—¿Os conocéis?

No era dificil identificarla como druida, Galatea tenía un aspecto demasiado exótico y "salvaje" para ser alguien de ciudad puesto que lo primero que llamaba la atención era su atuendo de pieles. A escepción de una curiosa mecha plateada, la elfa lucía una melena larga y castaña en la que flotaba prendido un penacho compuesto por tres plumas de halcón. Dicha melena enmarcaba aquel rostro imperturbable y sereno como el de una estatua que no difería mucho de la expresión de sus ojos: penetrantes, casi severos, como dos cristales azules tallados en hielo que sin embargo mantenían aquel aire de imperturbable calma.

Al pararse Khaila y pararse Galatea, el lobo blanco que las seguía en silencio se sentó sobre sus cuartos traseros justo al lado de la pierna de la elfa y miró a los recién llegados olisqueando el aire en busca de olores nuevos que identificar, pero con las orejas altas en un gesto tranquilo al no detectar actividad hostil.

Aunque quien se pronunció fue la humana pequeña con algo que provocó que la cabeza de Galatea girase de golpe hacia ella acentuando la ceja levantada, sólo le faltaba el "¿De qué estás hablando?" grabado en la frente.

—¿Sacerdotisa fallecida? ¿qué sacerdotisa fallecida?—inquirió como si fuera la primera noticia que tenía—por el Padre, en esta ciudad se han puesto de moda los sucesos escabrosos últimamente.

Negó con la cabeza ligeramente mientras resoplaba con resignación.

"Shar otra vez, ¿eh?"

No sabía quién diablos eran aquellos humanos (y el elfo) pero graciosa la casualidad que parecía que les habia ocurrido algo que quizá estuviese conectado con lo que ella y Khaila habían descubierto del suceso en los Establos Frondaurea. Y eso sí le interesaba.
Ladeó ligeramente la cabeza escrutando a la humana que se había presentado como Hanna y tan rápidamente había expuesto el motivo de que lo hubiese hecho. Puede que alguien hubiera querido enlazar a "las artífices del misterio resuelto" con "los investigadores del misterio por resolver".

"Digno de un relato de trovadores... "

En cualquier caso, si había sido así, ese alguien se había escaqueado muy disimuladamente.

—Galatea—respondió sin más ya que parecía que lo primero que pretendía hacer era presentarse puesto que descruzó un brazo y levantó ligeramente la mano en un amago de saludo, aunque entonces miró al elfo dedicándole algo distinto—agua dulce y risas ligeras.

La voz de la druida sonaba también con la sensación que transmitiría el viento entre las hojas de un árbol. Volvió a cruzar el brazo antes de volver a centrar su atención en Hanna.

—Veo que las noticias vuelan—miró de reojo un instante hacia arriba, casi con fastidio—pero mal, como de costumbre—volvió a mirarla a ella—Por lo que decis... si al final es verdad que la iglesia de Shar anda detrás de todo, esto podría tener bastante sentido... Siguiendo el rastro de la matanza, encontramos un pasadizo subterráneo en un almacén abandonado y nos topamos con un pequeño grupo de lo que debían ser Sharinos, después de todo iban vestidos de negro.

Se encogió de hombros tras aquella simple conclusión.

Tenían a una niña encadenada allí abajo, desconozco si es casualidad o por el contrario es que quieren enervar más aún la relación entre elfos y humanos en este valle pero el caso es que se trataba de la nieta de uno de los Ancianos del lugar del que procedo. La maldijeron convirtiéndola en una licántropa que fue quien atacó los establos... —tamborileó ligeramente con los dedos sobre el brazo— ...no ninguna bestia.

Tenía toda la pinta de que aquella última coletilla, aunque no sonaba molesta, era la causa de que opinase que las noticias "hubieran volado mal".

Kanizhar avanzaba cabizbajo como a un metro de Hanna e Ivelios. A juzgar por su postura encorvada y su expresión de cansancio, parecía que estaba soportando un peso que le resultaba excesivo. Sumido en pensamientos que oscilaban de lo inocente y meditativo a lo oscuro, el hombre arrastró los pies todo el camino, siguiendo a los otros, aunque parecía hacerlo como parte de un reflejo, ya que su mente divagaba por otros lares.

Sus pasos no tardaron en llevarles hasta el cuartel de la Guardia, un edificio más en el paisaje rastreño para Kanizhar. A medida que se acercaban, una voz familiar le llamó la atención. Alzó la vista lentamente, para avistar a Khaila junto a otra mujer, probablemente una druida, teniendo en cuenta su aspecto. Las mejillas pálidas del muchacho enrojecieron bajo la mirada profunda de la guerrera, contrastando con el color de su piel, al mismo tiempo que una súbita oleada de calor hacía que su ropa se sintiera incómoda. Por alguna extraña razón, se echó un vistazo a si mismo, como si estuviese comprobando su apariencia cual noble en una fiesta elegante.

Kanizhar llevaba prendas ligeras, aunque su delgadez se debía también a los largos años de uso, que les habían provocado rajaduras en varios lugares. Llevaba tan sólo unos largos y holgados pantalones y una camisa de colores extravagantes, de los cuales aquellos individuos a la moda se hubieran reído hasta el cansancio. A pesar de su aspecto enclenque, parecía soportar la mochila a sus espaldas, que parecía estar bien llena. Del lado izquierdo su cinturón colgaba una maza pequeña y discreta, mientras que en el lado opuesto descansaba un estuche repleto de virotes. No obstante, lo más llamativo de su aspecto era su cabeza medio calva. Era sumamente extraño, ya que Kanizhar no aparentaba más de 35 años, pero el área superior de su cabeza carecía totalmente de los mechones pelirrojos que conformaban su rala cabellera y su barba puntiaguda.

El resto de su rostro no tardó en ruborizarse también, disimulando un poco su involuntaria reacción. Si bien conocía a Khaila gracias a su padre, no había tratado con ella en demasía. De hecho, no recordaba haberle hablado más allá de aquella vez en la que Orestes se la presentó con un ingenuo brillo en los ojos. La única respuesta de Kanizhar, que había sido tomado desprevenido, fue un intento de sonrisa y un leve gesto con su mano, tal y como la primera vez.

Se sorprendió cuando Hanna comenzó a relatar sus sospechas tan abiertamente. Al parecer, comenzaba a aflorar una actitud impaciente en ella. Tanto mejor. Se le da mejor hablar a ella que a mí. Kanizhar metió sus manos en los bolsillos de sus pantalones, mientras dedicaba su atención a su compañera. La druida no tardó en responder, enervando un poco al pelirrojo. No cualquier sacerdotisa..., pensó, apretando los dientes. Pero el resto de sus palabras captaron su atención aún más, poniéndolo aún más nervioso. Se adelantó unos pasos para oír con claridad, hasta quedar a la par de Hanna e Ivelios.

-¿Qué...?- Carraspeó. -¿Qué sucedió con la niña?- musitó, corto de palabras como era usual en él, excepto en algunos casos, como Hanna había llegado a comprobar.

Hanna escuchó a la elfa atentamente y fue asintiendo, aunque miró a Kanizhar un par de veces, y tampoco pudo evitar mirar al lobo.
La pregunta de Kanizhar le pareció que también despejaría su duda así que no la repitió, si no que añadió algunas cosas.

Que llevasen ropa negra es poco 'consistente' para concluir que fueran sharinos, pero desde luego, todo suma.
Tomó aire.
Creo que hablo en nombre de toda la congregación de Mystra si aseguro que estamos más que dispuestos a ayudar a la pequeña y a las relaciones con los elfos. Sin embargo hemos de ocuparnos de nuestros enemigos los Sharinos en primer lugar. Si todo está conectado... tanto mejor. Así solo tenemos un enemigo Sonrió, y añadió un par de frases en un élfico tan bueno como pudo, pero parecía evidente que no lo practicaba a menudo.

En cuanto a la sacerdotisa fallecida... era la madre de mi compañero y una vieja amiga mia. Principalmente por él, pediria que se tratase el asunto con delicadeza.

Quizás Khaila no fuera muy avispada, pero algo había llamado la atención de la guerrera. Hablaban de una sacerdotisa de Mystra muerta, y el dolor reflejado en el rostro de Kanhizar. Únicamente tuvo que sumar dos y dos para darse cuenta de quién era la mujer. A la sacerdotisa la había visto tan sólo un par de veces en la herrería. Orestes se la había presentado y habían cruzado un par de palabras.

Pobre Orestes... Debe estar destrozado... Se dijo la joven mientras el resto hablaba. Sin darse cuenta su mirada no se apartó del rostro de Kanhizar, el cual se había ruborizado tanto que parecía a punto de empezar a arder.

Una mueca se dibujó en los labios de Khaila. Un motivo bien diferente era el que movía a la joven a buscar más información... En el almacén se había propuesto ahondar en lo más profundo de esa organización hasta encontrarle... Pero ahora las cosas parecían retomar un camino diferente. Esa gente parecía dispuesta a luchar contra ellos, una sonrisa asomó en el ceniciento rostro de la guerrera.

- Creo que deberíamos ir a algún sitio para poder hablar mejor, y no estar aquí en medio... - Comentó haciendo un significativo gesto con las manos. Se encontraban en medio de la calle, y, aunque no hubiera demasiado tránsito, Khaila no se sentía tranquila.

Las heridas todavía le dolían, y un sudor frío recorría su cuerpo. ¿Cuánto tiempo tengo? Se preguntó mirando de soslayo a la elfa. Sentía en especial esa herida latente, inconscientemente se llevó la mano izquierda al hombro contrario, allí donde la licántropo había hincado sus dientes...

Galatea escuchó las palabras de Hanna y terminó suspirando cuando explicó en élfico.

"Podía haber empezado por ahí... que no soy adivina, demonios"

Tamborileó de nuevo con los dedos en el brazo como si pensase en algo.

—Sí, por supuesto, sólo faltaría... —respondió en Común. Puede que no les conociese de nada pero sabía guardar respeto ante determinados acontecimientos. Acompañó el gesto descruzando una mano para dar una palmada ligera sobre el hombro del humano pelirrojo, luego la usó para señalar hacia atrás con el pulgar—y en cuanto a los tipos de negro... bueno, si le dan de beber sangre a la gente, clérigos de Ilmáter no creo que sean pero siempre podemos volver a donde los encontramos con alguien que sepa del asunto, había un pequeño altar en la habitación que puede dar alguna pista.

El humano de cabello ralo que no se había presentado todavía preguntó entonces por la niña lo que hizo que la druida volviera a cruzar el brazo antes de responder.

—La sacaron de allí, en estos momentos deben de estar buscando una forma de curar la maldición y francamente, espero que lo hagan pronto.

Al darse cuenta de que Khaila la miraba de reojo y hacía aquello con la mano se hizo una idea de lo que estaba pensando aunque en lugar de devolverle gesto alguno que indicase que la había entendido, "respondió" hablando.

—Y sí que es una buena idea hablar de todo esto en un lugar menos... público y con calma. Sin embargo, nosotras tenemos un pequeño asunto que atender antes—continuó entonces con un tono más confidencial—En su forma híbrida, la niña mordió a Khaila, fue muy superficial pero aún así nos pareció bastante inteligente acudir al templo más cercano, a ello íbamos ahora. No sabemos si logró infectarla pero mejor prevenir... por razones obvias, ya sabéis.

Hablaba sin urgencia que pudiera poner nervioso a nadie, y es que los elfos tenían un dilatado sentido de la "prisa". Por supuesto no es que a Galatea le diera igual el asunto, sabía que era importante para Khaila y comprendía que estuviese inquieta... Pero siendo reversible, no le encontraba sentido a ponerse histéricos por el camino. Lo único que conseguirían sería perjudicarse si lo hacían.

- Quizás podrías poner un anuncio en el tablón de la guardia, por si alguien no se ha enterado... - Le dijo la guerrera malhumorada a la elfa. No conocía a aquella gente, al único que había visto una vez era a Kanizhar, y no le hacía gracia que Galatea fuera comentando lo que había ocurrido con aquella ligereza. La miró con el ceño fruncido, y un brillo iluminó levemente sus oscuros ojos. Resopló apartándose uno de sus mechones rubios de delante del rostro.

- Maldición... Salgamos de aquí. - Dijo con algo de brusquedad mientras empezaba a caminar, sin mirar atrás y sin importarle si el resto la seguía o no... En ese momento se sentía hervir de rabia, ¿con qué derecho se creía la elfa para hablar sobre lo que le había ocurrido? El espadón rebotaba en su espalda con cada uno de sus imponentes pasos.

Galatea se limitó a soltar un suspiro suave y a girar los ojos hacia arriba de modo que cuando habló dio la sensación de que estaba hablándole al cielo.

—Por supuesto... o tal vez puedo esperar a que la acólita de Mystra que tenemos delante lo adivine por ciencia infusa—respondió con cierto ribete de hastío aunque ni si quiera había descruzado los brazos—que ilusa soy, y a mí que se me había ocurrido la absurda idea preguntar si conocía a alguien entre los sacerdotes del templo que supiera disipar maldiciones...

En aquél punto el timbre irónico había alcanzado un nivel estratosférico pero curiosamente la elfa no parecía molesta. Contaba con que tal vez las clérigas estuviesen ocupadas con el asunto de la sacerdotisa muerta, pero nunca venía mal saber si podían descartar o no un templo para ganar algo de tiempo en la búsqueda dedicándose a los otros dos.

"Humanos... "

Dejó de mirar arriba y en un principio no pareció importarle que Khaila tirase para adelante sin esperar ya que se dirigió a Hanna.

—Disculpad, vamos a dar un rodeo al templo de Ohgma... o al de Tymora—volvió a suspirar negando con la cabeza—Pero si queréis reuniros por el asunto de los sharinos pues... ¿conocéis la posada "El Fondeadero"? podemos reunirnos allí en una hora.

Entonces ladeó la cabeza hacia el humano que parecía conocer a Khaila.

—O también podéis venir si queréis... puede que matemos dos pájaros de un tiro y encontremos algún clérigo que sepa lo suficiente de deidades como para sacar algo en claro del altar del que os hablé.

El lobo se limitaba a mirar alternativamente a quién hablaba en cada momento.

 Creo que será mejor que vayamos todos- dijo finalmente el mago. Durante la conversación, se había quedado al margen. Al fin y al cabo, no tenía mucho más que añadir respecto al caso que no se haya dicho ya- no se pierde nada- miró hacia los "recién" conocidos- mi nombre es Ivelios. Un placer conoceros.

Kanizhar seguía la conversación desde un plano secundario, y no pudo evitar sonreír apenas al notar el sarcasmo con en el que Khaila se dirigía a la druida. Se sorprendió al ver como ella se separaba del grupo con gesto malhumorado, más no se inmutó siquiera, ni hizo ademán alguno de seguirla.

El muchacho no acostumbraba a sonreír demasiado, y si lo hacía solía sentirse estúpido, por lo que la mueca divertida desapareció pronto de su rostro. Aún no dejaba de observar a Galatea, que parecía tener unas cuantas cosas que decir. Entonces la mujer le miró, y Kanizhar duplicó su dosis de atención.

-Creo que... es una buena idea. ¿Crees que, luego de recorrer los templos, podamos investigar un poco ese almacen abandonado?- inquirió, en una voz inconvenientemente baja.

Según se alejaba la guerrera, los comentarios del resto habían llegado a sus oidos. Las palabras de Galatea habían sido como un trago de bilis. Podía tener razón, pero Khaila era orgullosa y estaba cansada de aquél día... Muy cansada. Parecía que las cosas se le habían torcido últimamente...

Hacía unos días de lo de Khosef, sí, había sacado algo de dinero gracias a ese trabajo, pero se había sentido humillada por haberse dejado engañar de aquella manera. Y hoy, hoy era el peor día de todos... A primera hora le habían robado y después, tras denunciarlo se anima a ayudar a la guardia... ¿Para qué? ¿Para terminar mordida por una niña loba? ...

La joven, compadeciéndose de sí misma, siguió caminando. Quizás había reducido un poco el paso, por si alguno decidía acompañarla. Pero ella tenía claro a dónde se dirigía... ¿Me ayudarán? Se preguntó la guerrera. Desde aquellos sucesos, no había vuelto a ver a las dos clérigas de Khelenvor.

Antes de girar la esquina, se giró dirigiendo su mirada a la elfa...

- Yo me dirijo a la posada... - Terminó diciendo con un suspiro. - Pero antes pasaré un momento por mi casa... - Dijo consciente de que no llevaba ni una moneda encima. Una mueca se dibujó en su rostro. - Entonces... ¿Nos vemos en El Fondeadero? - Preguntó al ver que Galatea se había quedado con aquellos tres. Recorrió con la mirada el rostro del resto. Deteniéndose finalmente en el de Kanizhar. Sus oscuros ojos parecían estudiarlo desde la distancia. Ella sabía lo que era perder a un ser querido y era consciente de lo que debía estar sufriendo... Una sonrisa triste asomó a sus labios. Mierda, ahora tengo que solucionar lo mío, antes de plantearme otras cosas... Pensó girándose nuevamente. - Nos vemos... - Fueron sus últimas palabras antes de girar la esquina.

Hanna había seguido la conversación atentamente, y siguió al resto mientras miraba alrededor, atenta.

El templo de Oghma estará bien... y si ellos no saben cómo eliminarlo, lo sabrán las Tymoranas
Los oghmitas lo habrán leído, pero esas seguro que se han encontrado con algún caso antes.

Miró a Khaila y se despidió de ella con la mano.
Hasta la vista.

Va particularmente atenta a los ladronzuelos, por aquello del cartel, y también por si alguien les sigue o vigila con "más interés del esperado". Al fin y al cabo son casi todos del pueblo no deberían llamar mucho la atencion...