Partida Rol por web

Las Tierras de los Valles

18. Reencuentro.

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12/08/2010, 00:47
Rengar

Rengar sintió el relámpago del dolor cruzándole la columna vertebral, pero negó con la cabeza para continuar. No era la primera vez que lo herían. No le daba miedo el dolor. Ilmáter formaba a sus paladines para que supiesen soportar el sufrimiento para sanar el de otros.

-¡Muere! -gritó el semiorco girándose hacia el arquero y atacando de nuevo.

- Tiradas (2)
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12/08/2010, 00:55
Miri Lagoclaro

El último de los incursores cayó chillando bajo el filo vengador de Rengar.

El semiorco se detuvo unos latidos de corazón para recuperar el resuello. Todo había sucedido muy rápido, en una vorágine de sentimientos, sangre y muerte. Poco a poco empezó a ser consciente de nuevo del mundo que le rodeaba.

Fue entonces cuando escuchó los sollozos entrecortados de su madre y los de sus hermanos. Miri se arrojó sobre él y lo abrazó con fuerza, estremeciéndose en el llanto. Rengar sabía que su madre no soportaba la sangre, pero aunque se estaba manchando, no parecía importarle.

--¡Sabía que vendrías! --le dijo--. Has aparecido en el peor momento de mi vida, con fuego en los ojos, como el protagonista de un cuento. Jamás lo olvidaré. Nos has salvado la vida. 

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12/08/2010, 01:08
Rengar

Rengar tragó saliva y se quitó el yelmo para mirar a su madre a los ojos.

-Es lo que tenía que hacer. ¿Estáis bien? Debo volver con Kestrel, para parar esto. Vosotros... -acarició el rostro de su madre y apretó los dientes-. Tenéis que esconderos aquí y esperar a que vuelva yo. No tardo.

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12/08/2010, 01:16
Miri Lagoclaro

Miri sonrió y lloró a la vez.

--Siempre haces lo que tienes que hacer. Eres increíble, y algún día escribirán canciones sobre ti --dijo mientras le devolvía la caricia--. Hasta entonces espero que puedas conformarte con el orgullo de una madre.

La voz se le quebró en el último momento, y tuvo que enjugarse el llanto antes de volver a levantar la mirada para encontrarse con los ojos de su hijo.

--Brodick está con el resto de hombres en la plaza. Ayúdales, ¡te lo ruego!

 

Con la súplica de su madre aún resonando en sus oídos, Rengar se precipitó a la salida tras asegurarse de que estaban bien escondidos. No obstante, llegar hasta la plaza no resultó tan fácil como había previsto. Tuvo que detenerse varias veces a ayudar a algún vecino o a combatir contra más incursores. Según iba viendo a más, el paladín se dio cuenta de que muchos de ellos eran elfos. ¿Pero qué sentido tenía que los elfos atacaran a un pequeño pueblo de los valles? ¿No habían firmado un tratado de paz los elfos y los humanos mucho tiempo ha?

Cuando al fin se abrió camino hasta la plaza vio que los incursores se estaban batiendo en retirada. Pero ¡a qué precio! Los aldeanos habían masacrados y diezmados a docenas. El suelo de la plaza estaba cubierto por los cuerpos sin vida de muchos vecinos, alguno de ellos hasta amigos. Pero era un cuerpo menudo, en especial, el que hizo que a Rengar le diera un vuelco el corazón.

Kestrel yacía en el suelo. Su palidez mortal contrastaba fuertemente con el rojo carmesí de la creciente mancha de sangre que se extendía por el suelo. Brodick, que la conocía, sostenía su mano flácida. Su mirada se cruzó con la del semiorco unos instantes, y Rengar vio la compasión reflejada por primera vez en sus ojos.

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12/08/2010, 01:33
Rengar

El semiorco no tenía claro el motivo por el que los elfos atacaban su tierra, pero tampoco le importaba. Mientras pudiese acabar con ellos con facilidad no se detendría a pensar sus motivos: sólo eran invasores, guerreros malignos que molestaban a aldeanos inocentes, a sus vecinos. Podían ser gente que no lo hubiera tratado bien, pero en cierto modo los quería. Debía defender Medina, eso era todo.

Sin embargo, cuando llegó al centro del pueblo y vio a su mentora caida. Su alma se sacudió dentro de él y perdió los nervios. Si en el granero sólo había importado la ira y las ganas de matar a sus enemigos, ahora lo que lo llenó fue el terror.

-¡No! ¡Kestrel!

Soltó el escudo y el hacha a dos metros de ella y se arrodilló en el suelo. Se quitó el yelmo y buscó la herida para poner sus manos sobre ella y presionarla, tratar de taponar la hemorragia y, aunque no funcionase así, intentar sanarla con sus poderes de paladín.

-Kestrel, Kestrel... Despierta, vamos... -Miró a su alrededor-. ¿No hay un sanador aquí? ¡Por favor! ¡Necesita ayuda!

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12/08/2010, 01:46
Brodick

Brodick se hizo a un lado respetuosamente, y contempló con cierto pesar los fútiles esfuerzos del semiorco por tratar de sanar a su mentora. Cuando Rengar pidió ayuda se acercó a él para darle unas palmaditas en el hombro.

--Ella era la sanadora, Rengar --dijo el campesino, desviando esta vez la mirada como solía hacer--. Y... nos ayudó hasta el final. Luchó valientemente y curó a mucho de los nuestros antes de caer. Me... me dijo que te dijera algo.

Por la forma en que cambió el peso en sus piernas era obvio que el granjero estaba incómodo.

--Me dijo que se iba a casar con un tal Lodin, y me pidió que te encargaras de que recibiera la noticia de su muerte. Me dijo que lo amaba con todo su corazón, y que fue para él su último pensamiento.

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12/08/2010, 01:55
Rengar

Rengar negó con la cabeza, incapaz de aceptar que la vida de Kestrel se había esfumado. Aunque la sangre ya no latía bajo su piel ni fluía por su herida, él mantenía las manos ahí. Sólo después de escuchar lo de Lodin fue capaz de parar. Sólo porque aquello le había clavado una saeta en el corazón.

Por eso estaba tan feliz. Le quería contar que iban a casarse. Rengar siempre había intuido que ella y Lodin se habían amado en algún momento; cuando se encontraban había algo entre ellos que no se podía explicar. Kestrel nunca le había contado nada y Rengar lo había preferido de aquel modo. Pero la última voluntad de la clériga lo hería en lo más profundo. ¿Por qué el camino de Ilmáter le llevaba a aquello? Debía ser fuerte y soportar el dolor, pero en ese momento, con las lágrimas llenando sus ojos, no se sentía capaz.

Lo único que quería hacer era apartarse de todos. Cogió a Kestrel, pues ella siempre había sido la única que se había acercado a él, y la llevó en brazos a través de las casas arracimadas, al camino, al campo, hasta el bosque más cercano. Hubo gente que quiso seguirlo para mostrar sus respetos, pero Rengar los apartó sin palabras. Sus ojos llenos de dolor fueron suficientemente elocuentes.

Caminó y caminó como un autómata hasta ver los árboles. Kestrel tenía parte de elfa, así que aquello debía de ser parte de su naturaleza. Se arrodilló sobre su cuerpo y le cerró los ojos y peinó los cabellos con los dedos, le puso las manos sobre el pecho y entrelazó sus dedos. La rigidez iba en aumento y cada vez le costaba más, pero él lo hizo con toda la delicadeza que le era posible.

Rengar dejó que lo inundara el llanto en el proceso. Y, sin evitar sentirse un ladrón, la besó en los fríos labios.

Supo por fin que ya no había vuelta atrás porque nunca la habría besado de no ser así.

-Que Ilmáter te cuide, Kestrel -murmuró acariciando su mejilla-. Que te cuide mejor que yo.

Después preparó con leña una pira funeraria y depositó a su mentora en ella. No sabía cuáles eran los deseos de Kestrel respecto al destino de su cuerpo, pero pensar en él corrompiéndose le dejaba sin aliento, así que no daría opción a que los gusanos la devorasen. Sus cenizas podrían ser libres.

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16/08/2010, 18:58
Director

Rengar se quedó postrado de rodillas ante la pira funeraria, hasta que del cuerpo de la sacerdotisa no quedaron más que un montón de cenizas humeantes. Después, se puso a rezar por su alma. Durante más tiempo del que fue consciente veló aquel sitio, hasta que la oscuridad comenzó a rodearlo.

Nadie se atrevió a molestar a la vigilante mole de acero que velaba el último lugar de descanso de Kestrel. Al final, el cansancio hizo mella en él, y se durmió allí mismo.

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16/08/2010, 19:13
Aparición Onírica

Se despertó en un edificio desconocido. Todo a su alrededor estaba borroso y se retorcía en ángulos extraños, como si estuviera vivo. El lugar daba la impresión de haber sido concebido por alguien que sólo tuviera una vaga idea de lo que es un edificio. 

En el centro de la estancia había una mujer sentada en un trono que parecía un lecho de aceros afilados. Era una joven de una belleza sin par ,de una hermosura onírica. Su cabellera negra como el ala de un cuervo caía en una suave cascada por sus hombros. Sus ojos eran grandes y luminosos, salpicados por el fuego azul de dos zafiros gemelos situados bajo las largas pestañas y unas cejas suavemente arqueadas. Su piel, blanca como el mármol, contrastaba con el rojo intenso de sus labios que escondían unos dientes perfectos y delicados como las cuentas de un medallón.

Pero esa aparición tan perfecta, tan conmovedora, tenía algo de siniestro.

Vio una especie de halo, algo tétrico que sólo podía ser percibido por el rabillo del ojo. Era una sombra inquietante, y no se podía asegurar si emanaba o formaba parte de ella. La presencia etérea se aferraba a la mujer, retorciéndose como en un continuo y angustioso tormento.

--He sentido tu dolor, mortal --dijo la mujer bajando con delicadeza del trono. Esbozó una sonrisa conmovedora y dulce, esgrimida con la precisión de un experto en el puñal--. El dolor es la fuerza más poderosa del cosmos. Una capaz de mover las entrañas de la tierra y cumplir tus deseos. Pero dime, mortal, ¿tienes agallas para esgrimir ese poder?

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18/08/2010, 18:39
Rengar

Rengar la miró con los ojos entornados, demasiado deprimido como para poder moverse o hablar hasta estar totalmente seguro de que podía hacerlo. Notaba como si sus miembros pesaran una tonelada cada uno, demasiado hasta para él. Podía levantar casi cualquier peso, pero, ¿qué hacer cuando aquel sentimiento le drenaba las fuerzas y lo dañaba desde dentro?

No obstante, aquella apatía le permitió pensar con claridad antes de contestar. No conocía a aquella hermosa mujer, pero recelaba de ella por su apariencia y por la de todo lo que existía alrededor. Sabía que las fuerzas del mal adoptaban las formas más seductoras para corromper el corazón de la gente buena.

-¿Quién eres tú?

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18/08/2010, 18:46
Aparición Onírica

La mujer hizo un suave movimiento con la mano, como si no le diera importancia a la pregunta de Rengar.

--Los nombres son una cosa muy bonita, pero bastante inútil --replicó, acercándose tan suavemente que parecía que sus pies no hollaran el suelo--. Lo que importa es lo que puedo hacer por ti. 

Chasqueó los dedos y entre los dos apareció la fantasmagórica figura de una mujer, envuelta en una fina túnica de gasa blanca. Era una mujer que Rengar conocía bien. Era Kestrel.

--¿Cuánto la amas? --susurró la aparición, súbitamente situada tras Rengar--. Podría hacer que fuera tuya con sólo desearlo. 

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18/08/2010, 22:13
Rengar

El semiorco dio un paso hacia Kestrel, pero al momento recordó su cuerpo ardiente, sus cabellos consumidos por las llamas y el resultado de la pira, aquellas cenizas que nada tenían de la resplandeciente clériga a la que había amado. Negó con la cabeza y volvió hacia atrás. No sólo no confiaba en aquella mujer, con sus tentadoras maneras, sino que sabía en su fuero interno que no se merecía a Kestrel. Una de las razones por las que nunca la había pretendido era que sabía que ella jamás le correspondería, no por ningún motivo racial, sino porque Rengar no podría tener una relación romántica con ninguna mujer. Su celibato no sólo era una muestra más de devoción hacia Ilmáter, sino la postura más razonable que él podía adoptar dado que no se consideraba digno de ser amado.

-Desear las cosas no es que las cosas estén bien -respondió él, encogiéndose para evitar el contacto con cualquiera de las dos-. Uno no puede coger lo que quiera, eso te hace malvado. No sé qué eres ni qué magia usarías para darme a Kestrel, pero ella está con Ilmáter y su alma no tengo que perturbarla. Y Lodin... -sintió un pinchazo en el pecho-. Es su prometida. Nunca me metería en medio.

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18/08/2010, 22:30
Aparición Onírica

--¿Y dónde estaba Ilmáter mientras hacían pedazos a su sacerdotisa? --ronroneó dulcemente la mujer, pese a la crueldad de sus palabras--. ¿Dónde estaba el poderoso dios plañidero mientras esos vulgares bandidos arrasaban tu pueblo natal, matando a tus amigos y vecinos? ¿No debería acaso un dios justo recompensar la fe de sus seguidores y protegerlos de todo mal?

La mujer se deslizó por un costado, apartándose de Rengar.

--¿Por qué conformarse? ¿Por qué sufrir sin sentido y sin fin? ¿Por qué no buscar un consuelo? --la mujer señaló al fantasmagórico cuerpo de Kestrel y suspiró teatralmente--. Te haré otra oferta. Puedo hacer que renazca de sus cenizas. Lodin recupera a su prometida y tú a mentora y amiga. ¿Es eso lo que deseas?

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18/08/2010, 22:41
Rengar

Rengar se volvió con rabia al mencionar la mujer a su dios.

-¡No te metas con Ilmáter! Su sabiduría es más grande que la que podemos entender.

Pero ella sugirió otra cosa, algo que le parecía demasiado tentador. Ver de nuevo a Kestrel, viva, feliz... Rengar podía imaginar con todo lujo de detalles lo que haría si regresara. La abrazaría con todas sus fuerzas y se embriagaría de su aroma. Sin embargo, volvió a negar con la cabeza.

-No se puede tener todo lo que se quiere. No está bien. Y si ella volvería, sería de la mano de la luz de Ilmáter, no de la tuya. ¿Quién eres tú? ¿A qué dios sirves? Seguro que a ninguno bueno.

Las palabras salían de su boca contra su voluntad. Debía ser fuerte. Le habían enseñado a soportar el dolor en todas sus facetas, a que los atajos eran de débiles y que los débiles caían siempre los primeros. Nunca permitiría que la magia maligna tocase a Kestrel: siempre le había sido fiel y no podía imaginar peor traición que subyugar su alma a una entidad oscura.

-¡Vete y déjame en paz! -gritó, sabiendo que si continuaba allí la tentación se haría demasiado fuerte-. ¡No me vas a engañar!

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18/08/2010, 22:56
Aparición Onírica

La mujer chascó los dedos haciendo que se esfumase la figura de Kestrel. Después se cruzó de brazos y enarcó una ceja.

--Estás colmando el límite de mi paciencia --dijo en tono coloquial mientras se examinaba las largas y delicadas uñas de sus perfectas manos--. Pero da igual. Me servirás de un modo u otro. Mis intereses y los tuyos confluyen por el mismo camino. 

Levantó la mirada.

--Antes de irte... --dijo señalando la puerta-- te concederé lo que me has pedido. No una, sino dos veces. ¿Querías saber quién soy yo?

La mujer levantó apenas un dedo de la mano y Rengar cayó destrozado de hinojos al suelo. Una oleada de dolor le recorrió el cuerpo como si un montón de agujas incandescentes se clavaran en cada fibra de su cuerpo. Aunque sólo podía pensar en huir de la fuente de aquel suplicio, no podía moverse pues el dolor le había dejado rígidos todos los músculos del cuerpo. Su cerebro le envió una señal de dolor por uno de ellos, pidiendo una ayuda que jamás llegaría. El paladín se quedó tendido en el suelo boqueando, cubierto de sudor, jadeando y con lágrimas fluyendo en sus mejillas.

--Ese es mi nombre. Pues yo soy Loviatar, la Doncella del Dolor --una sonrisa macabra se deslizó por la onírica belleza de la aparición--. Ve ahora, paladín, atraviesa esas puertas para despertar y cumple mi voluntad... aunque no sea lo que tú deseas.

En la estancia resonó la carcajada de la diosa.

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23/08/2010, 16:07
Rengar

-Ja...más... -resopló, intentando forzar sus músculos para levantarse e ir tras ella para detenerla.

Tanto dolor, tanta pena, tanto sufrimiento físico y emocional... ¿Para qué? ¿Por qué alguien escogería ese camino voluntariamente?

-Ilmáter... Dame fuerzas, te lo suplico... -Rengar apoyó las manos en el suelo y trató de izarse. Lo consiguió por poco, tembloroso y débil como estaba-. Ayúdame para no caer en las tinieblas...

El paladín se puso en pie y arrastró un pie hacia la salida.

-Ayuda a Kestrel, cuídala allí, que yo no he podido aquí... -Tosió y se mareó por el esfuerzo. Si estaba dormido, ¿por qué sentía tanto dolor?-. Y perdona mis dudas...

Y tras aquello se puso en marcha y cruzó la puerta.

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24/08/2010, 15:55
Joxer

Lo primero que vio Rengar al despertar fue el familiar rostro de su hermanastro bañado por la luz de la antorcha. 

--Rengar, ¿estás bien? --la voz del muchacho sonaba distante, como procedente de otro mundo.

Rengar estaba molido. Le dolía el hombro allí donde el arquero le había acertado, y tenía entumecidos todos los músculos de su cuerpo. Pero no se parecía en nada a aquél dolor atroz que había padecido en su sueño. Eran los más mundanos pinchazos por haberse quedado dormido con aquella pesada armadura puesta. Si Loviatar no tenía poder sobre él más allá del mundo onírico o si había sido un simple sueño, Rengar no lo sabía. Pero la visión había parecido tan real...

Al ver que el semiorco no contestaba, Joxer cambió de peso sus piernas con incertidumbre.

--Ya ha pasado la Hora de Correr el Manto. Mamá estaba preocupada, y me ha dicho que te fuera a buscar --Joxer carraspeó--. La gente del pueblo está muy asustada y confusa. El Consejo está celebrando una reunión en el Descanso de los Peregrinos para ver qué hacen.

Notas de juego

La Hora de Correr el Manto son las doce de la noche. Hace mención a que la diosa Selûne cubre con su manto de oscuridad y estrellas la superficie de Faerûn.

El Descanso del Peregrino es la única posada del pueblo, sita frente a la plaza del mercado (donde se desarrolló la batalla).

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25/08/2010, 10:49
Rengar

El semiorco asintió, aturdido y sin ganas de decir nada más o de prodigarle una muestra de cariño. Recogió sus cosas y se encaminó hacia la posada sin dejar de darle vueltas a lo que había pasado en su sueño. Había sido real, estaba seguro: ningún sueño hasta ahora había sido tan vívido. Y, aunque no tuviese las heridas que Loviatar le había provocado, sabía que estaban allí, invisibles, de alguna forma...

Cuando volvieron a Medina, Rengar se dirigió directamente a la posada. Estaba tan cansado que sólo podía desear una buena cama, pero había deberes que cumplir...

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30/08/2010, 19:29
Director

Joxer no se atrevió a romper el pertinaz silencio de su hermanastro, y lo acompañó en silencio hacia Medina. Las secuelas del combate aún eran evidentes. Se habían recogido los cadáveres, pero aún había sangre por doquier, tejados desvencijados y desorden generalizados. Cuando Rengar llegó a la plaza, vio como los supervivientes se agolpaban allí, maltrechos, exhaustos y perdidos.

Amphail el Justo, uno de los miembros del consejo que regía Medina se estaba encargando de que todo el mundo tuviera cama y comida caliente. Cosa que no era complicada, pues eran sólo un puñado de personas. La batalla había sido aún más cruenta de lo que él había esperado. Cuando los supervivientes vieron aparecer al semiorco se alzó alguna voz de protesta.

--¡Ahí esta! --vociferó un granjero tiznado de hollín, avanzando hacia el semiorco blandiendo un bastón--. ¡Es por su culpa por lo que han venido aquí! ¿Qué si no iban a querer de pobres gentes como nosotros?

--No seas bobo, Alosius --gruñó Amphail, tratando de poner paz--. Si no fuera por él y por esa sacerdotisa, estaríamos todos muertos.

--¿Y dónde estaba él mientras nos mataban a nuestros maridos y a nuestros hijos? ¿Dónde? --gritó una mujer arrasada por las lágrimas, agitando un puño en su dirección.

--¡Salvando a su familia! --protestó Miri--. ¿Es que hay algo de malo en eso?

--¿No es él un paladín? --dijo Alosius--. ¿No debe un paladín poner a los demás por encima de sus intereses? ¿Valen más unas vidas que otras? ¡Escupo sobre su título y maldigo su egoísmo!

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30/08/2010, 22:00
Rengar

Llegar a Medina y ver los estragos de los bandidos en las casas y las calles llenó el corazón de Rengar de una pesadumbre como hacía tiempo no sentía. Pero aquello no fue no era más que el principio de la serie de puñales que tendría que sentir. Como los que Loviatar le había clavado, sólo que esta vez atacarían su alma y no su cuerpo.

Rengar recibió aquellas protestas con los ojos y la boca abierta. Se sentía demasiado dolorido como para pensar en una buena réplica, y en su mente sólo estaba Kestrel muriendo una y otra vez.

Apretó los dientes y trató de explicarse:

-Yo... lo siento, sólo soy un hombre. Si podría partirme por la mitad y salvar al doble lo habría hecho, de verdad. He hecho cuanto he podido, pero no ha sido suficiente. Juro por Ilmáter que me habría cambiado cualquiera de vuestras heridas por una mía. Pero... no puede ser. Kestrel está... está muerta. Ella significa mucho para mí. No habría dejado que muriera, ¿vale? No pude salvarla, tampoco pude salvarlos a todo. Sólo soy uno. Pero juro que haré todo lo que pueda para vengarme. Buscaré a esos bandidos y les llevaré ante la justicia.