Partida Rol por web

A Khaila nunca se le había dado bien hablar. La joven preferió quedarse en silencio, atenta a los movimientos de los elfos. Al ver como éstos bajaban la guardia, ella se relajó a su vez. Aunque no entendiera lo que hablaban parecía que el ambiente empezaba a relajarse.

Finalmente hablaron en común, y la guerrera pudo entender qué ocurría. Arrugó el ceño al escuchar las barbaridades que describió el semi orco. Su sangre hervía por dentro y cambió su peso de una pierna a otra, sintiendo sus músculos clamar por la batalla, eso le pasaba cuando era testigo de abusos o crímenes a gente indefensa. Respiró profundamente, mirando más allá de los elfos y el paladín. Observando los árboles que les rodeaban y se mantenían erguidos, bañados con la luz del sol que ya se encontraba en lo más alto.

Khaila no entendía de conspiraciones, nunca hubiera podido ver nada que pudiera asociar los diferentes sucesos tal y como había hecho Galatea. Ella tan sólo sabía que la gente que había hecho aquello merecía morir...

Miró a Kanizhar, el clérigo se había quedado junto a ella, también escuchando lo que ocurría escasos pasos más adelante. Suspiró sintiendo que llevaban demasiado retraso. Pero se mantuvo en silencio y volvió a dirigir su mirada hacia el grupo que continuaba debatiendo.

Volo se había estado mordiendo la lengua durante toda la conversación. Años de deambular por los Reinos huyendo de quienes lo perseguían por tener la lengua demasiado larga parecía haber afinado el instinto de autoconservación del mago. Pero al final, acabó acercándose para formar parte de la conversación.

--Bonita metáfora, amiga --apreció Volo, refiriéndose a que Galatea hablara del asunto como "juego de luces y sombras"--. Sé que no tengo derecho a opinar demasiado pero... ¿por qué no invitamos a este err... fornido paladín a nuestra alegre comitiva? Parece que su objetivo confluye en parte con los vuestros. Y si todas las leyendas que hablan del sitio al que vamos son ciertas, podríamos necesitar un brazo fuerte --se volvió hacia Khaila para hacer un gesto de disculpa--, mejorando lo presente, claro.

--¿Leyendas? ¿Qué leyendas? --inquirió la elfa arrugando el entrecejo.

Volo esbozó una sonrisa de circunstancias.

Galatea fue a decir algo pero cuando Volo terminó con aquella sonrisa de "me he colado", la druida se limitó a soltar un pequeño suspiro.

"Bueno... ¿qué más da?"

Miró a la elfa salvaje que de tonta tenía poco y se había quedado con el quid de la cuestión.

—Los cabos que de momento llevamos atados de lo ocurrido en el Valle de la Rasta nos han conducido hasta aquí, nuestra intención es visitar las ruínas de un antiguo templo a Selûne en este bosque, en las que todo parece indicar de que encontraremos algunas respuestas más, pues como ya dije antes, no sólo hay bandidos tras esto. Los que estaban tratando de crear animadversión en la ciudad eran un culto a la... —prefería no mencionar el nombre, no le dejaba buen sabor de boca— ... cara oscura de la luna.

Cruzó los brazos a media altura, agarrándose los codos.

—Por supuesto unas ruinas están rodeadas de leyendas, o eso dice la historia—se encogió de hombros—... y sólo los necios desoyen la historia.

Giró ligeramente la cabeza hacia el semiorco, como si estuviera estudiándolo de arriba abajo otra evz y

—Es por eso que... —tras varios segundos de mudo debate mental, pareció forzarse a decidir algo ya que suspiró y descruzó un brazo mostrándole la palma como si le "pasase" la palabra a él—si realmente él está de acuerdo, sería de gran ayuda el unir fuerzas con...

Se quedó callada mirándolo, como si esperase que el paladín continuara la frase, a fin de cuentas no sabía cómo se llamaba.

-Rengar. Rengar Lagoclaro -contestó el paladín-. Y sí, me uno a vosotros si vais a ir contra Shar o sus seguidores. Pero... ¿cómo sé que vosotros sois buenos o seguis a los dioses del bien? Necesito una prueba...

No era el cuchillo más afilado del cajón, pero tampoco era tan tonto. Le habían prevenido acerca de los lobos con piel de cordero que, como Loviatar, seducían a uno para llevarlo por el camino del mal sin que se diese cuenta. Había oído demasiadas historias de paladines caídos como para dejarse engañar.

Hanna levantó una ceja. No vamos a ser todos paladines por aquí, Rengar. Ni hace falta serlo para querer defender tu hogar... ni para querer sacar de él a gentuza como los Sharinos, ¿No te parece?

Cambió el peso de pierna.
Tenemos un enemigo común y eso es lo que importa, luego si no somos lo bastante "buenos", no tenemos porqué irnos de bares, si no te caemos bien. Cada uno por su lado, la casa limpia y viento fresco Dijo refiriéndose a los Sharnimos expulsados, con lo de la "casa limpia".

Evidentemente, tampoco es que la idea le sedujera ir de bares con un semiorco, en caso de que fuese de bares con alguien. El único 'bar' que le interesaba de verdad, hasta ahora le estaba vetado.

Con tu capa y tu palabra me ha bastado, y a ti debería bastarte porque no voy a pararme a hacer demostraciones, resulta hasta ofensivo. Mis acciones hablarán por mi, pero para verlo tendrás que acompañarnos.

Ladeó la cabeza, esperando una respuesta.

-Entonces voy a ver lo que haces, pero si descubro que tienes intenciones malignas, espera consecuencias. Y no es una amenaza. No si no sigues la senda del mal.

Rengar esperó no haber sonado demasiado severo. No quería parecer brusco, pero tampoco parecer un cándido defensor del bien a quien cualquiera puede tomar el pelo. Crujió el cuello y recogió su mochila del suelo. ¿Qué pensaban aquellos viajeros de él? ¿Qué decían sus miradas o los tonos de sus voces al referirse a él? ¿Era desprecio? ¿Era prejuicio? ¿Era desconfianza?

-No hemos empezado de la mejor manera -admitió tragando saliva-. Yo os he dicho mi nombre y mi dios, pero no sé el vuestro. Si vamos a ser compañeros, al menos quiero saber eso.

La joven rubia que se había mantenido apartada, clavó sus oscuros ojos en los del semiorco con expresión hosca. El suave aire agitaba su cabello rebelde, que nunca conseguía mantener recogido. Su coraza se amoldaba a su voluptuosa figura, dejando al descubierto unas musculosas y bien torneadas piernas. La empuñadura de un gran espadón que colgaba tras su espalda, se veía sobresaliendo por encima de su hombro derecho.

- Mi nombre es Khaila. - Dijo con voz clara y firme. Levantó una ceja sin apartar su mirada de la del paladin, a la espera de que se interesara sobre sus dioses...

 Creo que es justo- dijo el mago- al fin y al cabo, todos estamos en el mismo bando- acercándose al semiorko- mi nombre es Ivelios Thartein. Como bien ha dicho Hanna, soy un embajador de mi tierra, Siempreunidos y estoy aquí única y exclusivamente para conocer las gentes y las costumbres de vuestro pueblo, y ayudar en todo lo que pueda, obviamente. Poco más, puedo decir de mi.

En cuanto a lo de mi religión...- aquí Ivelios entraba en una encrucijada. Como mago, la religión no era un tema que le concernía demasiado. Tenía sus creencias, pero no era tan "fervoroso" como podía ser alguno de los presentes,  aparte de que no le gustaba hablar de ello. Podía mentirle y así quitarse este pequeño problema de encima, pero el engaño no ayudaría demasiado a forjar una buena relación- mi magia, es mi religión.

Con esto dicho, se apartó esperando que el resto se presentase.

Galatea puso los ojos en blanco y emitió un ligero resoplido apagado, como si las palabras de Rengar la hubiesen ofendido un poco.

—Por supuesto, sólo te hemos defendido y salvado el cuello de acabar más asaeteado que una diana de tiro—torció el gesto y apoyó ambas manos en las caderas mientras miraba distraídamente la copa de un árbol—somos malos como la peste.

En aquél punto el timbre irónico había alcanzado un límite estratosférico aunque curiosamente no parecía furiosa, no hacía gestos bruscos ni tensos...  más bien parecía indiferente, como si de pronto hubiera perdido todo el interés en el tema.

"De cauteloso a ingrato hay un abismo... "

No obstante, las palabras de Hanna parecieron ser pronunciadas de forma acertada. La druida suspiró por lo bajo, al parecer tratando de mantener el sarcasmo a un lado, tras varios segundos volvió a cruzar los brazos.
Ivelios se presentó y la elfa sonrió levemente de medio lado por algún motivo, pareció acceder a responder también a la pregunta de Rengar ya que le miró después de que hablase Ivelios

—Los nombres son cosas bonitas, pero con más importancia de la que deberían tener—respondió sin borrar de todo el gesto—yo soy Galatea Brisargéntea... —hizo una pausa y se encogió de hombros con sencillez—o Galatea de los Lobos, como me llaman algunos. Supongo que con eso basta.

Se  llevó un mechón de cabello plateado que flotaba en medio de la castaña melena detrás de una de sus puntiagudas orejas y volvió a cruzar el brazo.

—Aunque no sé hasta que punto conocerás el panteón élfico... como para que te suene el nombre de Rillfane Rallathil.

Rengar fue asintiendo a las presentaciones, pero cuando Galatea hizo la suya dijo una frase que le puso los pelos de punta.

—Los nombres son cosas bonitas, pero con más importancia de la que deberían tener.

Casi podía escuchar a la misma Loviatar pronunciando aquellas palabras... y sentir el lacerante dolor de su castigo en todo el cuerpo. El semiorco se tensó y apretó la mandíbula, mirándola con expresión enfadada. Llevó la mano al mango del hacha que pendía de su cinto y levantó el escudo con la otra.

-¿Qué relación tienes con Loviatar, la doncella del dolor?

Vaaaaleee...... Dijo Hanna, sorprendida, ligeramente boquiabierta y tensando el arco, con una ceja más levantada que la otra.

Creo que ahora es cuando pones los pies en el suelo y sueltas el hacha, semiorco. Frunció el ceño. O entonces sí que vas a llevarte mal con Hanna y todos los demás.

Galatea levantó una ceja tal y como lo habría hecho si Rengar le hubiese hablado en trasgoide.

—¿Qué relación voy a tener yo con esa?—respondió con un indignado "esa", como si aquello hubiera sido un insulto—¿acaso los paladines no pueden sentir el mal?

La expresión hostil de Rengar se desvaneció cuando el semiorco se percató de que todos lo estaban mirando. No lo hacían con ira ni con rabia, sino con sorpresa. La misma Galatea lo observaba con sorpresa y desdén. ¿Podría ser que se hubiese equivocado y sólo hubiese pronunciado las palabras peor escogidas posibles? ¿Se había extralimitado? ¿Estaba siendo excesivamente paranoico?

Rengar relajó los músculos y bajó el escudo, soltando también el hacha. Tragó saliva. ¿Cómo sentaría esto a su credibilidad?

-No conoces a Loviatar ni tienes relación con ella... -murmuró Rengar-. Entonces... entonces te pido perdón.

Miró a todos, con el rostro desencajado y las mejillas cada vez más rojas.

-Tuve un encuentro muy malo hace poco. Loviatar... apareció en mis sueños. Me tentó. Me torturó. Dijo algo que me has hecho recordar, por eso... -Se rascó la nuca, incómodo-. Lo siento. Nunca he formado parte de un grupo de aventureros ni de nada parecido. Estoy un poco tenso.

La elfa salvaje puso los ojos en blanco y meneó la cabeza.

--Nosotros nos vamos --dijo haciendo una seña al resto de elfos señalándolos la espesura--. Que... hummm... Corellon os bendiga.

Galatea levantó ligeramente un amano para despedirse de los elfos.

—Nàmarie... —dijo en su melódico idioma—hasta que volvamos a encontrarnos.

Dejó caer otra vez la mano y miró al semiorco cuando éste se disculpó, dio la sensación de que estaba pensando un momento lo que iba a responder pero el lobo pareció adelantarse o leerle la mente, una de dos.

Áscalon había estado todo el rato quieto, con las orejas planas y sentado sobre sus cuartos traseros al lado de la druida. Sin embargo, cuando se levantó las enderezó, y hasta movió la cola al escuchar a Rengar. No podía decirse que pudiera entenderlo... así que que quizá había sido el tono, el caso es que se limitó a acercarse con la peluda cabeza ligeramente más baja que el lomo, paralela al suelo. Galatea se limitó a mirarlo con cierta atención.

Al llegar junto al paladín olisqueó sus botas, como si lo estuviera identificando o algo así. Tras un par de segundos emitió un resoplido por la nariz que levantó unas pocas hojas caídas del suelo, le miró y se dió la vuelta para volver exactamente al mismo lugar en el que había estado.

Galatea no dejó de mirar al lobo hasta que este volvió a su lado, que fue entonces cuando le acarició la cabeza y sonrió fugazmente de medio lado. Levantó la vista y finalmente se dirigió a Rengar.

—Bueno, yo tampoco estoy acostumbrada a ir en grupos... de personas, si te sirve de algo—dijo—pero los enemigos de Loviatar o de cualquier diosa maligna son amigos de éste grupo en concreto.

Dejó de acariciar las orejas del lobo y se cruzó de brazos, tal vez aquello y el no darle más importancia a la "confusión" sirviera para calmar un poco la tensión.

—Es decir, tu ayuda es bienvenida, Rengar Lagoclaro.

Aunque en apariencia Khaila se había quedado quieta, un buen observador se hubiera dado cuenta como sus músculos se tensaban, prestos a entrar en acción.

Vamos a tener problemas con éste...  Es lo primero que le pasó por la cabeza cuando la cosa pareció calmarse. Era bueno tener a alguien más en el grupo que supiera manejar bien un arma, pero sus dudas tenía de que el semiorco llegara a integrarse. Era demasiado paranoico y parecía estar buscando problemas, como si con su cara no tuviera suficientes...

Khaila relajó sus músculos, y en ese momento su estómago le recordó que todavía no había comido. Observó como los elfos desaparecían en la espesura y encogiéndose de hombros interrumpió a la elfa.

- Bien, si ya está todo decidido deberíamos comer algo y ponernos en marcha... - La joven buscó un buen sitio donde sentarse y colocando su mochila a un lado estiró las piernas.