Partida Rol por web

Giorgio se gira hacia Alejandro y niega con la cabeza mientras que hace una media sonrisa.

- No mi señor, no es eso, simplemente es que hubiera preferido ir a conocer la otra posada.

El sol sigue cayendo hasta casi desaparecer, solo queda una leve linea naranja que, como un parpado que se cierra, deja paso a la noche. Al pasar un poco mas cerca de la plaza podeis observar que la empalizada es solo una primera linea de defensa, alrededor de la iglesia hay un cordon de hombres armados rodeandola, algunos son guardias y otros simples hombres a los que les han dado una espada o una maza, que parecen estar preparandose para una noche larga dispuestos a defender lo que sea o a quien sea que se encuentre dentro de la Iglesia.

Tras dos callejuelas, Giorgio detiene el carromato anunciandoos que habeis llegado a La Casa di Vino. Frente a vosotros se encuentra un edificio de dos plantas con una ornamentacion en la piedra bastante cuidada de racimos de uva. Los cristales de las ventanas estan impolutos y de la chimenea de la casa sale un humo con olor a carne asada que acaricia vuestro olfato y hace recordar a vuestros estomagos que hace al menos 7 horas que no los habeis atendido.

Podeis ver que hay luz dentro y el porton que da paso al edificio tiene una de las laminas entreabierta invitandoos a pasar.

Giorgio os comunica que va a guardar a las burras en los establos que tienen en la parte de atras.

- Oh, si es por eso os acompañare gustoso después a la otra posada para compartir un vaso de vino o cerveza, como gusteis - replica Alejandro de buen humor.

Se fija en la disposición de los hombres entorno a la iglesia aunque logra evitar acercarse a preguntar; a juzgar por su expresión es evidente que está deseando hacerlo y saciar su curiosidad.

Cuando Giorgio se disopone a marchar a los establos Alejandro comenta en general y a Giorgio en particular.

- Me gustaría ir con vos y atender yo mismo a Nube. La pobre está muy nerviosa con tanta compañía - se lamenta apesadumbrado - Aunque nuestros amigos pueden necesitar de traducción... - dejandolo en el aire - A no ser que no les importe esperarnos... - volviendo a dejarlo en el aire dividido entre sus ganas de atender a su compañera de viaje y de ayudar a sus sodales.

Su mirada se desvía hacia la iglesia y hacia los hombres que la rodean con afán de protegerla. Su curiosidad también se acrecenta aunque no es una persona a la que le atraiga la guerra o la batalla. Ella prefiere disfrutar de un día soleado estada bajo la sombre de un árbol o a la orilla de un lago que guerrear y usar sus conocimientos en la guerra. Pero, sin duda, hay algo en esa iglesia que deben proteger a toda costa. Y eso siempre despierta el intereses de aquellos que observan el devenir de la vida.

Y, a pesar de eso, no se acerca a los soldados y hombres que guardan la entrada de la iglesia. Desvía su mirada para centrarse en el camino que tienen delante. Y es que no tardan demasiado en llegar a su destino. Parece una posada bien cuidada y de buena reputación y el olor de la comida recién asada invita a que entren en su interior.

Mira a Alejandro, que parece bastante dividido en su "quehareces".

-Yo puedo hablar un poco de italiano. Las frases sencillas no serán un problema. Si es algo más complicado, quizá tengamos un problema.

Casi es lo más largo que ha dicho en todo el viaje desde el incidente del gigante con Mía.

- Ehm... sí... - asiente Alejandro con la cabeza de manera automática pero azaroso - pero... quizás... bueno... - no parece serle fácil decir lo que quiere, por lo que baja la voz - si los problemas de aquí están relacionados con la buena gente... bueno... quizás vos despertéis suspicacias... - logra decir al fin mientras mira a Leonor a los ojos con las cejas levemente enarcadas tratando de llamar su atención sobre ellos.

Alza una ceja, mirando a Alejandro, como queriendo decir algo, pero no contraataca. Se mantiene en silencio, manteniendo la mirada en los ojos de Alejandro.

-Pero no sabemos a que se debe. Si hay algún problema, os avisaré. De todas formas, no tardaréis demasiado, supongo.

No tiene mucha idea del cuidado de animales y no sabe cuánto se puede tardar.

─Esta noche va a pasar algo, los lugareños lo saben y protegen la iglesia. No os alejéis. Protegeré a los que se queden conmigo, pero mañana, pase lo que pase, pienso seguir camino...

Magnus, más que hablar, sentenciaba las situaciones. Evidentemente pensaba que en el pueblo estaba a punto de haber un ataque (¿qué sentido tenía sinó todos aquellos milicianos armados?), tal vez demonios, tal vez duendes, tal vez un grupo incursor cualquiera. Pero iba a haber un ataque, no importaba. Reducirían a cenizas los edificios y matarían a cualquiera que se interpusiera en su camino, eso seguro. Sentía cierta curiosidad por saber qué guardaban con tanto celo en la iglesia, pero no sentía tanta como para abandonar la relativa seguridad de la posada y arriesgarse a verse sumergido en una batalla. Había estado en batallas, las había sobrevivido y no tenía ningún interés en verse involucrado en una sin siquiera recibir nada a cambio.

─Voy a pedir habitación y hacer mis "rezos", os recomiendo hacer lo mismo tras el ocaso. Conviene estar preparado para lo que tenga que venir...

Mientras sigue al grupo sus ojos se desvían hacia la iglesia custodiada, generando nuevas cuestiones en su atribulada mente. Más tarde se acercará a ver si puede descubrir algo, pero de momento acompaña al resto a la posada. Los olores que salen de la chimenea despiertan en él una gula que por poco no se convierte en un rugido audible por todos. Se dispone a esperar al regreso de Giorgio, más tras escuchar las palabras de Alejandro interviene.

─Debiéramos esperar aque terminenenlosestablos ─mira al resto con seriedad─. Noqueremos inquietarde másaestas sencillas gentes.

Las palabras de Magnus lo reconfortaron. Era bueno saber que el gigante, a pesar de sus defectos, era un buen creyente y un protector de los suyos.

─Yotambiénrezaréporvos, sodalis Magnus ─dice inclinando la cabeza. Se acerca a a Alejnadro─. Teacompaño. Si no es molestia...

No había nada mejor que hacer y además quería estar a solas con Alejandro un momento.

Acompaño silenciosa a la comitiva, la verdad es que me abruma tal escena al ver a la gente tan preocupada. La conversación entre Alejandro y Giorgio parece distendida, aunque en seguida las ideas se empiezan a ensombrecer un poco conforme avanzamos, todos pensando en un inminente combate que, espero, en verdad no suceda.

La oferta de Alejandro es en cierto modo lo que busco, pero tampoco quiero entorpecer su labor cuando él mismo va a encargarse de su animal, así pues le dedico una sonrisa y le hago un gesto con la mano para despreocuparlo al respecto:

- Gracias por su preocupación, sodalis, aguardaremos su regreso. -respondo con una sonrisa.

Cuando Magnus habla sobre hacer preparativos y "rezar", lo miro un instante con tranquilidad cuando habla de pedir habitación, ante lo que pregunto:

- ¿Conoce el idioma, sodalis? -le pregunto con tranquilidad, dado que en la puerta poco y nada había dicho*, aunque eso tampoco era indicador de nada en el introvertido compañero que nos había tocado- Antes de prepararnos para lo que haya de venir, supongo que sería un buen paso preguntar a qué nos enfrentamos. Si no tienen inconveniente, yo me dirigiré a hablar con el clero, puesto que con ellos el Latín bastará y en caso de que no sean peligros naturales, más opciones hay de que hayan reconocido la amenaza. -concluyo mirando al grupo para ver si alguien se opone y por qué.

Alejandro va a contestarle algo a Leonor en que si ella tiene problemas los demás los tendremos por extensión al viajar con ella pero vuelve a cerrar la boca. No está seguro de hasta que punto será bueno insistir en el tema y si eso solo provocará que la chica se reafirme más en su postura.

Cuando Magnus habla de sus rezos parece que Alejandro no entiende al principio y por una fracción de segundo en su rostro se refleja la duda, la inseguridad y preocupación, hasta que entiende a lo que se refiere. Era una buena idea llamarlos rezos. Lo anotaría para el futuro. Asintió al gigantón y contestó con gratitud un simple

- Gracias

Alejandro asintió entonces a Angelus. No estaba seguro de si sería bueno para los animales sentir otro Don cerca pero irían viendo sobre la marcha.

- Claro – contestó antes de añadir para evitar confusiones – Claro que no es molestia.

La última fue Mia a quien asentí y dejé que la gratitud se reflejara en mis ojos. Parecía una mujer sensata y la idea del clero parecía buena salvo por como pudiesen reaccionar al Don de ella, pero no podían quedarse encerrados en una posada sin más.

- Tardaré lo menos posible. – dijo brevemente antes de dirigirse a los establos con Giorgio y Angelus.

Anota mentalmente que esa será la última vez que se proponga ayudar a ninguno de los presentes. Desprecian su buena voluntad al considerar que es mejor no dejar que nadie hable con ella... simplemente por el color de sus ojos y asumiendo que los problemas que tengan esas gentes son los hadas, elfos y otros de su naturaleza. Quizá hubiese sido mejor no unirse a esas gentes en el viaje a Zurich y continuarlo sola. 

Se guarda de decir algo hiriente y se cubre aun más con su capa. Se le pasa por la cabeza el marcharse del pueblo y continuar su camino, incluso de noche. Nunca le ha molestado caminar... así es como ha viajado siempre durante su aprendizaje, pero esa jornada de viaje ha sido dura. Incluso con carreta. 

Se decide en caminar un poco por el pueblo, sin rumbo fijo. Y si no encuentra el camino hacia la posada quizá los demás se sientan aliviados.

Cuando decides marcharte empiezas a andar sin rumbo, todas las casas de los alrededores son similares. Parecen casas de mercaderes o de gente con bienes. Estan pulcramente diseñadas y bastante cuidadas, eso no quitaba que la suciedad preponderante de aguas fecales y caminos de tierra no siguiera estando. Sin embargo te llama la atencion, aunque rapidamente encuentras el porque, el barracon de la guardia, con todas las luces apagadas y el portón cerrado te hace pensar que toda la guardia esta en las calles. A un par de edificios de de distancia encuentras uno que tiene la entrada desde la calle pavimentada y tiene un blasón con dos franjes una verde y otra azul con un racimo de uvas al frente, supones debe ser el ayuntamiento. Te encuentras que todos los negocios estan cerrados a cal y canto y que no hay un alma en las calles, sigues paseando hasta que te encuentras una de las dos intersecciones principales.

Retomas entonces el camino inverso por las dos calles solitarias por las que habiais venido. Aun a traves de las contraventanas logras atisbar algun haz de la luz de una vela, aunque no son muchas. Definitivamente aquello era un pueblo fantasma, al menos durante aquella noche, esperabas que al dia siguiente las cosas fueran un poco distintas.

Una vez llegas a la plaza te vuelves a encontrar la escena que habiais visto al pasar, aunque ya estaba todo preparado. Antorchas alrededor de la iglesia, hombres fuertes y robustos embutidos en armaduras, los menos, o con armas que parecian peligrosas en la mano, todos rodeando la Iglesia casi sin dejar espacio.

Finalmente girais por la esquina del edificio accediendo a un callejon un poco mal iluminado entre la posada y el edifico contiguo. Alli habia un pequeño establo donde cabrian unos 5 caballos, ya habia ocupado uno de los lugares. Giorgio se adelantó desenganchando a su mula de la carreta y acercandola a las caballerizas.

No hay nadie por las calles del pueblo e, incluso, lo que parece el ayuntamiento, está cerrado. No hay ni un alma por la calle y nadie a quien pueda preguntar por lo que ocurre en ese lugar. Aunque tiene un encanto extraño y misterioso. Pasear por las calles de una ciudad dormida, aunque sabe que no está dormida para nada. Tras las ventanas están agazapadas y asustadas las personas que habitan en ese pueblo.

Al llegar a la intersección, mira a un lado y al otro, decidiendo hacia donde ir.

Conforme entrais tu y tu esposa os encontrais con un recibidor cuidadosamente ornamentado. En el suelo veis que hay una alfombra simple aunque resultuna de color marron claro con ornamentacion geometrica. En la pared de la izquierda, sobre una pequeña mesilla hay un cuadro de un campo algo desvaido, junto a estos una silla simple.

A la derecha encontrais una puerta cerrada y al frente a la izquierda una puerta entreabierta desde la que atisbais la cantina de la taberna de la posada. Desde esta os llega un olor a cochino asado y a verdura cociendo a fuego lento.