Partida Rol por web

A la derecha ves la plaza, en un silencio poco natural, con un ambiente pesado y serio.

A la izquierda el camino hacia la puerta por la que habeis entrado.

Al frente tienes mas casas, aunque notas que estas estan algo menos cuidadas que las que has estado viendo.

Magnus entró al local, como siempre solía ser, agachándose con cuidado para pasar el marco de la puerta sin golpearse la cabeza, usando una enorme manaza para controlar la altura del susodicho marco. Detrás iba su voluptuosa esposa. Sin duda verle entrar con su maza de guerra y cara de pocos amigos, con Auria detrás como un perrillo que se esfuerza por seguir a su dueño, debía ser todo un espectáculo... Daba igual, Gorka estaba acostumbrado a las miradas, a responderlas desafiante o indiferente, según lo que fuera más apropiado para que se creyeran el papel que siempre interpretaba: un guerrero desalmado y violento al que no le apetecía que le molestaran.

Aquella posada contaba con una suerte de recibidor y todo tipo de detalles para dotar de categoría al establecimiento, como una alfombra e incluso un cuadro. Evidentemente su calidad debía ser más que cuestionable, pero sin duda el propietario aspiraría a cobrar unos buenos dineros por su "categoría". Daba igual, Magnus disponía de suficientes monedas para pasar meses enteros en un lugar como aquello, aunque su aspecto no diera pistas al respecto. Echó un vistazo a su alrededor antes de encaminarse hacia el encargado.

Alejandro sigue a Giorgio mientras le va hablando a Nube y pasandole la mano por el cuello. La pobre burra necesito tiempo para acostumbrarse al don de él pero después no ha tenido mucho trato con otros magos, por lo que ha pasado todo el día nerviosa. De hecho, trata de alejarse ligeramente de Angelus ya que aún la pone nerviosa. 

Llegan hasta el establo donde ya hay otro caballo. Alejandro trata de mantenerse alejado de él para no encabritarlo con su don, pero son animales sensibles que ya ha percibido que hay algo extraño en él. 

Se ocupa de la burra acariciándola y cepillándola un poco mientras le habla suavemente parece calmarla y reconfortarla. Se puede apreciar que no es alguien acostumbrado a estos menesteres, aunque se defiende lo suficiente para que el animal esté bien atendido. 

Se asegura de que el pobre tenga alimento y agua cerca para que se sirva ella misma, dándole un par de zanahorias antes de dejarla descansar.

Entonces espera fuera del establo, para no seguir poniendo nervioso al otro caballo, a que Giorgio termine y regresar todos juntos a la posada.

Pasas al comedor por la parte de la izquierda y encuentras a un hombre rechoncho con signos de alopecia galopante limpiando las mesas. Hay un total de 6 mesas redondas repartidas por el comedor, es bastante amplio y esta bien iluminado con velas aqui y alla.

A la derecha tras entrar ves una barra con vasos de madera secandose y un paño de seda. Tras esta hay una puerta abierta que lleva a lo que veis es la cocina donde veis a una mujer atareada moviendo cacharros de un lado al otro mientras va echando rapidos vistazos a la sopa.

Cuando os ve da un pequeño respingo y se acerca preguntandoos en italiano algo.

Las encrucijadas siempre son interesantes. Ofrecen posibilidades que pueden derivar en situaciones curiosas. Acercarse a la entrada del pueblo, con tantos guardias, puede ser peligroso para ella, pero también puede ser una forma de conseguir información sobre lo sucedido. 

Aunque sabe que lo más interesante, seguramente, esté en la iglesia del pueblo. Nadie protege un edificio a no ser que guarde cosas importantes. Además, mantenerse en la calle principal la ayudará a no perderse por esas calles desconocidas. Tras unos segundos, se encamina hacia la empalizada. Un gesto demasiado temerario, sin duda.

Conforme te acercas vas viendo que los guardias han cerrado las puertas y han asegurado la empalizada colocando travesaños tras ella.

Un ambiente tenso reina en la zona y sobretodo te das cuenta del silencio. Hay un silencio sepulcral, todos y todas estan completamente enfrascados en la vigilancia, ves a la guardia que os ha abierto en lo alto de la empalziada y ves que hay alguna mujer mas.

Se acerca un poco más a la empalizada. La tensión en el aire se puede cortar con un cuchillo y puede que todo esté a punto de comenzar. O quizá no pase nada esa noche. Nunca se sabe. De todas formas, con el ambiente que se vive y la tensión, no cree que sea buena idea preguntar para hacerse una idea de la situación.

Observa a su alrededor, como si pudiese ver más allá de lo visible. Quizá buscando a alguien más receptivo a sus preguntas.

Justo cuando te acercas la guardia de antes te ve, desde lo alto de la empalizada te mira y te dice.

- Signora, deve tornare indietro, questo non è un posto sicuro stasera

Su italiano no es muy bueno, pero entiende que le pide que vaya al interior del pueblo.

-Vorrei... chiedere cosa... - se nota que hace un esfuerzo bastante grande en formar la pregunta - sta succedendo...

─Queremos comer. Menjar. Manducare ─dijo Magnus en occitano, catalán y latín. Seguramente eso y el gesto de llevarse algo a la boca para comer sería más que suficiente─ Tres ─añadió, poniendo tres dedazos a modo de señal─ Una, dos-y-tres─ apuntó señalando primero a su mujer para luego señalarse a sí mismo dos veces y añadir 2 dedos más hasta que volvieron a ser 3.

Con un poco de suerte la señora entendería que alguien como Magnus necesitaba más comida que una sola persona de tamaño regular.

─Y también dormir ─finalizó poniendo sus manos como si fueran una almohada─ Tengo dinero.

El sonido de las monedas entrechocando en su bolsa supondría, a buen seguro, el mejor de los traductores.

Cuando pruebas con el occitano y junto con tu gesto parece que el posadero te entiende, al menos el mensaje basico. Cuando sacas tu saco de monedas levanta 3 dedos. Entiendes que esta pidiendote tres monedas de plata por el alojamiento de ambos y la comida para tres. Una vez se las entregas, os señala una mesa junto a la barra y desaparece por el dintel de la cocina, probablemente en la busqueda de utensilios para la cena y las propias viandas.

Tras haber guardado a buen recaudo el sigil, echo a andar hacia la Iglesia. La tensión en los rostros era tal que impregnaba el ambiente, tal que podría cortarse con un cuchillo ante la incertidumbre de lo que estaba por venir.

Con paso decidido, me acerco a la muralla de hombres sorprendentemente bien pertrechados algunos, y deteniéndome a unos metros de ellos, hablo en latín al no conocer el idioma local.

- ¿Alguno me entiende? -pregunto en primera instancia.

En caso de que no parezca haber una respuesta clara, comienzo a enumerar formas de referirme al párroco local: párroco, sacerdote, abad, padre... Si no resulta que esté ante una panda de infieles incurable, alguno me entenderá, espero.

Los hombres se miran entre ellos en un principio sin saber muy bien que hace una mujer tan enjuta y que claramente no sabe hablar italiano allí. Sin embargo cuando empiezas a enumerar los titulos, si bien no entienden latín, si reconocen el titulo de Pater. Uno de ellos te hace un signo para que aguardes mientras que otro, dejando previamente sus armas en la entrada, se adentra en la iglesia en busca del parroco. Al abrir el portón escuchas murmullos dentro e incluso el llanto de un bebe y a alguien calmandolo con prontitud. Rapidamente cierran la puerta volviendo a custodiarla. Al cabo de unos minutos un hombre algo mayor sale junto al hombre que había entrado a buscarle el cual recoge sus armas al salir. Se acercó a tí. Frente a ti un hombre entrado en años y con una sotana si bien cuidada, un poco gastada. Al cinto junto con un largo rosario de madera cuelga un escapulario de la Virgen Maria. Tras realizar un saludo con la cabeza empieza a hablar. - Buenas noches te de Dios, hija mia y que la Virgen guarde tus pasos. ¿Que te trae a este punto en una noche como la de hoy? Te pregunta en un latin algo tosco. Se notaba que solo lo usaba en los oficios.

Es entrañable, piensa. Viendo la conexión que había entre Alejandro y su burra, Angelus se pregunta como sería tener esa conexión con un animal. Nunca se había preocupado demasiado por ellos; simplemente eran una fuente de alimento y trabajo. Algunos monjes veían en ellos regalos de Dios y los trataban con cierto respeto, pero la mayoría solo les prestaba atención cuando estaban enfermos y no daban sustento. Igual que él.

Queriendo ser de ayuda, aunque viendo al animal incómodo, se mantuvo a una distancia prudencial, siguiendo las indicaciones de Alejandro. Cargó con el agua y el heno para alimentar al animal, pues Alejandro aparentaba ser no demasiado fuerte, hasta que finalmente el animal quedó acomodado para la noche. Solo una vez fuera de los establos, con el estómago encogido, se decide a hablar.

─Sientolodeantes. Enel carro. Quizásno elegíbien mispalabras, peronomentía, oslo prometo. Solo... nopretendía hacerossentir incómodo. 

Mantiene la mirada alta, en los ojos de Alejandro, deseando con todas sus fuerzas que vea sinceridad en los suyos.

Las emociones que se mezclaban en el rostro y los ojos de Alejandro eran muchas; sinceridad, miedo, vergüenza, ternura,… En un momento fue a levantar la mano quizás para coger la de Angelus, quizás para ponerla sobre su hombro, pero casi al instante que comenzó el movimiento lo paró mordiéndose el labio inferior refrenándolo. Agachó la mirada visiblemente avergonzado.

- No… no os preocupéis por ello, Angelus… - su voz volvía a ser muy insegura, como si tratara de elegir con cuidado sus palabras, bien porque no supiera expresar lo que quería, bien porque temiera tu posible reacción a ellas – Hay… hay muchas cosas que no sabéis de mí, Angelus… Apenas si nos estamos empezando a conocer… y no… - se para un instante – y siento que aceptar vuestra amistad generosa… siento que os estoy traicionando… y… y no… - puedes ver como está conteniendo el nacimiento de las lágrimas en sus ojos – y yo no quiero haceros daño, Angelus… - termina con un hilo de voz.

Complacido con el uso que había hecho del lenguaje universal de comerciantes y hostaleros, Magnus se permitió esbozar una ligera sonrisa, pasando a informar a su esposa en euskera que comerían y dormirían en aquel lugar. Y que no se metiese en líos, los lugareños se están preparando para un ataque nocturno, así que, por su bien, no debía despegarse de él.

Sin más preámbulos el gigantón se dirigió a donde le habían señalado y se sentó, esperando que Auria hiciera lo propio. Si la comida del lugar estaba a la altura de las apariencias, esa noche cenarían bien.

La sombra del dolor de una bofetada le recorrió el rostro, acompañado por la cruda voz del abad Agustín. Miró a Alejandro, que tan peligrosamente cerca estaba de llorar, y supo exactamente que debía hacer. Sacó su sigil, se lo mostró, y llevándolo al pecho recitó las palabras que su corazón le impelía a decir:

─Yo, Angelus de Bonisagus, os prometo mi amistad. Sin importar vuestros secretos, por oscuros que sean, yo estaré allí. Seré vuestro amigo y protector hasta que el Todopoderoso decida llevarme. Lo juro por la Orden y mis ancestros. 

"Cada palabra que pronuncias es una cadena que ata tu destino; escoge sabiamente cada una de ellas". Eso había dicho su maestro. Pero esta vez, en lugar de sentirse constreñido, sintió una súbita liberación. Nunca había pronunciado palabras más ciertas en toda su vida y no creía que sucediera de nuevo. Allí, en aquella aldea perdida en mitad de la nada, Angelus tomó una decisión que cambiaría el rumbo de su vida para siempre, pero no sintió miedo, solo júbilo. Aquello, sin lugar a dudas, era lo que debía hacer.

Ves que la guardia mira por encima de la empalizada antes de continuar hablando contigo.

- Stasera è previsto un attacco, è pericoloso, per favore torna dentro -dice haciendo una breve pausa- Domani tutto sarà risolto.
 

Asiento con tranquilidad ante el gesto del hombre de que espere, momento en el que, en ese mismo lugar frente al edificio, junto las manos en actitud de rezo aunque, por lógica dado el lugar, sin genuflexión. Vocalizo pero sin hablar un Pater Nostrum, a la espera del sacerdote, santiguándome al terminar el rezo. Curiosamente, no me hace sentir mucho mejor. Todo esto era mejor antes de saber las cosas que hay ahí fuera. Pienso con cierta tristeza por los buenos tiempos que no volverían.

Siguiendo la costumbre, me inclino levemente ante el padre* y respondo:

- Buenas noches le de a usted, Padre, y a todo su rebaño. -comienzo con las cortesías para dar inicio a la conversación. Mi hablar es pausado por varios motivos: en primer lugar quiero que le dé tiempo a entender adecuadamente todo lo que diga, y en segundo lugar si hablase rápido podría notar que tengo mucha más fluidez en el idioma de nuestra Fe que él, y sé que hay gente que se puede molestar por cosas como esas- Viajo con un grupo variopinto, y témome que ver el pueblo tan en guardia nos ha generado cierto malestar. Un guerrero curtido nos acompaña, ¿podría usted indicarnos qué nos amenaza en esta noche? Pido con humildad. -concluyo, inclinando un poco más la cabeza para mostrarle profundo respeto.

Arnando aparece con cuencos de madera y unos vasos de loza. Dispone los cubiertos en la mesa donde os habeis sentado, vuelve a las cocinas y al cabo de unos minutos aparece con una olla con caldo y verduras cocidas y vuelve a desaparecer y reaparecer una ultima vez con un plato lleno de carne de cerdo y una hogaza de pan. Dejandoos tranquilos mientras se retira a seguir limpiando y ordenando la taberna.

Parecia un hombre de los que respetan la privacidad de sus clientes.