Partida Rol por web

Base de Samara. Treinta y séis horas antes.

El gimnasio de la base se encuentra vacío ahora. Ilse entrena como cada día para mantenerse en forma, Kellen en cambio hacía tiempo que no entrenaba de aquella manera y simplemente presta apoyo en el entrenamiento de su escudera. Es la rutina de cada día pero hacerla os hace sentir mejor. Cada entrenamiento acerca a Ilse a su ascenso dentro de Die Tempelritter y su mentor puede ver como se esfuerza y mejora día a día pese a que parezca ser el único en darse cuenta de ello.

Hacia tiempo que no me entrenaba y, para qué emgañarnos, estaba cansado. Ilse, por el contrario parece llena de esa juventud que nos define y, parece no cansarse.

-Vamos, Ilse-trato de animarla aunque no sea más que un mero apoyo en aquel gimnasio.

Siempre he sido un hombre serio y mi tez nuca muestra mis sentimientos, sin embargo, ella sabe que estoy orgulloso de como lleva su entrenamiento y de como mejora día a día.

-Hagamos un trato, cuando terminemos este ejercicio haremos el que tu quieras-le digo con la seriedad que me caracteriza.

Un día más, me dirijo hacia el gimnasio para entrenar. Aprovecho, como siempre, para ir a última hora del día, cuando el resto se va a sus casas, para tener mas espacio para mí. Ese día, sin embargo, mientras me entreno, me sorprende la aparición de Kellen, dispuesto a entrenar conmigo.

Sin embargo, con el paso de los minutos me doy cuenta de que comienza a cansarse, ya que su rostro abotargado es lo que me muestra, mientras trata de animarme a continuar con el entrenamiento. Por ello, como le conozco desde hace muchos años y sé que nunca mostrará debilidad delante de mí, aprovecho para permitirle descansar sin maltratar su orgullo.

La verdad es que hoy me encuentro cansada, Kellen, así que cuando acabemos este ejercicio, si no te importa, descansamos un poco?

Mientras terminamos con esta ronda, le observo con una media sonrisa en mi rostro. A pesar de que nunca deja pasar a través de él ningún tipo de emoción, sé que me tiene cariño y que está orgulloso de mí, cosa que, aunque yo tampoco le he dicho nunca, le correspondo teniéndole como figura paternal.

-Ilse, un enemigo nunca parará porque tú estes cansada, así que elige el siguiente ejercicio-le digo tratando de poner el tono perfecto para mi cargo.

"No, yo no me gané mi cargo descansando, y quiero demostrarles a todos que no me equivoco contigo" pienso mientras sigo haciendo los ejercicios con ella, mientras espero que eso la anime a continuar y vencer el cansancio.

La miro fijamente. Es increíble como ha respondido a todos los entrenamientos y como se esfuerza. 

"Es extraño, pues su cara no denota un cansancio excesivo" pienso conociendo bien cada uno de sus gestos.

Nunca hemos tenido un trato demasiado personal, sin embargo sigo sintiendo esa debilidad por ella, tal vez por los años, tal vez por la excesiva falta de familia.

-Bueno, si quieres, paramos-le digo serio, más preocupado por su estado que por el mío propio.

Haciendo caso a lo que Kellen dice, voy bajando el ritmo para que el paro sea lo más gradual posible y no sea en seco, lo que denotaría que si estaba cansada en realidad. Me bajo del aparato en el que estaba ejercitándome, rebusco en mi bolsa y saco la toalla con la que me seco el sudor, y acto seguido hago unos leves estiramientos para evitar los sufridos calambres que te vienen cuando no has dosificado bien.

Hoy no hay problema, puedo seguir más tiempo, pero no se debe perder la rutina con los ejercicios y la forma de terminar las sesiones.

Una vez me incorporo, observo a Kellen, dándome cuenta de lo parecida que a él me he hecho tras tanto tiempo estando a su sombra. Lo podría adivinar incluso sin mirarlo... Se le ve cansado, pero seguiría hasta dónde fuera con tal de no quedarse atrás... Esbozo finalmente una leve sonrisa, apenas perceptible, al darme cuenta de que si, es verdad, soy igual que él, y mirándole seria, pero fraternalmente le digo.

-Quizás no paren cuando esté cansada, Kellen, pero todo consiste en que seamos nosotros los que llevemos la iniciativa y les pillemos cansados a ellos... Con la sorpresa de nuestra parte, la mitad del trabajo está hecha.

Miro a Ilse. Esos comentarios son los que hace que sepa que será buena en su trabajo y, silenciosamente, me siento orgulloso de ella.

No puedo evitar sonreír.

-Procura que ocurra siempre eso-le digo con un tono demasiado paternal-. Nunca bajes la guardia, Ilse, un despiste bien puede costarte la vida o fuertes cicatrices-le explico mientras seco el sudor de mi frente con una toalla que ya está más mojada que seca.

Incosncientemente mi mente recuerda el día en que un cuchillo rasgó mi piel cerca del corazón y trato de borrarla rápidamente de mi cabeza.

"Nunca permitiré que a Ilse le ocurra nada parecido" pienso mientras observo su gesto cansado.

-Bien, ¿Qué propones? ¿Descansamos y luego continuamos?-le pregunto-. ¿O prefieres salir hoy antes, pero mañana recuperar las horas perdidas de entrenamiento?

De siempre he sabido que en nuestro trabajo no deberíamos tener vínculos afectivos unos con otros, ya que nunca se sabe cómo y dónde puede acabar cada uno, pero con Kellen siempre había sido distinto, y aunque intentaba disimularlo todo lo que podía, sentía un aprecio más que considerable por la persona que me había enseñado todo lo que sabía... Formalmente era mi mentor, pero yo lo veía cómo mi guía, mi maestro, e incluso intuíaque él a mi me veía cómo si yo fuera una extensión de él mismo, cómo el legado que dejaría tras su retiro...

sonrío, pues se que él seguirá mientras yo siga. Siempre ha sido nuestro juego, y lo que nos mantiene siempre en forma, tirar uno del otro hasta que de verdad no se pueda más.

Mañana será otro día y no sabemos exactamente lo que nos tocará... Descansamos un rato, y en cuanto estemos recuperados, seguimos... ¿te parece?

De pronto el teléfono de Kellen empiezó a sonar y este se apresuró a contestar la llamada.

Era el prior Schreiber, el inmediato superior de Kellen. El agente respondió enseguida a la llamada.

-Prior-saludó.

-Agente Schwuchow, ¿que tal se encuentra ésta mañana? Le llamo por un asunto de su interés. Es sobre su escudera Ilse Brantsch.

-Prior-saludé educadamente a mi superior.

Escuché en un silencio vago.

-Si, prior, bien, estamos ejercitando.le respondo con firmeza mientras le mando una mirada a Ilse para que vea como se debe tratar a un superior.

Tal vez nuestro trato sea más paterno-filial, pero en ningún caso debe ser así con ninguno de los superiores y, aunque sé que no es para nada tonta, quiero hacer de ella alguien realmente eficaz.

-Dígame.

-Tenemos una misión-continuó diciendo el Prior- y esta será la misión que decida si Ilse será miembro de Die Tempelritter. Hay un hombre, un antiguo templario, que desapareció durante años. Pensábamos que había muerto en un incidente que hubo ha varios kilómetros de Samara pero hemos descubierto que sigue vivo aunque trata de evitarnos. Queremos que lo capture un equipo al mando de Ilse Brantch, usted irá con ella para supervisarla. Sabemos que usted lleva un tiempo sin hacer misiones de campo pero no les supondrá un problema ir a por este hombre. Su nombre es Penrod Steindel-explicó haciendo una pausar para cualquier duda.

Con el semblante más serio, observo a Kellen hablar por teléfono, e intento escuchar lo que están diciendo al otro lado del aparato... ser cotilla forma parte de mi trabajo, y no puedo evitarlo...

Asiento con la cabeza mientras escucho atento lo que me dicen al otro lado del teléfono. Le hago un gesto a Ilse en plan "estate tranquila".

-Sí, entiendo-le respondo mientras espero que siga hablando.

-Quiero que lo atrapen y averigüen que es lo que sabe-dijo con firmeza- no podemos tener hombres que conozcan nuestros secretos deambulando por ahí y renegando de los Templarios-explicó- Como ya le he dicho usted supervisará la misión y ésta será la prueba para que Ilse se convierta en Dama*. ¿Alguna pregunta?

Permanezco alerta, atendiendo a los gestos de mi mentor, agudizando más todavía los sentidos para ver si logro percibir algo de lo que ocurre al otro lado del teléfono...

Intento permanecer lo más tranquila posible, cómo me ha indicado Kellen, por lo que inicio ciertos ejercicios respiratorios básicos apenas perceptibles salvo para ojos expertos.

-No, todo correcto-le digo serio como siempre me explicaron que debía tratar a un superior-. ¿Cuándo comenzaremos la misión y qué datos tenemos? ¿Sólo la localización?-le pregunto manteniendo el mismo tono y lazando una pequeña mirada a Ilse que trata de entender de qué hablamos.

-La misión comenzará en 24 horas, ya se a avisado al resto de su equipo. Si está usted con Ilse, será mejor que sea usted mismo quien le de las buenas noticias. No necesitan más dato que ese, Steindel es un hombre mayor, no debería suponerles ningún problema atraparlo y averiguar que sabe y por qué desertó. Le deseo suerte en su misión, aunque no la necesitará-y tras decir aquello el Prior dio por finalizada la llamada.

Miro a Kellen, dándole a entender que comprendo perfectamnete lo que nos toca... me parece que se acabó el entrenamiento por hoy, y a saber cuánto tiempo más...

Distendiendo los músculos y adoptando una postura casual, descansada, hago un gesto con la cabeza en dirección a los vestuarios por si hay que salir rapidamente.

- DE acuerdo-me dio tiempo a decir antes de que el Prior cortara la conversación.

Suspiré y guardé el teléfono en mi bolsillo.

-Creo que se acabaron los entrenamientos, Ilse, tenemos una misión. Hay un hombre, un antiguo templario, que desapareció durante años. Pensában que había muerto en un incidente que hubo ha varios kilómetros de Samara pero han descubierto que sigue vivo aunque trata de evitarlos. Su nombre es Penrod Steindel-le explico tratando de transmitir las palabras según me la scomunicado el Prior-. Comenzamos en 24 horas.

Dicho aquello Kelen salió del gimnasio con paso decidido pues no quería mostrar a Ilse la alegría que ahora corría por su rostro. Aquella era la oportunidad de ella para convertirse en una Dama, con eso demostraría a los demás de lo que era capaz. Ilse se quedó allí, sin saber muy bien que hacer. Aquella noticia era una bomba, el salto que llevaba tiempo esperando. Además no parecía una misión complicada, traer a un fugitivo, un viejo que hacía años que no hacía trabajo de campo. Coser y cantar. Les demostraría que ella podía con ello, que era una templaría con el mismo derecho que los demás.