Partida Rol por web

Continuaron el camino, con las mismas ansias que las que arrancaron, aunque Shany sentía los músculos cansados y le ardían los ojos. No logró dormir mucho durante esa noche y eso se notaba. Tanto su mente como su cuerpo funcionaban más lentamente, costándole centrarse. Y eso también influía en su humor, se podía nota en la tensión en su mandíbula y sus ojos coléricos. Ese sueño despertó esos miedos que creyó bien enterrados, que se ocupó ella misma de enterrar, pero que siempre podrían volver a surgir.

La visión de la ciudad en llamas, los muertos y el caos, no hizo más que avivar esa llama de furia que parecía devorar su interior. Apresuró sus pasos, con la espada en sus manos y buscando una presa en la que desatar su enojo. Cuando los Alvenes aparecieron, Shany avanzó rauda sobre el primero. Su espada buscó cercenar la garganta de un solo tajo, queriendo verle desangrarse en el suelo.

La visión de Shany eran la de una furia, un ser sediento de sangre y que buscaba la muerte de sus enemigos. Sus dientes lucían más blancos y sus ojos estaban rojos por el cansancio, era una visión atemorizante, un ser de pesadilla que había caído sobre esos seres para acabar con ellos. La guerrera lanzó un grito de rabia cuando la hoja fue evitada por unos escasos centímetros, pero eso no evitó que su aspecto y actitud afectaran a su enemigo.

Cada mañana me sentaba frente al fuego de la chimenea en el gremio, observando simplemente de forma hipnótica la danza de las llamas sobre el madero seco. Ese juego peligroso y candente que ahora se propagaba por toda la muralla seguía siendo hermoso a mis ojos, aunque en esta ocasión causaba destrucción.

El indomable fuego nunca se consumiría, ni siquiera podría convocar lluvia o un cúmulo de agua suficiente como para detener las llamas. La ciudad se convertiría en polvo y ceniza, sólo podíamos salvar a quienes pudiéramos y sacarlos de ahí.

Corrimos por las calles, esquivando el rastro de personas asustadas que huían despavoridas en nuestra dirección, señalándoles la salida mientras seguíamos avanzando. Estaba claro que había sido un ataque masivo planeado, oteando el ambiente para buscar a los causantes o sus subordinados. ¿Serán de nuevo los alvenes?

Pero no había falta buscarlos, ellos nos encontraron a nosotros.

No hacía falta gritarles que atacaran. El grupo sabía perfectamente quienes eran y lo que habían hecho, así que únicamente giré el báculo en mis manos formando una especie de molino, dejando que la magia que poseía pasara de mis manos hacia el arma, disparando directamente una corriente marina a uno de ellos.

Ratko se había temido el ataque a Frostan casi desde el inicio del viaje, parecía que los tiempos oscuros acababan de comenzar... pero no podían permitirse el lujo de pararse a pensar, a pesar del cansancio por la noche medio en vela que había pasado, el demonio corrió junto a sus compañeras por las calles de Frostan, sabía que un grupo de atacantes les cerraría el paso de un momento a otro, por lo que cuando fueron interceptados, prácticamente ya estaba preparado, observó como Shany haciendo gala de su portentosa fuerza dejaba fuera de combate a uno de ellos... mientras que Earendil hizo otro tanto, de manera que Ratko sin pensarlo atacó al primero que se le puso por delante, dejándose llevar por el poder que fluía a través de sus palabras proyectándose en la palma de su mano para después arrojarla sin contemplaciones... 

Y así fue como empleando todas vuestras capacidades, el grupo consiguió reducir la amenaza que a traición, había intentado de nuevo haceros morder el polvo.

Ahora no había nada ni nadie que os impidiera continuar, avanzasteis por las conflictivas calles de Frostan para llegar al que sería el punto neurálgico: el castillo del legendario Ardron.

A medida que pasaba el tiempo os encontrasteis con guardias de la ciudad, algunos de ellos malheridos por el combate contra otros Alvene, y con buenas intenciones os indicaban que todo aquel con fuerza para portar un arma debía reunirse en la sala del trono donde se estaba improvisando una estrategia de contraataque.

Aquella información coincidía con la que vuestro compañero de gremio os hizo llegar tiempo atrás, con lo cual perder el tiempo no era una opción: debíais estar allí en esa reunión.

En cuanto llegasteis al interior del patio del castillo, algunos guardias os hicieron identificaros. La fortaleza aún permanecía inexpugnable pero... ¿por cuánto tiempo? Cuando supieron que no erais una amenaza os dejaron pasar, para que en cuestión de minutos accedierais al lujos castillo del gobernante de Frostan.

Dentro del castillo se logró escuchar el murmullo de muchas voces combinadas, las cuales discutían en lo que sería un consejo de guerra. En cuanto tomasteis presencia en la sala del trono, donde más de una treintena de personalidades de todos los calibres guardaron silencio, os sentisteis el centro de atención.

Una voz irrumpió entre todas, áspera pero a la vez cálida: se trataba de Ardron, aquel que la leyenda contaba que venció él solo a más de mil trasgos para defender al reino décadas atrás.

- Nuevos aliados llegan, presentaos si queréis formar parte de este concilio -

Shany no pudo regodearse de ver correr al maldito pálido como una gallina asustada, pues la verdad que habría deseado cercenar su cabeza. Su humor no mejoró, pero al menos pudo ver los cuerpos de los otros dos desparramados ahí donde los ataques de sus compañeros les dejaron. La guerrera no guardó su arma, sino que continuo con esta en ristre, lista para descargarla en cualquiera que le mirara un poco mal. Solo encontraron algunos guardias, tan heridos que ni siquiera podían levantar la voz para darles el alto. Pero el camino era bastante obvio a seguir, por lo que pronto llegaron hasta el castillo, allí si había guardias competentes y tuvieron que identificarse. Como si Shany se pareciera a esos raquíticos pálidos que atacaban la ciudad. Al fin, fueron conducidos a un enorme concejo de guerra, destacando la imponente figura de Ardron, cuya edad no había desgastado el poder que emanaba.

-Soy Shany, miembro de gremio Los Nunca Olvidados- comenzó la guerrera sin poder contenerse, quizás debería esperara a la líder… pero estaba harta de esperar-. Venimos desde el gremio, donde esos malditos osaron atacarnos. Es un honor estar en su presencia.

Seguramente las historias exageraban, pero no dejaban de tener un pequeño apice de verdad, asi que sin duda ese tipo habia realizado una hazaña increible.

Podía ver los heridos con un solo vistazo, sabiendo que mi poder no sería lo suficientemente fuerte como para curar ni a la mitad de la ciudad, aunque tenía claro que después de terminar las formalidades políticas iría a ayudar si necesitaran una mano extra. Las fuerzas habían mermado, cualquier soldado sanado sería una suma más al porcentaje para salvar la ciudad, eso sin contar la recompensa que darían por ello.

Caminé siguiendo la dirección de los guardias hasta el castillo, identificándome cuando lo requieran y avanzando entre las numerosas salas custodiadas, preguntándome con cierta curiosidad hacia donde nos dirigíamos.

Al llegar a la sala del trono reinó el silencio y las miradas se centraron en nosotros, algo que no me importó en demasía. Liderando el paso, detuve mis pies por el centro de la sala, donde llevé una mano al pecho y agaché el rostro como muestra de respeto.

Eärendil, Alvene de agua.- Espeté tras la rápida presentación de Shany, echando un leve vistazo a Ratko para que hiciera lo mismo.- Hemos venido tan rápido como supimos del ataque.

A pesar del cansancio por la noche en vela, el demonio había podido hacer frente a los atacantes sin que mermara demasiado su poder, afortunadamente el combate no se alargó en exceso, porque entonces si que lo hubiera pasado peor, el caso es que siguiendo a sus compañeras atravesaron la ciudad mientras eran testigos de lo que había ocurrido, había heridos y cuerpos inhertes por todos lados, una escena dantesca que no pareció ejercer el más mínimo sentimiento en el rostro de Ratko pues no era la primera vez que veía algo así. 

Al llegar a la sala lo cierto es que la imagen Ardron imponía, pero no lo suficiente para Ratko que había visto caer a varios héroes como él, sin embargo y ante la mirada de Earendil decidió presentarle sus respetos, con una leve inclinación de cabeza y un tono respetuoso.

- Mi nombre es Ratko, majestad- dijo escuetamente, no hacía falta decir que su naturaleza era demoniaca además tanto Shany como la jefa ya habían hecho las presentaciones más formales.

Con voz tranquila el viejo hombre asintió.

- Bienvenidos seáis entonces - después de aquello Ardron miró al resto de presentes.

- Como íbamos diciendo, está claro que la situación actual es devastadora. Son muchos los pueblos y asentamientos que se han perdido debido a los ataques sincronizados. Aunque tenemos capacidad suficiente para defender nuestra gloriosa ciudad, no la tenemos en cambio para proteger a nuestros vecinos - dijo con dolor.

Tras carraspear con fuerza, siguió hablando.

- Necesitamos aliados, es nuestra mayor prioridad ahora. Sois muchos los que habéis acudido a este llamamiento improvisado, pero sé que podéis ser los suficientes si actuáis en calidad de embajadores de Frostan - pocos segundos más tarde Ardron fue interrumpido por un la aparición de un Alvene de rostro serio.

 - Mi señor - dijo tras arrodillarse. - El archipiélago de Twinshok ha caído, los otros embajadores me han comunicado la noticia con gran dolor - aquellas palabras aunque sencillas iban cargadas de un gran pesar. Twinshok era el conjunto de islas que albergaba a la nación Alvene, la cual en estos momentos está siendo falsamente acusada de organizadora de estos hechos. Por lo menos, esa es la conclusión a la que habéis podido llegar escuchando los comentarios de los allí presentes.

- Es importa aclarar que los atacantes, a pesar de ser Alvene, no representan a ninguna de las cuatro islas, actualmente es un enemigo desconocido a expensas de que los sabios puedan darnos más luz al respecto - dicha toda aquella información el Alvene se retiró.

Ardron suspiró, después se acomodó de nuevo en su trono.

- Que nuestros aliados los Alvene no hayan podido hacer frente es desalentador. Esto implica que tenemos que tomar medidas inmediatamente - después se levantó de forma brusca.

- Ha llegado el momento, necesito que por una vez actuéis como embajadores. Son muchas las naciones que pueden prestarnos su ayuda y que también podrían estar en peligro si esta amenaza crece. Intentaré ser claro: no habrá nadie sin su justa recompensa y renombre, pero para ello primero tenemos que conseguir que estos Alvene corruptos vuelvan de donde han venido y no regresen jamás - uno de los consejeros se acercó al oído del emperador para acto seguido alejarse.

- Existen cuatro opciones potenciales. Elegid libremente dónde querréis viajar, pero tan solo pido que nadie regrese con las manos vacías - en pocos segundos una lugarteniente desenrolló en la mesa más cercana un inmenso mapa que mostraba las tierras cercanas como lejanas.

 - Las opciones son las siguientes: visitar el desierto de grisor hasta llegar a Akeep, la ciudadela Orumita; otra opción viable es navegar hasta Cresthok, donde los humanos Albunix regentan las gélidas tierras; la que más tiempo requerirá será viajar hasta el lejano oeste, donde los místicos Sonna habitan Tal'Dogus... pero Ardron confía también en la posibilidad de ganar acceso a la ciudad subterránea de Dorubid, donde los ingeniosos Geotónidos pueden tener más respuestas -

Éramos forasteros de otras tierras, soldados que acatarían las órdenes por un módico precio en vez de estrategas o consejeros de guerra. Me dediqué simplemente a observar y escuchar, sobre todo analizar la situación mientras estaba más pendiente de lo que callaban que de lo que hablaban.

Hubo una única parte en la que reaccioné, algo tan sutil que prácticamente mis compañeros debieron ser los que se percataran. Al escuchar sobre la caída de mi tierra natal y cómo hablaba de mis hermanos alvenes mis manos se tensaron, apretando uno de los puños en torno al báculo mientras alzaba levemente el mentón, aguantando las ganas de comentar al respecto. No es el momento.

Miré, puede que más de la cuenta, al Alvene mientras se retiraba, sintiendo parte del dolor por el trato que nos estaban dando. 

Respiré hondo soltando el agarre del báculo y bajando los hombros cuando nos tocó elegir una localización. Me giré hacia Ratko y Shany, teniendo claro por mi parte a donde iríamos.

Iremos a Akeep. Los orumitas han demostrado ser letales, y ahora mismo necesitamos personas capaces para hacer frente a la guerra.- Mi voz sonó más fría que de costumbre, aunque no perdí la educación ni la compostura en ningún momento, enfadada por el trato que nos estaban dando.

Shany se mantuvo de brazos cruzados, mostrando en estos las marcas de muchos combates. Las noticias que se soltaban en ese lugar no eran tonterías, naciones enteras fueron aniquiladas por esa amenaza, la alvene entre ellas. Sus ojos fueron rápidamente hacia Eärendil, notando la lividez de su rostro y la tensión en su postura. Era la primera vez que le veía “perder el control” ante un acontecimiento. Le alegraba ver que corría sangre por sus venas, pues siempre le pareció alguien por demás de frio.

-No dejaremos que esto quede impune- dijo con voz helada a su lado, solo para ella. Para Shany, la mejor forma de curar un corazón herido, era lastimar al responsable. Simple, sin tonterías.

Buscar aliados era la forma mas sencilla de acabar con el problema, sobre todo viendo el duro golpe que les habian dado. Toda la nacion sangraba y poco a poco moriria. Necesitaban manos y brazos fuertes, gente dispuesta a enterrarse en el barro para sacarla adelante.

Le daba algo igual el destino que les llevaría eso, aunque su tierra siempre era un lugar al que le agradaría volver a ver. El desierto ardiente, donde solo los más fuertes sobrevivían, el padre Sol soltando inmisericorde sus rayos sobre todos sus hijos, ahí la muerte sobrevolaba cada día y los sobrevivientes sabían cómo disfrutar de esos días en los que sus alas no les alcanzaban.

-Les guiaré- murmuró muy segura cuando su líder afirmó que irían a ese infierno en la tierra al que llamaba hogar.

Ratko, miró al rey, después al alvene y por último a Earendil... le sorprendió ver aquella reacción y contención de rabia, aunque por otro lado tampoco era de extrañar, de quienes se estaba hablando era de su gente y eso era algo que exceptuando a los demonios, a quienes solían darle igual esas cosas por estar más ocupados en cosas más importantes como las sendas de a magia y la alquimia... entre otras cosas... al resto de razas molestaba.

En un primer momento quiso acercarse a su compañera y líder, pero al ver el movimiento de Shany refrenó su primer impulso y se mantuvo un momento reflexionando sobre a donde debían ir, en su tierra había magos muy capaces pero constituía el viaje más largo, además de que la voluntad de los magos no se movía por dinero ni por gloria, tenían todos sus propios intereses, por lo que a pesar de que viajar a una tierra tan árida como la los orumitas, no le atraía en absoluto, convino que era la mejor opción, aquella gente eran buenos guerreros y por lo que había visto en su compañera, se entregarían con gusto a una buena batalla, su reclutamiento no debería ser complicado y contarían con unos poderosos soldados con los que hacer frente al enemigo común. 

Iremos a Akeep. Los orumitas han demostrado ser letales, y ahora mismo necesitamos personas capaces para hacer frente a la guerra.- Mi voz sonó más fría que de costumbre, aunque no perdí la educación ni la compostura en ningún momento, enfadada por el trato que nos estaban dando.

- Me parece la mejor opción- contestó a la señora del agua.

-Les guiaré- murmuró muy segura cuando su líder afirmó que irían a ese infierno en la tierra al que llamaba hogar.

- Bien... pero si puede ser por al sombra... mejor- medio bromeó preparando el body para lo peor...

En cuanto se planteó que había que abordar diferentes puntos de la geografía de Alleriah el ruido se apoderó de la sala. No era más que el resultado de cantidad de hombres y mujeres debatiendo sobre dónde acudirán.

Fue curioso comprobar cómo de todas las opciones disponibles tan solo los Nunca Olvidados aceptaron viajar a Akeep ¿es que tenían miedo a la sociedad Orumita? ¿Creerían que convencerles para ayudar en esta guerra sería difícil? ¿o es que cruzar el desierto para llegar a la capital era solo apto para unos pocos?

Finalmente se hizo el silencio, significaba que todos habían decidido.

- Estupendo, me complace saber que disponemos de embajadores suficientes para afrontar esta ardua misión - pudisteis comprobar que había grupos que no se sintieron capaces (¿o mejor sería decir interesados?) en hacer de embajadores, a pesar de que las promesas de fortuna y fama eran grandiosas.

- Marchad, y regresad con buenas nuevas. Pronto podremos dar fin a la amenaza de estos Alvene corruptos - con aquella orden, todos los aventureros y soldados que había por la zona emprendieron el rumbo escogido.

Por vuestra parte teníais que llegar hasta Akeep, eso implicaba no solo llegar hasta el desierto de Grisor, sino sobrevivir a él. ¿Estaréis a la altura?

JORNADA DE VIAJE

FROSTAN -> AKEEP

Shany lanzó una mirada de desprecio sobre todos esos idiotas cobardes que ni siquiera se planteaban viajar hacia su tierra. Aunque pronto se dio cuenta del porqué: porque eran unos inútiles debiluchos que solo podían ir de la mano a las zonas más amigables del continente, solo los verdaderos valientes se atreverían a cruzar el desierto.

-Con razón esta tierra fue conquistada tan fácilmente- se le oyó decir arrugando la boca-. Algunos hasta ni se han ofrecido. Pero vinieron a llorar bajo la mesa de Ardron como perros apaleados.

Como fuera, la Orumita estaba entusiasmada paro viajar hasta su tierra, tanto que durante el camino estuvo contando historias y anécdotas sobre su hermoso hogar. Como la vez que unos asaltantes acabaron con su unidad y tuvo que luchar con una laza clavada en un costado. O como encontró a esos extranjeros totalmente secos en medio del desierto, allí donde el Padre Sol les permitió llegar. O de las monstruosas tormentas de arena que podían despellejar la piel de los incautos. En fin, historias que podrían quitarle el sueño a cualquiera, sobre todo si tenían que adentrarse en esa trampa mortal.