Partida Rol por web

Jimmy apenas puede reparar en las pastillas y en los medicamentos.

Una pistola...¿una pistola, de dónde ha sacado Steve todo esto?

La primera reacción es de perplejidad, pero al momento se levanta y corre tras su hermano.

¡Steve! ¿de donde has sacado todo esto, se puede saber a donde vas?

Varias zancadas le acercan hasta la puerta y trata de buscar a su hermano con la mirada en la oscuridad.

Steve, suelta ese chisme o te pegarás un tiro,¿pero donde cojones vas?

Cuando llegas a la puerta la silueta de tu hermano pequeño ya no se distingue. Se ha alejado bastante. Lo localizas porque ves la luz de su linterna dar tumbnos de un lado al otro al compás de grandes y decididas zancadas.

Todo parece indicar que se dirige al edificio principal del Convento.

Si ha oído tu llamada la ha ignorado. El viento es ahora más fuerte y es probable que se haya llevado tus palabras...

Avanzas totalmente decidido a abrir fuego contra lo que quiera que haya al otro lado de esas malditas puertas, sea humano o no humano. Te sientes extrañamente invencible, y el efecto que la pistola parece haber ejercido en tu actitud es radical.

De repente y sin venir a cuento, unas sombras tras el dintel se agitan y murmuran, disponiéndose a cerrar la puerta a cal y canto.

Jimmy duda entre salir corriendo detrás con uno de sus hermanos o quedarse a cuidar al otro. Aunque las alternativas son evidentes no puede evitar gritar hacia la oscuridad.

¡Steeveee! ¡vuelve maldito idiota!, joder.

El joven Skilton da un portazo y patalea el suelo. Aunque probablemente Greg no le oye, habla en alto.

Me cago en la puta, Steve se les debió caer de las manos a papa y a mama cuando era un bebe, golpearse en la cabeza y quedar así de memo. En fin...

Vuelve su atención hacia Greg. Le quita el abrigo empapado y lo pone a secar junto con el suyo sobre una silla frente al fuego. Luego empuja la mesa un poco más cerca de la chimenea y lo aviva con algunos libros y astillas.

Los medicamentos, veamos que hay. Necesito algo para bajar la fiebre a Greg.

Busca entre las medicinas que lanzó su hermano, buscando analgésicos y un antipirético. Los conocimientos de medicina de Jimmy son muy escasos, pero aun así aplica los primeros auxilios que cualquiera pensaría.

Sale al exteriro y deja que una bajo la lluvia se empape una compresa de agua, luego entra y se la pone sobre la frente. Incorporándolo le hace tragar algunas pastillas y finalmente le deja dormir. Agotado se sienta en la mesa junto a su hermano y cerca del fuego.

Dios santo, esto es de locos... creo que me va a dar un ataque de histeria.

Con una mano busca en los bolsillos de su hermano tumbado y saca la maría. Se hace un porro trompetero con poca destreza pues le tiemblan las manos por el frío y los nervios. A la tercera calada, comienza a llorar.

- Y una mierda...- murmura de pronto saltando hacia la puerta.

Estaba en lo cierto, allí había alguien y parecía haberse asustado al verlo de esa manera, pistola al frente, justo en la puerta. Al menos, no habían contado con la valiente, otros dirán impetuosa y alocada, reacción del joven deportista.

No podía permitir que le dieran con la puerta en las narices...¿os habeis acojonado?...piensa mientras pone uno de sus pies entre las dos hojas de madera para evitar el cierre y empuja con sus brazos y hombros todo lo fuerte que puede...es inutil! ahora voy yo a por vosotros!!!...grita mientras escapa entre sus labios una sonora y paradójica risotada...

- Quién eres y qué te hemos hecho nosotros? dice una primera voz.

- ¡Te mataremos! ¡Te lo advierto! ¡Te mataremos! dice una segunda voz, esta vez más profunda y débil.

- Marcos, clávale algo en el pie! dice una tercera voz, de mujer en esta ocasión.

Al menos son tres las personas que parecen impedir que entres en el edificio principal del Convento.

- ¿Que qué me habeis hecho?- su extraña risotada aumentó aún más al escuchar aquella pregunta- Tiene cojones...ya os refrescaré la memoria, os voy a hacerlo pasar tan mal como yo lo he pasado esta noche...se decía mientras esas ansias de venganza le daban fuerzas para empujar la puerta y evitar que se cerrara. El enemigo se echaba atrás, le estaba ganando, el miedo que antes le oprimía estaba ahora al otro lado, desnivelando la balanza psicológica a favor del quarterback, era más dificil actuar a contrapie y eso daba ventaja a Diaamante. Sin embargo, cuando escuchó aquel nombre...

Marcos...le sonaba, le sonaba un montón, quien coño se llamaba así?...ostras, el viejo! el viejo de la biblioteca...la capucha fuertemente atada sobre su cabeza le cubría los oidos haciendo que no pudiera reconocer las voces con facilidad pero...¿y si eran los otros?...- ¿Rubí? ¿Vampirina?- pregunta a los del otro lado- ¿Quien coño anda ahí?

Mientras intentas abrierte paso a través de la puerta, impidiendo el cierre de la misma con tu pie izquierdo y empujando con el hombro de la mano que no lleva la pistola, notas, de repente, uno de los dolores más agudos que has sentido en tu vida. Tu pie izquierdo arde de dolor. Te sorprende la acción, cuando pensabas que los que estaban al otro lado eran tus propios amigos. Un grito al otro lado de la puerta se escucha igualmente e identificas ese dolor como el causado por un arma punzante de gran calibre...

Te han clavado algo en el pie que impide el cierre de la puerta... 

AARGHHHHHH!

Un alarido brutal brotó de la garganta del pequeño de los Skilton. El dolor había sido como el que provocaba una aguja pero multiplicado por cien, por mil o hasta más. Había sentido como lo que fuera con lo que le habían atacado penetraba en su pie, abriendose paso a través de la piel y los pequeños músculos de esa extremidad como un cuchillo entraba en una tarrina de mantequilla.

En un acto reflejo de retirada, sacó el pie de entre las dos hojas de la puerta y ambas se cerraron en un fuerte estruendo debido a la acción de las sombras que la empujaban desde dentro. Cuando volvió a apoyar de nuevo ese pie, el dolor volvió a sacudirle haciendole caer hacia atras. Mientras sus gritos de dolor se continuaban unos a otros y yacía en el suelo, intenta alargar sus brazos hasta su pie, apretándolo fuertemente como si temiera que aquello que sentía hundido entre sus huesos metatarsianos pudiera llegar a abrirlo en dos. Levanta la cabeza buscando que era lo que habían usado para atacarle aunque practicamente ya lo sabía.

- SOY STEVE, CABRONES!- grita enfurecido a la vez que golpea violentamente la puerta con el puño...uno, dos...hasta tres golpes resuenan en la madera- SOY STEVE!

Te miras el objeto punzante aun clavado atravesando tus zapatillas deportivas por un lado de la lengüeta y metiéndose entre dos de tus metatarsianos.

Está clavado un par de buenos centímetros. El dolor es agudísimo y temes perder el sentido y caer desmayado. Dios, mi futuro como profesional... Estás a punto de romper a llorar.

AARGHHHHHH! Un agudo grito corta el ambiente como un afilado puñal en el cielo nórdico. El peor de los presagios se hace evidente ante los siguientes gritos desperados.

- SOY STEVE, CABRONES!

- SOY STEVE!

Hay dolor, mucho dolor y miedo en esas escasas palabras... traídas por el viento. El pequeño de los Skilton está cerca, probablemente cerca de la furgoneta o el edificio principal del convento.

-¿ Steve? ¿de dónde has sacado el arma? ¿dónde están los demás? dice una voz fría y poco impresionada al otro lado de la puerta.

Aún no se había recompuesto de semejante dolor, todavía seguía sobre el suelo mojado, en posición fetal, con el pie herido entre las manos, lamentándose de lo ocurrido, pensando en lo cercano que estaba su salto a la profesionalidad y el tiempo que tendría que estar de baja, cuando escuchó esa voz.

Cabría esperar una voz afectada, preocupada y arrepentida al otro lado...Dios mio, Steve!...lo siento...no sabía que eras tú...perdonamé...¿como estás?...¿te duele?...o algunas frases más de este estilo, de alquien que ha cometido un error, un error gravísimo, claro está, pero por fruto de los nervios, de la tensión...todos eran humanos, pero no. Tan sólo era una voz fría, carente de cualquier tipo de emoción.

Puede que no fueran ellos, puede que el Marcos al que se referían no fuera aquel puto viejo que parecía haberle agredido, puede que allí no estuvieran ni Rubi, ni su amiga bicho raro, pero entonces...¿por qué le habían preguntado por los demás? Eran ellos. Seguro. Lo extraño era que le acababan de atravesar el pie con un cuchillo y les había importado una mierda. Solo se habían preocupado de donde estaban los demás, de donde había sacado la pistola. ¿qué coño pasaba ahí? ¿que les estaba pasando a todos? Había visto lo que experimentó Rick, como le había cambiado la cara, la expresión, los ojos, como había salido corriendo totalmente fuera de sí y había visto aquel cadaver, aquella mujer. Seguía pensando que fué su compañero de equipo, su AMIGO, el que lo había hecho. Sabía que no era así pero esa noche se había transformado. ¿Y si...y si los otros también habían corrido la misma suerte? Aquella noche, la situación vivida había sacado de quicio a Rick, lo había enajenado por completo, había llegado a matar...¿serían capaces los demás de hacer lo mismo? ¿Eran peligrosos?

La paranoia comenzó a tomar el control de la mente de Diamante. Una cosa tenía clara. Para nada iba a decirles donde estaban sus hermanos. ¿para qué querían saberlo con tanto interés? Lo normal hubiera sido preocuparse por su estado, luego ya vendría los demás, pero no.

Para empezar tenía que levantarse. Sin embargo cuando lo intentó su pierna se dobló por el dolor como una rama verde y débil. Así no podía ir a ningún lado. Miró el cuchillo que se perdía en su zapatilla y supo lo que tenía que hacer. También supo de antemano lo que le dolería. Por eso, aprovechando que la capucha le tapaba casi por completo la cara, mordió la tela con todas sus fuerzas mientras se sentaba en el suelo y cogía el cristal con ambas manos. Cerró los ojos...respiró lentamente...cogió una bocanada de aire fuertemente y dejó de respirar por un segundo....ahora...un lamento ahogado se perdió entre sus dientes que apretaban fuertemente la tela de su capucha hasta casi desgarrarla. El dolor que había sentido al extraer el cuchillo había sido igual o más fuerte aún que el sentido anteriormente pero no quería quedarse mucho más tiempo así. Casi con lagrimas en los ojos se quitó con cuidado la zapatilla, el calcetin y observó el estado en que había quedado su pie. Dejó por un instante que el agua de lluvia limpiara algo la sangre que brotaba de entre sus dedos y utilizó el calcetín para atarlo alrededor de su pie, comprimiendo la herida. Cuando se volvió a calzar y volvió a ponerse de pie comprobó que, aunque el dolor seguía siendo fuerte, el calcetin ayudaba a sujetar el arco plantar, su pie no llegaba a aplanarse del todo y ésto limitaba el movimiento de la zona dañada. Al menos podría caminar...

- Estoy sólo!- contesta finalmente a la voz tras la puerta, ya de pie- Me he perdido. ¿quienes sois?

El grito congela la sangre de Jimmy que se ve en la encrucijada de dejar sólo a Greg o no ayudar a Steve a sabiendas de que algo le ocurre. Con determinación se pasa la mano entre los enrevesados rizos de su cabeza mientras comprueba que Greg de momento esta lo mejor atendido posible. Vuelve a ponerse su abrigo empapado y busca otra pata de mesa que usar como garrote para salir a buscar a Steve, en la puerta jodido por la situación se gira y le habla a su hermano inconsciente.

Aguanta la vaca, tronco, tengo que ayudar a Steve...

Cierra la biblioteca y sale corriendo chapoteando en los charcos a cada zancada. En la mano la pata de una mesa a modo de bate de baseball y en la boca un porro de maría que incomprensiblemente aun humea bajo la lluvia.

Unos segundos más tarde llegas hasta Steve. La lluvia vuelve a empaparte por enésima vez esta noche.

Te encuentras a Steve que cojea visiblemente. Hay sangre por todo el porche y un trozo enorme de cristal tirado en el suelo. Steve lleva el impermeable con capucha ajustado sobre su cara. Apenas son visibles sus ojos. Parece dolorido de un pie y hablar hacia la puerta. En una mano lleva su linterna y en la otra un arma. La pistola.

Jimmy se agacha un poco como tratando de mirar en el interiro de la capucha de su hermano.

¿Steve, estás bien? he oido gritos. No podemos dejar a Greg solo, ¿qué te ha pasado?

Se encoge de hombros como restando importancia.

Vamos, volvamos a la biblioteca y me lo cuentas.