Partida Rol por web

No es que me apeteciera demasiado ver a metiendo la cabeza entre las tetas de mujeres durante toda la noche y claro, estando en la época en la que estaba, la insonorización iba a ser una mierda, así que además, iba a tener que escucharlo. La mejor salida era irse al otro hotel.

- Al menos tiene buena pinta... - Pensé cuando abrí la puerta.

Tenía toda la buena pinta que podía tener un lugar desprovisto de tecnología, lo cual, no era demasiado alentador, pero bueno, al menos allí estaría tranquila.

- Buenos días. - dije mostrándome cortés, a fin de cuentas, la mujer no tenía la culpa de que me hubieran mandado "al pasado" de sopetón.

- Las mejores vacaciones de tu vida... - Repetí lo que me dijeron cuando me animé a apuntarme a esto sin saber lo que sucedería. Desde luego, esto era lo que menos hubiera esperado.

- Sí, me gustaría una habitación, por favor. No sé cuánto tiempo la voy a necesitar.

Imaginaba que me diría el precio y eso. La verdad es que en el mundo real, es decir, fuera de allí, no preguntaba nunca cuánto valía nada... Era lo bueno de estar forrada.

Probablemente a ellos no les pasaria nada, tenían inmunidad a las armas, Archer lo había comprobado, pero eso no quería decir que fuera agradable. 

-Lo siento, "amigo". Ningún viaje más hasta dentro de un par de días, no pienso mover la máquina de ahí. Si quiere marcharse de Sweetwater tendrá que buscar otra forma- y con esas palabras se encendió una pipa y se marchó a reencontrarse con su familia.

—Ya, buscar otra forma —Archer no tenía estómago todavía para dispararle por la espalda, así que se apoyó en la estación un rato descansando hasta que se normalizó su respiración. Luego se subió a la máquina, a la locomotora, tomó la pala que encontró allí y comenzó a cargar de carbón el puto tren, todavía no se habría apagado el fuego. 

Se marcharía de allí pasara lo que pasase, y un tren del puto siglo diecinueve no iba a ser rival para alguien como él. 

Las intenciones de Sophie fueron más que suficientes para que la mujer ampliara su sonrisa. Le parecía que su nueva huésped era de buena familia por sus ropas y claramente educada, más teniendo en cuenta dónde vivían. Alma estaba cansada de algunos de sus clientes, muchos venían con aires de gran ciudad y otros simplemente se creían con derecho a decir cualquier cosa solo por ser una mujer llevando aquel negocio sola. Esa gente no tenía ni idea de la puntería que podía tener una mujer con una escopeta tras años de práctica.

-Claro, señorita- asintió la mujer, sacando un libro de registros para apuntar a su nueva clienta. -Debo decirle que los precios del Grand Palace son un tanto elevados, pero merece la pena. Además están incluidas todas las comidas durante su estancia y si lo desea puedo prepararle un baño- se apuró a vender el lugar, no quería perder un cliente seguro por su honestidad. -Cinco dólares la noche por habitación individual- escribió el precio en el libro y se lo tendió a Sophie para que firmara.

El interior de la locomotora no era una obra de ingeniería, pero tampoco era todo lo evidente que podía ser un motor a vapor. Es decir, un coche tenía sus cosas bajo el capó, pero conducirlo en sí era harto fácil. Había válvulas y cables y termostatos y cosas. Aunque lo más raro de todo es que la caldera y toda la maquinaria parecían frías.

Abrir el pequeño portón de la misma caldera fue suficiente para confirmarlo: no estaba encendida. Ni siquiera había un solo madero en su interior, ni cenizas. La caldera estaba pulcra y a estreno.

Cuando entré en el Saloon lo hice sin ocultar que me encantaba lo que veía. Juego, bebida, esas bellezas aparentemente dispuestas para los visitantes... Y lo mejor de todo era que a pesar del polvo y de que los actores hablasen como si llevasen allí toda la vida, sabía que ese lugar estaba listo para que lo estrenásemos. 

Me entretuve contemplando el sitio desde la puerta mientras algunos de los otros visitantes se acercaban a la barra. Y cuando por fin me puse en marcha lo hice pasando deliberadamente cerca del lugar donde estaban las mujeres que nos miraban con ojos ansiosos. 

—Señoritas... —dije al pasar, dedicándoles un guiño de ojo. 

Al acodarme en la barra todavía eché la vista atrás para dedicarles desde allí esa sonrisa entre pícara y divertida que siempre me había servido para derretir a las chicas. Postureo, si algo se me daba bien era eso. Todo era cuestión de actitud en la vida. Pero después me giré hacia el camarero. 

—Una jarra de cerveza, por favor —pedí de buen humor. La ambientación era cojonuda, tal vez hasta me buscase una mesa en la que jugar a las cartas después de beber algo con los otros tipos del tren. No jugaba especialmente bien y por eso no solía hacerlo, pero qué coño. Quería probar todo lo que hubiera en ese parque temático y exprimirlo al máximo. 

—Eh, tío —dije hacia Rick—. ¿De verdad te vas a largar ya? Si hay un montón de movidas que ver todavía. Seguro que podemos hacer algo divertido.

- Estoy de acuerdo con Ethan. No sea aguafiestas Rick, relájase, ¿de veras no le impresiona nada de este tinglado?

Miro alrededor.

- Joder... casi me estaba creyendo que soy un sheriff de verdad. Que puñetas... por ahora tengo pensado serlo. Es como jugar a un videojuego de realidad virtual pero a lo bestia. 

Por un momento me había olvidado incluso de que todo aquello era teatro, el rol en vivo más caro que podía permitirse una persona. ¿Qué prisa podía tener por abandonar aquel sitio? Pensaba aprovechar cada minuto que me concediese la partida.

Rick se giró al creer que se dirigían a él. Era aquel chaval, que parecía estar en su salsa allí. El tal Douglas también parecía encantado. Y esa actitud de fascinación y asombro que tenían ambos era lo que él no entendía. No veía nada de interés en el parque, y desde su punto de vista era incomprensible que un multimillonario que lo tenía todo pudiera encontrar nada novedoso o diferente en todo aquello. Ok, muy bien recreado todo. Actuaciones muy logradas y todas las caracterizaciones... eso muy bien. Y qué.

Le tendió al chaval un vaso de whisky con media sonrisa.

– Lo siento, caballeros. Me temo que esto no es para mí. Pero espero de verdad que vosotros lo disfrutéis. Chinchín.

¿Por qué no? Si ellos eran capaces de encontrarle sabor a aquello, adelante.

Comienzo a dar cuenta de mi whisky en cuanto me es servido. Al parecer el asiático se quería largar. Mi opinión es que era un poco precipitado, acabábamos de llegar. Pero quizá había quedado demasiado impresionado con la performance sanguinolenta de hace no tanto. No podía culparle, había sido muy buena. Brindo finalmente con él, a modo de despedida y doy otro trago, casi rematando el vaso. 

- De ser tú, le daría una oportunidad, pero está claro que cada uno hará lo que le salga de la polla - asiento y pido otra copa, mirando al barman - No, no lo creo.... - respondo a su pregunta de "ayudantes del sheriff", omitiendo en mi mente lo del tema de la mujer y la soledad. Esto era un puto juego, uno que había empezado a jugar. Miro finalmente al cazarecompensas - ¿No necesitarás tú un compañero o similar? - directa al grano. 

Rick se encogió de hombros y sirvió bebida en el vaso vacío de Ruby Rose. Efectivamente, «que cada uno haga lo que le salga de la polla» era, según les habían dicho antes de embarcar, el lema del lugar. Y salir de allí era una decisión totalmente en línea con esa filosofía.

Al levantar la vista vi a aquella mujer. Aunque me costó un poco darme cuenta pues vestía como un vaquero. Seguramente se trataba de una mujer dura o acostumbrada a hacer las tareas de un hombre, aunque ahora se la veía apurada con las alforjas.

Me acerqué con la lata en la mano y carraspeé llamado su atención – Disculpe, creo que se le ha caído esto.

Visto lo ocurrido nada más llegar, esperaba no desatar ningún conflicto con esto. Ese pensamiento me hizo sonreír a mi mismo.

El cazarrecompensas bebió y dejó al resto charlar, hasta que se refirieron a él directamente. Miró a la mujer de arriba abajo y le guiñó un ojo con cierta diversión.

-Cualquiera que pueda seguirme el ritmo está invitado a ser mi compañero. Pero te advierto que mis pasos nos pueden llevar a sitios de lo más peligrosos. Una vez que dejas Sweetwater, ahí fuera es todo menos amable- asintió, reafirmando sus palabras y dio otro trago. –Tengo un par de carteles con hombres muy interesantes a los que seguir- mostró un puñado de carteles arrugados de “wanted” de su bolsillo.

Mientras el camarero se las arreglaba para servir todas las rondas que habían pedido unos y otros. No tardaron en encontrarse con al menos un par de vasos de su bebida favorita delante de ellos. Otra cosa no, pero el alcohol del Maripoosa era excelente. Tras las bebidas no llegó más comida esta vez, pues la ya puesta estaba sin tocar y no era plan de desperdiciar comida. El dicho era comida gratis con al menos una bebida, no decía cuánta comida gratis.

-Salir del pueblo…- dijo el camarero cuando todos hubieron dado su opinión al visitante. –Si quiere salir de Sweetwater me temo que el tren no es una opción durante unos días, o hasta que Thomas lo decida ahora que está en casa. Tendrá que buscar otra forma, caballero.

La mujer, que acababa justo de acomodar todo dentro de sus aperos se giró a la voz que le hablaba. Era rubia y sus rasgos eran claramente finos y femeninos, marcados por pequeñas marcas blancas en la cara que debían ser rastro de cicatrices pasadas. En el lado derecho de su rostro estaba tatuada la cabeza de una serpiente con tinta roja, cuyo cuerpo descendía por el cuello y se perdía bajo la ropa.

Miró al hombre que le tendía la lata antes de tomarla con cierto recelo. –Espero que no trataras de robar- se le notaba cierta irritabilidad en la voz, debido seguramente a lo que le había costado llenar las alforjas. Y con todo un susurro salió de sus labios como agradecimiento. –Gracias…- se giró de nuevo para tratar de meter aquella lata en el puzle con el que había desbordado ya los bolsillos de la silla. Parecía que era un vuelta a empezar.

Pude ver aquellas cicatrices, aunque no sabía el motivo ¿Quizá la habían torturado en el pasado? Sentí curiosidad por saber que historia ocultaban las cicatrices.

Casi que me arrebató la lata de las manos, a lo que no puse impedimento alguno, al fin y al cabo era suya.

- Algo va mal en el mundo cuando se toma a una persona amable por un posible ladrón – Dije sin mala intención, casi a modo de moraleja.

Dudé sobre si lo mejor sería largarme o ver a donde me llevaba esto. Finalmente decidí hacer un último intento - ¿Necesitas ayuda? - Quizá me mandara al cuerno, pero quien sabe.

Aquello era inaceptable. El camarero no salía de su papel. ¿De verdad aquel tipo le estaba diciendo que estaba encerrado en una fiesta de disfraces porque sí? Eso, técnicamente, era un secuestro. A esa compañía se le iba a caer el pelo. Sus abogados se encargarían de destruir literalmente cualquier vestigio de Westworld y desmontar tabla a tabla todo aquel pueblo. Rick sabía de sobra lo que una buena campaña de mala publicidad podría hacer con ese sitio, independientemente de lo que hubieran gastado en construirlo. ¿Secuestras a millonarios? El planeta puede admitir la existencia de niños esclavos. No que se maltrate a sus figuras más relevantes.

– ¡Puta mierda! –dijo. Era el primer gesto de mala educación que se le había visto en todo aquel tiempo. No era su estilo. Estaba enfadado. Cogió su vaso y se fue a la primera mesa que estuviera libre.

Intentó buscar una solución rápida. Con un caballo podría seguir las vías del tren en sentido contrario. Estaba capacitado de sobra para ello, pero no parecía muy eficiente. No estaba seguro de la distancia que habría hasta la central, y tampoco podía saber si en el camino el ferrocarril tomó algún desvío. Perderse en el desierto le parecía tan estúpido como quedarse allí. Podría acabar dedicando más días en recorrer ese camino que lo tendría que esperar en ese pueblo. Hizo el gesto instintivo de mover la muñeca para desplegar su holo, pero obviamente no salió ninguna pantalla luminosa. Estaba perdido e incomunicado.

– ¡Mierda, joder!

Me acerco a la mesa de Rick para hablarle con discreción, sin que me escuchen los parroquianos.

- Oye amigo. Si tan interesado estás en irte para casa ¿has pensado en dejarte matar? No sé. En la mayoría de los juegos cuando te matan te eliminan de la partida y haces las maletas. Supongo que aquí pasará lo mismo y no parece muy complicado viendo que todo el mundo está armado.

Me encojo de hombros y regreso a la barra.

Sonrío de vuelta al cazarrecompensas, tomándome con humor su guiñada de ojo, sin dar mas importancia. Eran actores, no se podía ir de mano si yo no lo permitía. O eso quería pensar. No me daba miedo alejarme de Sweetwater, por mucho que dijeran. Esto era un parque temático y estará controlado de alguna forma. No creo que les salga rentable pagar abogado apra para explicar una muerte extraña. Por eso no vacilo mucho y presto atención a los carteles arrugados que de sus bolsillos saca, pero a mi lado hay un estallido de enfado y me tengo que volver. Parece que es el asiático, Rick había escuchado, que se enfadó por no poder volver.

- ¿Tan empecinado está en irse? - miro a Douglas cuando vuelve, pues toma iniciativa en acercarse a la mesa donde se retirá Rick. Cojo mi vaso y lo mato de de otro trago. 

- Totalmente.- contesto - Y tú ¿te vas a convertir en cazarecompensas? Maldita sea, empiezo a pensar que me precipité al coger esa estrella, eso suena jodidamente más divertido.

Me acabo mi trago y me giro hacia Harp.

- Bueno, si quieres vamos a mi oficina y te pago lo que se te debe. E igual allí me puedes dar algunos consejos. ¿Tú vienes? - digo mirando a Ruby - Tengo curiosidad por saber como nivelan la acción en este sitio. 

Hasta el momento me había metido tanto en el sistema que no se me había ocurrido pensar en como hacían para controlar todo esto. Supongo que nuestras ropas tendrán algún tipo de sensor. ¿Y cámaras? Pero... ¿cómo puedes cubrir con cámaras todo esto? Aparte... ¿hasta dónde hay cámaras? Empiezo a plantearme seriamente que igual tendría que haber revisado el acuerdo que firmé para entrar en este sitio para ver que parte de mi privacidad se puede ver expuesta. Aunque todo esto sea una ficción ¿qué pensaría la gente si me viera disparando a un individuo? Pero ¿acaso no es esto como un videojuego? Pero maldición... estos tíos no son figuras pixeladas. Parecen humanos. Podrían ser humanos.

- Eso son mis planes - asiento a la pregunta del nuevo sheriff - Afirmativo, os sigo - vuelvo a asentir ante la invitación de Douglas, acompañando las palabras con un gesto con el sobrero. Esto consistía en mimetizarse y hacer un teatrillo para olvidarse de la mierda de la vida real. Pues eso haría.

Antes de que se marcharan del todo, avanzo unos pasos hacía Rick, para decicarle unas palabras concisas.

-  Perdona si me meto donde no me llaman... Pero no te lo tomes así. Haz el papelón, como todos. Y si no te mola, pues en unos días coges ese tren.

Estuve a punto de protestar cuando el hombre me dijo que no podría cobrarme. Entendía que esto eran unas vacaciones, y también que éramos algo así como los probadores de un hotel de lujo y que estábamos invitados a todo. Pero dentro del juego aquello no me parecía correcto. Nos habían dado dinero para algo, y aunque este buen hombre no lo necesitase seguro que su personaje sí.

Sin embargo cambié de idea un momento más tarde, cuando transformó el pago en un favor. Eso era distinto. Y al oír de qué se trataba noté cómo mis mejillas se sonrojaban. Una pequeña sonrisa apareció en mi rostro y miré hacia la ventana, como si temiese que alguno de los otros lo hubiera oído.

—Bueno... —empecé dubitativa, aunque no tardé de pensar en que estábamos viviendo sin límites, ¿no?—. Creo que eso sí puedo hacerlo —acepté—. Pero debo prevenir su decepción y avisarle que no creo que vengan más por tenerme en la pared, ni nada.

Di un par de pasos por la tienda, buscando dónde colocarme, y señalé el lugar donde estaba antes el cliente anterior.

—¿Me coloco ahí? ¿Quiere que haga algo? —Entendía que esto no era como cuando subía fotos a internet, ni mucho menos. El estilo era distinto, y lo que allí era algo normal aquí sería tomado como una enorme insinuación, seguro. Entonces hubo algo que decidí preguntarle.

—Oiga... Acaba de haber un tiroteo ahí fuera —le dije, aunque seguro que lo sabía—. Un hombre amable ha muerto, y... ¿Es eso muy normal por aquí? —La verdad es que estaba convencida de que no había muerto nadie, pero era inevitable sentirme un poco afectada.