Partida Rol por web

 Era ahora o nunca. Debía tomar una decisión, y rápido...

Apretó los dientes. No, no podía dejar pasar una buena oportunidad como esa sin más. Si Briggitte estaba tan mal como aparentaba, quizás se le olvidara registrar los cuerpos, o incluso podría llegar al punto de caer desfallecida. Con un poco de suerte... Bueno, fuera lo que fuese, no perdía nada por quedarse allí esperando. En el peor de los casos, siempre podría confiar en lograr escapar a tiempo

Decides quedarte observando la escena. Por el momento te sientes seguro como observador, como espectador de tan macabra obra, los gritos de Izan ayudan a que los pocos sonidos que puedas estar haciendo tras los arbustos no sean escuchados ni por él ni por tu compañera de Distrito.

El chico sigue gritando, agarrándose la inexistente pierna y con lágrimas en los ojos a causa del dolor y de haber presenciado la muerte de aquella niña a la que juró proteger.
Brigitte, por su parte, se lleva ambas manos a la cabeza desesperada, en su rostro perlas de sudor le gotean sin parar hasta el escote que se entreve con la ropa. Su pelo, antes limpio y bonito, ahora le tapa media cara, lleno de sangre, de pus, de sudor y de barro. La cara de la chica está sucia y toda su ropa no tiene mejor aspecto. Comienza a mirar al cielo, tiene la mirada perdida, no sabes con claridad si terminará con la vida del muchacho o lo hará sufrir aún más. Las ampollas siguen apareciendo por su cara y las partes de su cuerpo que se pueden ver a pesar de la ropa.

 Lejos de sentir piedad, asco o miedo de la situación, Sáuce la contemplaba con el pragmatismo de quién sabe que tendrá que contemplar cosas peores para sobrevivir. Incluso diría que la escena le causaba algo de morbo. Ver a aquellos duros enemigos tan indefensos, tan débiles y al mismo tiempo tan apegados a sus propias vidas, era más que una posible ventaja en los juegos: Era una advertencia, un aviso de lo que podía ocurrirle a él sí...

Crack

La gruesa rama que apareció bajó su pie se partió haciendo un gran ruido. Sáuce se quedó paralizado por el miedo y el arrepentimiento. Debería haberse ido cuando pudo...

A pesar de que haces bastante ruido pisando hojas secas y provocando que algunas ramas crujieran a tu paso por no llevar cuidado, parece que nadie se ha percatado de tu presencia ni de los sonidos que has provocado. No es de extrañar, incluso a ti mismo te ha costado darte cuenta de ello con los gritos de Izan a tan poca distancia taladrando tus oídos.

Te asomas con cuidado, a tiempo de ver que Brigitte intenta moverse:
Tras girar como una peonza, repentinamente desorientada y con un malestar que comienza a debilitarla, Brig intenta levantar la espada una última vez... sin lograrlo.

- ¡¡Cállate de una vez!! - le grita a Izan, que sigue agarrando su ahora muñón.

Mientras observas la escena te parece ver que algo se ha movido al otro lado de donde tú estás, si se considerase un círculo de lucha, en el lado contrario a donde estás, parece que hay algo o alguien más, pero entre los arbustos y la lucha que hay entre medio no puedes deducir con claridad qué o quién es.

 Aquel había sido el detonante. Oh, claro que podía encargarse de un cojo y una drogada. Y, en el peor de los casos, podía escapar. Pero si a la ecuación le unías otro nuevo personaje, quizás algún tributo sano (Y peligroso) o incluso ese terrorífico ser lupino que había devorado a más de un tributo ya, la cosa cambiaba. Y mucho

No, no iba a quedarse a comprobar quién había allí. Era una pena, probablemente las provisiones de Briggitte y los tributos del 5 le habrían venido bien, pero prefería arriesgarse a la sed antes que a ser descubierto estando tan indefenso. No, su estilo no era el combate directo. Sabía manejarse un poco con los puños y agarres, pero si el otro contaba con un arma podría darse por perdido. No, su estrategia era más pausada, más fría y calculada. Trampas, ataques furtivos... Cualquier cosa con tal de tener el control de la situación. Factor que, en ese momento, no tenía

Adiós, Brig. Quién sabe, si no hubiera ocurrido todo esto podríamos haber sido aliados. Pero los dos sabemos como tendría que acabar

Aquel pensamiento, aquel breve pestañeo de debilidad, hizo que se molestara un poco. No, el "qué podría haber sido" y la compasión por otros tributos, aunque fuera meramente anecdótica y pasajera, estaban fuera de lugar. Giró, e intentando no hacer mucho ruido, abandonó el lugar. Cuál sería el destino de esos dos chicos, poco le importaba. En ese estado, probablemente ya no eran una amenaza. Seguro que en unos cuantos minutos dos cañonazos sonarían en el aire

Dos pasos menos para la victoria

Por un momento habías pensado en salir y acabar tanto con el tullido como con la enferma de Brigitte, pero en el último momento la señal de que al otro lado había algo te hizo pensártelo dos veces. Con cuidado, aunque era difícil que con el espectáculo que había a tan escasos metros, te alejaste del lugar por temor a perder la vida solo por abastacerte con todo lo que allí había. Casi parecía una segunda y más pequeña cornucopia.

Primero con cuidado, siendo todo lo sigiloso que sabes ser, te fuiste despidiendo de coger todas esas armas y la mochila que el cadáver de Duna llevaba aún puesto. Si nadie la recogía a tiempo se la llevarían los Vigilantes junto con el cadáver separado en 2 partes de la chica. Desde luego, fuera lo que fuera lo que estaba observando más allá, aquello iba a ser toda una matanza. Ya podían estar contentos los telespectadores al menos por hoy...

Cansado de andar buscas un hueco por el que mirar al ciel y guiarte. Si te das prisa deberías llegar a la zona donde creiste ver agua hacia el anochecer, pero después tal vez necesites buscar un buen lugar donde pasar la noche.

 Sáuce esperó a oír los cañonazos. Sabía que era contraproducente: En el caso de que al final no sonara ninguno en los siguientes minutos, sabría que, probablemente, se había ido sin motivo, y que podría haber rapiñado sin peligro. Estaba claro que ese chico iba a acabar muerto, y Brig tampoco lo tenía fácil, pero oír sus cañonazos más adelante implicaría que no les habían asesinado en el momento, lo que implicaría que no había un peligro inmediato, lo que implicaría que...

Demasiado tarde para echarse atrás. La única opción se encontraba más allá de las ramas, en el oeste. Y allí es donde iría

Aún así, siguió escuchando

El cielo comienza a volverse de tonos anaranjados y violetas cundo, con el oído puesto en todo lo que sucede a tu alrededor, aunque sea el sonido de una ardilla correteando entre árboles, te avisa de que muy cerca algo suena como una corriente de agua. Tu desesperación y tu sed te dicen que sí, que es agua, aunque tu mente te pide precaución. ¿Quizá la necesidad de líquido te esté volviendo loco y hayas comenzado a sentir alucionaciones sensoriales? Aceleras el paso casi sin darte cuenta, invitado en silencio por el sonido del agua bajando que ahora invade tus oídos.

Cada vez más cerca, tu lengua intenta salivar pensando en el frescor del agua dulce pero no lo consigue, tus piernas se mueven varios pasos por delante de las órdenes que crees darles y en un momento el ritmo de tu corazón se acelera. Las sombras comienzan a ser a cada segundo más frecuentes a tu alrededor. Es en el momento en que está desapareciendo el falso sol tras alguna parte cuando llegas al riachuelo:

El silencio se hace presente o eso te parece, pues solo oyes el rumor del agua bajando y el frescor que se respira en el ambiente.

 Estuvo a punto de tirarse al río. ¡Por fin! Después de tantas penurias, había encontrado agua al final. Eso resolvía uno de sus principales problemas, y era, por tanto, un buen motivo para la celebración. Pero se contuvo. Sobre todo, por algo que había oído hace tiempo: El agua de los ríos podría provocar enfermedades. No es que su cuerpo no estuviera acostumbrado a beber agua en malas condiciones, ni mucho menos. En el distrito 6, la mayoría de las veces, la potabilidad del agua que ingerían era dudosa como poco, y más de una vez había enfermado por esa razón. Por otra parte, ahora se alegraba: Con el tiempo, su estómago se había adaptado, al igual que el del resto de ciudadanos del distrito, a esa clase de alimentos y líquidos, y eso era una ventaja en los juegos frente a otros distritos más ricos y salubres

Primero, rellenó la botella de dos litros. Utilizó su camiseta para filtrarla lo mejor posible, poniéndola en la boca de la botella para que actuara de pantalla y retuviera las partículas más grandes. Era imposible asegurar que el agua que ahora reposaba dentro del envase transparente fuera totalmente potable, pero no veía manera de purificarla. Para quitar las bacterias, había aprendido hacía tiempo, debía hervirla durante diez minutos o más. No era un método totalmente fiable, desde luego, pero era un buen método para despreocuparse de la mayoría de enfermedades. Podía usar la lata vacía como recipiente metálico (Tenía una ligera idea de que también se podría hacer con la botella, pero nunca lo había probado y no quería arriesgarse a que el plástico se derritiera), por lo que aprovechó para limpiarla también en el arroyo

Luego comenzó a hacer una lista de todo lo que tendría que hacer: Buscar un lugar donde montar un pequeño campamento improvisado, hacer unas cuantas trampas alrededor para protegerse, reunir leña y... Cocinar. Era algo arriesgado, pero no había otra opción, y al menos calmaría un poco su hambre y sed. Algo dentro de sí mismo se revolvía, frustrado, al saber que aún tenía que arreglar un par de tareas antes de saciarse, pero Sáuce lo acalló. No iba a montar una hoguera así como así, sin protegerse antes. Eso sería exponerse demasiado. Sí, era un fastidio tener que hacer fuego por la noche (Porque ya no tenía esperanzas de acabar antes que anocheciera), y también un foco para otros tributos o animales, pero si montaba unas buenas defensas... Bueno, ya vería lo que hacía

Decidió no perder más tiempo

La visión del agua dulce es como la de un oasis en pleno desierto, y es que no es para menos tras 3 días enteros sin beber nada de agua. No quieres ni imaginar cómo estarán los tributos que aún no hayan logrado ni un mínimo del líquido elemento que llevarse a la boca... aunque te viene a la memoria la imagen de Brigitte y es muy posible que ella estuviera tan seca como él.

Con la noche ya casi encima intentas buscar un lugar adecuado donde montar tu pequeño campamento para dormir... sin lograrlo, finalmente te quedas cerca del río, aunque la tierra está algo húmeda. Ahora que has encontrado agua no quierres alejarte demasiado por el momento del cauce del río porque necesitarás saciarte varias veces al día, especialmente tras haber sufrido tanto por culpa de la sed.
Con la oscuridad y el frío de la noche acuciándote te preocupas finalmente más en poner trampas en círculo alrededor del lugar en el que has decidido dormir que en fabricarte algo donde dormir agusto esta noche. Tras poner las trampas intentas buscar leña pero no te alejas demasiado de tu rinconcito adjudicado así que, aunque no encuentras muchas ramas secas, encuentras las suficientes como para poder hacer una pequeña fogata.

Durante largo rato, incluso cuando ya ha caído la noche, intentas hacer fuego con lo que tienes a mano. Te cuesta mucho, las manos te duelen por culpa del roce entre tu piel y las ramas que ulitizas, pero finalmente una pequeña llamita te trae esperanza y consigues crear un pequeña fogata. Con una mano ocupada en mantener la lata llena de agua sobre el calor del fuego intentas con la otra aplicarte algo de pomada en las zonas que aún te duelen pero tienes que esperar a tener ambas manos libres si quieres hacerlo en condiciones.
Bebes con ansia de la lata una vez consideras que ha hervido lo suficiente y, a causa de lo caliente que está el agua no te sabe tan bien como querías, pero es agua al fin y al cabo y notas que tu lengua y tu boca lo agradecen.

Tras darte la pomada y cuando te dispones a intentar cocinar el conejo que mataste al despertar algo llama tu atención: un ruido proveniente del río. Agudizas el oído hacia esa zona y vuelves a escuchar algo, dirías que es algún animal bebiendo del agua pero tu desconfianza natural te dice que también podría ser algún otro tributo que habría encontrado tan preciado tesoro.
Además, al mirar en esa dirección, de espaldas a como estabas, te fijas en que se ve una pequeña luz a lo lejos en un punto de la ladera de la montaña, como un fuego, una linterna o algo parecido. Llama mucho la atención pues en plena oscuridad es el único punto luminoso en esa zona aparte de tu pequeña fogata.

 Sáuce alzó la cabeza, como un animal asustado que acabara de oír a su depredador, acechándole entre los arbustos. Dio un respingo, y soltó el conejo, que ya había comenzado a despellejar. Durante unos segundos, se mantuvo quieto, como una estatua, a la espera de salir corriendo a la mínima señal de peligro. Pero entonces lo oyó de nuevo: Había alguien bebiendo en el río. No estaba solo

Las dos posibilidades obvias aparecieron delante de él como por arte de magia. Si era un animal, quizás podría intentar cazarle. Pero, en caso de ser un depredador, estaría en desventaja, y podría llegar a ser asesinado por imprudente. La imagen de aquella... Cosa... Que vio por la mañana le disuadió por completo de esta posibilidad. Había dado por supuesto que ese lobo mutante vivía en la Cornucopia, pero podría darse el caso de que esto no fuera cierto, o incluso de que hubiese más de uno merodeando por el lugar

La otra opción, la del tributo, no auguraba nada bueno. No es que fuera especialmente malo defendiéndose y combatiendo sucio, pero ese, desde luego, no era su estilo. Debía tener las cosas claras antes de actuar, y jugar con la ventaja del terreno. De esta manera estaba enfrentándose a alguien desconocido, en un terreno que no conocía demasiado bien, y en mitad de la noche. El camino a seguir, era, como poco, claro y delimitado

Se apresuró a apagar las llamas. Le fastidiaba no poder cocinar el conejo, pero al menos había saciado parte de su sed, que era lo que más importaba ahora. Puede que al día siguiente el animal ya no fuera tan comestible, y algunas partes tuvieran que ser desechadas debido a la podredumbre, pero al menos podría llevarse algo a la boca, y siempre podía cazar más... También aprovecharía para terminar de saciarse, y buscar un buen refugio

Luego, con alguna base ya establecida, empezaría la verdadera caza

Pero ahora debía esconderse. Se apresuró a cubrir las brasas lo mejor que pudo, y acto seguido intentó camuflarse con el ambiente. Allí, a lo lejos, se percibía una luz en la colina, la única aparte de su hoguera... Pero ahora mismo le importaba más lo que tenía al lado. Por suerte, tenía la ventaja: Si aquella cosa se acercaba, podría llegar a caer en sus trampas. Si se alejaba... Bueno, podría dormir tranquilo

[Lapsus cronológico]

Mientras te alejabas de la zona de pelea donde habías visto a Brigitta, a Izan y a la ya fallecida Duna escuchaste un grito de tu compañera, un grito de horror y, después, silencio y un nuevo cañonazo, varios minutos después del anterior:

Los ciudadanos del Capitolio y los Vigilantes estarían contentos, estaba siendo un tercer día con sangre y muertes que poder mostrar a los telespectadores.

El miedo se apodera de ti, en lo que para otros podría haber sido menos de un segundo te da tiempo a apagar el fuego de un fuerte soplido y esconderte con lo que tienes a mano, dado que habías creado a propósito un perímetro de seguridad a tu alrededor para no incendiar el bosque.

Pasan varios minutos y, aunque cada vez más lejano, sigues escuchando el chapoteo de algo o alguien en el río. Tras lo que te parece una eternidad en la que apenas se escucha eso y los latidos nerviosos de tu corazón percibes que, fuera l que fuera, se ha marchado. Al parecer era algún animal, te ha parecido oír un ligero trote aunque, con el miedo atenazándote, no te fías ni tan siquiera de tus sentidos.

Cuando ya ha pasado aproximadamente media hora desde que escuchaste el trote y no has vuelto a oír más que el viento meciendo las ramas de los árboles a tu alrededor, es entonces cuando respiras de nuevo tranquilo. La noche ya es cerrada sobre tu cabeza pero, gracias a que has dejado espacio para acomodarte, se filtra algo de claridad entre las hojas de la luna ficticia que parece sonreír en el cielo.

 Sáuce, ya sintiéndose algo más seguro, intentó decidir que hacer a continuación. Por una parte, volver a encender la hoguera le llevaría tiempo y esfuerzo, por lo que quedaba descartada la idea de cocinar el conejo. Su estómago rugía, y, aunque ya algo más calmada, la sed había remitido un poco. Pero tendría que esperar a mañana para terminar de saciarse. Al menos, pensó, ya sabía que, a menos que los vigilantes decidieran hacer de las suyas, tenía posibilidades de hacerlo. Con eso bastaba

Pensó en ir a dormir... Pero no, aún era pronto. No habían retransmitido las imágenes de otros tributos en el cielo aún, lo que indicaba que aún quedaba un rato para la medianoche. Decidió intentar montar algún lecho improvisado para dormir, hasta que llegara el momento. Si aún le sobraba, podría montar más trampas para estar más seguro. Pero una vez el cielo se iluminara, iría a reposar. Su cuerpo estaba dolorido, y él estaba cansado. El sueño comenzaba ya a asomar por cada uno se sus poros, y no quería alargarlo más de lo debido

Solo hasta la retransmisión, entonces

Percibiendo que aún no han anunciado las muertes con sus respectivas fotos en el cielo deduces que aún queda algo de tiempo antes de que la noche caiga del todo así que procuras apartar la idea de volver a hacer la hoguera. A pesar de la falta de comida y fuego, decides seguir intentando crear un refugio decente para dormir. No lo consigues del todo pero al menos estarás más resguardado de lo que ibas a estar en un principio y encuentras una pequeña zona cuya tierra parece estar más seca que donde te detuviste a crear algo la primera vez.

Colocas varias trampas más hasta que apenas quedan huecos entre unas y otras. Si pasa algún animal incauto esta noche de seguro quedará atrapado para suerte tuya. En lo alto, en la ladera de la montaña, la luz de algún fuego sigue encendida, provocándote envidia y escalofríos al no tener tú también ese calorcito extra que da una simple fogata.

Satisfecho con tus trampas aunque no demasiado con el resultado final del improvisado refugio esperas a que se de por finalizado el día con el anuncio de al menos 2 muertes, la primera imagen será de la pequeña Duna pero no sabes muy bien de quién será la segunda*.

* Mientras preparabas con esmero las trampas alrededor del lugar elegido para dormir esa noche, resonó por todo el bosque un nuevo cañonazo que hizo que tus manos temblaran un momento incluso ante la labor que tan bien se te daba:

Después de un rato en silencio esperando que anochezca comienza a sonar el himno que precede al recuento de bajas.

Seguido del inconfundible sello del Capitolio que ilumina el cielo:

Mientras aún sigue sonando el himno se apagan las luces y casi en la más absoluta oscuridad comienzan a sucederse las imágenes de los fallecidos durante el día en el orden en que han dejado de respirar en este maldito lugar:

Termina la música y tras un fogonazo de luz el cielo vuelve a tornarse oscuro.

Oh, Brig... Al final te tocó el premio gordo...

La sensación fue algo extraña. Sobre todo el darse cuenta de que, a pesar de todo lo ocurrido, una diminuta parte dentro de él se sentía apenada por la defunción de su compañera de distrito. Cierto era que la otra parte, mucho mayor y más ruidosa, se reía a gritos con aquellas gratificantes aunque poco sorprendentes noticias, pero Sáuce intentó recurrir a la primera, al menos a la hora de exteriorizarlo. Este pequeño intento de aparentar tristeza en su mirada no era un capricho repentino: Desde luego, no quería parecer un monstruo, y mostrar algo de humanidad le ayudaría a subir escalones entre los espectadores... Y, por tanto, también entre los patrocinadores. Nada demasiado exagerado, solo una tenue mirada fija hacia la foto de la joven rubia, una ligera curva en la parte inferior del labio, y... ¡Tachán! Casi se podría decir que el joven Sáuce estaba apenado por la pérdida de Briggitte

En un arrebato de originalidad, se llevó el dedo índice, doblado, a los labios, y acto seguido se dio un pequeño beso en la parte intermedia. Justo después lo separó de su boca, y mirando al cielo de nuevo, lo alzó en una última despedida, un gesto de respeto hacia aquella que le había guardado las espaldas durante los primeros y fatídicos momentos de los juegos. A la audiencia le encantaría eso. O, al menos, eso esperaba el chico

Sumido en estos pensamientos, ni siquiera se dio cuenta del momento en el que los brazos de Morfeo le rodearon, y aun con el estómago vacío, Sáuce cayó en un profundo y reparador sueño