Partida Rol por web

Naka Kuro, llamado por algunos el maestro de los elementos, es quizá el mejor shugenja del imperio esmeralda. No solo tiene conocimientos profundos de todos los tipos de magia que existen (incluso la prohibida) si no que además sabe usar bien todas las magias de los elementos que dominan los Isawa (excepto el vacío), pues él fue un Isawa que por voluntad propia debe haber abandonado a su Clan para servir al León Negro o al Imperio a su manera.

El rostro de Shiroi palideció súbitamente al escuchar las últimas palabras de Naka Kuro. Ni siquiera con toda la compostura que había entrenado durante años en las cortes logró mantener una expresión neutral en su rostro. Lo que se había pronunciado en aquella tienda atacaba directamente al Orden Celestial, a su mismísima esencia.

-Bla…. Blasfemia… -Murmuró entre dientes, e inconscientemente retrocedió un paso, con su mano buscando sin encontrar la familiar empuñadura de su espada. El Emperador… ¿Fu-Leng? ¿Qué locura era esa? ¿Y por qué nadie parecía reaccionar a una declaración que claramente los convertía a todos en traidores al Imperio?

Las palabras del Cangrejo la sacaron de su sorpresa, y observó cómo el gigante con armadura se nombraba a sí mismo como el único que podría portar y usar los Pergaminos. Los ojos de Shiroi se clavaron en los del hombre una vez más, tratando de escrutar los secretos que éste escondía tras su máscara. Hiroaki había dicho que los Pergaminos otorgarían un gran poder, pero también portarían la corrupción de Jigoku. El riesgo de que al usarlos se acabaran pasando al bando enemigo era muy real… ¿Pero en qué punto se encontraba el Oni Negro? ¿Era cierto que podía resistir? ¿O había caído ya en la Oscuridad y buscaba simplemente el poder?

-Me pedís que confíe en vuestras palabras… -Dijo sin apartar la mirada de sus ojos ensombrecidos por la máscara. A pesar de que era más de una cabeza más baja que el Cangrejo, el cuerpo de Shiroi irradiaba una autoridad que hacía que pareciera incluso mayor que él. –Pero me dais muy poco a cambio. Hace dos días, me negasteis vuestro nombre y vuestro rostro. Ahora decís que esos Pergaminos sólo pueden estar en vuestras manos. Y no os inmutáis al escuchar que Fu Leng es el propio Hijo del Cielo. Dadme motivos para que confíe en vos, y os acompañaré hasta el borde del Pozo si es necesario. No temo a la muerte, ni a la vergüenza. Ninguna de ellas me es ajena. No soy la joven que fui. 

-Y antes de abrir este pergamino de nuevo, decidme. -Dijo, mientras giraba la mirada hacia la Togashi. -¿Cómo podéis estar seguros de que no causará más daño que beneficio para todos nosotros?

Al contrario que Shiroi, la Dragón mantuvo una postura mucho más tranquila ante los acontecimientos. Sí, era una suposición más que afilada contar con que el Hijo del Cielo fuera la encarnación misma de Fu-Leng, ¿pero tan extraño era? Destruir por completo el Clan del Escorpión o desposar a Kachiko podía ser razonable, pero pisotear el honor de los Akodo (y por extensión al León al completo) y también el de Shoju no era propio de quien ostenta la carga de gobernar el mundo...
Además convertirse en Emperador legítimo de Rokugán era una jugada maestra propia del Kami Oscuro. Hasta admirable

En cualquier caso su posición como monje la mantenía apartada lo suficiente de los aspectos más estrictos de la conducta rokuganí, por lo que no asumiría nada como cierto o falso antes de averiguarlo por sí misma. Y ninguna verdad es blasfemia si es verdad

-Sabemos lo que los Pergaminos Negros 'contienen', no su contenido, Shiroi-san. Si ha sido abierto antes cualquier cosa que retuviera aparte de la profecía ha sido liberada y nada puede hacerse. Aprovechar la oportunidad de saber más sobre ella es innegable -respondió, señalando con un fino dedo el pergamino que la ronin sostenía en sus manos
-Hagamos lo que podamos, y que el destino haga también su parte

Aswad siguió al grupo al interior de la tienda. Su enorme estatura fácilmente divisible desde cualquier lugar de la tienda aunque el se mantuviese detrás del grupo escuchando con atención. La presencia de tal grupo, de tan gran ejército, podría responder a la interpretación del consejero del León Negro del Pergamino Oscuro, o por lo menos eso esperaba el Moto, pues sino no tendría sentido formar un ejército tan grande. Pero, pensaba atacar la Ciudad Imperial? Acaso estaba esperando a formar un grupo más grande? Al menos mantendría las vistas sobre sí, en vez de sobre ellos mientras buscaban los Pergaminos, fuera o no real lo que decía el ronin. 

El Moto observó a los guardias a su alrededor. Si habían abierto el pergamino, tal vez alguno de aquellos ronin habían sido corrompidos por la influencia de la esencia del pergamino. Abrirlo de nuevo podría ser contraproducente allí. El Moto se aproximó a Shiroi, ya que parecía que ella era quien estaba manteniendo el peso de la conversación, y le explicó sus propias dudas en susurros. -"Aun no conocemos el ritual que Hiroaki-sama ha exblicado a Oni-san. No deberíamos abrir aquí, sino en lugar más cómodo donde combrender este ritual y no divulgarlo. Además no sabemos su corrubción a todos los ronin del lugar, abrir de nuevo bodría corromber más. No necesitamos exblicar más, debemos marchar antes de que sea muy noche."-

El cangrejo no se inmutó ante la demanda de la ronin, parecía que estaba un poco acostumbrado a las palabras despectivas de Shiroi. –“Creo que os estáis equivocando Shiroi-san, no es un intercambio lo que ofrezco, sino una solución ante un más que probable problema. Podéis quedaros el pergamino para vos si lo deseáis pero su poder acabará por nublar vuestro juicio y deberéis desprenderos de él o de cuantos queráis poseer. Por desgracia, los efectos de nuestras decisiones no solamente nos afectan a nosotros mismos sino a todo el Imperio Esmeralda. Es por ello que os tiendo mi mano para ayudar en todo lo que pueda en nuestra empresa, si esa ayuda no es aceptada, poco más puedo hacer, pero no me rendiré. Pronto comprenderá Shiroi-san, que los Cangrejo somos testarudos y constantes. Mi mano seguirá tendida hasta que queráis aceptar mi ayuda, más espero por el bien de todos que no lo hagáis cuando ya sea demasiado tarde”.

Los ojos negros del Cangrejo seguían mirando el rostro de la antigua Grulla a la espera de que se deshiciera del pergamino, aunque sabía perfectamente que eso no ocurriría, al menos, no en esa tienda.

Shiroi frunció el ceño mientras escuchaba la réplica de aquel que se hacía llamar el Oni Negro. No estaba verdaderamente segura de si el hombre estaba tratando de dar evasivas a sus peticiones, o si no comprendía realmente lo que ella había dicho. Ella no quería el Pergamino. ¿Quién desearía algo así? Incluso en mientras discutían, el tacto del objeto maldito le resultaba desagradable y peligroso. Lo único que ella pretendía era asegurarse de que quien lo guardara resultara digno de confianza.

-No deseo poseer este Pergamino. –Anunció con voz clara a todos los reunidos. No iba a dejar que se generaran sospechas sobre ella en ningún caso. –Ni ningún otro de los que encontremos. Sólo quiero asegurarme de que no son usados con malos propósitos. Mi intención es almacenarlos en un cofre… quizás con varias llaves.

Escuchó también las palabras del Unicornio, y asintió de forma casi imperceptible a su consejo, antes de volverse hacia los líderes del ejército de ronins.

-En cualquier caso, Toturi-san… -Dijo, dirigiéndose ya hacia sus anfitriones. -Creo que ya ha llegado el momento de partir. Mis compañeros y yo os agradecemos la enorme ayuda que nos habéis prestado, y estoy segura de nuestros caminos se cruzarán más adelante. Pero si debemos reunir el resto de Pergaminos, nos espera una ardua tarea, y deberíamos comenzarla de inmediato, de modo que marcharemos esta misma noche. Si tenéis algún último consejo… lo escucharemos. Si no… que Tengoku guíe nuestros caminos.

Y mientras se preparaba para abandonar la tienda, se acercó al Cangrejo, hasta casi estar frente a él, y susurró unas rápidas palabras.

Al acercarse al Cangrejo hasta que casi sus armaduras se tocaban, la mujer ronin levantó su mirada para encontrar la del bushi. En sus ojos brillaba una extraña mezcla de frustración y firmeza.

-Lo único que os he pedido… -Susurró con decisión. Su voz temblaba ligeramente, como si en esta ocasión no se estuviera molestando en modularla para ocultar sus emociones. La rabia se entremezclaba con la esperanza.- Son razones para confiar en vos. Se ha dicho que Fu Leng podría ser el Hijo del Cielo. ¿Cómo puedo saber que no sois uno de los suyos? ¿Quién sois…? ¿Qué sois?

El cangrejo vio cómo la samuráiko se acercó más de lo que debería, hasta que su armadura rozó su coraza pesada. Su voz era una mezcla de rabia e incredulidad, sin embargo el Oni Negro no era un experto en las relaciones empáticas entre personas.

Afinó su oído hasta percibir lo que la ronin quiso decirle y soltó una sonrisa leve detrás de su máscara, parecida a un bufido; a la vez que sus ojos negros se posaban sobre los de Shiroi, pero esta vez no dijo palabra alguna, en lugar de eso hizo un gesto ofreciéndole pasar en primer lugar hacia la entrada de la tienda, mientras despegaba su coroza de la armadura de su interlocutora.

El Cangrejo esperó a que la ronin saliera de la tienda y recuperara sus armas. Estaba claro que estaba esperándola, pues la miraba con la mirada, aunque esa mirada lejos de ser rencorosa, sólo mostraba interés. Al retomar el camino y poder hablar a solas con ella, espoleó su montura y se acercó cuanto pudo.

-“El pasado quedó atrás Shiroi-san, no me preocupa vuestra historia ni vuestro nombre anterior, ni el lugar del que procedéis, esas cosas sólo importan a aquellos que valoran lo superficial de nuestra existencia. Pero ese no es mi caso.  El nombre que solía utilizar murió hace tiempo y ya no me representa, ya que fue devorado por los kamis de fuego. Oni Negro es el nombre que adquirí con mi gempukku y es el único que me pertenece. Respecto a la máscara que tanto resquemor os provoca, es un utensilio utilizado para favorecer mi relación con los demás. Os aseguro que lo que hay detrás de esta máscara no es para nada agradable de ver, por lo que os pediría que aceptarais que la lleve en vuestra presencia y en la de todos aquellos que nos encontremos en nuestro viaje. A mi tampoco me gusta, os lo aseguro”.

El samurái de la armadura negra esperó un instante a ver la reacción de la ronin antes de continuar.

-“Si el kami caído es o no el Emperador, de poco servirá que deje salir mis impresiones o sentimientos. Por supuesto que me intriga saber la verdad, puesto que le debemos lealtad al Hijo del Sol y la Luna, pero hice un juramento cuando conocí a Hiroaki-sama, y si cumplir con mi deber y mi palabra implica sentenciar mi honor y mi existencia para toda la eternidad, prefiero pagar yo ese precio en lugar de todos aquellos que confían en nosotros, sepan o no de nuestra misión. En la muralla del carpintero se escucha de todo y cada semana se completan los huecos dejados por los soldados que murieron defendiéndonos a todos. Ese sacrificio lo llevamos todos los Cangrejo muy a dentro”. Dijo poniendo su mano encima del mon ausente de su familia. –“Es nuestro deber sagrado y nacemos para el sacrificio, no digo que los demás no se sacrifiquen, solamente digo que nosotros lo vivimos de otra manera más cercana. He perdido a muchos hermanos por la guerra o por la corrupción del Jingoku, pero todos y cada uno de ellos pidieron que se les diera muerte como los perros en los que se habían convertido. Ese es uno de los votos de los ejércitos de Hida Kisada-uesama y el mío también. Así que si algún día mi mente se nubla y pierdo el juicio tratando de arrebataros la vida a cualquiera de vosotros deshonestamente, dadme muerte como a un bandido cualquiera, puesto que me habré rendido y no mereceré la compasión de Hida-kamisama ni su atención. Podéis quedaros el pergamino o no quedároslo, pero si noto que alguno de los nuestros pierde el norte, no dudaré ni un segundo antes de actuar. Espero que lo entendáis de la misma manera que os he pedido que me matéis si soy yo el que cede. Ese es un riesgo que no nos podemos permitir sea quien sea el que flaquee".

El antiguo León había sido incapaz de pronunciar palabra durante todo el encuentro. En verdad, ya desde que divisaran los primeros grupos de ronin siguiendo el rastro del León Negro, Hidenaga se había sumido en un profundo y meditabundo silencio, el rostro surcado por una inocultable sombra de pena infinita.

Y poco había variado en presencia de su antiguo Campeón. Aunque, de algún modo, la estoica determinación que irradiaba Toturi consiguió infundir nuevos ánimos al alma atribulada de Hidenaga, que no pudo más que recomponer su espíritu ante semejante demostración de abnegación y sacrificio.

- Ciertamente... - dijo por fin el Akodo con el corazón todavía en un puño, debiendo apelar a toda su disciplina y fuerza de voluntad solo para permitir que el más leve suspiro escapara de sus labios - Solo unos necios serían tan arrogantes de ignorar los consejos de quien es quizás el mayor erudito que el Imperio ha dado jamás. No solo en cuestiones místicas, sino en casi cualquier otra que merezca la pena abordar.

La mirada de Hidenaga se había posado en el risueño rostro de aquel que acompañaba a Toturi, y el tono de su voz denotaba un evidente respeto mientras se dirigía a él.

- Ignoro como habéis llegado a tales conclusiones, venerable Naka Kuro-sama. Pero vuestra sola reputación, y la de aquel que es hoy nuestro noble anfitrión, basta para que no albergue duda alguna en mi alma. Pero decidme... ¿habéis descubierto algo más sobre la profecía? ¿Podéis imaginar, por ventura, donde se encuentran los restantes pergaminos y qué precauciones debemos tomar al adentrarnos por el oscuro camino que se abre ante nosotros?

Toturi ante las palabras de despedida de Shiroi dice como último consejo os diría que mantengáis en secreto vuestra búsqueda y objetivo, no todos con los que os encontréis os darán tan de buen grado un Pergamino Negro pienso yo. Que las fortunas os acompañen. 

Como respuesta a Hidenaga, Naka Kuro dice no me aventuro a decir nada más sobre la profecía, respecto a donde se encuentran el resto de pergaminos no sabría decir con certeza pero intuyo que el Clan del Fénix tiene alguno. Respecto a las precauciones a tomar yo diría que el poder de los pergaminos corrompe y hay que tener mucha cautela con ellos, sin embargo pienso que aunque sea así tenéis que usarlos o no os servirán de nada.

Shiroi, que estaba aguardando la respuesta de Toturi antes de prepararse para abandonar la tienda, escuchó también a Hidenaga, y las siguientes palabras del antiguo León y de Naka Kuro. Con gravedad, asintió a los consejos de ambos. Los tendría en cuenta en el futuro… aunque, cada vez más, veía cómo el camino que Hiroaki había preparado para ellos se hundía en la oscuridad. Con desagrado, ocultó el pergamino en una bolsa de su obi, aún cubierto por la tela. Debía encontrar un mejor lugar, pero por el momento necesitaba asegurar que nadie en el campamento ronin se percataba de su existencia.

-Os agradecemos la ayuda, y todos los consejos con los que nos habéis honrado, Toturi-san, Naka-kuro-san, y os prometo que estaremos a la altura de la carga que dejáis sobre nosotros. –Dijo finalmente, dando por finalizada la conversación. Tal y como el Unicornio le había indicado, la noche se acercaba, y sería bueno haberse alejado lo suficiente de cualquier mirada indiscreta para cuando llegara la hora de establecer su campamento. –Nuestros caminos han de separarse por ahora, pero si las Fortunas nos son propicias, se unirán una vez más antes del enfrentamiento final. Hasta entonces.

La bushi acompañó sus últimas palabras con una profunda reverencia, tras la que se volvió y abandonó la tienda, lista para recuperar sus armas y reunirse con los demás. Todo tiempo era valioso.

La tela que hacía las veces de puerta de la tienda de Toturi se abrió para dejar paso a Shiroi, que estaba terminando de recolocar la saya de su espada en su cinturón. Tan pronto como cruzó el umbral, buscó con la mirada a Tameiki y al Shiba, que afortunadamente no se habían alejado mucho, y se acercó hasta ellos.

-Los asuntos que nos traían aquí ya están resueltos. –Anunció con voz neutra. Era poco probable que nadie estuviera prestándoles verdadera atención, pero no iba a arriesgarse. La verdadera conversación llegaría más adelante. –Creo que deberíamos ponernos de nuevo en camino. El viaje es largo, quedan algunas horas de sol, y el tiempo no conoce el perdón.

Y tras esas palabras, se encaminó hacia su montura y comenzó a prepararla para su marcha.

Hacía ya un tiempo que habían dejado atrás el campamento de los ronin, y los fuegos que marcaban el asentamiento de Toturi se perdían ya en el horizonte cuando finalmente el hombre que se hacía llamar Oni Negro se acercó hasta ella para retomar la conversación que se había iniciado en la tienda del antiguo Akodo. El Cangrejo expuso sus argumentos de forma simple y directa, haciendo gala de una falta de modales que hubiera escandalizado incluso al cortesano menos mojigato. Pero mucho separaba al grupo que Hiroaki había reunido de cualquier corte, y Shiroi descubrió que ni siquiera le molestaba esa actitud. A decir verdad, en la situación en la que se hallaban, simplificaba las cosas. De modo que escuchó pacientemente todo el alegato del otro bushi antes de tomar la palabra ella misma.

-Comprendo vuestras reservas… -Comenzó, tratando de mantener una actitud correcta. –Pero comprended vos las mías. Todos hemos sido escogidos por Hiroaki, y por tanto todos tenemos las mismas razones para confiar los unos en los otros pero… Llegasteis con el nombre de un demonio, con el rostro cubierto, y sois el único que no recibió un fragmento de jade. Todo ello hace que me resulte más difícil otorgaros mi completa confianza. Incluso a pesar de vuestra fuerza.

-El sacrificio del Cangrejo no me es ajeno. Sé que los hijos de Hida han soportado indecibles pesares en su lucha. Sé que incluso la Mancha no es un obstáculo en su lucha. Y que cualquiera escogería la muerte antes de perderse a sí mismo… No hablo por hablar. No soy una jovencita recién salida del gempukku. He visto todo lo que se puede ver de nuestro Imperio, desde las mejores cortes hasta los más oscuros caminos. He vivido dos vidas, y he aprendido de ambas, Oni Negro. Mi alma es tan firme como la hoja de mi espada. Tampoco yo flaquearé en mi deber, y acepto vuestra decisión. Si me abandono a la Mancha, acabad con mi vida. Y yo haré lo mismo si sois vos el que cae bajo la sombra de Fu-Leng.

-Y con respecto al Pergamino… -Hizo una pausa, meditando las opciones. Ninguna parecía completamente adecuada, pero ya había previsto una idea. –No deseo portarlos, pero no quiero dejar la tentación del poder en unas únicas manos. Os propongo encerrarlos en un cofre, bajo al menos dos llaves. Llevad vos una de ellas, pero dejad que yo porte la otra. De ese modo, sólo actuando en concordia podremos utilizarlos. ¿Os serviría esa solución?

El Cangrejo negó con la cabeza cuando Shiroi nombró que no portaba jade. -"Porto suficiente jade como para restar años en Tierras Sombrías e incluso ofrecérselo a cuantos lo necesiten entre los que nos encontramos en el grupo. Pero creo que tienen otra función igual o más importante". Después de decir eso introdujo por la parte del cuello su mano por dentro de su coraza y extrajo seis piedras gordas de jade brillante y puro. Cuando comprobó que ella los vio, volvió a colocarlos cerca de su corazón.

De nuevo asintió ante las palabras de la ronin y cuando hubo acabado concluyó. -"Os agradezco las palabras hacia mis hermanos y mis Ancestros, al igual que agradezco vuestro temple al no tomar en cuenta mi falta de modales. Domo arigato gozaimasu. Reconozco que la idea del cofre es muy buena, pero con esfuerzo podremos protegernos a nosotros mismos cuando se corra la voz sobre nuestra empresa, no veo la necesidad de tener que recuperar lo que ya hayamos recuperado en una ocasión al juntar los pergaminos. Quizás sea más adecuado que cada uno de nosotros porte uno y lo proteja a la vez que a sí mismo. Este os lo podéis quedar. Y cuando encontremos uno realmente peligroso lo portaré yo mismo. Así hasta que debamos repetir en portar la carga. Creo que esta opción es más adecuada cuando nuestras andanzas no nos permitan portar un cofre ni utilizar los caballos". 

-"Respecto a abrir los pergaminos, creo conocer el ritual adecuado, pero no podré realizarlo sólo, necesitaré la ayuda de todos los truenos, aunque sea yo mismo el que los sostenga en el momento de abrirlos".

Los ojos oscuros de Shiroi se abrieron, reflejando su sorpresa, cuando vio las enormes rocas de jade que se escondían bajo la armadura del bushi Cangrejo. Una sorpresa que confirió rasgos casi infantiles a sus hermosos rasgos, pero que duró sólo un latido. Al instante siguiente, volvía a ser la sobria ronin que habían conocido.

-Debo disculparme por haber dudado. -Dijo finalmente, tras pensarlo unos segundos. - Y me alegra que hayamos hablado, pues nuestra empresa está abocada al fracaso si no logramos confiar los unos en los otros. Y en cuanto a los pergaminos... Está bien, los repartiremos. -Accedió finalmente cuando escuchó la propuesta de que cada uno de los Truenos portara uno de los artefactos malditos. -Aunque por otro lado... tal vez podría ser interesante que al menos uno de nosotros no portara ninguno, y que tratara de mantenerse tan libre como sea posible de la influencia de Jigoku. Eso nos sería útil para que pudiera vigilarnos... en caso de que comenzara a afectarnos.

-Pero incluso si designamos a alguien como libre de esa carga, a la hora de llevar a cabo el ritual, ninguno de nosotros flaqueará. Todos conocemos nuestro deber, y a ninguno nos asusta la muerte para llevarlo a cabo. Si no fuese así, no hubiéramos llegado hasta donde estamos. Ni mereceríamos portar el título de samuráis.

-"Sería una deshonra para mi no compartir la carga con aquellos que considero mis iguales, de la misma manera que los que son más hábiles con la palabra son los que deben hablar, los que son más fuertes deben aguantar el peso que puedan. Es por ello que si debo ayudar a los que no puedan lo haré, tendiéndoles mi mano como te he hecho a ti antes".

Cuando la ronin hace referencia a mantener a un integrante puro ante la posibilidad de no poder discernir entre quién está siendo afectado o no el Oni Negro contesta. -"Eso no será necesario puesto que cuando el jade de un trueno se oscurezca hasta quedarse opaco, será el momento de que se deshaga de su carga. Conozco perfectamente los efectos de la mancha en las personas y no dudaré en actuar siempre que sea necesario. Tomad este pergamino y que cada uno tome uno antes de que yo tome el mío. Después si las Fortunas lo desean y restamos todos con vida, decidiremos quién debe o no debe portar más de uno". Concluyó con una sonrisa evidente detrás de su máscara el Cangrejo