Partida Rol por web

Instantes después entró un tipo en tu habitación. Así. De pronto. Tenía en su mano un portafolios y en la otra iba leyendo un tomo de hojas amarillentas. Su barba corta, abundante y recortada contrastaba con su aspecto juvenil. Bien proporcionado y alto, el joven elevó la vista de los papeles a través de sus gafas redondas de pasta, te miró y se sorprendió: se había equivocado de habitación.

Oops... ¡lo siento! -y entonces se giró lo más rápido que pudo para no molestarte y marcharse. Llevaba una camisa parda, pantalón largo y botas de caminar. Sin embargo, antes de hacerlo, se te quedó mirando... no a tí, más bien...: a aquella esfera negra que habías adquirido en la tienda de Luboslaw minutos antes y que ahora, sin darte cuenta, se había caido encima de la cama desde tu bolsillo. El tipo pestañeó intentando ser discreto y procedió a marcharse definitivamente.

Una vez atravesadas las puertas del hotel, de vuelta en la calle, tenían claro su próxima parada. Pero en ese mismo instante Connor cayó en la cuenta. ¿Y dónde diablos se supone que está la dichosa calle Maranhao?
Se sintió bastante estúpido por no haber caído en la cuenta de pedir indicaciones para llegar a aquella calle al recepcionista antes de dar por finalizada la conversación. Y no tenía intención de retroceder para volver a consultárselo, sería una situación algo ridícula. Habría que consultar a otra persona.
La Plaza de la Republica seguía bastante concurrida, y no les resultaría difícil dar con algún ciudadano de Cuiabá que pudiera orientarles. Connor prestó atención a ver si daba con alguien cercano a ellos que estuviera trabajando: Vendedores ambulantes, repartidores, barrenderos, algún policía... Era muy probable que cualquier trabajador local conociera la ciudad para darles indicaciones.

Me acerco rápidamente a la puerta tratando de ver en qué habitación entra o a dónde va el misterioso tipo del libro. Al mismo tiempo pienso: Bueno, al menos este no me ha disparado.

Cuando he perdido al tipo de vista, me acerco a la jofaina y trato de lavar la herida y taparla con trozos de la ropa de cama. Creo que lo más importante en este momento es evitar que mi estado empeore. Si Rondón no vuelve pronto, iré a buscar al tal Claude por mi cuenta. 

Sin duda encontraste en las calles aledañas a la Plaza de la República diversos negocios como alfarerías, fruterías y zapaterías. Todos ellos parecían concentrarse como en gremios callejeros (o esa fue la impresión que te dió). En la calle de la herboristería (muy visitada por turistas) había también varios puestos de recuerdos, una tienda de ropa y una tienda de sombreros (todo dedicado al turismo). Así con varias vías que salían de la gran Plaza.

No tardaron en daros indicación sobre la calle Maranhao, aunque os miraron bastante extrañados. Os dijeron que tal calle no era un lugar muy propicio para "turistas" (y remarcaron ésto, sabíendo que érais tal cosa dada vuestra vestimenta y lenguaje). Además, según estaba siendo la comidilla de la zona en esos momentos, os informaron que hacía escasos quince minutos había habido un tiroteo no muy lejos de Maranhao, en una calle cercana. Aquello te alertó un poco, pero no supieron daros más detalles.

No te dió tiempo a ver en qué habitación se había introducido el tipo, ni siquiera si lo había hecho y por contra había bajado las escaleras (ya que tus movimientos estando herido te provocaban bastante dolor). Tras estar lavando la herida un rato, tuviste la certeza que el agujero y cicatriz que te iba a quedar no eran demasiado importante. Sin embargo no estabas del todo al cien porciento. Entonces entró Elías Rondón.

Creo que deberías tratar de apretarte más las heridas -dijo el militar tras ver que las vendas que había traído te las colocabas sólo-. Puedo ayudarte, pues deberías pasar una vuelta por la espalda... Por cierto, dudo mucho que el tal Claude esté aquí. No he visto a nadie subir ni bajar.

Connor escuchó con gestos de preocupación las novedades sobre que se había producido un tiroteo en las inmediaciones de la calle donde supuestamente se alojaba el tal Levi-Strauss. El mercenario esperaba que aquellos incidentes no tuvieran nada que ver con el profesor, pero había que ponerse en lo peor. Si había pasado algo, habría que llegar allí lo antes posible, ya habría tiempo de reunirse con el resto del grupo de vuelta en el hotel.

-Lo importante es dar con Claude lo antes posible, ¿verdad señor Evans? Gracias a las indicaciones de esta amable mujer-señaló con la cabeza a la dependienta de la herboristería-sabremos llegar a la calle Maranhao sin problema. ¡Obrigado señora!

Tras salir de la tienda, emprendió rumbo decidido a la localización que estaban buscando. No había tiempo que perder.

- Gracias, Rondón.Tú y yo podríamos entendernos bien para provecho de ambos. Piénsatelo, y cuando todo esto termine, quizás podríamos hacer algún "trabajito" juntos- le digo sonriendo y tratando de ponerle nervioso. 

Me pongo la camisa y la chaqueta, cojo la pistola y vuelvo a meterme la esfera en el bolsillo. Eso me hace recordar algo, y se lo digo a Rondón:

- ¿Sabes? Hace un rato ha entrado aquí por error un tipo extraño, con un libro en la mano. Podría ser un profesor, y se ha quedado mirando la piedra. Merece la pena hablar con él, ¿no? Si tú no lo has visto salir, entonces tiene que estar en alguna de estas habitaciones. 

Avanzando según las indicaciones dadas, llegásteis a un calle peatonal empedrada, donde había varios viandante por las aceras. Aquella era la calle Maranhao, un lugar tranquilo, pero que contrastaba bastante con la flamante plaza de la República. La vía constaba de casas bajas, un par de negocios de alimentación y al final de la misma un edificio de dos plantas. Su trazado era bastante irregular.

¿Que ha entrado aquí? -giró su cabeza, llevando instintivamente la mano a su arma, pero sin sacarla de la cartuchera escodinda bajo la camisa-. ¿Y ha dicho algo? -entonces le negaste la pegunta-. Debe ser un cliente del hostal, entonces. Vaya usted a ver, yo le cubro mientras vigilo el resto de habitaciones desde el pasillo -y al decir esto si que sacó su pistola discretamente-.

Las vendas que lograste colocarte fueron precisas, pero sólo Dios sabía si aguntarían los movimientos típicos de aquel que no guarda reposo.

Connor observó la calle que, una vez seguidas las indicaciones recibidas, parecía ser la calle Maranhao. Para su tranquilidad, no había ruidos ni ningún otro indicio de que fuera una zona conflictiva, incluso podían ver personas paseando sin mayor preocupación por allí.

-¿Ve, señor Evans? No había motivo para preocuparse, por aquí todo parece estar en calma.-Iban aquellas palabras dirigidas a apaciguar los ánimos de su compañero, que no había dejado de protestar tímidamente y demostrar su inquietud mientras se dirigían hacia allí. Esperaba que confirmar que no había peligro alguno con sus propios ojos le calmara.

El edificio de dos plantas que se encontraba al final parecía el lugar más apropiado para alojar al profesor Levi-Strauss, así que se dirigió para allá con intención de comprobar si aquel final de la calle daba a la avenida Correiro, coincidiendo con las indicaciones del recepcionista del hotel.

Meto un trago a la petaca de licor y me la guardo en el bolsillo de la chaqueta. Reviso una vez más que la venda esté bien ajustada, la pistola en su sitio, la piedra misteriosa a buen recaudo.

- Rondón, colócate al final del pasillo, junto a la escalera. Si, por cualquier razón, el profesor intentara huir, se toparía contigo. Yo iré llamando a todas las puertas hasta dar con él.

Dicho esto, abrimos en silencio la puerta de nuestra habitación. Veo cómo Rondón recorre el mugriento pasillo hasta las escaleras por donde hemos llegado. Cuando está apostado en su lugar, yo me acerco a la puerta más cercana a la de nuestra habitación, que debería ser la penúltima del pasillo. Toco con los nudillos y espero un momento. Vuelvo a tocar y escucho. Si, pasado un rato, no oigo nada, avanzo sigilosamente hasta la siguiente puerta, donde repito la operación. Y así sucesivamente hasta que alguien me abra o yo oiga que alguien dentro de una habitación no piensa abrirme.

Aquel edificio al que os dirigísteis tenía pinta de ser una antigua cuadra de grandes dimensiones (tal vez algún tipo de cuartelillo de principios de siglos), de dos plantas. Dos pares de balcones asomaban a Maranhao. Era una especie de hostal u hotel de poca monta, aunque no tenía ninguna enseña ni cartel identificativo. Sin duda no sería el mejor lugar para que alguien descansara, pero lo que sí reinaba era la tranquilidad en contraste con el bullicio del centro de Cuiabá.

Al acceder atravesando la puerta vísteis una mesa rectangular en el hueco de abajo de una escalera que ascendía al piso superior. Una mujer os miró extrañada, delante de tal mesa. Os dijo que no había habitaciones libres, incluso antes de tan siquiera dijérais "hola".

Rondón asintió, pues eso mismo tenía en mente (colocarse en el lugar que tú habías dicho). Miraste las seis puertas (cinco, sin contar la tuya), y todo parecía en orden y tranquilo. Poco a poco ibas llamando a las puertas de las habitaciones. No había gente en ninguna excepto en la que estaba enfrente de la tuya, junto a la parte final de la escalera. Por la rendija inferior viste una sombra que se movió a la puerta. No dijo nada. Entonces se quedó tras tras la puerta unos instantes, haciendo algo sin tú poder saber qué. A los pocos segundos abrió lentamente, dejando un pequeño hueco por el que un tipo, el mismo de antes, se comunicaba contigo.

Hola... -dijo algo extraño-. Usted... -recordó que instantes antes él mismo había entrado en tu habitación-. ¿Está mejor? -te había visto colocándote las vendas-.

Al acceder al interior del edificio, le sorprendió la voz que escucho proveniente del hueco bajo la escalera. No esperaba encontrar aquella especie de recepción improvisada a modo de zulo, ni mucho menos que una persona pudiera encontrarse en aquel mínimo espacio tras la mesa.
-Hola, buenos días.-Saludó Connor amablemente, obviando la sequedad con la que les había abordado la mujer-No se preocupe, no buscamos alojamiento. Buscamos a un amigo, el profesor Claude Levi-Strauss. Nos informaron de que se alojaba aquí, ¿es así?

Esperó la respuesta de la desconocida, manteniendo la sonrisa en la cara mientras disimuladamente trataba de echar un vistazo a su alrededor, en busca de algo que pudiera darles una pista de si estaban en el lugar correcto para dar con el profesor.

La amable pregunta del joven intelectual me hace replantearme mi primera idea, que era la de empujarlo adentro de su cuarto y obligarle por la fuerza a decirme todo lo que sepa. En lugar de eso, trato de sonreírle:

- Sí, gracias. Verá... La herida... (Bajo la voz.) La herida no ha sido casual. Me han disparado. Como ve, yo soy un recién llegado a la ciudad, y a las pocas horas de estar aquí, me han disparado. Creo que usted podría ayudarme a entender qué está sucediendo aquí. De hecho, a lo mejor yo también puedo serle de ayuda... Pero, ¿podríamos seguir hablando dentro de su habitación?

Diciendo esto, hago ademán de entrar en su cuarto, y aprovecho cualquier vacilación de él para plantarme dentro, aunque, si muestra una clara oposición, no utilizo (de momento) la violencia y me quedo en el pasillo.

Viendo que parecía que te manejabas con aquel tipo, Rondón te hizo señas desde el comienzo de la escalera. Parecía haber visto algo abajo, y te hacía señas diciéndote que iba a bajar un momento y que ahora subiría. Tú asentiste por dentro.

¿Qué? -el tipo no iba a dejar que nadie extraño para él entrar en su habitación-. ¿Yo? ¿Y qué está pasando? Lo siento, no sé de qué está hablando, ¿quién es usted? -tenía uno de los brazos tras la puerta, y tu instinto te decía que era un arma. No era en tono amenazante, sino más bien de defensa y precaución-.

¿Quienes son ustedes? -dijo la mujer arqueando una ceja y mirando de abajo a arriba-. Ha habido un tiroteo hace un rato, ¿no serán ustedes...? ¿Quién quiere saber del señor Claude? Él no recibe visitas: llamaré a la policía si no se marchan de inmediato...

Espere, señora, son amigos nuestros, no se preocupe -Rondón apareció bajando las escaleras de los pisos superiores, acudiendo a vuestra ayuda. La mujer torció el gesto, y os volvió a mirar secamente-. Mañana hacemos una ruta turística y los doctores aquí presentes -os señalaba, mintiéndola-, están ansiosos por conocer Cuiabá, sus gentes y su selva. No se preocupe -la mujer añadio que no quería líos-.

Elías entonces os hizo apartar a un rincón, para hablar con discreción. Hablaba entre susurros.

Arriba hay un tipo, y creemos que es el tal Claude -dijo Rondón mientras os avanzaba que Lecían estaba arriba-. Lecían está herido, y está comprobando si se trata de él. Hemos averiguado que se alojaba aquí. Además... antes de llegar aquí, nos han intentado aniquilar... Un par de tipos. Conseguimos darle plomo, pero hay que andarse con cuidado y discreción... ¿Habéis averiguado algo?

Aquella mujer definitivamente parecía dispuesta a ponerles todas las dificultades posibles. Estaba a la defensiva y ahora parecía empeñada en relacionarlos con el tiroteo del que todo el mundo parecía hablar.

-No, señora. Creo que se equivoca, verá...-Estaba intentando ganar tiempo, pero no se le ocurría ningún argumento para contraatacar las palabras de la encargada. Afortunada y sorprendentemente, el señor Rondón apareció para sacarles de aquel aprieto en el que se encontraban, disculpándoles ante la mujer.

Connor escuchó las palabras de Elías Rondón, que trataba de explicar los motivos por los que se encontraban allí. Unas cuantas preguntas vinieron a la cabeza del mercenario.
-¿Qué quiere decir con que está comprobando si es él? ¿Está... muerto? ¿Aniquilar, entonces habéis sido vosotros los que habéis sufrido el tiroteo del que parece hablar todo el mundo por el barrio? ¿Alguna idea de quienes han podido ser?-Se paró un segundo, y escuchó la pregunta que les hacía-Descubrimos que el profesor Levi-Strauss había dejado el hotel para alojarse aquí, pero creo que eso ya lo sabemos todos. Y aparte de eso, nada más, sinceramente.

Se quedó esperando a que su amigo respondiera a las preguntas que acababa de formularles.