Partida Rol por web

Viendo que el hombre no es tan inocente como pensaba, renuncio a colarme en su cuarto sin su permiso, pero adelanto disimuladamente mi pie para impedir que me cierre la puerta en las narices antes de que yo considere que hemos terminado la conversación.

- Sí, claro, usted perdone, no me he presentado- digo tratando de ser amable.- Mi nombre es Martin Lecián. Llegué a Cuiabá esperando encontrarme con un viejo amigo. Quizás usted haya oído hablar de él, es un famoso antropólogo de Estados Unidos, Marvin Sorocco. El caso es que Marvin parece haber desaparecido, por eso le estoy pidiendo ayuda a usted... Si le parece que su habitación no es el lugar más adecuado, dígame adónde podríamos ir. ¿Quiere venir usted a la mía?

No, muerto no. Lecián se ha quedado hablando con un tipo en el piso superior, en una de las habitaciones de arriba. Tal vez sea el tal Claude y sepa donde encontrar a Marvin. Sí, nos intentaron acribillar hace un rato... -Rondón, aparte de ser guía, era militar y guardaba la compostura con decisión-. Entiendo... -musitaba cuando le comentabas lo que habías vivido-. Tal vez sea mejor que esperamos aquí abajo a que baje Lecián. Por cierto... ¿Usted ha estado con anterioridad con Marvin, verdad? ¿Sabía de algún enemigo suyo en concreto?

El tipo abrió un poco la puerta al oir ese nombre; lo hizo sin darse cuenta.

¡Marvin! Sí, lo conozco, ¿desaparecido? Pase, señor -le dijo el tipo-. Mi nombre es Claude Levi-Strauss. Me alojo en esta ciudad durante un tiempo. Estudio las comunidades otwes de esta zona... los nativos de la selva, me refiero. Marvin es amigo mío... ¿qué más sabe del suceso?

El tipo dejó que entraras y cerró la puerta de su habitación. Ésta era idéntica a la tuya, aunque algo más limpia.

-Uf, menos mal, por la manera en que lo estabas explicando, pensaba que inspeccionaba un cadáver o algo así.-Sonrió aliviado al comprobar que había sido un malentendido-A ver si no se entretienen con demasiada charla y bajan. Seguro que Sir Edward podría reconocer al momento si se trata del hombre que estamos buscando, ¿no es así?

Se giró para mirar a su compañero, esperando una respuesta que afirmara su comentario. Al momento Elías le realizaba una nueva pregunta, aunque temía que no iba a poder aportar nada relevante al asunto.
-Si que había coincidido con el profesor en otra expedición, hace relativamente poco tiempo. Pero no recuerdo que se hiciera mención en las diferentes conversaciones que se dieron de alguna persona que pudiera estar enemistada con él, ni tuve la impresión de que ninguno de los presentes tuviera problemas con Marvin. Me temo que no te puedo servir de ayuda con eso.

Entro en la habitación con cuidado, sin darle la espalda y observando qué hace con el arma, mientras sonrío y le tiendo la mano con cara de satisfacción por haber encontrado por fin a Lévi-Strauss.

- Señor Lévi-Strauss, mucho gusto en conocerle -digo mientras estrecho su mano-. Lo único que sé es que Marvin desapareció hace cosa de un mes, en una expedición que iba a estudiar precisamente a los otwes. No entiendo nada, ¿quién podría secuestrar a un simple profesor como Marvin? ¿A usted se le ocurre qué es lo que quieren de él? ¿Habrá descubierto algo importante?

En su respuesta trato de detectar evasivas y omisiones, o si está intentando crear una imagen de sí mismo. Cuando me ha contestado a mis anteriores preguntas añado:

- Y usted, ¿trabajó con Marvin? Si lo entiendo bien, ambos estaban interesados en la misma tribu...

No sé qué habrá pasado -decía Levi-Strauss mientras guardaba lo que tenía en una de sus manos, una pistola, en una maleta (se notaba que no era un tipo de armas)-. Tampoco sé qué podría tener o conocer Marvin para haber desaparecido tan de repente. A veces he seguido sus estudios, pero él tenía una percepción bastante distinta que la mía. Sus informes precolombinos eran verdaderamente... aberrantes -te decía-. Estudia de una forma concentrada a las culturas, nada holística, ni tan siquiera basándose en su lengüaje... No obstante, ambos tenemos a los mismos sujetos nativos por pasión, pero los métodos son distintos. Esta centrado en sus mitos y su cosmogonía únicamente. ¿Tal vez esté oculto en la selva con algún poblado otwe? ¿Han ido a... buscarlo? Si piensan hacerlo, puedo indicarles dónde comenzar a buscar, si les parece.

Entonces recordaste a tu nuevo amigo, el guía Rondón. Le hablaste de él y le pediste que se entrevistara también en su presencia*, pues esperaba en el piso de abajo. Claude asintió, cogió una chaqueta y las llaves y marchó hacia abajo. Luego salísteis de allí y bajásteis las escaleras.

Mientras Connor y Rondón charlaban, por las escaleras bajaron Lecián y un tipo de gafas redondas, barba blanca y aspecto de explorador. Sin duda que no era brasileño. Ambos se acercaron hasta donde estaba Connor, Evans-Pritchard y el guía Elías, pues los tres estaban en el zaguán empedrado de la entrada, comentando algo en bajo. Entonces los cinco hombres se reunieron. Lecián presentó a sus amigos al antropólogo.

Me alegro de conocerles, señores -decía asintiendo-. Como le he dicho al señor Lecián, mi nombre es Claude, e investigo a los otwes. Ya me ha contado lo de Marvin, al cual conocía por sus estudios. Investigaba a los nativos, como un servidor, pero no sé qué habrá podido pasar. Es ciertamente extraño, y la selva es muy grande. Le he comentado a Martín que yo puedo hacerles unas referencias si van a buscarlo a la jungla.

Finalmente bajó Lecián acompañado del que tenía toda la pinta de ser el profesor amigo de Marvin que andaban buscando. Por fin volvían a reunirse, y el objetivo de su búsqueda estaba ante ellos. Sin duda habían empezado con buen pie, lo que alegró a Connnor.

-Encantado de conocerle, profesor Levi-Strauss. Después de la triste noticia de la desaparición de Marvin, temía que usted también pudiera correr serio peligro. Me alegro de poder comprobar que no ha sido así.-Tras escuchar todo lo que aquel hombre quería comentarles, prosiguió-¿Entonces nunca llegaron a coincidir en ninguna expedición? Me sorprende, dado que sus estudios se centraban en los mismos temas. Sin duda su ayuda será más que necesaria en el momento en que nos decidamos a dar con su posible expedición en la jungla, como experto en la materia sus recomendaciones serán lo mejor que podamos encontrar.

Esperaba no haber sonado demasiado lisonjero con el profesor, pero era verdad que tenía la impresión de que aquel hombre podría resultarles de gran ayuda.

El solitario Lecián no puede evitar el alivio de ver que por fin se ha reunido el grupo entero. El asunto de la desaparición de Marvin era mucho más complejo de lo que en un principio imaginó, y la presencia de sus compañeros -aunque nunca lo admitiría- lo tranquilizaba.

- No, Connor, al profesor Lévi-Strauss no le ha pasado nada, pero a mí me han atravesado el hombro de un balazo -digo mientras señalo mi camisa agujereada-. Parece que quien se llevó a Marvin no tiene escrúpulos, igual que parece que tenemos algo que les interesa mucho.

Dejo un momento para que mis colegas expresen su sorpresa ante mi herida y continúo:

- Elías y yo hemos dejado a dos tipos fritos, pero algo me hace pensar que no serán los únicos. Creo que estamos en peligro, y deberíamos resguardarnos en algún lugar. Ahora que tenemos con nosotros al profesor Lévi-Strauss, quizás podríamos volver a nuestro hotel y enseñarle lo que tenemos allí. Si él nos dice el valor de los descubrimientos de Marvin, estaremos más cerca de saber quién lo ha secuestrado. ¿Usted querría ver lo que dejó Marvin detrás de sí, Claude?

No, nunca he coincidido con él -respondió el antropólogo-. Yo tengo mi propio equipo, y como le dije al señor Lecían, nuestros métodos de investigación distan bastante entre sí, a pesar de ser de los mismos sujetos de estudio.

El tipo se asustó un poco por la claridad del lenguaje de Lecían. ¿Acaso habían matado a dos tipos? ¿Y porqué estaban en peligro?

No... no sé -dudó Claude-. En realidad no sé a qué se dedican todos ustedes, y les acabo de conocer. No sé que tendrán en el hotel, pero dudo que me interese. Puedo darles unas indicaciones de por dónde buscar en plena selva, pues yo la conozco bien -Rondón también la conocía, pero no sabía dónde buscar-. Ustedes dirán, tengo mucho trabajo y no quiero líos.

Connor tuvo la sensación de que Lecian no era lo que se dice un tipo con mano izquierda. Su explicación demasiado explícita sobre su encuentro con aquellos matones a los que se habían quitado de en medio parecía haber intimidado a Claude. A fin de cuentas aquel tipo acababa de ser abordado por unos desconocidos que como mucho habían reconocido ser amigos de un colega de profesión. Y él mismo, poniéndose en su pellejo, tampoco sentiría confianza total en ellos como para irse a dar una vuelta en su compañía.

-Disculpe, profesor. Bien es cierto que no nos hemos presentado. Imagino que mis compañeros sí, claro, pero nosotros dos somos sir Edward Evans-Pritchard y un servidor, Connor Mahoney. Fuimos convocados aquí en Cuiabá para participar en la actual expedición del profesor Marvin Sirocco, pero éste ha desaparecido, como le habrá informado el señor Lecian. El caso es que ha dejado algunos objetos en el último lugar donde se hospedó aquí en la ciudad, y por el valor arqueológico de algunos de ellos, pensamos que una opinión de un experto reputado como usted nos sería de gran ayuda. Entiendo sus dudas, profesor, pero si pudiera echarles un vistazo, tan solo eso, y decirnos si puede aportarnos algún dato sobre ellos, puede que nos ayude a dar con el paradero de Marvin. No le queremos poner en mayores compromisos, se lo aseguro, tan solo examinar los objetos y ver que nos puede decir de ellos.

Había soltado toda aquella perorata con el tono más conciliador que supo, esperando que aquel hombre fuera comprensivo y accediera a echarles una mano.

El tipo se llevó un dedo al puente de las gafas, apretándoselas contra el rostro, pues se les estaban cayendo. Respiró hondo, miró a los presentes y luego a la recepcionista.

Intentar ayudarles sin examinar todos los objetos será complicado -comenzó a decir-. Necesito saber de qué va todo ésto. Señor Lecián, ¿me permitiría ver ese pequeño... orbe? Necesito comprobar una cosa -le preguntó al fugitivo extendiéndole la mano-. Tal vez tengamos que poner todos de nuestra parte: enséñemelo e iré con ustedes.

Claude se quedó mirando a Martín, y luego a Connor.

A Lecián le resulta muy difícil tratar con esta gente. El soldado se ríe de mí si saco el arma, el explorador se escandaliza cuando compro un objeto en el anticuariado, los profesores se asustan ante cualquier comentario mío como si fueran monjas de clausura... "El terror de Moravia", como lo conocían en su país, se siente bastante inútil tratando de hacer el bien y, además, en compañía de esta gente que, claro está, no comparte su "onda".

- Escuche, Claude, yo quería entrar en su habitación precisamente para enseñarle la pelota esta, el orbe o como quiera llamarlo usted. ¿Cree que este vestíbulo es el mejor sitio? ¿Y más cuando alguien quiere matarnos?

La agitación me provoca un fuerte ataque de tos. Me ahogo. Saco el pañuelo de Sir Edward con una mirada que quiere ser de agradecimiento y me tapo la boca. En fin, que traten de negociar con él por las buenas. Siempre estamos a tiempo de sacarle a este Claude lo que sabe a tortas. Como el ataque de tos no remite, saco del bolsillo la bola de piedra por la que tanto dinero he pagado al polaco loco y se la tiendo a Connor. Una vez este la ha tomado, me aparto unos pasos hacia la puerta del motel, y escruto con cuidado la calle a la búsqueda de figuras sospechosas.

Connor escucha con calma las palabras que Lecián dedica al profesor. Observa que saca un objeto que no había visto anteriormente en la habitación con las escasas pertenencias de Marvin. ¿Acaso este hombre cogió esa bola de piedra en algún momento que nos despistamos?
Pero el mercenario tampoco tiene tiempo para entrar en juicios morales, es más, en anteriores ocasiones se los podrían haber hecho a él. Lo importante es no perder más tiempo, así que intenta disimular la curiosidad cuando su compañero le cede la piedra y tampoco se entretiene en tratar de comprender porque decide ausentarse de la reunión. De nuevo vuelve a hablar con Claude Levi-Strauss
-Caramba, profesor, no sabía que mi compañero había traído uno de los objetos de Marvin consigo. Sin duda ha corrido sus riesgos para traerlo hasta aquí. Así que creo que sería justo que le echara un vistazo y nos dijera todo lo que le pueda sugerir. Pero Lecián tiene razón, yo también opino que sería más prudente revisarlo en su habitación, no aquí en medio de cualquier parte.

Dirigió una mirada en dirección a la improvisada recepción donde les había recibido aquella mujer con cara de pocos amigos, para comprobar si se estaba interesando por su encuentro.

No es de Marvin, Connor -dijo Elías-. Es un "presente" de Lecián. ¿Claude, qué decide? ¿Nos ayudará o no? Cuanto antes sepamos del paradero del profesor antes podremos buscar.

Levi-Strauss respiró hondo de nuevo, y vió el intercambio del orbe que hacían Lecián y Connor. Lecián dió unos pasos hacia atrás y escudriñó la calle desde el interior del hostal. La calle estaba vacía y apenas transitada. Está bien, vayamos -dijo como algo resignado-. Si puedo ayudarles lo haré; desde luego, Lecián, el mejor lugar es un sitio tranquilo. Vayamos a su hotel y veamos lo que tienen allí de Marvin. Cuando quieran.

Entonces Claude se acercó a la mujer que hacía las veces de recepcionista y dejó allí su llave, para evitar perdera en cualquier sitio.

* * *

Acto seguido salísteis a la calle y atravesásteis las vías de Cuiabá. Aquel barrio más apartado constrastaba con la flamante Plaza de la República, a la cual accedísteis con Claude como guía de aquel paseo. Conocía el lugar y atravesásteis varios lugares de poca afluencia, atajando hasta llegar hasta vuestro hotel. Una vez allí, subísteis todos a la habitación de hotel donde Elías tenía escondidos y a buen recaudo los objetos de Marvin (es decir, subísteis a su habitación).

Una vez dentro, sacásteis los objetos de los lugares donde estaban ocultos y Claude comenzó a observarlos con intriga. Tomó en primer lugar la daga ornamental.

En mi opinión esta daga no es en absoluto natural de los indios Bororo, es decir, de la familia de los Otwes ni ninguna otra etnia o subgrupo -el antropólogo hablaba con una precisión cultural impresionante-. Fíjense en su filo tratado verticalmente: ésto no es de autoría local. Eso sí, las piedras verdes de jadeíta sin son típicas de esta zona, al menos en la época precolombina; A ver, déjenme ver ésto... -entonces tomó el orbe de Lecián-. No sabría concretarles qué diantres es ésto. Parece un voto ceremonial, pero está tan pulido que no se asemeja a ninguna técnica primitiva local. Por el brillo que hay en su interior, creo que deberían consultar a otros expertos. Entonces echó una ojeada al diario de Marvin. Parecía que se sentía ahora mucho más cómodo.

Veamos... -lo abrió y lo ojeó de un vistazo, pero luego se tomó bastante tiempo en escudriñarlo debidamente, casi página por página-. Este cuaderno de campo es posee notas acerca del estudio del pueblo Otwe, el cual, supongo que sabrán, esta diseminado en varias comunidades por Mato Grosso. "Curudore". Curudore -Claude comenzó a hacer mememoria, pero enseguida supo qué decir-. Este nombre hace referencia a una pequeña aldea Otwe al sureste de Cuiabá. Faltan algunas hojas, pero aquí también se hace referencia a una especie de rito de pasaje, un sangriento ritual del que, según la interpretación del profesor, "no se ha tenido constancia hasta la fecha". ¡Ah!, un segundo... el ritual, el ritual... -pasaba su dedo por las casi ininteligibles grafías de Sorocco dejadas en sus hojas-, aquí está escrito que "este ritual es conocido como el "Katwui".

Claude levantó la cabeza, pues su nariz a veces tocaba con las hojas interiores, que tal era su interés ahora por las notas de Marvin. Rondón le preguntó si le decía algo ese nombre.

¿Katwui? -se preguntaba a sí mismo-. Pues... a ver... Kat- mi, de la subfamilia Okitana, procedente de Ak'mi... ¡Los Hijos de Ak'mi! -logró traducir de cabeza, sin tomar nota, y luego os miró de uno en uno, con cara de extrañeza-. Quiere decir  "Los Hijos de Ak'mi" -repitió-. Así está llamando Marvin a ese ritual... ¿les suena de algo ese nombre?

¿Qué aldea ha nombrado usted antes? ¿Curudore? -Claude asintió a Rondón, y éste último se quedó pensativo con los brazos en jarra-. Claude Levi-Strauss asintió.

Connor obervó con una mezcla de sorpresa y admiración la transformación de Claude cuando empezó a investigar los efectos personales de Marvin, especialmente los relacionados con las investigaciones que estaba llevando a cabo en sus expediciones. Del hombre apocado y desconfiado que encontramos en su pensión, parecía transformarse en toda una autoridad del tema (como sin duda nos habían informado que era) e incluso un poco parlanchín. Pero toda aquella información era algo de gran valor para ellos, así que no quiso interrumpirle en el examen que estaba llevando a cabo. Una vez acabó, Connor intervino.

-Al menos ya tenemos un destino al que poder dirigirnos: Curodore.-Escuchó preguntar a Elías por aquella población-¿Te suena de algo ese nombre, Elías? Espero que no esté demasiado lejos de aquí. "Los hijos de Ak`mi"... Sinceramente profesor, a mí no me dice nada. ¿Le suena a usted algo de eso? ¿Tiene alguna idea de que podría tratarse ese ritual? 

Oh, cielos, pensó Lecián, esto es como estar otra vez en el colegio. No me he escapado de decenas de escuelas para acabar aguantando estos rollos aburridos en Brasil...

Mientras el profesor iba examinando los objetos, Martin se paseaba nervioso por la habitación, vigilando de vez en cuando por la ventana y acechando el pasillo del hotel. Le sorprendieron los comentario del profesor acerca de que ni la daga ni la pelota eran locales... ¿por qué habría objetos supuestamente indígenas que no son de aquí? Suena a asunto turbio, pensó, pero no quiso interrumpir.

Todo el rollo de los otwes, los grupos y subgrupos le sonaba a chino, pero, aún así, no pudo evitar hacer dos preguntas muy concretas cuando Connor dejó de hablar de esos rituales de nombres extraños. Una, para Elías:

- Rondón, ese pueblo de Curodore... ¿está cerca de donde desapareció Marvin?

Y la otra, antes de que Rondón pudiera responder, a Lévi-Strauss:

- Profe, la foto. ¿Ha visto esa foto tan rara que estaba escondida en la mochila?

Sí, claro que me suena -dijo el guía a Connor. Strauss le negó con la cabeza a colación del extraño nombre que había podido leer en el diario-. Curudore es un poblado Otwe, y está a dos días de Cuiabá yendo a pie en dirección norte, pero el profesor desapareció en una expedición en al sureste de la ciudad. Nada que ver -respondió ahora Rondón a Lecián, que se paseaba de un lado para otro con amagos de tos en su garganta-.