Partida Rol por web

Al llegar a la sala de entrenamiento miro de un lado a otro para observar a todos los que ya han llegado, sin duda todos me parecen lo mismo comparados conmigo, patéticos, aún así tengo que reconocer que algunas de las tributos llaman mi atención, una pena que vayan a morir allí fuera, al fin y al cabo es lo que van a hacer todos estos. Mientras voy caminando sin un rumbo fijo no puedo evitar mostrar una sonrisa burlona que indica superioridad, por más que quiera evitarlo siempre acaba saliendo, y esta vez con más razón muestro esa sonrisa típica en mí, porque ni siquiera he intentado evitarlo.

Al final como varios de los presentes acabo cogiendo una de las pesas, simplemente para probarme, la levanto un par de veces y paso de continuar, es una pérdida de tiempo para mi gusto. Nuevamente sin saber que hacer miro a los que se encuentran en la sala intentando reconocer a la tributo de mi distrito, pero al no verla acabo desistiendo y apoyo mi espalda en una pared, para dejarme caer hasta tocar el suelo y quedarme allí sentado.

Sarah entro en la sala llena de tributos elegidos como ella,paso de largo entre todos ellos intentando encontrar el primer saco de boxeo lo suficientemente fuerte como para aguantar sus golpes y así soltar algo de ira contenida.

Tras intensos minutos de golpeo sin descanso,la chica se limpio el sudor de la cara con un brazo,miro a los tributos a su alrededor,y alzo la voz para que todos los posibles la oyeran hablar.

-No se quienes soís,ni vosotros sabéis quien soy yo,pero eso ahora no importa- Empezó a caminar alzando aun mas la voz para asegurarse de hasta los que más distraídos estuvieran la escucharan.

-Estos cabrones tienen algo que es importante para mí,y pienso recuperarlo, "el" me enseño a proteger y ayudar a los demás,y vosotros no sois mis enemigos,mis verdaderos enemigos son...!ESTOS CERDOS DEL CAPITOLIO!.- Grito con todas sus fuerzas - No voy haceros nada,no voy a ir a por vosotros,no voy reventaros a golpes,si no me provocáis,no sois mis enemigos,pero si alguien se interpone en mi camino lo va a pagar...Jure que por el protegería a los que pudiera,pero si venís a por mi,os aseguro que lo pagaréis.

Dicho esto,golpeo haciendo un croche de derecha el saco de boxeo,arracandolo del poste donde estaba sujeto.

"!Capitolio...Acabare con todos vosotros puto gobierno de mierda!"

Su compañero de distrito se sienta al lado de ella, interrumpiendo su concentración con intenciones amistosas inútiles en este tipo de circunstancias. 

Si.

Ya sabía que su nombre era David, pero no conocía demasiado sobre sus capacidades. Sería a quién más de cerca observaría, pues él y los del dos era los mejores potenciales aliados si se basaba en tradiciones. 

Alzó una ceja al escuchar a la rebelde hablar. Ella tampoco era una fanática de este ritual sádico, pero no se le ocurriría oponerse así, mucho menos rehusarse a competir. Eso era firmar tu sentencia de muerte, pues no era difícil imaginar las mil y un maneras en que te obligarían a pelear si te alejases de la pelea o te hicieras amigos demasiado permanentes. A pesar de que sabía que la chica probablemente no sobreviviría mucho de seguir con esa actitud confiada hacia el resto de los tributos, esperaba que lo hiciera. Un corazón noble merecía recompensa.

Sonrió al verla desquitarse con el saco de boxeo.

Al menos sabemos que tiene carácter...

Escuché a Kinu atentamente sin apartar los ojos de su mirada. Parecía decir la verdad, aunque no por su historia iba a dejarme llevar por las palabras de un desconocido con el que competiría por sobrevivir.

«Entonces es el del Distrito 8», pensé cuando propuso el trato con una naturalidad sorprendente. Era un acuerdo sin duda interesante y casi necesario, pues sabía que otros participantes harían sus propios pactos con tal de mantenerse con vida los primeros días.

— No puedo confiar en ti, pero tú en mi tampoco —reflexioné frotándome el mentón durante unos instantes hasta responder a su pregunta—. Está bien, supongo que es lo más acertado.

Tras esto, llevé las manos a los bolsillos y observé una ballesta expuesta no muy lejos de donde me encontraba.

Me moví con parsimonia dando un círculo amplio mientras almacenaba cada rostro de los allí presentes. Observaba lo que hacían, algunos con más ganas de impresionar que otros; fuertes, débiles, grandes y no tan grandes coincidían en una misma sala para estudiarse entre sí o, simplemente, hacer negocios.

Dando un suspiro me acerqué a una ballesta expuesta en una pared junto a un carcaj que contenía cinco flechas. No muy lejos había una diana y comencé a probar el arma mientras mi cabeza no dejaba de dar vueltas respecto a ciertos asuntos que no me permitían pensar con claridad.

No era de extrañar la frialdad de su compañera, después de todo no estaban en aquel lugar para hacer amigos pero de todas formas yo sabía que era necesaria una unión, por lo menos durante un tiempo en la arena. Le estaba a punto de contestar pero entonces otra tributo comienza a gritar y llamar la atención de todos los de la sala.

-[color=#0000FF]Aunque tenga razón con esa actitud no llegara a ningún lado.[/color]- le comento a Sapphira mientras sigo mirando a los tributos, sin mostrar ningún interés ni emoción especial por ninguno -[color=#0000FF]Bueno iré al grano, por tradición nuestro distrito siempre ha sido parte de los profesionales junto a los del 2 y los del 4, no se que opinas tu al respecto pero veo como buena estrategia continuar con esa tradición en estos juegos[/color]- la verdad que no quería llevarme bien con nadie, en el fondo sentía lo mismo que aquella tributo boxeadora pero sabía que no podría hacer nada contra el Capitolio, había esperado este momento desde muy pequeño y no iba a dejar que mis pensamientos o emociones nublaran mi mente, estaba seguro de como debía actuar y formar la alianza que ya era una tradición era el primer paso.

Antes de que el muchacho se aleje le digo una última cosa.

-Puedes confiar en mí, no iré a por ti hasta que no quede más remedio. Avisa a tu compañera, yo haré lo mismo con la mía y alguien más. Avisaré al niño del distrito 9, parece de fiar y es de los únicos que no se ha dedicado a fanfarronear, además somos los tres únicos que por el momento no tenemos compañera de distrito... Hablamos más tarde y te cuento- guiño el ojo a mi compañero en señal de confianza. Tengo claro que no le traicionaré hasta que no quede más remedio. Cuando doy mi palabra voy hasta el final con ella.

Dicho esto me siento otra vez a meditar y obserbar a los demás contrincantes.

Permanezco sentado en espera de mi compañera. No me dejaron comunicarme con ella en todo el viaje y tampoco se quien es pero sé por otras ediciones que son una pieza fundamental al comienzo de los juegos sobretodo, alguien en quien apoyarse y a quien ayudar.

"Vamos... ¿dónde te metes?"

El chico se fué a hacer practicas de ballesta, no estaba seguro de que me hubiese oído, así que no le dí importancia, pensé en hacer ejercicios con el hacha, a veces trabajaba en el matadero en mi distrito para ganar algún dinero, así que sabía que era bueno en ello, pero decidí aprender lo que pudiese de lo que aún no sabía, así que al ver una clase de creación de anzuelos de pesca me acerqué a probar, nunca se sabía que habilidades serían útiles en la arena

Estaba tranquilamente  decorando mi anzuelo cuando una tributo se puso en medio de la sala a gritar no se que de salvar a alguien - y esta que se piensa?, no ve que todos pensamos igual, que todo esto no es más que una carnicería sin sentido para la diversión de unos cuantos idiotas del capitolio, pero con esa actitud me sorprendería que no la detuviesen o la matasen antes de empezar los juegos...

No había sido consciente de los sentimientos de Alanis, hasta no hacía demasiado, cuando lucho contra otro chico de mi distrito, nunca la había visto como aquel día, aún recuerdo con orgullo como danzaba, aquel chico no llegó ni a tocarla, sus golpes siempre dirigidos a puntos vitales y sin contenerse lo más mínimo, la observaba con gran respeto y admiración, era  la muerte en vida, su danza dejó varios huesos rotos y varios charcos de sangre, con sus puños desnudos. 

Aquel día me di cuenta de que se contenía conmigo, y justo antes de inflingir daño variaba la trayectoria y me pegaba en zonas menos vitales, hasta entonces había pensado que era algo más debil, desde aquel día, fue mi maestra, mi respeto por ella aumentó radicalmente y ciertos sentimientos afloraron que me costaron más de un castigo por parte de mi entrenador.

Aunque prefería otras armas le dije a Alanis:

-Bailemos, enseñémosle a esta gente lo que es la muerte en vida, la danza de la muerte. -Tras esto hice una pequeña reverencia y con mis manos desnudas me dispuse a empezar con esta danza, aunque a decir verdad de vez en cuando se me desviaba la mirada y en vez de seguir sus paso, miraba sus piernas, y en vez de sus puños, sus hombros y ni que decir tiene que aunque en la realidad me contuviese, su torso era sagrado para mi.

Un chino!

Nunca había visto uno, pero no me da miedo. Me hace mucha ilusión que se acerque a mí y me hable. Parece simpático y no tiene cara de loco, como otros chicos de la habitación. Y lo que más me gusta, es que sonríe mucho y su sonrisa parece limpia y sincera.

- Hola, me llamo Espiga. - digo sin más.

No porque tenga verguenza, sino porque no conozco ni mi nombre real ni mis apellidos.

Le doy un abrazo sin que seguramente se lo espere.
 

En una esquina algo apartados del resto, me dispuse a practicar con Alanis la lucha sin armas, cuerpo contra cuerpo. Nos habían enseñado numerosos estilos de lucha, y este era uno de ellos, no queríamos llamar la atención y por eso tratamos de alejarnos lo máximo posible del centro de la estancia, para mi era una tontería luchar solo, pues no estaríamos solos en la arena.

Así pues como si de una baile se tratase nos dispusimos a luchar sin piedad alguna aunque sin dañarnos en exceso, cualquier observador no adiestrado solo sería capaz de ver poco más que puñetazos y patadas, pero aquel que supiera algo de artes marciales podía ver claramente una sincronía en nuestro movimiento, una cadencia, nuestro golpes eran rítmicos como si se tratase de una melodía perfecta que ondulaba tanto en el espacio como en el tiempo.

Cuando el niño me da un abrazo no puedo evitar recordar a mis hermanos despidiéndose de mí entre llantos.

-No te preocupes Espiga, yo te protegeré- le digo al pequeño para tranquilizarle. Mis palabras son sinceras, jamás haría daño al chiquillo y así se lo hago saber. -Llegaremos juntos al final y decidiremos que hacer ¿vale? He hablado con Edward del distrito 7. Parece también de confianza. Cuando salgamos en la cornucopia intenta no alejarte de nosotros.

Me levanto y alboroto el pelo del niño. -Habrá que intentarlo ¿no?- sonrio a Espiga. -Cuando tengas compañera coméntale que estamos aliados, haré lo mismo con la mía. Poco antes de los juegos os juntaré a todos los que vea de confianza y hablaremos de como afrontar el inicio de la cornucopia. Si alguien se te acerca amistosamente creo que será de confianza así que avisame- mis palabras suenan adultas pero no inquisidoras. Durante estos años he aprendido a socializar con los niños de tal manera que no se sientan intimiados.

Miro con compasión a la descontrolada del saco de boxeo. Tiene razón pero ha descubierto su nervio demasiado pronto... No seré yo quien me enfrente a ella, ¡pega duro! Me sonrio y fijo mi vista en el chico asiático. De un impulso me acerco a él sin pensarlo demasiado.

Me acerco lo suficiente para que se emita un susurro entre ambos...

-Qué, ¿Buscando puntos débiles?- Digo con una sonrisa pícara de media luna. Podía no acertar en mis sospechas pero me intrigaba la reacción que provocaría en él.

Me había parecido escuchar a alguien hablándome, pero con el bullicio no supe a ciencia cierta si había sucedido o solo me lo había imaginado. No le presté atención a aquella chica que se había puesto a gritar en contra del Capitolio y continué centrado en mí mismo. 

Cuando fui a recoger las flechas de la ballesta clavada en la diana, me fijé en un joven que se encontraba realizando el mismo entrenamiento que yo. «¿Ha sido él?», me pregunté mirándole de reojo.

Giré mi cuerpo y lo miré detenidamente mientras colocaba cuatro flechas en el carcaj de mi espalda y cargaba la ballesta con la restante. Entrecerré los ojos y le pregunté:

— Perdona, ¿es posible que antes me hayas hablado? —me sentía un poco estúpido diciendo eso— Si es así discúlpame, entre tanto ruido suelo distraerme fácilmente.

Le estreché la mano a la vez que bajaba la que sujetaba a la ballesta y me presenté con educación asintiendo con la cabeza.

— Mi nombre es Edward Tanner, del Distrito 7.

En mitad de mi meditación soy intrrumpido por una voz femenina. Giro la cabeza y allí está ella: una chica de cabellos de fuego, la piel como la nieve y dos océanos por ojos.

-Ey ¡Hola!- saludo sonriente. Salgo de mi concentración rápidamente. Estoy acostumbrado a las interrupciones debido a tener tres hermanos pequeños... -Por el momento en lo único que me fijo es en quien es capaz de hablar en vez de tanto entrenar. Veo que eres chica lista- le guiño un ojo.

-Si quieres te puedes sentar aquí conmigo. Tenemos buenas vistas... Verás ahí la señorita salto a la comba sin perder de vista ni un solo segundo a cada uno de los presentes, por ahí la parejita que se creen que bailan en vez de luchar y veamos... ¡ah si! Ahí tienes a un par pegando con todas sus fuerzas a un saco de boxeo para meternos miedo. Como verás no hay desperdicio- mi intención es hacer sonreir a la chica con esta serie de sandeces pero mi madre siempre me decia que no me dedicara a hacerme el gracioso, que no era lo mío. Supongo que tenía razón.

Veo su interés e intento de agradarme. Rehuso con la mano el sentarme pero escucho atentamente sus palabras, es dulce su esfuerzo por banalizar el comportamiento grupal..."Y esa sonrisa..." mis pensamientos me llevan a otros lugares, remotos de los juegos. Sonrio levemente al mencionar los diferentes compañeros... "Qué dificil es esto"

-Ehm... No desperdicio ninguno- abro los ojos a modo de broma intentando empatizar con sus deseos de agradarme el rato conversando"Céntrate Amanda por lo que más quieras"- Esto... ¿y tú no golpeas sacos cómo el resto? Veo que por el momento el único arma que has sacado es la sonrisa "Oh cielos.. He dicho eso?? Pégate un tiro Amanda"

Disimuladamente me rasco la nariz y parpadeo intentando distraer la atención de mis palabras.

Lo mira por primera vez desde que el chico se había sentado a su lado, con una cara desconcertada. Tenían un jodido departamento para ellos solos y él debía hablar sobre estrategia mientras estaban rodeados de todo el resto de los tributos. Podía formar una fuerte alianza con los del dos, pero si el chico seguía así sería una carga más que una ayuda, y no iba a dejar que alguien más la hundiera. El precio era demasiado alto.

Lo veremos cuando sea prudente. - contestó molesta.

Volvió a mirar al frente. Había al menos dos que usaban ballesta, que podía ser inconveniente dependiendo del escenario. Hasta ahora, lo que más le llamaba la atención, era la pareja del dos. Estaban tan sincronizados y parecían complementarse tan bien que era una lástima que como mínimo uno de los dos tuviese que morir. Fueran amantes o no, encontrar a alguien con quien puedas tener ese tipo de conexión no es fácil. Tan difícil como sería vencerlos, probablemente. 

Se levantó y caminó hacia las jabalinas. Tomó una, se detuvo, respiró profundo y la lanzó, acertando al centro del pecho de la diana con forma de hombre que tenía como objetivo. Luego otra, esta vez a la cabeza.