Partida Rol por web

Espero que nos la pasemos bien y le deseo suerte a todos

Voy hacia un sector de la sala, e intento levantar una pesa.
Se me cae al suelo, claro. Gracias a Dios no me ha caído sobre el pie y me he roto todos los huesos, así que decido dejar eso para otro momento y comienzo a dar vueltas por la sala, buscando niños, sacándome mocos, arrastrando mi osito por el suelo mientras se llena de pelusas y porquería...

También canturreo una canción para ver si llamo un poco la atención. Inventada. Como en mi casa no hay radio pues nunca escucho canciones, así que me las invento con las cosas que veo a mi alrededor.
No tiene ritmo, ni rima, ni melodía, y si bien lo piensas, es simplemente un conjunto de palabras dichas en voz alta con distintas tonalidades. Porque es complicado hacer una canción con... jabalina, carcaj, bola mortal llena de pinchos y niño con cara de asesino.

Termino frustrándome y sentándome en un rincón.

Practico con un saco de boxeo para fortalecer mis músculos. El sudor cae por mi frente. -Tengo que ser el mejor ahí fuera- pienso, mientras golpeo el saco cada vez con más fuerza. No sólo entreno mis brazos, también mis piernas.

Tras esto doy un par de carreras por la sala a modo de sprint y hago unas cuantas flexiones y abdominales.

En la sala, observo al resto de compañeros con cierto aire de superioridad.
Mis andares altaneros y mis vestidos clásicos me hacen aparentar ser una persona adulta, pero por suerte me encuentro en forma.

Al escuchar a la niña, me entró mi oculto instinto materno y sentí lástima y misericordia, pero lo pude acallar rápido pensando en la fortuna que me esperaría si ganaba. Tal vez por ello nunca seré madre.

Decidí practicar un poco de carrera y saltos de comba, a la par que hacía estiramientos, mientras continuaba observando a mis rivales meticulosamente.

Mientras todos mis compañeros están entrenado permanezco sentado en un rincón, meditando. No son momentos para gastar energia, no me refiero a energia física sino mental. Si me preocupo en entrenar, en compararme con los demás y en demostrar mis dotes lo único que conseguiré es someterme a una gran presión. Por eso ahora es momento de meditar y obserbar.

Parece que hay un par de niños pequeños, no me gusta tener que competir contra críos, tengo tres hermanos pequeños y jamás se me ocurriría levantarles la mano pero estoy aquí por una razón e llegaré hasta donde haga falta.

Todos parecen estar en muy buena forma, las chicas están al nivel que los chicos incluso son superiores. "No debo confiarme ni verme superior a ninguno de ellos ya sean de distinto sexo, raza o edad" pienso para mí mismo.

Entonces decido levantarme y saludar a los compañeros que hay por allí. Me muestro afable y bromista, no me gusta la tensión y en estos minutos es lo único que se respira en la sala, lo único que respiran cada uno de los tributos.

Un niño simpático canturrea por la sala y parece algo desubicado. Seguramente haya sido elegido por azar y nadie fue capaz de cambiarse por el. Me da mucha lástima, es imaginar a mi hermano Wata en esta posición y me entran escalofríos, por eso me cambié por el. Jamás permitiría que uno de mis hermanos tuviera que pasar por esto. Por eso debo ganar los juegos del hambre.

Me acerco al chiquillo para ver como va, total, es de los pocos que no están preocupados en entrenar.

-¡Ey! ¿Cómo va la cosa?- sonrio al pequeño mientras me pongo de cuclillas frente a él. -Me llamo Kinu ¿y tú? ¿eres del distrito 9 verdad? Yo soy del 8.- intento caer en gracia al niño con intención de que confie en mí y poder tener un aliado en batalla. Sé que posiblemente no sea fuerte pero seguro que tiene cualidades que a otros se les olvidan, además es del distrito más próximo al mío y supongo que empezaremos cerca el uno del otro, podríamos cubrirnos las espaldas.

Decido acercarme a un chico que veo callado y atento a todo. No parece que se preocupe por ahora en entrenar y eso me da confianza. Seguramente guarde mucho potencial pero sabrá dosificarlo y emplearlo cuando el momento lo requiera.

-¡Ey! ¿Molesto?- pregunto antes de entablar conversación. -Me llamo Kinu ¿Y tu? He visto que somos de los más tranquilitos por aquí y sinceramente, de los más humildes. Solo me apetecía charlar un poco y liberar tensiones.-me muestro cordial y en caso de que el chico no quiera hablar le sonreiré y no se lo tomaré en cuenta. Comprendo que la situación es dificil y la gente no quiera entablar ciertas relaciones.

Me adentro en la sala y lo primero que hago es detenerme en la puerta, observando primero las dimensiones de la habitacion y despues el contenido de la sala(armas, instrumentos,mecanismos) todo muy sorprendido pues para mi es la primera que veo estas cosas y desconozco la gran mayoria, sigo caminando por la sala mientras observo a los demas tributos, entonces, en la parte del gimnasio bisualizo una barra de dominadas, y eso me alegra pues es algo que conozco muy bien, entreno un poco realizando dominadas y abdominadas, subiendo por cuerdas, sprints, abdominales, flexiones, sentadillas, basicamente todo tipo de ejercicio que mejore mi potencial fisico pero todo ello sin esforzarme demasiado, de que pasa un tiempo, me siento en un sillon a beber un poco de agua y no le quito el ojo de encima a las diferentes armas.

Permanecía a un lado aislado del resto de participantes. Unos no dudaban en demostrar su facilidad para realizar ejercicios físicos avanzados, otros tanteaban observando algunas armas allí expuestas y yo analizaba detenidamente tanto a unos como a otros. No parecía el único que prefería mostrarse tranquilo y observador.

Me fijé en que no solo había jóvenes de edades como la mía, sino que había nada más ni nada menos que niños. Uno iba acompañado de su osito de peluche y parecía frustrado; no podía siquiera levantar una pesa. «¿En qué mundo vivimos?», me pregunté retóricamente hasta que un chico se me acercó devolviéndome a la realidad.

Separé mi espalda de la columna sobre la que reposaba y dirigí mi mirada a aquel que se hacía llamar Kinu. Al igual que yo, se había mostrado bastante observador y sereno. Decidí estrecharle mi mano una vez se situó frente a mí.

— Edward Tanner, del Distrito 7 —asentí con la cabeza al presentarme—. No parece que necesites entrenarte. ¿Te tomó por sorpresa ser candidato para esta edición?

Me veía incapaz de sonreír teniendo en cuenta que uno de los dos debería morir tarde o temprano para que sobreviviese el vencedor y el evento anual realizado en Panem diese fin devolviéndolo a su hogar. Era realmente una situación de lo más repugnante.

Entro en la sala observando atentamente a todos mis compañeros, algunos parecen deseosos de mostrar sus habilidades, otros parecen desconfiados, como evitando que los demás sepan lo que pueden hacer, me fijo en que algunos de los participantes no son más que niños, uno de ellos no aparenta más de 10 años, en los juegos nunca se sabe, pero no apostaría mucho por ellos...

Veo a otro tributo, un chico de pelo claro que está concentrado mirando a los demás igual que yo, parece de mi edad, así que puede que nos llevemos bien, quizá sea un buen aliado cuando salgamos a la arena - Hola, soy Andy, del distrito 10 y tu?

Me dirijo al entrenamiento junto a mi compañero Evilc en absoluto silencio, luego de tantos años de entrenar juntos nos leíamos las miradas sin esbozar palabra alguna. Una vez que llegamos al lugar observo el entorno y como cada tributo entrena de acuerdo a lo que esté dispuesto a mostrar enfrente de todos, desde ya cada uno podrá sacar sus propias conclusiones al respecto. 

La sala de entrenamiento no me sorprendió en absoluto, es mas todas las armas que se encontraban a nuestra disposición nos resultaban bastante "familiares", teníamos un basto conocimiento de todo, aunque había preferencias en las elecciones. Entramos al lugar, lo miro atentamente y nos dirigimos a un rincón para conversar mas en privado antes de ponernos a entrenar, tiempo al parecer había de sobra no pensaba hacer alarde de mis atributos como adversario enfrente de los demás, es mejor dejar el misterio para dentro de la arena.

En cuanto nos ubicamos en un rincón del lugar, no pude evitar mirar a los ojos de Evilc buscando respuestas al margen de todo lo que sucedía dentro mío luego de tanto tiempo juntos entrenando para estos juegos totalmente ridículos. Nos habían convertido en una máquina de matar ante los ojos del Distrito 2 sin pensar que éramos personas con sentimientos que a pesar de la situación florecen naturalmente. Era lo que sucedía con Evilc al estar a su lado, una mezcla de amor y compromiso por nuestra función en la arena porque debíamos hacer nuestro "trabajo" y a su vez todo el mundo emocional cada día ganaba terreno en mi interior.

Pero en este momento estábamos en un lugar, donde las miradas nos analizaban de mil formas. Portando un rostro repleto de sentimientos encontrados comienzo mi diálogo con Evilc. -Como verás nuestro trabajo nunca será fácil, observa esos niños... ¿De donde sacaremos la crueldad necesaria para deshacernos de ellos?.- absolutamente consciente de que si era necesario lo haría pero no podía evitar sentir culpa.

Sapphira saborea cada paso que da al entrar a la sala de entrenamiento. Aquella sala no solo significaba el comienzo de lo que le había significado entrenarse durante toda su vida, sino que además era el momento de establecer la jerarquía dentro del grupo, aquellos dominantes y los sumisos, los fuertes y los débiles, aquel que vencería y aquellos que existían para morir. Con una sonrisa, mira a su alrededor. A pesar de que podía reconocer a un par de competidores que darían la pelea, la gran mayoría le tenía un respeto ridículo a aquella competencia sangrienta e injustificada que eran los Juegos del Hambre.

Se sentó a una orilla. Entrenaría más tarde, como todos, pero ahora quería observar. En silencio, fijaba sus ojos en distintas personas a la vez, clasificándolos por habilidades y carencias, pero no dejaba que su preparación previa se le subiera a la cabeza. Sabía que por golpe de suerte, por oportunidad o por soberbia propia, alguien podía arrancarle la victoria de las manos. No iba a permitirse ese lujo. A la mierda el traer honor a su distrito, ella quería salir viva de ahí. El traer honor era un simple beneficio.

Estrecho la mano sin ningún problema a Edward. -Encantado. Me llevo preparando muchos años para esto por si alguna vez salía mi nombre, no es porque quisiera venir... pero este año me ha tocado, la mala suerte apuntó a Wata mi hermano de tan solo 12 años y me intercambié por él, nunca permitiría que alguno de mis hermanos participara en esto. Son tan solo niños- sonrio al joven, parece muy simpático además de calmado. Me gusta la gente tranquila.

-Oye había pensado... somos de distritos anexos. Seguramente empecemos cerca y viendo a la gente como se está preparando sin pensar en los demás... ¿te parece que nos cubramos las espaldas e intentemos avanzar juntos? Sé que es difícil fiarnos los unos de los otros pero nosotros sabemos lo que hacemos y tenemos claro que solos no haremos nada. ¿Puedo contar contigo?

En cuanto pise junto a Alanis la sala de entrenamiento tuve una sensación muy desagradable, me sentía observado. Observé a todos y cada uno de los allí presentes, pues todos ellos serían mis rivales. Llevaba toda mi vida preparándome para aquello, no había día que no pensará en aquel gran momento, y allí estaban reunidos.

Fue una decepción me esperaba que los demás distritos se lo tomaran algo más en serio y no mandaran a morir allí al primero que pasara por la puerta y supiera firmar un papel. Había una gran diversidad de adversarios, algunos de ellos no creo ni que duraran el primer asalto, algunos sabía que serían dignos rivales hasta el final, y otros... otros nos sabía ni lo que hacían allí. Sin embargo me habían enseñado duramente que subestimar al rival se paga con mi vida, así que vi a todos los que allí se reunieron como enemigos potencialmente letales.

Finalmente miré a Alannis seriamente, sobraron las palabras, tras numerosos años trabajar codo con codo el mero hecho de cambiar el patrón respiratorio lo podía interpretar como calma o un peligro potencialmente mortal. Veo que Alannis pierde el interés en los demás participantes, ya tendríamos tiempo para conocerlos más a fondo.

Tras apartarnos noto como la mirada de Alanis sondea mis ojos, realmente aquel cuerpo de Alanis aunque a simple vista pareciese o pudiera aparentar no estar tan tonificado como el mío o tan trabajado en los gimnasios, nada más allá de la realidad. Era una auténtica máquina de matar, me superaba en muchísimos aspectos y podía llegarla a considerar mi maestra en muchas disciplinas que no me eran en absoluto desconocidas. Nuestro largo entrenamiento nos hacía pensar como uno, actuar como uno y nos movíamos por el terreno de batalla con los objetivos perfectamente definidos y nuestras matanzas eran ampliamente calculadas y ejecutadas como si de un baile se tratase.

En mi punto ciego estaba su arma y en el suyo la mía. Letales pero a la vez defensivos, no dudábamos en retirarnos si considerábamos la mínima posibilidad de perder.

Sin embargo tanta unidad tenía sus riesgos y yo los conocí no hacía demasiado, cuanto más la conocía más me atraía y estos últimos meses habían sido especialmente duros, aun recuerdo como mi maestro me pillo espiándola mientras se entrenaba sola, aún conservo la marca que me hizo en la nuca, fue horrible, y sus palabras se fijaron en mi mente como sus marca en mi piel: "Tus sentimientos la matarán". 

Desde aquel día trataba de contenerme por miedo a que pudiera suceder.

-Alanis, el tigre no caza por crueldad, caza por supervivencia. No confundas ambos términos, si no los matas a ellos, te mataran a tí. No es en absoluto crueldad pues no dudes que incluso la niña del peluche no dudaría en asesinarte si con ello pudiera salir de este infierno.

Sin embargo el sentimiento era demasiado fuerte y sabía que en cualquier momento podría explortar, sucedería, ya lo creo que lo haría.

En cuanto llego a la puerta que da con la sala de entrenamiento veo que ya muchos de los otros tributos estaban en el lugar, un grupo de lo mas variado en todo sentido. Algunos entrenaban, otros alardeaban mientras que otro tanto conversaban entre ellos o simplemente observaban, entre estos últimos veía a la otra chica de mi distrito, la conocía de vista del mismo pero nunca habíamos hablado. Quizás sea un buena idea hablar con ella para comenzar a juntar aliados en la arena.

Pero antes decidí dar una vuelta, pase en pocos minutos por toda la sala viendo todas las armas y lugares de entrenamiento disponibles, así como trataba de recordar cada rostro de los demás tributos junto con las cualidades que parecían demostrar. Algunos de los tributos los reconocía de los pasillos o de los vídeos de la cosecha pero se podía diferenciar a algunos de los que serían de los "Tributos Profesionales", en su forma de moverse, caminar, entrenar o simplemente como observaban a los demás.

[color=#0000FF]-Hola, ¿Eres Sapphira verdad?-[/color] le digo a mi compañera de distrito mientras me siento a su lado observando a los demás, aunque no me halla visto nunca en su vida me reconocería de la cosecha.

Entro con la cabeza baja, no me interesa ninguna sala de entrenamiento pero ahí me hallo, testosterona y espectáculo... Busco un lugar dond sentarme, me es indiferente si está en medio o apartada, simplemente me siento a escuchar los egos del entorno. Froto mis muñecas con cierta incomodidad "¿Qué circo es este?" Reconozco haber visto los juegos años atrás mientras conducia los dragones de hierro de mi distrito pero estar dentro es diferente... Levanto la vista y mis ojos azules descubren:

Prepotentes: "Aquellos que los observaré antes que escucharlos"- Pienso arqueando mis cejas pelirrojas...

Divos/as: "Prefiero oirlos antes que ver sus contoneos"- Asiento mientras evito que me entre una arcada.

niños/as: "No mirarlos evitará empatizar con ellos"- Aun no teniendo hermanos sé que soy ciertamente sensible a la dulzura de estos pequeños monstruitos. Mis ojos se centran en los cantos inventados de uno de ellos en la sala.

Reservados: "Sintiendome identificada no me hará salir viva"- Siendo honesta son los que más me llaman la atención pero al ver que un chico asiático empieza a bromear pierdo mi fe en interesarme por algo más que no sea salir cuanto antes y que sea lo que quiera el Capitolio.

Suspiro, cruzo mis piernas detrás de mi gluteo y reposo las manos en los muslos..."Será un tiempo largo hasta la matanza"

La frialdad de sus palabras se clavaban en mi corazón recordándome el motivo de porque estaba aquí, tantos años de entrenamiento me habían marcado a fuego al punto de que recibía golpes a diario del entrenador por mi sensibilidad en los ataques contra Evilc. Cada día que asistíamos era una marca que recibía mi cuerpo porque no podía lastimarlo, ni siquiera ofrecer una ofensa digna ante los ojos de quien ha forjado mi carácter de la peor forma que jamás he visto.

Lo curioso es que en apariencia era tan débil como una niña por mi delgadez, internamente tan letal como un animal desbordado por la furia de tanto maltrato. Era capaz de hacer lo que sea necesario para salvar la vida de Evilc, lo penoso es que se veía reflejado en mis entrenamientos lo cual era una remarcada debilidad de mi parte, simulada ante los ojos de mi compañero porque debía cumplir con el trabajo encomendado, evitando todo tipo de acercamiento que nos aleje de nuestra misión, matar... 

Ante su actitud un tanto hostil hacia nuestros "enemigos" solo me permitió esbozar una sonrisa maliciosa, era consciente de lo que nos esperaba pero la verdad ninguno de ellos me daba miedo, le temía a mis sentimientos no a quién se atreviera a matarme. - Observa como entrenan, simulan... Todo tan típico. ¿Verdad? Ya tienes pensado que armas utilizarás en la arena o iremos a lo que esté a nuestro alcance. Ahora podríamos entrenar con el arma que mas bronca le tengamos. -expreso en un tono netamente irónico, estaba claro que los dos éramos expertos de todas esas armas.