Partida Rol por web

La mirada inquisitiva de Tukk se paseaba por toda la plaza. Pudo notar que la mayoría de los que allí se congregan tienen aspecto enfermo y demacrado, pero poco más. No hay señal de Bertoldo en los alrededores. 

-​​​​​​No aceptaré un no por respuesta- respondió el leñador a Hortensia -​​​​​​-Mi prima es la encargada de la posada del pueblo, hablaré con ella para que les acoja está noche. De todas formas no pasan muchos comerciantes últimamente desde que se esparció el rumor de la peste- 

Antes mencionaste algo de una vidriera. ¿Dices que está en la montaña? ¿Quién la puso ahí?

-​​​​​​-Asi es... En el pico más alto de esa montaña- Señaló la evidente ubicación, luego resopló y negó con la cabeza - No sabemos quién la puso ahí, la vidriera está ahí hace siglos. En lo más alto de unas ruinas que ascienden por la pared de la montaña. Poco más se sobre eso, sólo que los que se han aventurado a explorar esas ruinas jamás han regresado- Escupió al suelo cuando un escalofrío le recorrió el espinazo.

Abraham amigo mío, ¿Qué hacías en ese bosque tan solitario? Tu no pudiste verlo pero una enorme bestia con aspecto canino, nos ataco menos mal que estaba allí mis grandes y valientes amigos Hortensia y Tukk.

-¿Bestia canina?... Un lobo quizás, es raro que se acerquen al pueblo. No sé cómo me alejé tanto, estás malditas pesadillas- se golpea la cabeza en un inútil intento por recuperar la lucidez -​​​​​--Cada vez son más reales. Una peste desconocida azota el pueblo. Ni siquiera nuestra comadrona sabe de qué se trata. Por alguna razón la única forma de calmar un poco el malestar es recibiendo la luz en esta plaza-

Mientras la charla transcurría un copo de nieve aterrizó en la nariz de Talan, quien instintivamente miró hacia arriba. Esta noche nevará.

Talan miraba al cielo, mojarse no le hacía mucha gracia pero aquella noche al menos no tendrían que dormir al raso. Volvió a mirar a su nuevo amigo y antes de que Hortensia dijera nada se adelanto diciendo.

— No te ofendas amigo, es lo último que nos gustaría. Aceptaremos esa cena encantados. 

En ese momento miro a Hortensia con una amplia sonrisa de victoria. Para volver a mirar al leñador y preguntarle.

— Pesadillas dices, que tipo de pesadillas. ¿Que ves en esos sueños? Quizá nosotros podamos ayudarte.

—¿Ha dicho una peste? —Tukk miró a sus compañeros enarcando una de sus pobladas cejas justo antes de fruncir el ceño— busquemos a Bertoldo y salgamos de aquí, si es que no estamos ya emponzoñados. Encontrar a ese mediano escurridizo ya está siendo suficientemente complicado no os inventéis problemas nuevos.

El enano señaló a Hortensia con el dedo índice varias veces a modo de advertencia. Pero enseguida masculló algunas maldiciones en enano consciente de que Hortensia no le iba a hacer ni caso. Tukk rasgó una tira de su capa de viaje para usarla a modo de pañuelo improvisado que le tapara su bulbosa nariz. Se fajó los pulgares en cinto con la intención de, en adelante, no tocar nada que no fuera absolutamente necesario. De esa guisa siguió al grupo hasta la posada de la prima de Abraham el leñador.

Un cartel de madera colgaba patéticamente sobre la puerta de entrada. Un cuenco con algo verde y unas letras descoloridas que rezaban "Caldoespeso" eran la frágil promesa de una cena caliente, un jergón y con suerte un baño con balde caliente en este alejado confín del Reino del Norte.

La posada llamada "Caldoespeso" puede divisarse desde la plaza del brillo. Es uno de los edificios más grandes que rodean la plaza central de Pasombrío. 

Si los rumores de Bertoldo son ciertos, tuvo que pasar obligatoriamente por Pasombrío para después partir hacia las montañas. Quizás en la posada sepan algo sobre él, ¿No es así?

Una vidriera en lo alto de la montaña, ubicada en unas misteriosas y aparentemente peligrosas ruinas...

Claramente esta "peste" apesta a ritual arcano. Alguien está jugando con el espacio-tiempo y...Espera ¿Acaba de decir que tomar la luz reflejada por el espejo le alivia el malestar? Creo que tenemos qu ver ese espejo. Debo decírselo a los demás, pero no ahora, mejor con el estómago lleno y una copa de vino ¡Por favor! ¡Qué haya vino! en la mano.

—Tranquilo, Tukk. No hay mejor lugar para preguntar por un mediano que una taberna —comentó Hortensia—. Además, nos vendrá bien tomarnos un respiro mientras recogemos información.

La paladina echó un vistazo a la plaza. En el centro había un pozo, cuya superficie de granito lucía un colorido traje de musgo y liquen. Algunos vecinos, aunque todavía recelosos, habían salido para tomar los rayos proyectados por la vidriera. 

—Y preferiría hacer las preguntas con un techo sobre mi cabeza, la verdad —insistió algo nerviosa.

Poco a poco la plaza empezó a quedar sumergida en la penumbra, el sol ya estaba por ocultarse y la vidriera no tenía luz que reflejar. Los pueblerinos empezaron a abandonar la plaza entre murmullos y miradas suspicaces hacia los recién llegados. 

-No les prestéis atención... Vamos, acompañadme- El leñador los guió hasta la posada conocida como "Caldoespeso" mientras respondía las incógnitas de Talan. -Son pesadillas extrañas, formas que cambian y me marean...- Sacudió la cabeza. -Pero ahora me siento mucho mejor gracias a ustedes, ¡Ya verán, la sopa que hace la buena de Dadan es la mejor!- Dijo algo más animado, sin embargo en su mirada aún podían percibirse destellos de angustia. Miró a Tukk por un segundo y rehuyó a su mirada de inmediato. Al llegar a la puerta tocó un par de veces con sus callosos nudillos. 

-¡Marchaos... Ya os dije que no hay servicio!- Gritó una voz al otro lado de la puerta.

-Soy yo Dadan, Abraham... Abrid la puerta- La puerta se lamentó mientras se abría lentamente, unos ojos se asomaron por la rendija de la puerta entreabierta.

-¿Quienes son ellos? ¿a que los has traído? ¡Por todos los Dioses! - Abraham le explicó durante unos segundos el cómo lo habían ayudado cuando colapsó por la fiebre y que en compensación había ofrecido un lugar en el que pasar la noche. Aquellos ojos seguían escrutándolos con desconfianza antes de decidirse a abrir la puerta. 

-Perdonad, pero desde que ayer murió el viejo Rufus por la peste, tengo que cuidarme de quien entra aquí- Una mujer robusta les da la extraña bienvenida. -Esta noche habrá nevada, es mejor que pasen la noche aquí... No es común encontrar gente que quiera ayudar- Dijo algo más calmada -Acomodad alguna de las mesas y siéntense a placer, iré a preparar algo de sopa para calentar esos cuerpos- 

La posada estaba vacía, excepto por un niño que con curiosidad observaba a los extraños desde las escaleras. Los bancos y sillas reposaban sobre las mesas, así que había que hacer un lugar para sentarse. Abraham los acompañó mientras Dadan de un grito ordenó al niño que regresara a su habitación para luego desaparecer tras una puerta cubierta por una cortina que daba a lo que deberían ser las cocinas. 

Talan pide algo de beber a la posadera.

— Un te con unas gotas de limón si es posible. ¿Has visto pasar por aquí un mediano como así? — dice señalando con su mano justo donde empieza su barriga. — Con ropajes llamativos de colores y con el pelo rojo. Suele ser agradable y habla con voz melosa aunque es un ser traicionero. Seguramente viajaba bastante cargado.

Mientras Abraham les acompaña y Dadan da viajes a la cocina hace algunas preguntas para obtener algo de información. El aroma que proviene de la cocina es agradable y su estomago se empieza a revolver.

— Estoy deseando probar esas sopa Dadan. Abraham habla maravillas de ella.   

Cebolla, conejo, tomillo… a Hortensia se le hizo la boca agua. Por unos instantes se permitió a sí misma olvidar todo lo relacionado con enfermedades, aberraciones cuadrúpedas o ladrones de poca monta.

Por desgracia, al sentarse, el dolor de las quemaduras en su pierna la devolvió a la realidad.

—Yo tomaré lo mismo, pero con leche en lugar de limón, si no es molestia—pidió—. Talan, Tukk, luego debería echarle un vistazo a vuestras heridas. 

Tukk se deshizo de su improvisado pañuelo y se puso cómodo junto al fuego mientras estiró las manos callosas hacia el calor reconfortante de las llamas. Este parecía un santuario en el que poder relajarse. Le había caído bien Dadan, le recordaba a su difunta abuela, severa pero justa.

—Uno de esos cuencos de sopa para mí, por favor, señora —pidió educadamente a la mujerona cuando pasó cerca en uno de sus paseos entre la cocina y el salón.

Cuando Talan preguntó por el mediano, se acercó al grupo.

—Traicionero como una serpiente, ya lo has dicho bien, Talan —asintió al bardo— pero no debe nadar lejos, dudo que ese pequeño bastardo haya tenido los arrestos de tratar de cruzar el paso él solo. Además, no hay mucho más al norte de la Lunambrienta salvo un frío atroz.

Dadan sirvió los caldos en cuencos de madera humeantes. Un delicioso aroma sopa de verduras y carne de liebre llego a sus narices. El aspecto verde y demasiado pastoso del mejunje hizo que todos se miraran inquietos un momento. Sin embargo, superado el impacto visual inicial, resultó ser una sopa deliciosa, capaz de levantar a un muerto y ponerlo a correr por cimas y cañadas tras su rebaño de sus ovejas montañunas. Con el estomago lleno y los pies calientes, pronto todos estuvieron de mejor humor. Tukk rebañaba el cuenco con un contundente trozo de pan de hogaza mientras movía el bigote.

—Entonces, señora Dadan, ¿qué es todo ese asunto de la peste? ¿Cómo se contagia? ¿Cual fue el primer caso? Apuesto a que el mediano que buscamos tiene algo que ver en eso también. A saber a quien más haya enfurecido. Ese ladrón no respeta a nadie.

-Yo también deseo probar su exquisita sopa. Estoy convencido que será toda una delicatessen. Pero a mi nada de té, por favor, agradecería mucho más una copa de vino si usted es tan amable frähulein.

Mientras espero la sopa empezaba a reflexionar acerca de como abordar a la mujer cuando mi amigo enano se me adelanta.

El calor del hogar y el delicioso aroma a conejo especiado inundan la estancia estimulando los sentidos y confortando los cansados cuerpos de los aventureros que agradecían el tener un lugar donde descargar su mochila y descansar en condiciones. Por un instante olvidaron el motivo que los había llevado a ese lugar, era hora de relajarse. Talan recordaba melodías que creía olvidadas e innumerables anécdotas que años atrás había dejado de relatar, Hortensia se transportó por un momento a la comarca y lo feliz que era junto a su amado Bolgo en los banquetes que se ofrecían entre vecinos celebrando el día de la Recolecta, Tukk se llevó la mano a la cabeza cuando con nostalgia recordó uno de esos coscorrones que le propinaba su abuela al hacer una de sus travesuras para después recompensarlo con su famoso guiso de cerdo montañez, casi podía saborearlo; y finalmente Snorri por un momento creyó olfatear el olor a pan recién horneado que hacía la maestra de gastronomía en la escuela de magia, su primer amor platónico. Todas estas sensaciones provocaron que una sonrisa aflorara en sus rostros justo en el instante en que Dadan servía los generosos cuencos de sopa acompañados de sus respectivos trozos de pan de hogaza. Detrás llegó Abraham quien llevaba las bebidas de cada uno para luego despedirse, no sin antes agradecerles de nuevo por su ayuda.

Una vez Abraham se marchó, Dadan quedó de pie frente a la mesa con los brazos en jarra, se le veía sonriente, disfrutaba cuando nuevos comensales llegaban a probar su legendario platillo.

“Talan Dice: ¿Has visto pasar por aquí un mediano como así? — dice señalando con su mano justo donde empieza su barriga. — Con ropajes llamativos de colores y con el pelo rojo. Suele ser agradable y habla con voz melosa aunque es un ser traicionero. Seguramente viajaba bastante cargado”

“Tukk Dice: —Traicionero como una serpiente, ya lo has dicho bien, Talan —asintió al bardo— pero no debe andar lejos, dudo que ese pequeño bastardo haya tenido los arrestos de tratar de cruzar el paso él solo. Además, no hay mucho más al norte de la Lunambrienta salvo un frío atroz”

Se quedó pensativa por unos segundos antes de responder —Si… recuerdo a un mediano que pasó por aquí hace unos días, ni siquiera se detuvo a comer. Es difícil olvidar ese pelo rojo y esa prominente joroba en su espalda—

¿Joroba? Recuerdan muy bien al bribón de Bertoldo como para estar seguros de que no tenía joroba, ¿Será el mismo?

—Se fue en dirección al paso, es todo lo que sé— Respondió mientras se retiraba a las cocinas —Ahora disfruten su comida, ya habrá tiempo de hablar cuando se sientan satisfechos—

Cuando Dadan cruzó la cortina que daba a las cocinas todos regresaron su atención al plato y se dedicaron a disfrutar la comida. ¡Deliciosa! Hace mucho que no probaban comida caliente y menos una con tan buen sabor. Durante unos minutos sólo se escuchaba el sonido de platos, cubiertos, mordiscos y sorbidos hasta que todos estuvieron satisfechos. En ese instante regresó Dadan para recoger la mesa y resolver las preguntas que tuviesen.

“Tukk Dice: —Entonces, señora Dadan, ¿qué es todo ese asunto de la peste? ¿Cómo se contagia? ¿Cual fue el primer caso? Apuesto a que el mediano que buscamos tiene algo que ver en eso también. A saber a quien más haya enfurecido. Ese ladrón no respeta a nadie”

—La peste comenzó hace una semana, un día después de un fuerte temblor que sacudió la montaña y el poblado. En los años que tengo de vida jamás había pasado algo similar… Aún no sabemos como se contagia, pero todos los que la tienen siempre dicen lo mismo. Pesadillas, unas extrañas pesadillas les invaden en las noches y cuando despiertan están febriles y con escalofríos— Hace unos extrañes gestos sobre su frente mirando al cielo —¡Que Ildavir nos proteja! Aunque poco han podido hacer los de la capilla salvo paliar un poco los síntomas— Al preguntar por el primer contagiado un expresión de pesar se vislumbra en su rostro —El viejo Rufus fue el primero con los síntomas, era muy querido en el poblado. Pero ayer su maltrecho cuerpo no aguató más— Negaba con la cabeza mirando al suelo ahora con los brazos cruzados, cuando Tukk dejó entrever que el mediano que buscaban podía estar relacionado de algún modo, colocó las palmas sobre la mesa observándolos con una mezcla de curiosidad y esperanza —¿En serio lo creen? Si es así puede que tengamos esperanza de saber como podemos combatir esta maldita peste, espero que lo encuentren pronto—

Mientras degustaba aquel fantástico guiso con el que les había obsequiado Dadan, pensaba sobre el mediano. Añoraba su Laúd. Sin el sentía como si le faltará una parte de su cuerpo y tenía que remediar aquello. Les había engañado y robado, sin duda con artes extrañas. Porque no había podido también modificar su aspecto, todo era de esperar de aquel bribón.

— Hasta el momento es la mejor pista que tenemos. Porque dejar pasar una pista, dirijámonos hacia el paso. Ese pelo flamígero es inconfundible en cualquier lugar. ¿Qué os parece?

Cuando Dadan regreso para recoger los platos, el Talan se ofreció a ayudar a la alegre tabernera.

— Déjeme que la ayude, un plato delicioso. Haremos lo que podamos para ayudar. Además si ese rufián ha tenido algo que ver, descuide le encontraremos y nos la pagará.

Se levanto y empezó a coger los platos de sus compañeros, para acompañar a su anfitriona hasta la cocina. 

Ildavir… no le extrañaba que un pueblo tan cercano a las montañas rindiese culto a un dios de la forja y la artesanía. Había quienes decían que competía con Kontra en cuanto a la belleza de sus creaciones. Aunque la mayoría de sus seguidores eran humanos y orfebres elfos, también había algunos enanos de las colinas que le rezaban*. La paladina recordó cómo el propio Bolgo tenía un broche dedicado a Ildavir, de cuando había aprendido el oficio en la ciudad.

— Hasta el momento es la mejor pista que tenemos. Porque dejar pasar una pista, dirijámonos hacia el paso. Ese pelo flamígero es inconfundible en cualquier lugar. ¿Qué os parece?

Hortensia asintió a la propuesta de Talan y siguió tirando del hilo. Por supuesto, mientras continuaba con las preguntas, también ayudó con los platos y las jarras.

—¡La sopa estaba deliciosa! —exclamó, tratando de allanar el camino antes de empezar con el interrogatorio—. Disculpe que la atosiguemos a preguntas, señora, pero, ¿ha dicho usted que vio al mediano pelirrojo antes o después del temblor de piedra. No es que le creamos capaz de una atrocidad de semejante magnitud, pero siempre puede haber enfurecido a quién no debía. No era un mediano temeroso de los dioses precisamente.

Tukk miró de reojo a Hortensia a ver como encajaba las novedades. Ir tras el mediano era nuestra prioridad, debíamos acortar distancias y si este pueblo nos retrasaba podríamos perderlo. ¿A dónde se dirigiría ese pequeño bastardo? No había nada más allá de montañas. ¿O quizá sí?

—Bueno, pues yo también creo que deberíamos largarnos pronto. En cualquier caso nadie va a ir a ningún sitio hasta mañana —se recostó en su silla, recuperó una vieja pipa de roble de un bolsillo y la cargó concienzudamente mientras hablaba—. Señora Dadan, respecto a Rufus, ¿alguna idea de qué estaba haciendo cuando la montaña tembló hace una semana?

La comida ha sido deliciosa y la compañía inmejorable. Saciado, noto como las preocupaciones se van difuminando mientras me voy adormilando poco a poco.... Sacudo de lado a lado la cabeza, no puedo dormirme aun. Mis amigos están acribillando a preguntas a la posadera y han dicho cosas bastante inteligentes.

Si lo que dice la posadera es cierto, pocas ganas tengo de dormir aquí, pero por otro lado, sin ese mal trago ¿Cómo saber a que se refieren con precisión?

-Tukk tiene razón. Con escalofríos o sin ellos hemos de dormir. Pero no me gusta como suena todo esto de las ruinas, los temblores y el espejo... Tengo mucho en lo que pensar esta noche.

Un puñado de viajeros y comerciantes entraron en la posada a lo largo de la noche. No obstante, la velada fue más bien fría y silenciosa. Talan pudo imaginar la sala llena, el bullicio de los clientes y el alegre rasgueo de un bardo con su laúd, el entrechocar de las jarras, el delicioso aroma del estofado…

Ahora, sin embargo, solo se escuchaban gemidos y carraspeos. Algunos parroquianos se inclinaban sobre la barra, murmurando incoherencias de un modo similar a Abraham en el bosque.

La yuxtaposición de los planos, ¡pues claro! Todo es por culpa de los pliegos y las brechas en un espacio no euclidiano. Pueden entrar por los ángulos, por las esquinas, por las intersecciones. 

Abraham, que se encontraba visiblemente mejor tras su baño de luz en la Plaza del Brillo, se despidió de ellos deseándoles suerte en su búsqueda del tal Bertoldo.

Cuando subieron a sus habitaciones, Hortensia insistió en atender sus heridas*. Llevaba encima una buena remesa de vendajes y ungüentos "por si las moscas". Confiaba plenamente en la bendición de La Dama, pero ella misma decía que prefería no abusar de sus milagros. "Todo paladín debe saber sacarse las castañas del fuego".

Todos ellos tardaron en dormirse. Sentían que su hogar estaba demasiado lejos, y el penetrante silencio no ayudaba demasiado. Las habitaciones eran muy sencillas. Consistían en un camastro, un lastimero y crujiente suelo de madera, una tina con agua y un espejo.

Un espejo que tuvo la descortesía de colarse en los sueños de cada uno de ellos**. Tras las tormentosas visiones que acompañaban a sus reflejos, todos sintieron cómo el espacio comenzaba a plegarse sobre si mismo. Los ángulos se retorcían y desdoblaban de forma incoherente, revelando breves atisbos de amplias dimensiones geométricamente perfectas. Comprendieron la simetría y los patrones. Entendieron cómo los planos se entrelazaban, danzando como orbes. El propio tiempo parecía un fluido o una bruma que se filtraba entre las brechas.

Se sintieron insignificantes.

Y el frío les despertó a todos. Tal y como había anunciado Dadan, la dueña del "Caldoespeso", la noche anterior había cubierto Pasombrío de una espesa capa de nieve; tal y como pudieron comprobar por la ventana de sus respectivas habitaciones. Todos notaban la cabeza ardiendo, como si alguien se la hubiese golpeado con un mazo. Estaban cansados y deseosos de un buen desayuno, pero todavía recordaban atisbos de sus inquietantes pesadillas geométricas***.

Mientras bajaban por las escaleras, escucharon un golpe seco en el piso de abajo. Dadan y Hortensia estaba junto a la barra, atendiendo a un parroquiano que había caído redondo de su taburete. También se había acercado un mediano algo estrafalario y con aspecto de viajero, que alzó la vista con curiosidad en cuanto Snorri, Tukk y Talan llegaban al último escalón.

Franerick había llegado el día anterior, luego de un viaje extenuante. Hasta Pirata se había empacado y no había querido avanzar justo antes de llegar a Pasombrío. Sólo una buena promesa de carne pudo con el terco mastín.

La noche no fue tan reparadora como hubiera esperado. Pesadillas extrañas, sensaciones incómodas y preguntas aún más insondables habían acudido a la simple mente del cazarrecompensas. Lo que sí había agradecido que su pierna no le dolía, que con tanta humedad tenía miedo de que fuera así. Al menos, no llovería.

Y cuando pensaba que iba a disfrutar de un desayuno en mayor tranquilidad, con Bigotes ansioso por su parte y Pirata expectante a su manera, un parroquiano cae como saco de papas sobre el suelo. Una mediana de buen mirar y la posadera rápidamente se acercan a éste, por lo que Montero se acercó también, luego de hacerle una sonido significativo a Pirata para que se quedara donde estaba. No parecía haber tenido otra idea, pero nunca estaba de más prevenir.

-¿Necesitan ayuda?- preguntó, sin saber mucho que hacer, más que mirar a la mediana con ojos embelesados y una pequeña sonrisa.

Además, Dadan le había mencionado que había un grupo de aventureros que habían preguntado también por un mediano que, a pesar de que no se correspondía con la descripción que conocía Fran, sí era indiscutible que era el artero de Bertoldo Virutas. Cuando aparecieron el resto del grupo, los miró con curiosidad: ¿interrumpirían su tímido intento de cortejo o lo dejarían estar?

Si se hubiera visto en un espejo, o en un estanque quieto, hubiera visto que con su cara demacrada por el poco descanso, más el ya de por sí descuidado vestir que tenía, poco atractivo era para una mediana... o para cualquiera. De todas formas, y aún viendo eso, no hubiera evitado su intento, ya que como bien dijo siempre su hermano: "No hay nadie que se pueda resistir a una linda sonrisa". Y la sonrisa era algo que los asemejaba a los hermanos Cienleguas, aunque con resultados muy disímiles.