Partida Rol por web

Cualquier estudiante de las artes arcanas que se respete conoce los grandes riesgos que puede acarrear el meterse con caóticas y desconocidas fuentes de energía arcana. Cualquier estudiante con dos dedos de frente antepondría su propia seguridad antes de arriesgar el pellejo. Pero no Snorri, Snorri no era cualquiera. 

Haciendo caso omiso a sus presentimientos decidió seguir hurgando en terreno desconocido a cambio de conocimiento. Tenía que saber que era esa extraña energía que percibía.

El brillo de sus ojos se intensificó a la vez que podía verlo con más claridad. No solo su vista, todos sus sentidos empezaron a distinguir diferentes sensaciones. Aquello no era de este mundo, provenía de un plano completamente inexplorado para él. Entonces sucedió, la realidad en la que estaban empezó a distorsionarse. El cielo parecía quebrarse como frágiles cristales, el suelo se deformaba en formas imposibles desafiando todas las leyes de la física conocidas hasta ahora y Abraham empezó a difuminarse como si de el humo de una pipa se tratase. En este momento no solo era Snorri, todos los compañeros podían ver lo que pasaba.

Talan sintió como Abraham se desvaneció entre sus dedos, Tukk percibió un fuerte olor que le recordaba al almizcle y Hortensia escuchaba a su alrededor el inquietante sonido del crepitar del fuego provocado por incontables de hogueras. Pronto todas aquellas sensaciones se conjugaron en una que invadió sus cuerpos con escalofríos. Instintivamente echaron mano de sus armas desorientados ante la inminente amenaza. Una bruma que emanaba una luz mortecina empezó a materializarse en la base del ahora deformado árbol donde estaban talladas las figuras geométricas, revelando una criatura horrenda con aspecto canino similar al de un gran depredador escuálido con amorfos apéndices que brotaban de su lomo, un enorme galgo enfermizo con una larga y hueca lengua que se movía amenazante desde unas monstruosas fauces que excretaban un asqueroso pus de color azul.

Un rugido ensordecedor precedió al antinatural movimiento de aquella bestia que se perfilaba hacia el joven mago. Ya había escogido su presa.

Tukk no podía creer lo que estaba viendo. Se hubiera frotado los ojos si no fuera por que sus manos de guerrero habían reaccionado instintivamente antes que su cerebro y ya estaban ocupadas. Aferró el pico de combate e interpuso el escudo romboide de Kath Burz entre esa cosa y Snorri. Fuera lo que fuera aquella cosa de pesadilla si el mago caía sería sobre su frío cadáver. Los Sonrenson pagan sus deudas.

—¿Qué diablos has traído, chico? — susurró a Snorri y llamó la atención del monstruo adoptando una postura defensiva delante del mago.

En el último paso para afianzar sus pies una maldita raíz húmeda le salió al paso y tropezó sin remedio. La interminable caminata había sido demasiado para las pobres piernas de Tukk que no pudieron reaccionar a tiempo. El enano dio con sus huesos en el barro aparatosamente salpicando a Snorri de agua y fango.

Mientras el leñador se desvanecía entre sus manos literalmente tuvo que mirar dos veces sin entender bien lo que pasaba. Entonces miro hacia snorri y vio aquella bestia.

— ¿Qué has echo Snorri? ¿Donde has mandado a nuestro amigo Abraham? Nos iba a dar de cenar.

En ese momento saco su arco y apuntando a aquella bestia disparo una flecha.

Hortensia se interpuso entre la criatura y Snorri. Se sentía bastante confusa, pero decidió obedecer a su instinto y a sus votos: defender a los débiles —y era evidente que aquella cosa iba a por el mago—.

Apenas sabía nada de los extraños conocimientos del mago, pero lo conocía lo suficiente como para saber que aquella criatura no era obra suya. Sus "accidentes" solían estar más relacionados con el alcohol o las explosiones (habitualmente al mismo tiempo).

La paladina de Iuno, alabarda en ristre, se convirtió ella sola en un muro impasible.

—Defenderé a los débiles. ¡Ni un alma inocente más caerá ante mis ojos si puedo evitarlo!

El cúmulo de sucesos que acontecieron, nada más la criatura insinuó sus agresivas intenciones en contra del mago, provocaron que cambien las tornas en un parpadeo.

Tukk y Hortensia, aún confundidos por lo que pasaba a su alrededor, se interpusieron en la trayectoria de aquella bestia que frenó arisca ante los intrusos que se atrevían a interferir en su cacería, el enano intentó afianzar sus pies para recibir el embate con su escudo, pero sus piernas se enredaron con quien sabe que y terminó de bruces en el suelo dejando escapar el escudo en el proceso, el cual se deslizó justo bajo la criatura. El monstruoso can aprovechó el tropiezo del desafortunado Enano para desgarrar sus carnes con sus múltiples hileras de colmillos, pero Hortensia interpuso su alabarda en el momento justo en que Tukk olfateaba el nauseabundo hedor de sus fauces, desviando la dirección con lo justo y  recibiendo el ataque con su cuerpo, poniéndose ella misma en riesgo con tal de defender a sus amigos. Unas cuantas gotas de pus salpicaron a Tukk en una pierna, pero el enano ya afirmaba con firmeza su pico aprovechando el descuidado flanco de la criatura.

Snorri permanecía algo desorientado mientras deshacía su conjuro, pero fue el único que pudo presenciar como Talan se desvanecía justo cuando disparaba una flecha para volver a aparecer en un parpadeo frente a la criatura, recibiendo su propio ataque. ¿Se acababa de teleportar?

Disparo con mi arco a la bestia que acaba de aparecer, cuando de repente me veo ensartado en mi propia flecha. Miro a mi alrededor perplejo y grito.

— ¿Que has hecho Snorri? No has visto que estaba disparando.

Cuando soy consciente de que me hallo frente a la criatura. En este momento veo como Tukk y Hortensia tienen a mano al monstruo y decido intentar entretenerla para que puedan atacarla sin que ella se de cuenta.

— Perrito, perrito. — Mientras hago pitos con las manos y le hago pedorretas a tal bicho. — Miro lo que tengo a qui para ti, ven bonito.

Por supuesto no dejo de dar saltitos y algún paso para atrás. Aunque pretenda captar toda su atención no quiero, al menos de momento probar sus colmillos.

Tukk se recuperó apresuradamente de su traspiés con cara de pocos amigos, resollando por la nariz. Con el orgullo herido apenas se hizo eco de la quemadura por ácido. Sujetó su pico con la dos manos y aprovechó la ventaja que le ofrecía la paladín. El pico de batalla de aspecto antiguo describió un amplio arco sobre la cabeza del guerrero mientras los músculos de su espalda se tensaban bajo la vieja armadura de escamas. 

Hortensia gruñó, dolorida. Los dientes de la criatura perforaron su carne. El hediondo aliento del perro le inundó las fosas nasales, forzándola a reprimir una arcada. Había logrado mantener a aquella cosa a raya y no abandonaría su puesto.

Aprovechó que Talan trataba de distraer a la criatura para arremeter con su alabarda.

—¡Regresa al infierno del que has salido!

Parpadeo, perplejo. ¿Qué diantres ha pasado?

Al ver al terrorífico ser cara a cara solo puedo quedarme quieto y, cuando pienso en reaccionar dos moles acorazadas se interponen entre la criatura y yo.

Todavía aturdido y sin comprender realmente lo que ha pasado comprendo que ese ser no ha venido a tomar el té con nosotros.

Poniendo algo de distancia entre el mastín del infierno y yo le apunto con un dedo a la vez que escupo varias palabras de poder.

Con satisfacción noto como la magia se arremolina dentro de mi con fuerza y sale en dirección al perro ¿Será bastante para ayudar a mis amigos?

Los gráciles movimientos de Talan, cual director de orquesta, marcaban los compases de aquella frenética sinfonía de acero ejecutada magistralmente por la Paladín de Iuno y el bravo Guerrero de Kahz Burtz, quienes con infalibles embates hicieron retroceder al deforme can que no pudo evitar emitir un siniestro chillido de dolor. El magnífico acto no estaría completo sin la actuación del joven mago, quien en crescendo pronunciaría las místicas palabras que terminaron por conjurar los misiles arcanos que volaron armoniosos sobre la criatura dando por finalizado el espectáculo cuando está se desplomó entre dolorosos alaridos.

Los Cuatro del Norte observaron entonces como aquella criatura ahondó en sus miradas con rabia, para entonces desaparecer de la misma forma en la que llegó, en medio de una tenebrosa bruma. Por algún motivo los aventureros tuvieron la sensación de que aquella no sería la última vez que la verían. 

No hubo tiempo para celebrar la aparente victoria cuando la distorsionada realidad en la que estaban ahora empezó a agitarse a su alrededor. El grupo observaba consternado como si estuvieran en medio del ojo de un huracán, imágenes de distintas realidades y épocas pasaban a una velocidad pasmosa frente a sus ojos, asombrándose al reconocer algunas de esas escenas. Entonces una fuerte luz los encegeció por unos segundos, cuando abrieron los ojos nuevamente estaban a un lado del camino, con Abraham sentado en el suelo.

El hombre parecía confundido manteniendo la mirada intermitente de un aventurero a otro.

-¿Abraham?... Si, si, ese es mi nombre, Abraham- No sonaba muy convencido, los dedos de sus manos no paraban de hacer trazos en la tierra, parecían movimientos involuntarios. Entonces miró al cielo y su rostro dibujó una mueca de espanto.

-¡Pronto anochecerá!- se levantó tambaleante -​​​​​​-Debo llegar a la plaza- 

Un momento. ¿Ya no habían pasado por eso antes?

Todo pasa muy deprisa. Cuando me quiero dar cuenta estoy de nuevo justo donde empezamos, como si no hubiese pasado nada.

¡¿Cómo podía ser?!  Además estaban todas esas imágenes. Recuerdo ese día de lluvia. Talan, Tukk y Hortensia calados hasta los huesos, tiritando y yo tan pancho con mi capa. Sequito y calentito, si señor, así deberían ser los viajes. ¿Por qué me miran con esa aversión?

En cualquier caso me inquieta lo que ha pasado y mis compañeros merecen respuesta.

Carraspeo y entonces miro a mis ensimismados compañeros:

-Dejad que se vaya, tenemos que hablar.
 

Tras irse Abraham me pongo a hablar.

-Como sabéis de niño estudié en la prestigiosa academia de magos Zauberer Hall. Uno de mis maestros de adivinación, el señor Maximilian Wulfhart, nos contó una historia muy interesante.

Hace 200 años el mago Félix Schreiber, conocido como "El Geómetra", decidió llevar a cabo un peculiar experimento. Se llevó a varios de sus estudiantes a una isla que hay en el lago central, a 3 días a caballo de mi querida Schwarzendorf. El caso es que deseaba ver con sus propios ojos como había sido nuestro mundo en el pasado, pues había descubierto unos restos óseos que habían llamado poderosamente su atención. Protodragón llamo a aquel esqueleto enorme, con una cabeza en la que cabe un hombre, una boca llena de colmillos y unas patas delanteras muy cortas.

Valiéndose de una magia muy compleja y poco explorada deseaba llevar a cabo un dificilísimo ritual en aquella pequeña isla. Su intención era doblar el espacio-tiempo y hacer retroceder el tiempo en aquella isla varios miles de años.
La cosa no salió bien. Bestias aterradoras surgieron y devoraron a gran parte de los acólitos. Los pocos que lograron huir no acertaban a decir si su mentor había sobrevivido.

El caso es que no se volvió a vedr al Geómetra pero esto que acabamos de sufrir parece algún tipo de ritual arcano muy parecido y no se muy bien que ha desencadenado todo esto.

Antes de que digáis nada, yo no he provocado esto. O al menos eso creo. El hombre me pareció hechizado y trate de averiguarlo lanzando un hechizo sencillo que me habéis visto utilizar miles de veces y ha pasado esto...

Pero venir, fijáos en esto de aquí-digo señalando el árbol-Estas fórmulas matemáticas vienen a ser un complejo algoritmo que solo unos pocos eruditos en la historia conocen o han conocido. 

Y, bueno, el caso es que aquí se está cociendo algo gordo. Un simple campesino es imposible que conozca estos algoritmos. Creo que nos hemos encontrado con tipo que prepara un ritual muy escabroso. Creo que ese perro del infierno ha sido enviado por aquel que orquesta este ritual de espacio-tiempo. Y creo que esa aldea y sus ¿inocentes? campesinos corren mucho peligro, puesto que se está empelando una magia muy peligrosa y aquel que la esgrime no tiene demasiados escrúpulos si utiliza a esas pobres personas de esta manera.

¿Alguna duda?

Los ojos se le llenaron de lágrimas. Ahí estaba, Bolgo, con su sonrisa siempre radiante. Olía a metal y a fragua, pero también a hogar. Un sitio al que volver después de las largas rondas.

—Amor mío…

Bolgo… Su rostro se evaporó en una sucesión de imágenes. Vio sus manos callosas ofreciéndole el camafeo, su obra maestra. Un retrato de la propia Hortensia, de perfil, con su vestido favorito. Su marido había sido orfebre en una importante ciudad humana, pero se había mudado en busca de paz. Y aparte de sosiego, la había encontrado a ella.

No solo era un regalo, sino una promesa. Lo llevaría hasta el fin de sus días. Viajarían juntos, Bolgo y ella, recorriendo el mundo, y ella llevaría siempre el camafeo.

Se vio a sí misma, enjugándose las lágrimas mientras miraba el camafeo, una de tantas noches. Lo llevaba puesto cuando había la guardia. Lo había escondido entre sus ropas, durante el ataque a La Tejonera. Lo sostuvo en alto el día en que enterraron a Bolgo: el segundo día más amargo de su vida.

Y ahora ya no estaba. Se habían esfumado. Bolgo, el camafeo y la interminable sucesión de recuerdos.

—¿Q-qué, qué ha sido eso? —preguntó, con los ojos anegados de lágrimas.

Todavía algo temblorosa, se acercó a Snorri y escuchó su teoría respecto a las criaturas.

—En mi pueblo sabemos lo que son las matemáticas —contestó—, aunque nunca había visto semejantes galimatías. ¿Dices que puedes descifrarlo? Si es verdad que hay alguien experimentando con estas pobres gentes, deberíamos pararle los pies.

Sin lugar a dudas aquello tenía que ser consecuencia de la mala comida y la falta de sueño pero. No podía estar pasando aquello, Snorri no era capaz de aquello al menos voluntariamente. Algo gordo estaba pasando y a Talan no le hacía ninguna gracia. Por que precisamente tener una visión de su laúd desaparecido.

Sin lugar a dudas aquello tenía que ser consecuencia de la mala comida y la falta de sueño pero. No podía estar pasando aquello, Snorri no era capaz de aquello al menos voluntariamente. Algo gordo estaba pasando y a Talan no le hacía ninguna gracia. Por que precisamente tener una visión de su laúd desaparecido.

Aquel torbellino le había llevado a tiempos lejano.. A tiempos mas felices, había visto su decimoquinto cumpleaños. Vio como su padre le regalaba aquel laúd que tan importante se había vuelto en su vida. Nadie sabía de donde había salido aquel instrumento y su padre se encargo de arreglarlo y prepararlo para su cumpleaños. Talan siempre soñaba con ser un gran cantante y ser un famoso bardo de la corte. 

Aunque sus dotes artísticas eran buenas no sería el artista mas famoso del mundo pero aquel Laúd le había acompañado durante muchos años y le había proporcionado muchos buenos historias. Todavía pensando en su cumpleaños se vio de vuelta en aquel bosque con sus compañeros.

— ¿Que ha pasado? ¿Que has echo Smuffi?

En ese momento recordó su reciente proyecto de conseguir comida caliente a costa del leñador.

— Abraham ¿por que tanta prisa? Te ayudaremos.

Las nieblas del tiempo formaron una imagen reconocible para Tukk. Su abuelo, Kiri "El Vigor" Sorenson, aventurero de renombre, pero mucho más joven y enjuto de como lo recordaba. Su abuelo tenía fama de ser fortísimo y era grande como un oso cuando murió. Hablaba con gesto grave con otro enano de aspecto regio. ¡Increíble! Los guanteletes de oro en forma de dragones y la corona no dejaban lugar par la duda, era el legendario Thane Riek Matadragones y en sus manos sostenía el anillo de oro y rubí de la familia. ¿Pero por qué lo tenía él? No podía oírles pero hablaban como si se conocieran. El Thane tenia una mano en el hombro de su abuelo, como viejos amigos que comparten algún secreto cómplice. Entonces Riek Matadragones le dio el anillo a su abuelo sin aceptar sus negativas.
La imagen cambió en un crisol de colores, como si alguien hubiera roto un espejo multicolor. Kiri velaba la tumba de Thane Riek Matadragones en la festividad de Los Difuntos, en Tumba del Cielo. Su gesto era triste. Su aspecto aunque más mayor era mucho más atlético. Cinco pequeños cachorros de enano con martillos y picos de latón jugaban entre sus piernas mientras su abuela Thura trataba de controlarlos con una mano y limpiar la lápida con la otra. ¿Eran sus tíos? Sí, sí que lo eran. El abuelo Kiri miró el anillo de oro y rubí en su dedo y suspiró. Entonces una mirada de orgullo se encendió en sus ojos, o quizá era determinación.
Las nieblas del tiempo volvieron a cambiar y las imágenes se deshicieron en vaporosos jirones de colores. Estaba de nuevo en el camino junto a sus compañeros.

—¿Qué ha sido eso? —incómodo con la idea de haber mostrado parte de su pasado que ni siquiera él conocía, pero de cuya veracidad no podía negar sin saber a ciencia cierta por qué.

Escuchó las palabras de Snorri apartado unos pasos mientras recomponía su escudo de dignidad y su aspecto hosco.

—Así que no has sido tú, ¿mmm? Claro —dijo con suspicacia hacia Snorri— en cualquier caso necesitamos descansar y Hortensia y Talan están heridos. Con un poco de suerte esa sabandija disfrazado de mediano tiene algo que ver con todo esto.

El enano se subió el cinturón y recuperó su escudo con la mirada puesta en el Pasombrío. Tomo aire y abrió la marcha.

Abraham se alejaba tambaleante en dirección al poblado mientras los compañeros intentaban organizar sus ideas intentando explicar el antinatural evento que acababan de experimentar. 

Una vez Snorri terminó de explicarse parecía que todos en el grupo llegaban a una decisión unánime. Había que desentrañar el misterio que se cernía sobre Pasombrío. El joven mago por su insaciable sed de conocimiento, la Paladin por sus férreas convicciones en pro de los desvalidos, el tozudo enano por la sospecha de que Bertoldo estaba involucrado y finalmente Talan, el elfo no dejaría atrás a sus compañeros.

Por lo pronto el inquieto bardo no abandonaba su proyecto de una comida gratis y, porque no, quizás una buena cama auspiciada por el enfermizo leñador. No fue difícil darle alcance ya que su andar parecía cansado y errático. Cuando le alcanzó aún se mantenía con la idea de llegar a la plaza haciendo poco caso a las palabras de Talan, quien durante el trayecto le comentó como le habían ayudado cuando colapsó por la fiebre.

Al encontrarse bajo la sombra de la montaña el pueblo gozaba de pocas horas de luz. Algunos faroles ya iluminaban el empedrado sendero por el que ahora caminaban guiados por Abraham quien era ayudado por Hortensia y Talan. Las miradas de los pocos aldeanos que salpicaban el poblado estaban cargadas de desasosiego, algunos se encerraban en sus casas al ver ingresar a un grupo de desconocidos, otros simplemente no tenían ánimo ni siquiera para dedicarles una mirada a los recién llegados. En definitiva algo pasaba con estás pobres gentes. Cuando levantaron la mirada hacia las montañas pudieron ver en uno de sus picos un resplandor que proyectaba un haz de luz hacia Pasombrío. 

​​​​​​

-Ya pronto llegaremos. En la plaza del brillo podremos hablar con más calma.- Por fin Abraham se vió con ánimos de hablar. Atrás habían dejado las casas de los leñadores, fáciles de reconocer por los montones de madera acumulados en el exterior, y ahora veían una gran plaza que se mantenía completamente iluminada por la luz del sol.

-La plaza se mantiene iluminada hasta última hora de la tarde por luz solar gracias a una vidriera ubicada en aquella montaña- reveló mientras tomaba asiento en uno de los bancos de la plaza, dejándose bañar de los rayos solares. Era inevitable reconocer la gran cantidad de personas que se agolpaban en la plaza, es como si la mayor parte de pueblerinos se sintieran más cómodos allí.–Dejadme tomar algo de sol antes que anochezca. ¿Como puedo agradecerles su ayuda?- 

—No se preocupe, buen hombre. No lo hicimos esperando una recompensa. Su gratitud es más que suficiente —respondió Hortensia, casi como un resorte—. Aunque siéntase invitado a tomar algo con nosotros. Probablemente necesitemos pasar la noche en la posada y disfrutar de un plato caliente.

Sin embargo, sí que deseaba algo a cambio: información. No sabía si Abraham sabría algo de todo lo que acababa de pasar, pero era mejor que nada. Quizá una jarra de cerveza le aflojaría la lengua. 

La entrada del pueblo se le antojaba fría y gris. Los edificios se juntaban, altos y estrechos, como buitres que se ciernen sobre una presa moribunda. La mirada de los parroquianos se le clavaban. Podía intuir su pesar, su congoja.

Pero lo que más escamaba a Hortensia era la luz. ¿A esas horas? ¿Por qué necesitaba Abraham disfrutar de unas horas de sol antes de acostarse?

—Antes mencionaste algo de una vidriera. ¿Dices que está en la montaña? ¿Quién la puso ahí?

Tukk miraba con gesto severo como los aldeanos cerraban puertas y ventanas al paso del grupo. La caída de la tarde aumentaba el aspecto desvencijado de Pasombrío. Cuando llegaron a la Plaza del Brillo se sorprendió de encontrar tanta gente. Escudriñó la cima de las montañas pero sólo consiguió deslumbrarse. Mientras se frotaba los ojos recordó haber visto artilugios similares en Khaz Burtz para llevar la luz a las estancias superiores. Eran obra de los gnomos de Gyntek hace siglos. Pero dudaba de que esta vez hubieran sido ellos; eran unos individuos siempre excéntricos y celosos de su aislamiento autoimpuesto, mucho más al norte, donde las nieves eran perpetuas. ¿Por qué hacer negocios con una aldea perdida en un paso hacia ninguna parte? 

El enano dedicó su atención a los lugareños. ¡Por las caderas de Kontra, esto era un moridero! Casi todos eran mayores que el leñador. Todos les miraban con una mezcla de curiosidad y temor desde sus bancos, pero Tukk no se preocupaba por eso, Hortensia y Talan se encargarían, él sólo esperaba encontrar a esa sabandija entre la multitud. ¿Dónde diablos estaba Bertoldo? Había pocas cosas más al norte de Lunambrienta más allá de un frío que mordía como una jauría de lobos. El ladrón mediano debía esconderse cerca. Casi podía olerlo.

Mientras buscaba al mediano entre la gente escuchaba las palabras de sus compañeros. 

Talan se acerca y se sienta junto a Abraham a tomar el sol, no sin antes echar una mirada inquisitiva a su compañera. Después de tanto tiempo de marcha sin un real vendría bien algo de agradecimiento. Pero bueno ya se les ocurriría algo para pagar posada y cena.

— Abraham amigo mío, ¿Qué hacías en ese bosque tan solitario? Tu no pudiste verlo pero una enorme bestia con aspecto canino, nos ataco menos mal que estaba allí mis grandes y valientes amigos Hortensia y Tukk. — Señala a sus compañeros para reafirmar sus palabras. — Ellos nos salvaron.

Talan se volvió a levantar y aclarando ligeramente su garganta entono una de los sonetos que tenía preparados para su grupo de aventureros. Aquello sin su laúd no sonaba igual pero podía valer para conseguir un trabajo rápido que les proporcionara algo de efectivo.

— Los cuatro del norte, ayudando a la gente. Le buscan su gato o le matan el pato.

Lo cierto era que el pueblo no era exactamente lo que esperaba. El pueblo es un hervidero y la vidriera de la montaña que ilumina la plaza es toda una excentricidad.

Talan y Hortensia avasallan a preguntas a Abraham, sintiendo curiosidad por su respuesta espero con expectación.