Partida Rol por web

El viaje hacia las montañas Lunambrienta no había sido demasiado placentero hasta ahora y después de seis días atravesando peligrosos pantanos y ciénagas infestadas de mosquitos los ánimos comenzaron a flaquear pese a las canciones de Talan, quién tuvo que apañárselas interpretando sus versos a capela luego de verse desprovisto del preciado instrumento que le había heredado su padre. El sol ya no podía verse luego de ocultarse tras las altas montañas que se asemejaban a imponentes murallas infranquebles y que se veían cada vez mas cerca en el horizonte, aunque todavía faltaban algunas horas para anochecer por lo que el cielo mantenía un opaco tono anaranjado y carmesí.

Los cansados pasos de los viajeros de pronto empezaron a elevar paulatinamente su ritmo al diferenciar bajo la sombra de la montaña lo que debería ser el último poblado antes de llegar al paso montañoso. La idea de dormir en una cómoda cama y de comer algo caliente (además de beber una buena jarra de cerveza para algunos) eran motivo suficiente para devolverles el ánimo, aunque en ese momento obviaran el pequeño detalle de que sus preciadas bolsas de monedas (o gemas para Tukk) también habían desaparecido. Cuando se percataron de su realidad, sus caras pasaron de felicidad a la ira en un abrir y cerrar de ojos, manteniendo el ritmo esperanzados de que en aquel poblado obtuvieran alguna pista sobre el paradero del indeseable ladronzuelo.

A medida que se acercaban lograron percibir el peculiar repiqueteo de un hacha contra la madera, no tardaron mucho en percatarse que se trataba de un leñador solitario a un lado del camino concentrado en golpear violenta y desordenadamente el tronco de un grueso árbol. Cuando estaban a un par de pasos del extraño hombre, éste se desplomó y empezó a balbucear cosas incoherentes entre convulsiones. Fue Hortensia la primera en correr para socorrer al pobre hombre, percatándose de inmediato que ardía en fiebre.  

El viaje estaba resultando largo y molesto. Me siento desnudo sin mi capa. Toda aquella humedad me hacía sentir pegajoso. ¡Y la lluvia! Maldita fuera, me había calado hasta los huesos... Cuando encontrase a ese ladronzuelo le iba a dar para el pelo. ¡Vaya que si!

A pesar del hastío no dejo de apreciar lo precioso del atardecer en las montañas con el pueblo justo en el centro. Muchos artistas de mi querida Schwarzendorf*  serían capaces de hacer cuadros bellísimos, pues este paisaje bien merece ser inmortalizado.

Y, en esa posada debe de haber buen vino siempre que puedas pagarlo. Maldiciendo por lo bajo recuerdo que mi oro también se lo llevó el maldito ladrón...

Con frustración continuo arrastrando los pies hasta que vemos como un leñador cae al suelo como si fuese víctima de una terrible maldición.

Hortensia sale corriendo a ver que pasa y yo me apresuro a seguirla por ver si puedo ayudar.

Hasta a Hortensia, una mediana acostumbrada a hacer rondas y a viajar a pie durante leguas, sintió alivio cuando vislumbraron la silueta de un pequeño pueblo al pie de la montaña. Jamás había tenido problemas con sus votos de austeridad, pero llevar varias jornadas bajo el implacable acecho de la humedad y los mosquitos ya era otro cantar. Añoraba poder disfrutar de una comida caliente y de tener un techo sobre su cabeza.

No obstante, la incómoda realidad de su bolsa vacía y el verdadero objetivo de aquel viaje la hicieron gruñir por lo bajo.

Como si La Dama la hubiese escuchado, queriendo aplacar su ira recordándole su verdadero cometido, el camino les reunió con un alma aquejada. 

La mediana corrió en su auxilio, apenas unos segundos después de que se desplomase, y comenzó a valorar los síntomas. Su rostro ardía de fiebre.

—¡Por los dioses! ¡Este hombre está muy enfermo! ¡Necesita ayuda!

Una semana de camino y ahora esta lluvia inclemente que no hacía ningún favor a sus huesos. El cabello, normalmente salvaje, se pegaba a la frente domado por la llovizna. El bigote y la barba goteaban. En enano no estaba acostumbrado a caminar tanto y las piernas le temblaban. Tenía la bulbosa nariz roja por el esfuerzo, pero no sería él quien se quejase, los Sorenson no son niñitas, los Sorenson no lloran. ¡Oh cuando encontrara a ese mediano ladrón iba a ver el color de sus tripas, vaya que sí! Por el momento, Tukk simplemente se preocupaba por poner un pie detrás del otro rumiando su malestar en silencio, ajeno a todo lo demás. El ruido del hacha contra el tocón le hizo levantar la nariz del barro del camino. Tukk entrecerró los ojos para enfocar al hombre que se desplomaba. Cuando Hortensia salió corriendo a socorrer a un completo desconocido levantó la mano en su dirección.

—¡Esperad, maldita sea! —con la mirada cargada desconfianza y la mano en el pomo de su arma miró alrededor esperando la emboscada que no llegó.

Refunfuñando se acercó al grupo el último.

Hortensia alzó la vista cuando el enano advirtió de un posible peligro. No fue hasta que Tukk se relajó, que decidió atender al leñador.

—Alejaos un poco, dejadme a mí —le pidió a sus compañeros.

Ya se había quitado los guantes para tomarle la temperatura, a riesgo de su propia salud, y aprovechó que tenía las manos desnudas para invocar el favor de Iuno.

—Dama que haces brotar las cosechas, doras el trigo con el que hacemos nuestro pan y llenas el mundo de vida y júbilo; alivia el pesar de este pobre hombre. Acógelo en tu seno y limpia su cuerpo de la ponzoña que lo inunda.

Llevaban días caminando hacia Lunambrienta. Aunque ya hacía unos días que sus caminos se habían cruzado con el desgraciado de Bertoldo, todavía echaba mano de su laúd cuando en su cabeza aparecía una tonadilla.  No pudo reprimir un exabrupto.

— Desgraciado medio metro. Cuando le pille, le voy a dar su merecido.

El Bardo estaba disgustado y cansado. Aunque estaba acostumbrado a grandes caminatas de posada en posada, no llevaba tan bien la falta de cama y comida caliente. Estaba acostumbrado a buscarse la vida, pero sin su Laud no era tan fácil.

Caminaba ensimismado en sus rimas, Sorenson, Capón, tendón, tocón, … cuando de repente sus compañeros con Hortensia a la cabeza salieron corriendo hacia el bosque. Cuando miro hacia allí vio un leñador en el suelo. Se dirigió hacía allí para ver que había pasado.

Los aventureros actuaron impulsados por la prematura reacción de la Paladin de Iuno, Snorri dispuesto a prestar ayuda, Tukk cauto y prevenido y Talan simplemente por curiosear. 

Cuando Hortensia finalmente elevó sus plegarias a La Dama, un brillo dorado apareció en sus manos transfiriendo su aura divina al doliente que se agitaba entre convulsiones, sus ojos permanecían en blanco y su boca escupía espumosa baba entre quejidos, quejidos que a veces pronunciaban palabras que carecían de todo sentido.

 -¡Asintota!..¡Hipotenusa!...¡Poliedro!... ¡La suma de todos los lados deben ser iguales a...! ¡Tres!.. ¡Ciento Ochenta grados!...- Poco a poco el temblor empezó a disminuir y sus ojos encontraron los de Hortensia. Se incorporó súbitamente apoyando las manos en el suelo mientras sacudía la cabeza en un doloroso intento de organizar sus ideas. ¿Q...quienes son ustedes?- Dijo confundido.

Snorri, que se había acercado a ayudar, no pudo evitar notar las extrañas figuras geométricas que estaban talladas en el tronco del árbol. Seguramente producto de los hachazos del extraño leñador.

Hortensia sintió algo extraño una vez había terminado de transferir el favor de su Diosa para curar al enfermo. Estaba segura de que La Dama había escuchado sus súplicas y por lo tanto la enfermedad debía estar curada, pero algo le decía que está no era enfermedad normal. Sus manos se mantuvieron temblorosas por un instante. ¿Que había sido aquello?

Cuando el leñador recupero su sentido gracias a la intervención de Hortensia les pregunto su identidad. Talan se adelanto y entonando su dulce voz dijo.

— Somos el famoso grupo de aventureros los cuatro del norte a su servicio, para todo lo que necesite.

La verdad era que apenas levaban una semana juntos pero había que vender el producto. Todavía tenían que mejorar el eslogan y por supuesto acompañado de su laúd todo sonaba mejor. De todas formas núnca se sabia donde podrían encontrar un nuevo cliente.

— ¿Y tu quien eres?

Inquieto ante la respuesta del hombre al despertar y lo que le ha hecho al pobre árbol me tomo un momento para buscar en mi memoria cualquier conjuro, ritual o similar que pueda haberle provocado esto al pobre hombre.

Aquellas palabras podían no significar nada para una mente promedio, pero no para Snorri. Su mente prodigiosa logró ensamblar aquellas palabras y darles un sentido. Se sorprendió sobremanera pues se trataban de complejos algoritmos usados por solo algunos eruditos en el mundo conocido. ¿Cómo era posible que aquel campesino tuviese tal conocimiento?

Se esforzó por comprender como podía ser eso posible y porque parecía ser una manifestación de la enfermedad que aquejaba a aquel hombre. Solo fue hasta cuándo rebuscó en las habitaciones más profundas de su mente que encontró una solución que podía tener algo de lógica. Sabía que había un número reducido de eruditos en la historia del mundo conocido que podían realizar complejos rituales arcanos que podían doblar el espacio-tiempo, estos ritos podían realizarse gracias a complicadas y avanzadas fórmulas y algoritmos matemáticos, se dice que los que recurrían a estás prácticas sufrían daños colaterales manifestados en extrañas enfermedades. El más reciente del que tienes conocimiento era un reconocido taumaturgo llamado "El Geómetra"

El hombre parecía confundido manteniendo la mirada intermitente de un aventurero a otro.

-¿Abraham?... Si, si, ese es mi nombre, Abraham- No sonaba muy convencido, los dedos de sus manos no paraban de hacer trazos en la tierra, parecían movimientos involuntarios. Entonces miró al cielo y su rostro dibujó una mueca de espanto.

-¡Pronto anochecerá!- se levantó tambaleante -​​​​​​-Debo llegar a la plaza- ​​​​​​

Hortensia miró extrañada sus mano. ¿Qué había sido aquella sensación? Hasta ahora, cuando había ayudado a sanar a los enfermos, solo había sentido la calidez de Iuno recorriendo su brazo hasta la punta de los dedos. Aquel escalofrío no era natural.

Cuando Abraham mencionó "la plaza", la mediana se giró.

—¿Te refieres al pueblo que hay al pie de la montaña? ¿Vienes de ahí? A nosotros nos coge de paso, podemos escoltarte si lo deseas.

Instintivamente se giró hacia Tukk. No para pedirle permiso. Ni siquiera para tratar de convencerle. Le dedicó una de esas miradas que decían "más te vale ser educado, Sorenson". 

—Este hombre necesita nuestra ayuda.

En cuanto el pobre hombre comenzó a desvariar con las matemáticas, algo no me cuadraba. Al levantar la mirada y observar el árbol y lo que en este había tallado algo comenzó a intranquilizarme. Y, mientras miro las extrañas figuras geométricas comienzo a rebuscar en mi memoria, pues el caso es que todo esot me suena de algo.

Tras estar un rato absorto y completamente ajeno a lo que me rodea exclamo:

-¡EUREKA! Ya me acuerdo. Ahora vamos a comprobar algo.

Dicho y hecho. Comienzo a hacer aspavientos con las manos y a recitar unas frases incomprensibles para los demás. Y, cuando por fin llego al culmen...

Tukk se metió los pulgares en el cinto y entrecerró un ojo observando a Abraham con suspicacia.

—Claro, muy educado, ¿cuándo ha sido diferente, mmm? —siseó cínicamente— este hombre está loco o algo peor y tenemos que encontrar Bertoldo. Le llevamos al pueblo, pero nada más. Nos va a retasar, ya tengo bastante con cuidar de este —señaló a Snorri con adusto gesto de cabeza— ¿Pero qué diablos haces, muchacho?

El enano miraba resignado a Snorri gesticular como un demente.

Aunque no parecía estar en sus cabales. Estuvo de acuerdo con Hortensia y tuvo una idea. Se acerco al leñador y cogiéndole por el hombro le dice.

— Abraham amigo, nosotros te acompañamos.

Quizá aquella ayuda, les proporcionaba un plato caliente aquella noche. Mientras comienza a andar de vuelta al dinero, mira hacia atrás a mirar como Snorri agita las manos y farfullea frases incomprensibles.

— No hagas caso a mi amigo, vamos a la plaza.

De súbito extendió los brazos finalizando su conjuro, los ojos del joven mago resplandecieron como zafiros por un instante, concentrado en detectar cualquier flujo arcano que pudiese haber a su alrededor. Al principio no detectó nada extraño pero después se sorprendió al percibir mágicas energias que aparecían y desparecian intermitentemente, presentes tanto en el leñador como en el árbol con los símbolos... Algo no andaba bien, no terminaba de identificar la naturaleza de aquella extraña energía. Si quería saberlo tenía que concentrar aún más su poder.

Mientras tanto sus compañeros se detuvieron por un instante a qué el mago terminara de hacer sus florituras.

Algo no andaba bien. Todo esto era muy extraño. No debería estar pasando esto. El peligro está al acecho pero, ¿Qué es el peligro en comparación al conocimiento? Sin pensarlo dos veces ahondó en aquello que ha despertado mi curiosidad.