Partida Rol por web

Las criaturas parecen comportarse como animales acorralados o que tratasen de proteger su territorio. Desesperados, a la defensiva y muy agresivos. Parecían formar parte de una gran colonia. Había miembros mucho más pequeños y a medio formar, así como otros más pálidos y enclenques. Pudo encontrar, en la retaguardia, a algunos que lucían muñones donde debería estar sus tentáculos.

Y al fondo de los Salones encontró aquello que protegían. Lo habían avistado de refilón, pero ahí estaba: un tosco trono de piedra sobre el que descansaba una figura menuda con una prominente chepa. Parecía cansada, pero por su postura debía estar estudiando la escena con interés. Tal vez decidiendo qué hacer a continuación.

Al fijarse en la figura decrépita sentada en el trono, el elfo no lo dudó un segundo y se lanzó hacia ella. Las criaturas en demasiadas para vencerlas a todas, por lo que la única posibilidad, pensó Talan, era doblegar al jefe de la manada.

Según el primero de los tentáculos se dirigía a su cuello lo esquivó con rapidez para después rodear al atacante. Fintó simulando que se dirigía a las 2 pequeñas criaturas que le salieron al paso pero, dando una giro sobre si mismo, cambió de dirección cuando ya se preparaban para lanzar su ataque. La última de las alimañas que se interponían en su camino hacia el trono de piedra estaba mutilada y el elfo saltó sobre ellas mientras con su espada buscaba la garganta de la criatura que parecía contrar la voluntad de la colonia.

Tukk combatía aquellas obscenidades con un mueca de asco bajo el bigote. Movía su escudo cubriendo los huecos expuestos con cierta maestría y el pico de batalla mantenía alejados los seudópodos.

—¡Te tengo! —gruñó parando el golpe dirigido a Snorri— ¡Aparta tus sucios tentáculos del mago! Aun me debe una disculpa o dos —gruñó mientras se esforzaba en su defensa—. ¿Y vosotros a qué esperáis, una invitación? ¡Disparad a estas cosas que nos han confundido con su menú! —dijo a sus compañeros—. ¡¿Pero a dónde vas insensato?! —se alarmó al ver a Talan romper la formación.

Por su parte siguió defendiendo a Snorri de cuantos bastardos gomosos pudiera arrojar la oscuridad.

Mientras el elfo abandonaba la preciosa formación defensiva al estilo enano de Tukk, una criatura se estrelló contra su escudo al intentar atacar a Franerik. Por desgracia, no fue capaz de detener del todo el golpe y un par de ventosas puntiagudas le rajaron la mejilla*.

Las criaturas se detuvieron en seco cuando Talan decidió desafiar las leyes de la física como solo los elfos saben hacer. Un par de zancadas ligeras le alejaron de la vanguardia que se arremolinaba sobre la formación de Tukk, permitiéndole distinguir con mayor claridad a la figura del trono.

Bajo una capa raída caía una maraña de pelo blanco y desordenado. Los ojos estaban enmarcados en profundas ojeras, destacando dolorosamente en su rostro surcado de arrugas. Era claramente un mediano. Las criaturas se arremolinaron para arremeter contra Talan, dejando sus espaldas indefensas a Tukk y los demás.

Al ver semejante acto de temeridad por parte de Talan, el anciano levantó la mano. Las criaturas se detuvieron en seco. Se movió pesadamente, pero con cierta agilidad. Lucía una extraña chepa por debajo de la capa. Su voz resonó en los salones, rota y con la dificultad propia de alguien que lleva años sin hablar en la lengua común.

—¡Alto! ¿Sois aventureros? ¿Qué habéis venido a buscar? No os habrá enviado la abominación de la Primera planta, ¿verdad? ¿O acaso sois vulgares ladrones de tesoros?

El elfo se quedo inmobil justo después de comrobar que las criaturas habían dejado de acosar al grupo.

- Talan Lumbia, y sí somos aventureros. Pero ni somos vulgares saqueadores ni nadie nos manda. ¿Y se puede preguntar con quién tenemos el gusto de parlamentar?

Preguntó intrigado por la deforme figura.

-Estamos en búsqueda de un mediano con el que hemos tenido un desagradable encuentro y hemos seguido hasta aquí.

El mediano se levantó de su trono al tiempo que hacía un gesto. Las criaturas se retiraron unos pasos, igual de siniestros pero ya sin intenciones hostiles. Parecían sentir un gran respeto por su anciano monarca.

—¿Será posible que la Dama* haya escuchado al fin mis plegarias? Si es cierto que sois aventureros, tengo un trato para vosotros. Ambos podemos salir beneficiados y os doy mi palabra de ninguno de mis estranguladores os hará daño alguno. Pero antes, permitidme que desempolve mis oxidados modales. Buenas noches, maese Lumbia. Mi nombre es Bertoldo Virutas, el rey bajo los Salones.

Snorri simplemente se quedó sin habla cuando el mediano extraño que controlaba a las criaturas viperinas que habían saltado sobre ellos se descubrió como Bertoldo. Y eso que el mago era, muy a pesar de lo que pudiera asegurar el maese Tukk, una persona con grandes conocimientos, de mundo y que no se dejaba impresionar con facilidad. Pero aquello, simplemente, le dejó sin habla, con el rostro desencajado y la boca abierta.

-Por... por... -logró balbucear al cabo- ¡Por todos los compendios de magia del mundo! ¿Qué clase de hechicería es esta? - Exclamó el que era el mago del grupo. -¡Bertoldo Virutas! ¡Serás rufián! ¡Habrase visto tamaño descaro!

Snorri resistió su impulso de saltar sobre el mediano, agarrarlo de la pechera y sacudirlo hasta que de sus bolsillos cayeran todas las cosas que les había robado ese mequetrefe. Pero pronto se dio cuenta de que había algo que no cuadraba. Bertoldo, por muy descarado y sinvergüenza que fuera, actuaba con tanta naturalidad que a Snorri no le pareció normal.

Si bien aquel mediano estaba decrépito y resultaba bastante siniestro, parecía decir la verdad. Lo cual constituía una disonancia cognitiva. El Bertoldo Virutas era pelirrojo y casi tan joven como Franerik, aunque a decir verdad había cierto parecido entre ambos. ¿Tal vez se tratase de algún familiar?

El elfo se quedó aturdido ante la revelación de la identidad del personajillo. No entendía que la figura cheposa que tenían en frente podía ser el mediano que llevaban tanto tiempo buscando. De forma refleja dio un paso hacia atrás mientras trataba de recuperar la compostura.

¡Vertoldo! ¿Será posible? ¡Maldita cucaracha rastrera, por fin! El bigote le temblaba de ira y las cejas se juntaron en un ángulo imposible a la vez que la nariz abotargada de Tukk adquiría el color de los tomates maduros. ¿Pero cómo? ¿Ese maldito ladrón tenía la desfachatez de proponerles una alianza?

—Talan, dame una razón para que no pateemos el trasero a ese rufián hasta que vomite todo lo que nos ha robado —susurró entre dientes conteniéndose a duras penas para no salir corriendo a incrustar su pico en la frente del grotesco mediano.

Tukk escupió a un lado y los nudillos se tornaros blancos por el esfuerzo alrededor de su pico de guerra. Si hubiera sido más joven ya habría saltado sobre el cochino ratero, pero si lo hacía dejaría desprotegido a Snorri y aun no había pagado su deuda con él. Aunque quizá mereciera la pena. El odio por Vertoldo le bullía dentro.
 

-No puede ser. - Se apresuró a decir el mago, tratando de contener al enano. -Abrid bien los ojos, amigos, y no os dejéis guiar por el odio que todo sentimos hacia el ladrón rastrero que nos quitó nuestras cosas. Este de aquí, - dijo señalando abiertamente al mediano, -no puede ser el Bertoldo que nosotros conocemos. Miradlo bien, es anciano y tiene el pelo cano y no pelirrojo. Debe ser algún pariente de nuestro Bertoldo. -Se giró hacia el mediano. -Estimado señor, ¿no tendrá un nieto o un sobrino pelirrojo que haya sido honrado con su mismo nombre? Tenemos ciertos asuntos pendientes con ese viejo compañero nuestro, de hecho entramos aquí siguiendo sus pasos.

El anciano frunció el ceño ante las acusaciones de Tukk.

—No les había visto en mi vida, caballeros. Me temo que no tengo ese "placer". Llevo años encerrado en estos salones por culpa de esa abominación. Lo único que he probado en todo ese tiempo ha sido carne de trasgo, ratas y hongos fluorescentes que cultivan los estranguladores.

Por suerte, Snorri, tras la férrea pero menuda fortaleza andante que era el enano, logró calmar el ambiente. Bertoldo se quedó pensativo ante la pregunta del mago.

—Hace mucho que no sé nada de mis sobrinos. El único pariente que se me ocurre es Junior, pero es… Bueno, es una larga historia. Es pelirrojo, sin duda, pero dudo que pudieseis confundirlo con un mediano. Pero estaréis cansados. Poneos cómodos, no os preocupéis. Si os sirve como garantía, es posible que seáis mi única oportunidad de abandonar por fin estas ruinas. 

—¡Por todos los trolls de las Trollmere! ¡Vertoldo no es Vertoldo! —bufó deponiendo un poco su pose agresiva— Esta sí que es buena.

El tal Junior parecía haberse hecho pasar por su tío para hacer una incursión en el exterior con ellos como perjudicados. Tukk dejó escapar un soplido cansino. Parecía que el momento de su venganza tendría que postergarse. Sin embargo la adrenalina corría por sus venas y por lo visto sus cortas piernas aun no se habían dado cuenta de lo avanzado de la hora.

El elfo comenzó a sentir un malestar general. La visión del mediano que era y no era Vertoldo, la extraña gravedad y por fin el esfuerzo final de superar a esas criaturas le estaba pasando factura. Comenzó a sentir un frío intenso que le recorría el cuerpo y  sus cuencas oculares se hicieron más pronunciadas. Se sentó en un lugar mirando con desconfianza a las criaturas tentaculares mientras sacaba algo de comer de su petate para reponer energías.

Snorri se sentía en cierto modo aliviado de no tener que desplegar sus poderes para luchar con las criaturas viperinas, pero también confuso por todo lo que acontecía en los extraños Salones Verticales y por haber encontrado a un Bertoldo Virutas que no era aquel a quien estaban buscando. Miró a sus compañeros y por un segundo creyó ver triángulos equilateros, escalenos e isósceles que confluían en extraños vértices. Apretó los párpados con ayuda del dedo pulgar e índice de su mano derecha y se masajeó el puente de la nariz hasta que las cosas volvieron a tomar la dimensionalidad que le era habitual.

-Señor Virutas. - Dijo el mago. -Siento las molestias que le hayamos podido causar. Pero Bertol... su pariente, nos robó nuestras cosas y tratamos de recuperarlas. Le seguimos la pista hasta aquí. Y luego está el tema de esa extraña enfermedad. - Añadió mientras sus manos formaban cuadrados, círculos y rombos en el aire.

Talan y Franerick apenas aguantaron en pie y se desplomaron ante la confusa mirada de los estranguladores. Bertoldo pidió la calma con un gesto y su séquito no tuvo más remedio que acatar la orden y regresó reptando a las grietas de los Salones superiores. Snorri palideció, pero logró mantenerse en pie apoyado en su bastón de mago.

—Si decís que su pista os conduce hasta estas ruinas, intentaré ayudaros. Conozco bien este lugar. Aunque antes debéis descansar, que se os ve hechos polvo. Pero antes prometedme que me ayudaréis a huir de este condenado lugar.

-Claro. Tarde o temprano, nosotros tendremos que encontrar la salida también. - Dijo encogiéndose de hombros. - Por mí no hay problema en que se una. - Miró al resto esperando su opinión.

El mediano tenía razón, el mago estaba terriblemente agotado. Y cuando se giró a mirar a sus compañeros comprobó que ellos tampoco tenían muy buen aspecto. Excepto el enano, que era duro como una roca y parecía resistir la enfermedad mejor que el resto.

Franerick corría por el bosque, mientras Bigotes saltaba sobre Pirata que corría junto al mediano. Se sentía libre, alegre, hasta sonreía.

De pronto, las nubes se volvieron tormentosas, y el frío comenzó a calar hondo. Se arrebujó, temeroso, mientras sentía el temblequeo de sus compañeros.

Vio una seta junto a él, y sintió un hambre atroz.

La comió... y todo comenzó a dar vueltas. La seta se agrandó, formando siluetas geométricas que nunca había visto, mientras la sensación de haber comido algo en descomposición se adueñaba de él. Comenzó a temblar...

Y entre las sombras, entreabrió los ojos... y vio a un Bertoldo que no era Bertoldo. Pero sus ojos no aguantaron, y de su boca no salió la palabra que quería pronunciar.

Talan se acomodó en el frío suelo del salón mientras sentía la fiebre recorrer su cuerpo. Le dolían todos los músculos y estaba más pálido de lo de costumbre así que no se atrevió a hacer más esfuerzos. De seguro tendría que levantarse y esforzarse para salir de ahí, pero por unos minutos quería simplemente descansar de las aventuras que les habían traído hasta ahí.

• Bertoldo, por favor, cuéntenos la historia de cómo ha acabado aquí y se ha convertido en el Rey Bajo de los Salones*.

El viejo mediano se encogió de hombros mientras se acomodaba en el trono.

—Por supuesto, ¿por qué no? Hace años entré a explorar estas ruinas con un grupo de aventureros muy parecido al vuestro. Nos hacíamos llamar "La intrépida cofradía del acero templado"*, cosas de nuestro paladín, que era muy teatrero. Si seguisteis los mismos pasos que nosotros, habréis tenido que pasar por ese foso infernal de cuchillas y sierras. Bien, pues yo logré pasar. Mis compañeros no tuvieron tanta suerte.

En un acto de total hipocresía, Bertoldo paladeó la pausa dramática hasta que consideró que el ceño de Snorri ya se había fruncido tanto como el de Tukk.

—Ejem. El caso es que seguí explorando el lugar, evitando a la criatura de la biblioteca y explorando el piso de abajo. Pensé en desandar lo andado y buscar los cadáveres de mis compañeros, pero me temo que la codicia fue mi perdición. Sentí que, si no encontraba ni un mísero tesoro, la muerte de la cofradía habría sido en vano. Al final, un monstruo horrible me encontró y me vi forzado a huir a estos salones. Los estranguladores me encontraron cuando buscaba un refugio seguro. 

De pronto, ante la mención de las criaturas, uno de los estranguladores surgió de la espalda de Bertoldo. Al parecer, su chepa no era más que un estrangulador que ahora lo abrazaba con afecto.

—Os presento a mí… Bueno, imagino que será difícil de entender, pero esta es mi esposa. Al parecer, al derrotar a su padre, me convertí en el lider de los estranguladores y en el esposo de "Cggh". 
»Y así me he pasado estos últimos años, escondido como una rata. Hemos intentado salir por todos los medios, pero esa abominación siempre se las apaña para cortarnos el paso.