Partida Rol por web

—Nadie tiene más ganas que yo de encontrar a ese ladrón y recuperar nuestras cosas, pero de nada nos servirán si se nos derrite el seso por esa maldición —respondió a Snorri refunfuñando mientras examinaba la pared—. Y ya estamos aquí.

Tukk arrugó la nariz y fijó la mirada en un punto del muro, entrecerrando los ojos. Entonces se alejó unos pasos del muro, como tomando distancia para observarlo desde diferentes ángulos. Con las manos parecía tratar de encuadrar una sección del muro mientras guiñaba el ojo y refunfuñaba para cambiar de posición y repetir la operación.

—Esto es muy extraño. Definitivamente aquí hay algo. Quizá se requiera de un instrumento específico para ver la entrada, pero apostaría mi barba a que hay algo oculto en esa pared. Mirad, las composiciones geométricas parecen incompletas ¿Y veis eso rastros de pigmentos de carmín y turquesa en la pared? —señaló un punto de la pared—. Destacan en la monotonía de todo esto. Deberíamos buscar ese instrumento en el laboratorio.

El enano bufó y se preparó para moverse mientras esperaba que Snorri y Franerik terminaban con Bertoldo.

Tukk dejó caer su mochila con un sonoro golpe, como golpeado por algún tipo de revelación. Frunciendo el ceño se dirigió a sala de Junior, donde habían dormido.  Se mesó la desordenada barba observando los finos mosaicos donde se representaban dos cíclopes luchando entre sí. Los ojos de las criaturas eran cristales de color rojo engarzados en la piedra. Con un gruñido, que indicaba que algunos engranajes estaban en funcionamiento en la cabeza del enano, y sin decir palabra, se encaminó a la habitación azul, al otro lado de los salones. Buscó los cristales análogos en azul. ¿Quizá era tan sencillo como eso? Merecía la pena intentarlo.

El mago contempló al enano refunfuñar, observar la pared y después regresar con ellos con más gruñidos y bufando como un squork de las ciénagas de Plabonk para terminar diciéndoles que deberían ir primero al laboratorio, que es precisamente el sitio al que Bertoldo les había aconsejado ir para terminar con la maldición. El mago no dijo nada, pero se cruzó de brazos y enarcó una ceja que lo decía todo. Pero de pronto el enano volvió a irse, esta vez a la habitación del hijo de Bertoldo. Snorri se encogió de hombros y se giró hacia los demás.

-Vaya, parece que cuando le empieza a funcionar la cabeza no hay quien la detenga. - Comentó Snorri. -Bien, - dijo el mago volviendo a los mapas y señalando con el dedo las respectivas estancias, - así que evitar, evitar, evitar abominablemente y rebuscar por ahí. Creo que estamos listos. ¿Tukk?

La habitación azul consistía en un reflejo casi exacto de la sala en la que habían pasado la noche. Nada más poner un pie dentro, Tukk comprendió por qué no les habían ofrecido dormir allí. El suelo de la sala estaba desnivelado. La grieta de los salones continuaba en aquella estancia, abriendo una poza natural de la que solían beber Bertoldo y los estranguladores. Por si eso fuese poco, la temperatura era significativamente más baja, por lo que el enano agradeció haberse pertrechado bien para el viaje por el paso de montaña.

El mural de la habitación azul era un reflejo exacto del que había visto hace escasos instantes: una titanomaquia de cíclopes cuyas pupilas consistían en hermosos cristales. Esta vez de un gélido tono azulado. Al igual que el de la habitación de Junior, el brillante botín salía con un sencillo movimiento de palanca. 

Y al fin, con un cristal de cada color, se dirigió al mural del fondo. ¿De verdad iba a ser así de fácil?

Al colocárselos sobre los ojos, el dibujo al fin cobró sentido, revelando una puerta en un extremo de la sala del trono.

—Yo he tenido suerte, maese Franerick, y mírame. Pero si tan convencido estás, te ayudaré a encontrar a Gronkar. También es un gran amigo. Pero la abominación debe caer, no lo olvidéis. Jamás saldremos de aquí si no la detenemos antes.

-Vaya, parece que cuando le empieza a funcionar la cabeza no hay quien la detenga. - Comentó Snorri. -Bien, - dijo el mago volviendo a los mapas y señalando con el dedo las respectivas estancias, - así que evitar, evitar, evitar abominablemente y rebuscar por ahí. Creo que estamos listos. ¿Tukk?

Bertoldo asintió.

—Os seguiré en cuanto os libréis de la abominación. Puede que los estranguladores puedan resultaros extraños, pero son mi pueblo y no quiero que sufran más de la cuenta. Ya hemos tenido bastantes problemas con las arañas hasta que pactamos la tregua con el Attercopus.  

Tukk consiguió alinear las gemas azules y las rojas frente a sus ojos de manera que componían una especie de prismáticos con un visor de cada color. Tras el mareo inicial el rostro del enano iba dibujando una sonrisa cada vez más amplia hasta enseñar todos sus dientes amarillentos.

Al ser usadas conjuntamente las lentes proporcionaban una suerte de tridimensionalidad al conjunto. Mirado desde el ángulo adecuado la palanca que abría la puerta secreta se hacía evidente sobresaliendo notablemente de entre el entre el galimatías de líneas.

En cuanto el enano activó el resorte la pared, las líneas que intersectaban entre sí se iluminaron brevemente con un fulgor amatista. La pared crujió con gravedad y se reubicó poco a poco, de manera que los espacios entre líneas se hundieron en ella y construyeron un extraño túnel facetado que ascendía presumiblemente hasta la Sala de Conjuración.

—¡Aha! Adelante caballeros —se regocijó el enano guardándose los cristales de colores y adentrándose en el túnel.

Cada uno de los escalones estaba veteado en rubís y zafiros de caprichosas formas poliédricas. Ninguno de los escalones era igual en forma al anterior y el techo del pasaje variaba en altura también, lo que hacía la ascensión harto incómoda, como si estuvieran usando un zapato un número inferior al adecuado.

- ¡Bravo, maese Tukk! Siempre confié en que lo lograríais. - Dijo con una amplia y amistosa sonrisa. -Y si no hubiese logrado desenmarañar el mecanismo del pasadizo hubiera sido capaz de tirar la pared ladrillo a ladrillo. - Les dijo al resto de sus compañeros en tono confidente señalando con el pulgar por encima del hombro al enano.

Mientras entraba en la sala de conjuraciones, el mago empezó a observar con cuidado las paredes del pasadizo, el techo e incluso el suelo, y se fijó en la habitación que se abría ante ellos. Siendo una sala de conjuraciones se esperaba pergaminos, libros antiguos, objetos alquímicos, y todo tipo de artefactos mágicos que esperaba comprender. Tal vez lograran desentrañar algún misterio, después de todo.  

-Me pregunto que tipo de conjuraciones se realizarán aquí...

-Entonces cuento con usted... y los estranguladores, si llego a necesitar ayuda para salvar a Gronkar...- miró fijo al viejo -¿Es así?-

Justo en ese momento, se escuchó el crujido de la pared y la puerta secreta. El enano no dudó, y Snorri fue tras él. No se quedaría atrás. No sólo porque los necesitaba, sino también porque tal vez encontraría respuestas más adelante. Poco a poco, se iba acercando a su hermano.

Tomando sus cosas del piso, avanzó hacia los demás.

-No se olviden de mí...- dijo aguantando el mareo del momento.

Mientras asentía, todavía algo apesadumbrado, Bertoldo accedió a subir con ellos a la Sala de conjuración. Era evidente que sentía una gran curiosidad por ver qué se escondía tras el mural que había tenido a su espalda todos aquellos años. Cuando Tukk logró descifrar el método de entrada, se quedó boquiabierto.

—Que me rebanen por la mitad y me frían vuelta y vuelta con tomillo, ¡¿será posible que haya sido tan fácil?! Supongo que es un castigo por mis pecados.

La ascensión no fue precisamente agradable, debido a los constantes desniveles entre los escalones. Era evidente que el geómetra tenía un gusto un tanto peculiar para la decoración. Los glifos espejados reflejaban la luz de la mañana, arrancando destellos azulados y escarlata de las gemas engastadas en las escaleras. 

Tras el último escalón, el sol les recibió a través de una trampilla en el suelo.

Cuando subieron, sin embargo, se encontraron ante una amplia terraza sobre el vacío. Apoyándose en el balcón, uno podía disfrutar de una impresionante. Pasombrío y todo el camino que había recorrido hasta llegar al pueblo se encontraban a sus pies. Pero aún más espectacular era lo que se encontraron al darse la vuelta y mirar directamente a la pared de la montaña. Sobre la roca se desplegaba una inmensa vidriera de vivos colores. Si las composiciones geométricas que habían visto a lo largo de las ruinas les habían parecido especialmente elaboradas e intrincadas, no tenían ni punto de comparación con lo que tenían delante. Era evidente que se encontraban ante la obra más grande del geómetra.

Al contemplarla, también llegaron a una conclusión: el diseño era prácticamente idéntico —aunque mucho más imponente— al del cuadro abstracto que habían visto en la pinacoteca.

En efecto, esta era la gran vidriera cuya luz bañaba a diario a los habitantes de Pasombrío. La misma que aliviaba su enfermedad. Sin embargo, tan portentosa obra tenía una mácula. Snorri sumó dos y dos. Los temblores de tierra que fracturaron los Salones Verticales y habían condicionado a los habitantes del pueblo al pie de las montañas, también provocaron una minúscula grieta en la mayor obra del geómetra.* Como mago acostumbrado a estudiar patrones mágicos, notó enseguida que había algo que rompía de forma sutil su perfección simétrica.

Pero todavía había dos cosas que le escamaban especialmente. ¿Dónde estaba la Sala de conjuración? ¿Cómo era posible que la vidriera bañase de luz el valle si estaba incrustada en la montaña? Había algo que no cuadraba, debía haber alguna fuente de luz en el interior**. Y eso solo podía significar que…***

Llegar a aquel balcón que dominaba las vistas de la región descolocó bastante a Snorri, que se esperaba una sala llena de pergaminos y objetos alquímicos, y se encontró sorprendido en aquella terraza. Aunque no podía negar que las vistas eran impresionantes, se sentía un poco decepcionado y abatido. Sin embargo, la visión de la vidriera llamó su atención poderosamente, dejándole boquiabierto.

-¡Eso es! - Exclamó el mago de pronto asaltado por una súbita lucidez, aunque para el resto parecía que algo le había golpeado en la cabeza y le había hecho perder el juicio definitivamente, pues se movía de un lado a otro, acercándose a la vidriera y observándola con detalle. El mago iba dando saltitos por el balcón mientras acercaba su ojo a la composición sin atreverse a tocarla, como quien admira una delicada obra de arte.

-¡Es la vidriera! - Dijo volviendo junto a sus compañeros, que todavía le miraban sin comprender. Era bastante obvio que era una vidriera. Snorri trató de explicarse pero estaba tan excitado que sus pensamientos fluían más rápido que sus palabras y no lograba explicarse adecuadamente. Tuvo que pararse y respirar.

-¿Os acordáis que en Pasombrío se proyectaba la luz de una vidriera que aliviaba de la enfermedad a sus gentes? - El mago ladeó la cabeza hacia la vidriera y enarcó una ceja. -Por entonces me pareció extraño, pero ahora empiezan a encajarme las cosas. Si la vidriera alivia la enfermedad puede ser que de alguna manera evite su propagación, pero entonces por qué... - El mago observó algo en la simetría de la composición que le hizo ladear la cabeza tanto que temieron que le acabara de dar un derrame. Estuvo así unos segundos hasta que se golpeó la frente con la palma de la mano. -¡Pues claro! ¡Los temblores! Han tenido que dañar la vidriera de algún modo. Ahí está, ¿lo veis? Hay una pequeña grieta aquí. Esto ha tenido que ser lo que hecho que la enfermedad se propague y que la vidriera dejara de funcionar. Me jugaría mi colección de libros de conjuros a que es la clave de todo.

Snorri, emocionado, continuó estudiando la vidriera y tras un rato se llevó una mano a la cabeza y se rascó el cogote.

-La sala de conjuración debe estar detrás de la vidriera. De allí se proyectará la luz de la que hablaban Abraham y los otros habitantes del pueblo. Amigos, debemos buscar otra manera de acceder a la sala de conjuración, no podemos romper la vidriera. Si una simple rajita ha desencadenado todo esto, imaginaos qué pasará si se rompe. - El rostro se Snorri se volvió más sombrío. -Creo... creo que la luz debe provenir de alguna conjuración fallida y eso es lo que proyecta la enfermedad. La vidriera debe ser una especie de filtro. Sin duda el Geómetra la construyó con ese motivo.

Tukk se masajeaba las piernecitas entre reniegos mientras el aire frío de las cumbres mecía su barba. La vista era espectacular y la vidriera era una obra de arte, pero las piernas le estaban matando después de la ascensión. Siguió a Snorri con la mirada durante toda su disertación y resopló por fin.

—A ver, a ver, un momento ¿Quieres decir que no podemos pasar? —preguntó al mago con incredulidad—. ¿Y porqué diablos escondería El Geómetra este balcón y la vidriera tras la puerta secreta? Esto no me cuadra —dijo ceñudo tirándose de las barbas—. ¿Puedes arreglar esa grieta en la vidriera con tu magia, Snorri? Si no lo he entendido mal, con arreglar eso quizá nos curemos.

Una sombra cruzó el cielo de pronto. Quizá había sido una nube pasajera, una muy rápida todo debe decirse. Franerik también se había dado cuenta, sintió un escalofrío. 

Una vez en la terraza, una lluvia de luz bañó a los aventureros. Patrones de colores que teñían su piel y sus ropas. Tan perfectos que y tan cálidos que sintieron cómo se aliviaba el malestar provocado por la maldición.

-Quizá el Geómetra construyó la vidriera después de desatar la enfermedad. Puede que no le quedara más remedio que privarse de este camino a la sala de conjuración. - Sugirió el mago. -No veo ninguna entrada en la vidriera, tal vez haya otro camino para llegar hasta el otro lado. ¡Ah! ¿Pero no notáis como la luz de la vidriera os alivia de la pesadez policaédrica de la enfermedad? 

>Por otro lado, me temo que entre mis habilidades no destaca la de vidriero. Tendremos que buscar la manera de pasar e investigar por el otro lado. Si la vidriera actúa como filtro, como creo, arreglarla no resolverá el problema para quienes ya estamos contagiados. Solo lo aliviará por un tiempo. 

El mediano se acercó con curiosidad a Snorri.

—No tengo ni idea de ninguna maldición, como os dije, pero esta vidriera lleva aquí desde hace años. Estaba aquí cuando la cofradía y yo llegamos a Pasombrío. Lo cierto es que es mucho más bonita vista de cerca. ¿No había una pintura parecida en la sala de los cuadros?

Se quedó unos segundos admirando la vidriera. Aunque no sabía mucho de arte, Bertoldo sí tenía un buen ojo para todo lo que podría ser valioso. 

—El diseño se parece al de los murales plagados de hechizos del geómetra. Seguro que la creó para algo, por algo la llamarán "Sala de conjuración", digo yo.

Tukk resopló y levantó los brazos para dejarlos caer.

—Yo no se nada de asuntos mágicos, pero si no podemos pasar ni arreglar la vidriera será mejor volver a ver ese dichoso cuadro —asintió para si convencido—, por si acaso pudiéramos recomponer de alguna forma la vidriera original de antes del terremoto.

Se dio media vuelta dispuesto a volver a bajar las escaleras. El viento revolvió su pelo haciéndole parecer una escoba vieja puesta del revés. El enano maldijo su suerte mientras se colocaba la barba en su sitio

—¿Tenéis una idea mejor? Al menos ya sabemos como llegar aquí. Además, quizás haya algo en el laboratorio que nos de una pista de como arreglar esa cosa —señaló la vidriera brevemente—. Bueno qué, ¿Nos vamos? —gruñó desde el borde de las escaleras.