Partida Rol por web

El mundo de Klaito. Situado en el anillo exterior, este desértico planeta con algunas zonas de tundra en el ecuador, era el lugar perfecto para encontrar trabajo. Especialmente los que no eran legales.

La pequeña ciudad que llevaba el ostentoso nombre de "Port Royal", aunque no hubiera nada de realeza en él, era un vasto conjunto de edificios bajos construidos en material gris con pequeñas ventanas rectangulares. Aunque originalmente habían sido humanos los que habían colonizado el mundo, en estos tiempos todo tipo de razas de la galaxia coincidían en él. Y más en estos días donde el Imperio se estaba volviendo bastante intransigente con las razas no humanas.

Alana sabía que en este planeta existía un lucrativo negocio de contrabando de especia. Las bandas locales estaban bajo el yugo tiránico de Ferrek. Una mujer, que anteriormente había sido soldado de la Antigua República, pero que había desertado cuando surgió el Imperio. Lo primero que hizo al llegar aquí fue eliminar al líder local y proclamarse nueva señora del crimen.

Este tipo de sitios eran los que le gustaban a Alana. Siempre hacía falta a alguien que supiera disparar primero y preguntar después.

Acababa de llegar hace poco tiempo a aquel planeta y ya tenía ganas de salir de allí. Aquel lugar era más caluroso y polvoriento de lo que pensaba y estaba dispuesta a soportar. Además el trabajo tampoco abundaba y estaba peor pagado de lo que yo necesitaba.

Aun así, no me quedaba otra que ir aceptando cualquier basura que pudiera pagarme los créditos suficientes para poder vivir y ahorrar un poco para el billete que me sacará de aquel sitio.

Con esta idea en mi cabeza entre en uno de los tugurios y me acerqué a la barra.

Ponme algo que no me mate y rápido.

Luego me di la vuelta y miré a mi alrededor por si veía algún cartel que pidiera algo por unos créditos, o por si había alguna persona que estuviera buscando un arma de alquiler.

El cantinero lanzó una ojeada a la mujer antes de regresar con un vaso pequeño lleno hasta arriba de un líquido transparente que emitía unos efluvios que hacían llorar los ojos. Alana se lo bebió de un trago sintiendo como el fuego del licor le llegaba al estómago. No estaba mal para un planetucho como ese. Acodándose en la barra, barrió con su experta vista el interior del local. Casi instantáneamente vio lo que buscaba: tres tipos con blasters al cinto jugaban al sabacc con alegres gritos. Por cómo se movían y trataban a las camareras, estaban acostumbrados a una posición de poder. Eran hombres de Ferrek, sin duda alguna. Tal vez ellos supieran si había algo qué hacer por aquí. Si no, siempre estaba el trabajar de escolta de alguna caravana de mercaderes.

Me volví a girar al camarero y enarqué una ceja mirándole con cara de escepticismo y le hablé.

Si esto es para ti lo mejor no quiero probar lo peor. Pero no he venido a probar la delicias de este bar. ¿No sabrás de algún trabajo que pudiera hacer para ganarme unos créditos?

Vi a unos tipos que estaban jugando al sabbac y le lancé un par de créditos al camarero.

Si sabes de algo dímelo. Estaré cerca de esos tipos que parecen majetes.

Era una forma de decirlo pero estaba claro que aquellos tipos no tenían nada de majos, más bien de matones.

Buenas caballeros. Me preguntaba si vosotros, hombretones rudos, podríais decirle a ésta pobre señorita si sabéis de algún trabajo para poder ganar unos créditos.

Los matones dejaron de reír y observaron a la mujer. Intercambiaron miradas lascivas entre ellos mientras apuraban sus bebidas.

-Bueno... tal vez yo tenga algo para ti por unos créditos... en privado -dijo uno de ellos con una risa estridente. Sus dos compañeros lo secundaron.

-Déjate de idioteces, Scrugg ¿La has visto? Te machacaría y te escupiría en un abrir y cerrar de ojos. Siéntate aquí con nosotros. Ferrek siempre tiene trabajo para el que quiera buscarlo ¿Tienes nombre? ¿Qué sabes hacer?

Miré al tipo que me habló de manera lasciva y levanté una ceja manteniendo un semblante frío de reprobación. Pero antes de que pudiera hacer nada otro de ellos también habló advirtiendo al primero de su error.

Menos mal que por lo menos uno de vosotros piensa antes de hablar.

Podéis llamarme Sky y si tenéis a bien en llevarme con vuestro jefe Ferrek hablaré con él de lo que puedo o no hacer. Pero ahora, no mañana... y si consigo un trabajo os recompensaré con unos tragos a mi cuenta.

Para acentuar mi "petición" apoyé mi mano sobre la culata del bláster que tenía enfundado y miré a todos los presentes.

-Muy bien -dijo uno de los rufianes. Los tres se levantaron de la mesa después de dejar unos créditos sobre ella-. Pero te advierto que Ferrek solo habla con quien Ferrek quiera hablar. Uno no se presenta y ya. Todos los trabajos pasan por su intendente. Es a él a quien verás.

Los tipos condujeron a Alana de vuelta al exterior. Se internaron en el laberinto de callejuelas en dirección a una vivienda que no se distinguía de las demás en nada. Tras la puerta, en una oscura estancia sucia y polvorienta se hallaba un humano sentado tras una mesa trabajando con varios pads de datos. Levantó levemente la vista y se quedó mirando a la recién llegada.

-¿Qué queréis? ¿Esta quién es?

-Verá jefe. Se llama Sky. Llegó hoy al planeta y busca trabajo. Quiere saber si tenemos algo para ella.

El intendente se levantó y rodeó la mesa para colocarse frente a la mujer. La examinó de arriba a abajo con ojo crítico.

-Mmmm, pinta maneras... ¿Qué sabes hacer? O mejor, ¿qué estás dispuesta a hacer?

Les seguí por la ciudad sin decir nada pero muy atenta a lo que pudieran hacer. No había sobrevivido tanto por fiarme de cualquier tipo que me propusiera un trabajo. Al final llegamos a una casa y me presentaron al lugarteniente de Ferrek que era quien me iba a "hacer la entrevista de trabajo".

Miré al tipo con sorpresa pues más bien parecía un técnico cualquiera que un lugarteniente de un jefe criminal, aunque este fuera de un pueblucho en un planeta de mala muerte. Sonreí y toqué mi bláster un par de veces antes de contestar.

Sé disparar y lo hago bastante bien. Y estoy dispuesta a casi cualquier cosa que tenga que ver con eso, disparar. Pero no quiero que me utilices como peón de carga, ni quiero que me engañes diciéndome una cosa y que luego sea otra. Dime lo que es y si puedo hacerlo te lo diré sin tapujos. Odio que me engañen. Lo odio tanto que cobro el resto de mis honorarios en sangre, no en créditos.

Cobro un cuarto del total de lo que me paguéis por adelantado. El desplazamiento, alojamiento y manutención van por vuestra cuenta, además de la equipación y materiales que necesite.

Si por cualquier motivo no estáis conforme conmigo podéis despedirme sin compromiso y sin cobrar un crédito más de lo que me habíais prometido... pero sin engañarme, no vaya a ser que haga el trabajo y a falta del último disparo me despidáis... esa es una de las razones de cobrar el resto en sangre. Entiendes ahora a lo que me refería, ¿verdad?

Ah, una última cosa. Yo también tengo ese derecho de despedirme del trabajo. No os cobraré más. Lo que sí que haré es daros una razón... ya sea en palabra o en fuego.

Después de la parrafada me quedé mirando al tipo como si lo conociera de toda la vida y le sonreí un segundo para volver a poner un rictus serio.

Como puedes ver no soy ninguna novata y tengo las cosas muy claras. Por cierto, ¿cómo te llamas?, me gusta saber para quién trabajo, ya que ese tal Ferrek no está.

-Vaya, me gusta tu estilo, Sky. Clara y directa, como debe ser.

El tipo volvió a sentarse tras la mesa. Rebuscó en uno de los cajones hasta sacar una caja plateada. La abrió y contó de ella un reluciente montón de créditos imperiales que dejó sobre la mesa antes de volver a guardar la caja en su lugar.

-Yo me llamo Edvar. Aunque todos aquí me llaman "jefe" o "intendente" y lo prefiero así. Aquí hay doscientos créditos imperiales. Un cuarto del total, por adelantado, tal y como te gusta. En la ciudad hay un tendero sullustano llamado Wal'burgg. Quiero que vayas a su tienda y averigües todo lo que él sepa de unos tipos que llegaron esta mañana a su local pidiéndoles una pieza cara para su nave. Esos tipos terminaron jugándonosla y la jefa ha perdido un montón de pasta por su culpa. Una vez tengas la información, cárgate a esa rata de ojos saltones y pégale fuego a su local. Después regresarás aquí a cobrar el resto y tal vez tenga algo más para ti ¿Te parece bien?

Miré con tranquilidad lo que Edvar hacía en cada momento. Al ver los créditos en la mesa una levanté una ceja que acompañé con una mueca de resignación. No estaba mal, eran 200 créditos de 800 del total. Y solo por sacar información y cargarme a un tipo.

Me parece bien jefe, algo barato para una muerte y quemar un local entero, pero lo acepto. En menos de una hora estaré aquí.

Recogí los créditos y los guardé en uno de los bolsillos del cinturón. No había más que tratar por lo que haciendo un gesto con la mano de despedida salí de ahí y me dirigí al sitio que me había dicho Edvar#, a la tienda de repuestos de Wal'burgg.

Buenas, ¿es usted Wal'burgg? Tengo un par de preguntas que quiero que me conteste lo más rápido y conciso. No se ande por las ramas.

Esta mañana han venido unos tipos buscando una pieza para su nave. Bien. No sé que habrán hecho con usted, ni los tratos que le habrá ofrecido pero al final se la han jugado a Farrek ¿va hilando? 

Déspues de ponerle en circunstancias quiero varias cosas de usted. Primero que me diga cómo eran esos tipos, descripciones concretas y vídeos e imágenes si tiene. Segundo, me contará el trato que ha hecho con esa gente. Tercero, iremos los dos a por la pieza que buscaban. Y cuarto saber dónde está y cuál es su nave.

No dejaba de aferrar mi bláster para que el tipo entendiera que mis palabras no eran baladí y que todo debía hacerlo y decirlo como se lo había pedido. Era una orden no una proposición.

Después de recoger el dinero, Alana se dirigió hacia la tienda del objetivo, situada en el mercado de la ciudad. Consistía en un enorme y abigarrado conjunto de tiendas cubiertas con lonas multicolores para protegerlas del ardiente sol. Una nutrida muchedumbre caminaba entre los puestos contemplando las extrañas frutas desecadas, los animales colgados en ganchos y el resto de los productos que allí ofertaban.

La tienda estaba construida en una pequeña casa circular. El interior estaba atiborrado de todo tipo de cachivaches electrónicos. Un sullustano con un chaleco gris revisaba un aparato comunicador desmontado por completo sobre el mostrador. Cuando vio el blaster de la mujer, sus papadas se sacudieron con horror.

-Por favor, por favor, no me mate -suplicó el sullustano-. Tengo familia que cuidar. Haré lo que usted quiera ¡Lo que quiera! ¡Sí, esos tipos! Eran... cuatro. Tres humanos, dos hombres y una mujer, y un rodiano varón. Uno de los humanos, el más joven, vive aquí, en la ciudad. Los otros tres eran de fuera. Necesitaban un chip de serie cinco para arreglar su hiperimpulsor, sí...

Entonces apareció de improviso un rodiano en la tienda. Venía también con el blaster en ristre pero apuntando, también, a Wal'burgg

—No me digas que a ti también te ha estafado esta rata traicionera. Le encargué un chip de serie 5 para la placa base del hipermotor de mi carguero hace dos semanas. Le pagué cuatro mil por adelantado y esta mañana me ha dicho que el precio ha subido. Sabía que un día llegaría alguien a cantarte las cuarenta, Wal'burgg. Al final has acabado por tocarle las narices a quién no debías. 

—Por cierto... mi nombre es Zillow y estaré encantado de ayudarte a destripar a este gusano. Dime, ¿qué te ha hecho a ti?

El tipo se asusto sobremanera y empezó a decir todo a trompicones, dejándose cosas que contar de cada pregunta que le había pedido. No era la primera vez que me pasaba por lo que negué con la cabeza y solté un suspiro de indignación. Saqué el bláster para que se hiciera cargo de lo que le pedía.

A ver, comencemos. ¿Qué entiende usted por descripciones concretas? y ¿tiene vídeos de seguridad donde se les...

No pude acabar la frase cuando alguien entró en la tienda con un bláster en la mano y se puso a hablar sin importarle que estuviera yo allí. Al verle le hice un gesto al sullustano para que se callara y no dijera nada. El tipo o era un descarado y aguerrido mercenario con el que tenía que tener cuidado, o bien era alguien que estaba desesperado y que necesitaba algo urgéntemente.

Pero cuando vi que era un rodiano que pedía un chip serie 5 sonreí bajando mi bláster. Parecía que mi suerte estaba de cara. Quizás en vez de los 800 créditos me dieran el doble cuando llevara a este infortunado rodiano al "Jefe". Incluso si capturaba a todos me dieran 1000 por cada uno más los 800 del trabajo... ¡o más!

Efectivamente, tenemos una disputa que arreglar. Pero, por lo que veo usted tiene más prisa, supongo que después de dos semanas tendrá ganas de reparar la nave y largarse de este maldito planeta. A mi me llevará un poco más de tiempo que me dé lo que le pido.

Me llamo Sky y también tengo ganas de salir de este planeta, pero no tengo una nave con la que salir. Si pudiera comprar un billete en su nave se lo pagaría encantada.

¡Rata! ¡dele al señor lo que ha venido a buscar! ¡Espere! No me fio de este gusano. Vayamos con él para que no haga nada raro en la trastienda.

Apunté nuevamente a sullustano y me hice a un lado para dejarle pasar y que cogiera la pieza de su trastienda o donde la tuviera.

—Je... —rio el rodiano con suficiencia. —Eso justo iba a proponerle yo. Si perdemos a este slimo de vista un solo momento seguro que se nos escabulle. 

El tipo, blaster en ristre, comenzó a rodear el mostrador para encañonar a gusto a Wal'burgg. Parecía que disfrutaba con la situación.

—Camina a la trastienda y más te vale no hacer ningún movimiento raro. Si crees que puedes jugárnosla a ambos estás muy equivocado. Al más mínimo indicio te abro un boquete en el pecho.

—En cuanto a lo de "comprar" la salida del planeta... verá, señorita... lo cierto es que tengo que hacer algunas cosas antes de irme y, en efecto, voy justo de tiempo. Puede acompañarme y venir conmigo y con mi socio, pero tiene que ser ya. Conforme me de mi chip este tipejo iré a recoger a mis amigos y luego abandonaré el sistema. No se preocupe por el precio... nos estamos ayudando contra esta escoria, ¿verdad? Seguro que llegamos a un acuerdo que nos beneficie a ambos. Otra posibilidad es que pase a recogerla más tarde si tiene que resolver asuntos. —indicó haciendo referencia al comerciante.

Este había empezado a caminar con aire de resignación hacia la trastienda. Alana y el rodiano siguieron a Wal'burgg a la parte de atrás del local. Un almacén lleno de estanterías cubiertas de todo tipo de objetos. Algunos parecían reparados y otros nuevos y relucientes. Wal'burgg se dirigió hacia uno de los anaqueles y cogió un pequeño estuche metálico.

-Aquí está el chip. Es el único que tengo de su clase -dijo con pena.

El rodiano tomó en sus manos el chip observándolo en detalle. No dejaba de apuntar al sullustano y, cuando lo tuvo, se separó un par de pasos para revisarlo con algo de detenimiento.

—Está bien Sky... er... señorita. —ante todo educación. —Pues usted dirá... si está lista puede venirse conmigo ahora y si no. ¿Acordamos un punto de recogida en... digamos... un par de horas? De ser así le recomiendo dejar a este pazguato atado... o aturdido... y ambas cosas para que no envíe a nadie en nuestra caza. Es un tipejo de la peor calaña y no debemos fiarnos de él. ¿Qué me dice?

Miré y asentí al rodiano, siguiéndole a la trastienda para que Wal'burgg le diera la pieza que necesitaba. Cuando se la dio apunté a Wal'burgg y le ordené sutilmente que se tirar al suelo.

¡Tírate al suelo, rata!, ¡o te abro otro agujero en el culo para que puedas escretar por partida doble!

Luego escuché atenta la propuesta de Zillow, parecía que tenía prisa así que se lo dije cláramente.

Mire, tengo que sacarle una palabra a este tipo.. bueno quizás dos. Eso me llevará, ¿cuánto? 20 segundos. Luego tengo que hacer algo... relacionado con lo que me diga y mi asunto, claro, que serán... ¿otros 20 segundos? ¿30 quizás?.

Necesito que me lleven, por favor. Veo que tienen mucha prisa y no quiero ser una molestia, así que le propongo dos cosas. O espera fuera 1 minuto a que consiga lo que he venido a buscar, o me dice cómo es su nave y dónde está, en qué hangar, y mientras va encendiendo la nave yo tengo una charla con esta rata.

No se preocupe que soy bastante rápida corriendo, le prometo que llegaré a tiempo para no hacérselo perder a ustedes.

Cuando el rodiano aceptó (una de las dos propuestas), primero apunté con el bláster a Wal'burgg y me acerqué a la puerta para cerciorarme de que el rodiano no estaba escuchando. Fui a Wal'burgg, le puse el bláster en la cabeza y le pregunté bajito, cerca de su oído, por si había alguien escuchando no pudiera escuchar.

Te voy a preguntar dos cosas. Espero que seas claro y conciso.

La primera, ¿ese es el rodiano del grupo al que te referías?

La segunda, ¿dónde guardas el dinero? Si quieres seguir vivo esto tiene que parecer un atraco... o prefieres que parezca un asesinato y tu acabes muerto.

Cuando me contestó las preguntas, le sonreí y le pegué un tiro en la cabeza.

Buen chico. Yo también habría cantado como un loro.

Habían pasado a lo sumo 20 segundos. Rápidamente, fui a buscar donde estaba el dinero y cogí lo que me cupo en la mochila mientras contaba hasta 10 segundos, era el tiempo que me permitía si quería que el rodiano me esperar. 

Después miré por la trastienda algún líquido inflamable, aunque al tener tantas piezas llenas de grasa aquello sería coser y cantar. Me di otros 10 segundos en esa búsqueda, otros 10 para rociar varios puntos de la trastienda y al propio Wal'burgg y otros 10 para encender y que se iniciara el fuego. Habían pasado el minuto prometido, así que salí como alma que lleva el diablo del local para encontrarme con el rodiano.

¡Le doy las gracias por esperarme! ¡Vamos a donde quiera con tal de que luego salgamos de este planeta!

Alana se acercó a la puerta para vigilar y vio como el rodiano se alejaba entre la gente a toda prisa. Regresó a la trastienda a interrogar al sullustano.

-Sí, es él -le confirmó el tendero-. Aunque no sé dónde están los demás ¿El dinero? Tengo algo ahí, en una caja debajo del mostrador...

La mujer asintió en silencio mientras disparaba a la criatura. Wal'burgg murió con una expresión de asombro en lo que le quedó de cara. Rápidamente roció el local con combustible inflamable y se alejó de allí mientras la tienducha era pasto de las llamas.

Llegar al muelle no le supuso ningún problema y, fiel a su palabra, el rodiano seguía aún allí. La nave era un carguero modificado basado en un YT-1230 corelliano. Las naves favoritas de contrabandistas, piratas, mercenarios y demás gente de bien. La peculiar forma redonda de la popa se iba estrechando de manera aerodinámica hasta la proa. La mujer estaba segura de que, como todas las demás, esta nave era más de lo que parecía a simple vista.

El rodiano apareció en la pasarela de embarque, que estaba desplegada, en respuesta al saludo de la chiss.

Primera parte de la misión completada, eso eran 800 créditos que me vendrían muy bien para comprarme algún modelito que me quedara mejor que el que llevaba... eso o un arma más chula.  Ahora tenía que ocuparme de la parte extra del contrato y que seguramente me llevaría mucho más que por matar a aquel desgraciado de sullustano.

Corrí hasta la pasarela donde se encontraba el rodiano sonriendo al ver que me había esperado.

Muchas gracias por esperarme, de verdad. Ahora vamos donde me digas, ya no tengo prisa.. bueno, cuanto antes salgamos mejor.

Si quieres puedo ayudarte, no soy una experta en pilotar pero tampoco nula en el tema. Digo ayudarte como copiloto, o en lo que me digas.

Me ofrecí a ayudarle pues quería crear un vínculo con el rodiano para que viera mi buena disposición. Quería que les llevara a donde estaban sus compañeros y así tener todo el botín a mano, sin tener que ir a buscarlo ella.

El rodiano subió la pasarela de embarque conforme Alana estuvo a bordo. Se sentó en el asiento del piloto e invitó a la mujer a que ocupase el asiento contiguo. Sonrió al verla y asintió con la cabeza a modo de agradecimiento por haber sido tan puntual.

—Verás Sky. No te quiero engañar... a dónde voy no es un sitio bonito. Mi socio se ha metido en un lío y voy a toda prisa a salvarle el culo. No nos van a recibir con los brazos abiertos... es más, nos van a intentar matar. Hasta que podamos saltar al hiperespacio y dejar este cuadrante atrás nos queda un trago bastante amargo. Pero tú me pareces una tipa dura... has domado a esa rata de Walburgg con destreza y determinación. 

Los motores de la nave empezaron a rugir, el despegue era inminente.

—Si he aceptado a llevarte es porque creo que puedo utilizarte. Tu pericia me vendrá bien para sumar posibilidades de salir vivo de este marrón. Una vez más te propongo que sigamos ayudándonos. Si luchas a mi lado y conseguimos rescatar a mi socio y salir de aquí, te llevaré dónde quieras... gratis. Última oportunidad para bajarte... ¿estás dentro o fuera?

Miré al rodiano y asentí. Había comprendido todo lo que le había dicho y aceptaba lo que tenía que venir.

Mira, tengo que salir de este planeta y si para ello tengo que ayudarte, yendo a por tus amigos, pues vayamos, aunque estén en medio de una guerra. No puedo desaprovechar la oportunidad que me brindas, además, siento que soy yo la que te estoy utilizando a ti... pongámoslo en la mitad, los dos nos utilizamos, aunque queda mejor ayudamos ¿te parece?. Así que ¡estoy dentro!

No podía creer la suerte que estaba teniendo. El propio rodiano me estaba ayudando en mi misión. Con un poco de suerte cazaría a todos a la vez y me ganaría un buen montón de créditos. Y no solo eso, además me quedaría con esa nave, pues los muertos no necesitas viajar.

El rodiano asintió y señaló el asiento del copiloto. La nave comenzó a elevarse con rapidez y se dirigió hacia las profundidades del desierto. A Alana le parecía que el rodiano iba demasiado deprisa, exprimiendo al máximo toda la potencia que aquel trasto podía darle. Sobrevolaron las ardientes dunas hasta que la mercenaria vio algo: cerca de unas montañas, se hallaba una especie de estación minera. Pero el desastre le había sobrevenido. El suelo se había hundido bajo los yacimientos de debajo y reinaba el caos. Podía ver cuerpos, rastros ruinosos de edificios y algunas figuras que corrían.

No pudo ver mucho más porque la nave giró hacia el oeste, en dirección a un promontorio arenoso. Allí se estaba librando una lucha desigual. Un esquife con varios hombres disparaba con sus lasers a otro hombre que se encontraba en la arena, protegiéndose como podía entre los escombros ardientes de lo que parecían dos vehículos más.