Partida Rol por web

El piloto cerró la puerta de la Fénix conforme aquella chica subió. Se sentó en el asiento del piloto e invitó a la mujer a que ocupase el asiento contiguo. Sonrió al verla y asintió con la cabeza a modo de agradecimiento por haber sido tan puntual.

—Verás Sky. No te quiero engañar... a dónde voy no es un sitio bonito. Mi socio se ha metido en un lío y voy a toda prisa a salvarle el culo. No nos van a recibir con los brazos abiertos... es más, nos van a intentar matar. Hasta que podamos saltar al hiperespacio y dejar este cuadrante atrás nos queda un trago bastante amargo. Pero tú me pareces una tipa dura... has domado a esa rata de Walburgg con destreza y determinación. 

Los motores de la nave empezaron a rugir, el despegue era inminente.

—Si he aceptado a llevarte es porque creo que puedo utilizarte. Tu pericia me vendrá bien para sumar posibilidades de salir vivo de este marrón. Una vez más te propongo que sigamos ayudándonos. Si luchas a mi lado y conseguimos rescatar a mi socio y salir de aquí, te llevaré dónde quieras... gratis.

La última palabra casi le costó pronunciarla. No era algo que le gustase... las cosas gratis o llevan trampa o son una basura, solía decir. Pero ahora le parecía un precio más que justo. Aquella mujer huía de algo. En cierto sentido sabía que no tenía muchas opciones para negarse, pero lo que no quería era luego quejas y escaramuzas en mitad del rescate. 

—Última oportunidad para bajarte... ¿estás dentro o fuera?*

Ya fuera porque el piloto del primer esquife tuviera mucha suerte, o tal vez porque antes de mercenario fue corredor de podracers, lo cierto es que logró desviar el timón de un golpe cuando vislumbró la chatarra que se le venía encima a toda velocidad. Esquivó el vehículo de carga limpiamente. Sin embargo, el segundo no tuvo tanta suerte.

El choque fue brutal. El transporte de mercenarios iba bastante rápido e impactó frontalmente contra el otro vehículo. Los depósitos de combustible hicieron explosión, esparciendo trozos de metal ardiente en todas direcciones. Los ocupantes desaparecieron en una bola de fuego sin llegar nunca a saber qué diablos les ocurrió.

Los mercenarios supervivientes vieron a Anzak saltar hacia la arena y rodar dolorosamente. A un grito de su líder, dirigieron la máquina hacia allí mientras disparaban sus armas.

Cuerpo a tierra para ofrecer el menor blanco posible, el contrabandista desenfundó su bláster pesado y apuntó al piloto. Era lo único que podía hacer, pues la alternativa que era levantarse y refugiarse en la dura era inviable, porque sería carne de wampa antes de dar dos pasos. Además seguramente solo dispondría de un disparo antes de que estuviera tan cerca que solo tuvieran que disparar hacia abajo. 

Anzak, estás jodido compañero, casi te rompes la crisma y ahora te viene un esquife lleno de mercenarios dispuestos a saludarte a modo de agujeros de bláster...

El humano sonrió por el chiste malo que había hecho, pero por lo menos le sirvió para olvidarse del dolor de la caída y concentrarse en el disparo.

Anzak había salvado el culo por los pelos pero su plan sólo les había quitado un esquife de encima.

Maldita sea. ¡Estamos bien fastidiados! -pensó con disgusto arrugando el morro.

-Si le doy al dichoso piloto aún tenemos una oportunidad... venga Ray, que tú puedes. Apuntas... quita el seguro ¡tuercas! Eso es... seguro quitado, cañón apuntado, no te muevas... no te muevas... que no te han visto, han visto a Anzak... eso es, eso es... Vamos, vamos... tú puedes Ray... tú puedes... vamos a salvar el dichoso día de locos... eso es.... ¡Ahora!

Ray accionó el gatillo poniendo todas sus esperanzas en ello, revelando así su posición, en lo alto de la duna. Era un todo o nada.

Bláster en mano, cuerpo pegado a la arena, esquife acercándose a toda potencia, mercenarios listos para disparar y un solo disparo. Si esto no era una película tendría que serlo.

Algo surgió dentro del contrabandista que le dio confianzas, quizás fuese sus propias palabras que le animaban, o la necesidad de que todo fuese bien para salvaguardar a los niños y a sus compañeros... No sabía el qué pero se sentía bien, dispuesto, preparado. 

Luego disparó, justo en el mismo instante que otro disparo salía desde la duna. Estaba claro que era Ray, que le apoyaba desde ahí arriba. Ahora solo quedaba ver si habían dado en el blanco alguno de los dos...

La mujer miró al rodiano y asintió.

Mira, tengo que salir de este planeta y si para ello tengo que ayudarte, yendo a por tus amigos, pues vayamos, aunque estén en medio de una guerra. No puedo desaprovechar la oportunidad que me brindas, además, siento que soy yo la que te estoy utilizando a ti... pongámoslo en la mitad, los dos nos utilizamos, aunque queda mejor ayudamos ¿Te parece? Así que ¡estoy dentro!

Klee asintió y señaló el asiento del copiloto. Sin esperar a que la mujer se sentase, encendió los controles primarios y la nave comenzó a elevarse con rapidez para luego dirigirse hacia las profundidades del desierto. Quería exprimir al máximo toda la potencia que aquel adorable trasto podía darle. Sobrevolaron las ardientes dunas hasta que localizaron el emplazamiento de las minas.

Sin embargo, había sobrevenido la catástrofe: el suelo se había hundido bajo los yacimientos de debajo y reinaba el caos. Podía ver cuerpos, rastros ruinosos de edificios y algunas figuras que corrían. Al parecer sus compañeros habían tenido éxito. No quiso detenerse en detalles porque giró rápidamente hacia el oeste. El radar le indicaba que había jaleo más adelante. Cerca de un promontorio arenoso, un esquife con varios hombres disparaba con sus lasers a Anzak que se encontraba en la arena, protegiéndose como podía entre los escombros ardientes de otro esquife y del transporte que les había llevado allí en primer lugar. El rodiano también divisó a Raynan en lo alto de una duna, intentando defenderse como podía.

El esquife superviviente se acercaba a toda velocidad dispuesto a llevarse por delante a Anzak. Desde lo alto de la duna, Raynan intentó derribar al piloto, pero el muchacho no eran tan ducho en las armas como con las máquinas. El tiro pasó lastimosamente lejos de su objetivo. Sin embargo Anzak estuvo más acertado. No logró derribar a su enemigo, pero si le forzó a dar un golpe de timón para esquivarlo, que hizo que sus compañeros errasen los disparos. El capitán notó como las descargas de blaster cristalizaban la arena a su alrededor pero sin alcanzarle.

Con un último esfuerzo, el capitán corrió hacia un retorcido montón de chatarra que ardía con una llama baja. Ahí podía encontrar cobertura. Sin embargo, la pierna derecha le fallaba. Se había lastimado bastante al caer y cojeaba notablemente. No llegaría a tiempo. El esquife voló en línea recta unas decenas de metros antes de efectuar un giro completo y regresar a toda velocidad.

Entonces, con un rugido, la Fenix apareció en los cielos. Aquel maldito rodiano lo había conseguido...

El disparo del contrabandista no produjo el efecto deseado, aunque logró que el pilota tuviera que virar su trayectoria para esquivarlo, logrando tener una segunda oportunidad... oportunidad ¿de qué?

Lo primero que pensó es ponerse a cubierto, de hecho no es que le quedaran muchas más opciones. Así que miró rápidamente algún lugar donde esconderse y vio que había un montón de chatarra donde resguardarse. Sonriendo por su suerte se levantó e inició su carrera... o lo intentó. Fue entonces cuando se dio cuenta de que estaba perdido.

Su caída en la arena para evita la colisión no había sido gratuita. Estaba herido, no mortalmente, pero sí para restarle la destreza suficiente como para escapar raudamente y ponerse a cubierto.

Mirando fríamente su maltrecha pierna, Anzak volvió a sonreír, esta vez resignado a que seguramente lo que hiciera a continuación sería lo último de su vida. Levantando su mirada hacia el esquife, el contrabandista fijó su mirada en el piloto y apuntó con su bláster.

-Tú o yo, no hay otra salida, así que saca lo mejor de ti o cae delante de mí.

Las palabras resonaron en su mente como una tonada lastimera llena de incertidumbre. Apretó los dientes, fijó su blanco y... y un ruido se le acercó, colocándose encima de él* mirando al esquife que se le acercaba. ¡¡La Fenix!!, ¡Klee había llegado justo a tiempo!

-¡¡Joder, sí!! ¡Has llegado justo a tiempo! Dios, casi me matas, pero parece que seguiré un par de días más dando guerra -comentó sonriente.

El contrabandista bajó el arma y se echó nuevamente al suelo, a la espera de ver lo qué hacían los del esquife que ahora estaban ampliamente superados.

La mercenaria señaló a Anzak, que miró a la nave con expresión de alivio.

-Zillow ¿Ese pistolero suicida es el socio al que hemos venido a salvar? Creo que hemos llegado en el momento crítico. Rápido, ponte cerca y acribillemos al esquife.

Ray resopló.

Había estado muy cerca... el disparo de Anzak. El suyo no había dado al objetivo ni de lejos... ¿por qué no había sido más serio con las clases que me habían ofrecido de chaval?

Ah si... porque nunca le había gustado usar la violencia... pero se había ido metiendo en un mundo en el que cada vez parecía más necesario usarla.

¡Espabila Ray, ese esquife va a volver! -se volvió a decir a si mismo.

¿Qué opciones tenía? Pocas, asi que optó por la más rápida... retrasar su posición en la Duna y cubrirse de arena todo lo posible, como si fuera uno con aquel desierto asqueroso.

Entonces, mientras se agazapaba cubierto de arena por todas partes, escuchó el ruido de un motor... de un transporte espacial más concretamente. Era un motor corelliano, no había duda. Tenían un particular sonido en la atmósfera ¿sería Klee?

Espero que seas tú, maldito rodiano cargante... -fue lo último que pensó.

—En efecto... ese humano desagradecido que seguro que cuando tenga su culo a buen recaudo asume que todo ha sido por su pericia y no por mi generosidad. —comentó lanzándose en picado contra la barcaza desde las alturas. —En todo caso métete en la torreta ventral y no dejes títere con cabeza. Dime, ¿eres buena con las cañoneras?*

Mientras hablaba el piloto ajustaba los escudos deflectores y pasaba a velocidad de ataque. Se manejaba con soltura en aquel asiento... mucho más cuando había jarana. Sus ojos volaban de aquí para allá al mismo tiempo que sus manos accionaban los controles. Debía de estar atento a cualquier contingencia. No podía descartar que Ferrek no tuviese también refuerzos en camino.

Con presteza, el rodiano también abrió el canal de comunicación que mantenía con Anzak. No sabía si el alcance sería propicio, pero no le costaba nada probar.

—Aquí llega la caballería... espero no haberme demorado mucho. Ahora ponte a salvo y aguanta la posición un par de minutos. No te me vayas a hacer el héroe justo ahora.**

La mujer no respondió. Se limitó a asentir y se dirigió hacia la zona central de la nave. Allí, una escotilla conducía hacia abajo al puesto de artillero. En menos de veinte segundos, la mercenaria ya estaba colocada en posición y alineando los cañones.

Era un blanco muy fácil para la experimentada guerrera. Apenas bastaron un par de descargas bien colocadas para que el esquife saltara en mil pedazos con toda su tripulación. El grupo estaba a salvo.

Más allá, vio salir a Johanna acompañada de al menos dos docenas de niños entre 8 y 12 años. Iban a estar muy apretados en el viaje de vuelta.

La Fenix había acudido justo a tiempo para salvar el día. La radio de Anzak chasqueó y se escuchó la voz del rodiano:

—Aquí llega la caballería... espero no haberme demorado mucho. Ahora ponte a salvo y aguanta la posición un par de minutos. No te me vayas a hacer el héroe justo ahora.

Desde la torreta ventral salieron un par de descargas bien colocadas (tal vez demasiado bien) que volatilizaron el esquife haciéndolo mil pedazos junto con la tripulación. Anzak no estaba seguro, pero creía ver a alguien en el puesto de artillero ¿Quién demonios sería?

Lo que estaba claro es que iban a viajar bastante apretados de vuelta a la ciudad con todos aquellos niños a bordo.