Partida Rol por web

Tuvieron que dar un paseo hasta el lugar que Ray conocía donde vendían la pieza que estaba frita. Las calles estaban repletas de vida y los comercios abundaban, todo aquello agradaba al contrabandista que le encantaba ver mercancía y sobre todo negocios y posibilidades.

Pero se toparon con una trifulca que le amargó la visita. Nadie hizo nada por detener a los brutos que le estaban dando una paliza. Johanna les puso en aviso, pero Anzak le miró seriamente y negó con la cabeza sin dejar de caminar. Habría sido error tremendo haberse inmiscuido en aquel asunto, tanto para ellos como para aquel tipo pues seguro que se lo hacían pagar con creces la próxima vez que le hicieran una visita.

Anzak repudiaba aquellas prácticas, no en vano las había vivido en el mismo de niño y había aprendido que es mejor seguir con tu vida...sobre todo lejos de aquellos que tenían esa mano de hierro.

Una vez en el local el muchacho habló con el sullustano que parecían incluso conocerse. Pero no empezó la cosa muy bien, pues pedían por aquella pieza un precio absurdamente grande. Así que cuando Wal'burgg les mencionó el contrabandista no pudo más y se acercó.

-Muy buenas, creo que no hemos empezado con buen pie la negociación -comenzó diciendo el contrabandista con su habitual sonrisa-. No creemos que sea un idiota, pero es posible que usted crea que nosotros sí que lo seamos. Le aseguro que no.

-Los blasters que llevamos son para protegernos de mala gente que quiera hacernos algún mal, ya sea en nuestro cuerpo o en nuestro bolsillo, para nada más. Si hubiéramos venido a robarle habríamos entrado de otra forma y con otros modales, ¿no le parece?

-Queremos esa pieza, pero necesitamos verificar si está en buen estado, si no seguro que en este planeta hay alguna más y alguien sin tantos reparos y con ganas de ganar dinero se embolsará unos buenos créditos por ella.

-Venga, buen hombre, hagamos negocios, muéstrenos la mercancía para verificarla -dijo sin dejar de mostrar su sonrisa en todo momento.

El joven elevó una ceja cuando el bueno de Wal'burgg les acusó de "ladrones", como si su cara dijera "¿en serio?". Luego suspiró. No es que fuera un santo y no es que no se hubiera saltado alguna norma, pero aquel tipo era verdaderamente difícil.

Anzak entró en la conversación de forma diplomática, pero no sabía si aquello serviría, asi que volvió a intentar dorarle la pildora un poco.

-Vamos señor Wal'burgg, conozco muy bien los contactos que tiene en este lugar y no sería tan descerebrado de venir aqui a agraviarle ¿no cree? -comentó poniendo en valor su "posición" dentro del bazar- Pero es como dice el Capitán. Queremos llevar a cabo las reparaciones sin problema.

Klee no era ningún idiota. Y, por descontado, tampoco era un kamikaze. Más aún... era el típico tipejo que se le va la fuerza por la boca y, por otro lado, no resulta de extrañar ya que, como cualquiera puede ver con solo echar un vistazo, un rodiano enclenque y que apenas rebasa el metro y medio no impone demasiado respeto. En una refriega tiene siempre las de perder prácticamente ante cualquiera de cualquier raza. Incluso ante homólogos rodianos. Quizá por eso su carácter hace que resulte tan rancio... para intentar que nadie quiera verse envuelto con él en nada. Ni siquiera una pelea.

Pero eso no quitaba el hecho de que aquel sullustano estaba pidiendo a gritos que un cañón de blaster pesado le fuera introducido por el agujero cáustico (lo tuviera dónde lo tuviera) y le hiciera recapacitar. ¿Qué se había creído? Con ocho mil créditos uno puede comprarse un motor de hiperimpulso nuevo. El chip, en cualquier planeta más o menos civilizado apenas costaría unos pocos créditos. Aquella oferta no tenía el más mínimo sentido. O el tendero era realmente estúpido o le tenía algún tipo de ojeriza al chaval y, lejos de suponer un bien, empezaba a ser un lastre.

Pero si algo era Klee por encima de todo, era un buen jugador de cartas. Y así, por mucho que en su interior le estaban dando ganas de reventar aquella tienda con el sullustano dentro, su rostro no apreció gesto alguno. Él siguió comiendo su fruta y mirando aquí y allá cuanto el comercio exhibía. Las orejas estaban alerta, eso sí ya que se sentía realmente embriagado de curiosidad para ver cómo se las ingeniaba Anzak para salvaguardar aquel diminuto escollo. Bien sabía que el fondo de la nave no contaba con esa suma de dinero. A ver qué se le ocurría. A él le habían pedido... er... le habían exigido silencio y silencio era exactamente lo que iba a ofrecer.

Vale. Les acaba de llamar ladrones y ni siquiera Klee ha sacado el blaster. Seguro que ganas no le faltan, pero esto es un gran comienzo. Mantente positiva, chica.

- Ejem… - carraspeó levemente Johanna para atraer la atención de Wal’burgg. Su sonrisa lo ocupaba todo. Hasta se podría decir que la tienda se acaba de iluminar. – Encantada de conocerle, señor Wal’burgg. Mi nombre es Johanna. Es un placer conocerle. – empezó con la máxima educación – Estoy segura de que debe haber pocas personas en este planeta capaz de proporcionar el componente… er… el chip serie cinco… en buen estado. Probablemente sea el único y de ahí que pida un precio ligeramente por encima del precio de mercado al que mis compañeros están acostumbrados. – trató de calmarlo.

dedicó una mirada a los blasters que llevaban colgando. El suyo era mucho más pequeño y estaba bien guardado; siempre dejaba que los chicos atrajeran la atención de los pistoleros hacia ellos.

- Sí entiendo su preocupación. Yo sé que son personas honradas completamente de fiar, pero tras ver lo ocurrido hace poco en el mercado entiendo perfectamente sus preocupaciones. ¿Qué le parece si mis amigos esperan fuera asegurándose de que no tengamos ningún problema y deja que el señor Raynan compruebe el estado de la mercancía? – sugirió con un tono jovial, mientras sus ojos les pedían a Anzak y Klee que se retiraran un poco para ayudar a destensar la situación.

- Mientras usted y yo podríamos hablar un poco más sobre el precio. – achinó un poco los ojos con cara de felicidad – Entre usted y yo, - prosiguió con un tono más bajo, casi conspiratorio, íntimo - es un poco excesivo quizás, un poco por encima de lo que podemos desembolsar en este momento si queremos poder cubrir el resto de gastos que tendremos para nuestra próxima entrega, pero estoy segura de que podremos llegar a un acuerdo satisfactorio para todas las partes. ¿Sí? – trató de animarle.

Cuando Johanna empezó a hablar, el semblante del sullustano era de irritación. El tendero deseaba que todos se largaran de allí de una vez para poder continuar con su trabajo. Pero aquella joven tenía algo. Esa mirada, ese semblante tan apacible que solo emitía serenidad. Por unos breves segundos, el cínico comerciante se sintió transportado de vuelta a su mundo, a una época más tranquila y mejor. Se sentía bien, se sentía cómodo. Y casi arrepentido por pedirle todo ese dinero por un chip.

-Verá señorita... Yo es que no quiera, es que las cosas están muy mal y con los impuestos de protección tengo que elevar mucho el precio de los artículos. Sé que ocho mil créditos es un robo y que ustedes no tienen tanto dinero. Podemos llegar a un acuerdo. Tengo que hacer una entrega en las minas de sal al norte de la ciudad. Es únicamente conducir un transporte y procurar que llegue a destino. Si hacen ustedes eso por mí, podría dejarles el chip por sólo mil créditos ¿Qué me dice?

La mirada de Wal'burgg estaba únicamente concentrada en la de Johanna. Casi parecía hipnotizado.

¿Lo he hecho bien, profe? ^^

De matrícula ^^

Johanna estrechó la mano del sullustano aceptando con una sonrisa cálida y amable.

- Cuente con ello, señor Wal’burgg. A eso nos dedicamos, al traslado de mercancías. – asintió para dar énfasis a sus palabras – Si nos indica dónde está la mercancía nos ponemos con ello de inmediato.

Quería decirle que entendía su situación con los impuestos de protección. Eso era lo que habían visto unos momentos antes. Todo iría mejor si hicieran algo al respecto, pero eran nuevos allí y no eran desde luego una escuadra de asalto, a duras penas lograban salir con las tripas dentro en las refriegas. ¡Pero seguro que ellos podían hacer algo al respecto! Si solo pudiera convencer a sus compañeros…

Las tareas de una en una, Johanna. Primero llevar el paquete y luego seguro que surge la oportunidad de que vean tu punto de vista.

Ray lanzó una mirada a Johanna de respeto, seguido de un leva asentimiento y una sonrisa algo pícara.

Vaya, vaya, pues si que es convicente la rubia... puede que sea la joya de este grupo y todo. -pensó con cierta gracia.

Al buscar el apoyo del grupo, el joven sólo pudo elevar los hombros, pasando el turno al "Capitán" con la mirada. Después de todo, le habían dejado muy claro que era "el nuevo" y que no podía tomar decisiones por si mismo... aunque dudaba mucho que sirviera de ayuda en una operación de ese tipo. Al fin y al cabo, él era sólo un simple mecánico... bueno simple no. "El mecánico". Pero aquello tenía pinta de necesitar gente otro tipo de habilidades...

Anzak iba a protestar cuando Johanna se adelantó y arregló el entuerto de la manera más sencilla. La verdad es que le recordó a cuando Klee y él discutían y ella se metía en medio y razonaba con ambos y lograba rebajar los humos de los dos y llegar a una solución. La sonrisa apareció nuevamente en el semblante del contrabandista, y subrepticiamente le lanzó un guiñó por su buen trabajo.

-Bueno, antes de aceptar debemos saber qué es lo que vamos a entregar -dijo entrando nuevamente en acción-. Lo digo por si es algo... no sé, ilegal o peor, trafico de personas... por ahí no pasamos -comentó tajante Anzak.

-Y ya que estamos ¿no tendrá un trabajo que podamos hacer aprovechando el viaje y así ganarnos unos créditos? No sé, ya que vamos a entregar algo quizás necesites también algo y así ganamos todos -preguntó Anzak a Wal’burgg.

Klee estaba flipando. Muy probablemente ni los humanos presentes ni el sullustano estaban versados en la fisonomía facial de los naturales de Rodia. Como mucho Anzak se olería algo después de tanto tiempo pasado y tanto vivido con el piloto, pero este parecía un niño en uno de esos planetas/parque de atracciones. ¿Cómo era posible que el precio de un chip alcanzase los ocho mil créditos de precio "debido al sobrecoste por la protección de los gremios de la mafia"? Si es que nadie podría pagar eso... ¿no es mejor facturar algo, lo justo quizá con una comisión al alza, que multiplicar por ocho el precio? Una política comercial de mierda por parte del tal Wal’burgg.

Pero luego había algo aún peor y era que de ocho mil pasaba a solo mil créditos por la dichosa piececita si se ocupaban de hacer una "entrega" al otro lado de la ciudad. Es decir, que esa "entrega" el sullustano la valoraba en siete mil créditos. Evidentemente era algo turbio. Y Anzak con su pregunta sonaba de lo más naif. O era mercancía ilegal o allí a donde nos mandaba el taimado comerciante nos esperaba una emboscada... o algo peor.

Pero ellos solitos se estaban metiendo en aquel lío. El señor Capitán, la chica mona y el muchacho novato pero altamente cualificado... menudo trío. Ya... ya llegaría el turno de Klee y su risa se escucharía en todo el sector. Ya vendrían a pedirle ayuda... a rogarle su consejo.. a buscar en el destino lo que no era sino las causas de su propia negligencia. Y entonces Klee les miraría con desprecio y les diría... "Jodeos, perras... yo os salvaré vuestro desagradecido trasero".

Johanna cruzaba los dedos mentalmente. Anzak estaba tensando mucho la cuerda y eso solía hacer que se rompiera. Había que aprovechar el momento, seguir el Flow. Mantenía su sonrisa para no tensar más todavía la situación. Al sugerir el tráfico humano le estaba insultando, le llamaba traficante de personas… y ¡el trabajo que nos estaba ofreciendo era el transporte!

Y en cualquier caso, ¡es que no teníamos opciones! No es como si pudiéramos ir a la tienda de al lado a comparar precios…

-No sé qué vamos a entregar. No hago preguntas -respondió frunciendo el ceño-. Cuestionar las cosas a según qué personas puede ser perjudicial para la salud. Únicamente me limito a hacer lo que me piden. Me dieron esto -saca una pequeña radiobaliza de debajo del mostrador-. Indica el punto de encuentro. Es vuestro si queréis hacer el trabajo. Pero si falláis, a vosotros os matarán y a mí me quemarán el negocio o algo peor.

Johanna asiente a las palabras de Wal’burgg como si fueran lo más normal del mundo, el cuál realmente es el caso. Si hacer demasiadas preguntas en este tipo de negocios podía ser muy malo para la salud; confiaba en que Anzak y Klee ya lo supieran por su dilatada experiencia en el mundillo. Además, como siempre decía, todo está interconectado y no querer intervenir en lo que habían visto en el mercado les pasaba factura ahora.

Miró a sus compañeros con esa mirada que decía que no le dieran más vueltas, que no tenían más opciones si se querían largar de este planeta. Por otro lado también confiaba en que involucrándose más el camino acabara llevándoles a una situación en que sus compañeros fueran más receptivos a la idea de ayudar a estas personas. Todos estamos conectados en el universo.

Anzak hizo una mueca con la boca tirándo de la comisura del labio para arriba y entrecerrando un ojo. No le gustaba los negocios que no controlaba, pues se la podían jugar muy fácilmente, máxime si en ello estaba sus vidas. Pero tenían que salir de aquel sitio y no tenían la forma.

-O sea, que nos pides que hagamos un negocio que tienes que hacer tú en el que te jugarías la vida si saliera mal y encima nos cobras mil créditos por el chip....mmmmm -dijo negando con la cabeza-. Está claro que este negocio huele mal a distancia. Pero no tenemos otra elección -dijo el contrabandista cogiendo la radiobaliza.

-Vamos, terminemos esto cuanto antes -dijo Anzak dándose la vuelta encaminándose hacia la salida-. Y espero que no no nos cueste la vida de nadie, si no la deuda la tendrás con nosotros... es lo que pasa cuando haces tratos con según qué personas, que puede ser perjudicial para la salud.

La forma en la que dijo esto último fue distinta, más rotunda y seria que su manera de hablar. Dejaba a las claras que su tripulación era parte de su vida y si algo le pasaba a ellos se pagaba con la misma moneda.

Madre mía Ray... de pronto has pasado de poder irte del planeta a cambio de reparar una nave escacharrada a arriesgar la vida en un pedido de un tipo que no te cae especialmente bien y con unos compañeros completamente desconocidos. -pensó Raynan al oir la última frase del sullustano. Lo cierto es que no era la primera vez que su pellejo estaba en peligro. No pudo evitarse restregarse el ojo izquierdo un momento. Aquel "tick" era como un recordatorio constante de lo mal que podían ir las cosas si empezaba a hacer el idiota.

Una vez pareció que sus nuevos "empleadores" hubieron aceptado el trabajo sólo suspiró y dijo:

-Muy bien, pues... usted dirá donde está el transporte con la mercancia. -pareció resignarse... por el momento.

No pudo evitar sorprenderse por aquel último alegato del "capitán" ¿En serio le preocupaba que les pudieran pegar un tiro? A saber...

El grupo sale de la tienda del sullustano en pos de Anzak, que consulta de vez en cuando la radiobaliza para orientarse. El punto de encuentro está justo fuera de la pequeña ciudad. Donde empieza la línea del desierto. Allí les está esperando un pesado transporte descubierto que tiene enganchado un remolque plano y abierto. Sobre el remolque hay tres contenedores de metal colocados en línea, de unos cinco metros de largo por uno y medio de alto.

Custodiando el vehículo hay tres tipos con armadura ligera y rifles laser. Son de aspecto muy parecido a los desgraciados que estaban pateando al comerciante. A ver a Johanna, dos de ellos intercambian una mirada, divertidos.

De camino al transporte Raynan se mantuvo algo callado. Se veía que, o bien no estaba muy feliz con aquel encargo o bien no sabía cómo encargar en el mismo.

Cuando llegaron al deslizador, no pudo evitar poner los ojos en blanco un momento.

-Genial, más hombres de Ferrek -pensó- Esto es más oscuro que la grasa del taller de Ul'sim -añadió su mente regresando por un momento a aquel lugar infecto en Ord Mantell en el que sólo estuvo un par de semanas.

Intentó parecer relajado, colocándose de forma estratégica justo detrás de Anzak. Después de todo, el capitán parecía el "tipo duro" del grupo... o al menos el que más miedo podía dar. Él daba más risa que otra cosa.

Desde su posición, intentó echar un ojo al vehículo*.

Anzak se acercó al transporte custodiado por tres tipos aunque el contrabandista suponía que habría alguno más por las inmediaciones dándoles cobertura por si la cosa se ponía fea. Aquello no le gustó, pues si ese cargamento estaba tan bien custodiado es que valía la pena robarlo o asaltarlo. La cosa empezaba mal.

-Buenas. Nos envía Wal'burgg para que llevemos este cargamento -dijo acercándose lo sufici9ente como para que le escucharan pero no tanto como para que fuese un blanco sumamente fácil-. Antes de partir, decidnos porqué demonios nadie quiere hacer este encargo y qué demonios transporta. Ya luego nos diréis dónde debemos llevarlo y con qué tenemos que tener cuidado.

Anzak sabía que segurametne no se lo dijeran pero lo tenía que intentar.