Partida Rol por web

La cimmeria no iba a acercarse a ese demente que alzaba ante ellos una cadena. No pensaba recibir un mal golpe y quedar tendida en el suelo con la mandíbula rota. No obstante, no necesitaba acercarse a alguien para seguir siendo letal con el acero. Zelaria sujetó la espada con la siniestra y desenfundó el puñal que portaba en una funda del cinturón y casi sin apuntar le lanzó el puñal al orondo y sucio mesonero que pretendía interponerse en su camino hacia el exterior.

- ¡Vamos! - Les gritó a sus compañeros. - ¡Hay que salir de aquí!

¡Aaaagh! – Dardo había estado tan preocupado por el inminente peligro de los gatos que había dejado pasar arañas grandes como puños bajo sus defensas. Gracias a Crom (y a Brevea) los gatos parecían en retirada después de haber masacrado a unos cuantos y herido a muchos más.

¡Aaaagh! – Era el momento de arrancarse los bichos, o aplastarlos, o agitarse de tal manera que se soltaran de su cuerpo. Si era necesario, se tiraría al suelo para rodar sobre si mismo y estrujar a cuantos fueran necesarios… aunque antes dejaría a los caballos a salvo, fuera del establo.

Suponiendo que las arañas no tuvieran veneno…

Era imperativo vencer al tabernero de inmediato, salir de la posada.  No podría defenderse de nosotros tres, pero uno de  nosotros, aquel a quien alcanzase ese macabro mangual, tampoco podría contarlo. 

Arkra Vhalken se había contestado a sí mismo, hace tiempo, la vieja duda que asaltaba la mente de cualquier guerrero ¿Es mejor ser valiente y morir?¿O ser cobarde y vivir?

-Hoy no, cerdo! Hoy mueres aquí! - llamé su atención y me lancé a por él.  Puñal y espada, no había tiempo para hacerse atrás, no con oponentes hechizados, que se reían del dolor.  Contaba con Zeleria y con Arvak, con que le hiciesen daño, que el giro de su mangual perdiese ímpetu, cortar su brazo, clavar mi puñal.  Sin dudas, sin miedo, confiando fríamente en la letal furia de los cimmerios.

Los felinos detuvieron su frenesí asesino, las ratas ocultas en la oscuridad no se atrevieron a asomar el hocico. Sin embargo las arañas eran otra cosa. Malignas, gordas, peludas y repulsivas se esforzaban por no soltar a su pres: tú. Brevea repartió estopa y las mantuvo lejos de ella, y entre ambos sacáis de allí a las monturas entretanto te debates para quitarte de encima a las alimañas.

Una picadura. La notaste, en el dorso de la mano.

Suponiendo que las arañas no tuvieran veneno…

Gruñían los enormes gatos, rabiosos, pero conseguís salir sin bajas en los caballos, al menos en apariencia. Reculáis hacia la entrada de la taberna. No os siguen. Sus ojos amarillentos y obscenos, sí.

Otra picadura, detrás de la oreja. La última araña cayó a tierra y la pisoteaste enfurecido.

-¡Vamos! -Brevea se mantuvo alerta, blandiendo su espada -No me fío de esas bestias.

Esos gatos no son naturales pero al menos se podía luchar contra ellos… - Si me desvanezco, Brevea, que sepas que me han picado. Mucho. - Aunque siempre se ha dicho que cuanto más grane y peluda es una araña, menos peligrosa es… Espero que sea cierto.

- Vamos con el resto, a ver si la posada es más amable que los establos, pero aquí no vamos a poder descansar como pretendíamos. – Dardo se encontraba bien… de momento. Aunque sentía la irresistible compulsión de quemar las ruinas del establo hasta los cimientos. Quizás antes de marcharse.

Mientras sus compañeros se iban retirando hacía la puerta, Arvak les cubría moviendo su martillo en círculos y golpeando al atacante que le caía cerca. Estos sitios macabros no eran en absoluto de su agrado y su supersticioso corazón gritaba que saliera corriendo de allí. En su lugar Arvak usaba esos gritos para amedrentar a los atacantes. En cuanto tuvo a tiro al tabernero le golpeó con toda la fuerza de la que era capaz.

El posadero hizo voltear su cadena de metal, la frialdad de sus ojos inyectados de maldad demoníaca haría temblar al más decidido. Arkra lo fue cuando el cuchillo de Zeleria cruzó igual que un rayo plateado esos pocos metros hundiéndose en la frente del colosal posadero, cuyo tamaño daba la impresión que aumentaba. Pero apenas acusó el daño, riendo demente, lanzando la cadena contra la chica, fallando por centímetros. También la terrible maza del gigantesco Arvak destrozaba huesos y carne, desparramando sangre y sesos en todas direcciones. La fuerza brutal que impactó en el brazo del tabernero hizo que saltaran astillas y que colgase laxa la cadena.

Arkra embistió. Pero antes vuestro oponente lo hizo contra él. Su enorme mano sujetó la espada por el filo y después recibió un puñetazo tan bestia de esa misma mano, tal que sintió a su cerebro agitarse dentro del cráneo. Arkra vio sombras sobre vosotros revolverse, el fulgor del acero, la sangre, las maldiciones y cánticos de la gente. Antes de desvanecerse en la oscuridad cerca de la puerta vio como un mazazo del cimmerio arrancaba y estallaba la cabeza del tabernero y la enviaba lejos. A su vez, Zeleria abrió en canal a un tipo y cercenó la muñeca a otro.

La puerta se abrió de repente, dejando entrar el helado frío del exterior. Brevea y Dardo, manchada de sangre sus ropas, con las monturas tras ellos, os miraron sorprendidos

-Que te vas a desmayar, idiota. Muévete -respondió la decidida amazona.

Logras alcanzar la puerta de la taberna. De su interior procede una cacofonía de cánticos, alaridos, música de flautas y címbalos. Os miráis con extrañeza. Abres la puerta y te encuentras con una dantesca escena: gente con aspecto de locos gritando, bailando y abalanzándose contra vuestros tres amigos, que se debaten furiosos defenfiendo sus vidas.

Ves como Arkra embiste a un enorme tipo armado con una cadena de la que penden en sus extremos varias cabezas.  Su enorme mano sujetó la espada de Arkra por el filo y después recibió un puñetazo tan bestia de esa misma mano, tal que sintió a su cerebro agitarse dentro del cráneo. Arkra se desvaneció en la oscuridad cerca de la puerta y, atónito, eres testigo de como el cimmerio arrancaba y estallaba la cabeza del gigante tabernero y la enviaba lejos. A su vez, Zeleria abrió en canal a un tipo y cercenó la muñeca a otro.

Situación. Puerta abierta, Dardo y Brevea en el exterior. Arkra desmayado (puedes poner turno), Zeleria y Arvak reteniendo a la turba furiosa y danzarina.  Estáis juntos de nuevo.

- ¡Sacad de aquí a Arkra! - Gritó la norteña mientras empuñaba su espada con ambas manos y precisa determinación.

Zeleria lanzaba espadazos a diestro y siniestro esperando de esa forma disuadir a aquellos dementes de acercarse al umbral de la puerta. Debían recoger sus monturas y salir de ahí cuanto antes llevándose consigo al maltrecho Arvrak, que había recibido un buen golpe.

Ante la pijamada que se había montado si él, Dardo se siente un poco excluido. Vale que era el más inexperto, pero esperaba que todavía hubiera honor y gloria para él.

Se quitó la sangre de la cara, echó la maza al cinto y agarró al Arkra desvanecido como pudo. El tipo debía pesar lo menos 15 piedras, de auténtico peso muerto. Lo subió a su caballo y aseguró las cinchas, esperando que Brevea y los demás le dieran tiempo suficiente. Igual no estaba para una gran cabalgada, pero si para un trotecillo ligero que los sacara de esa trampa.

Cuando terminó, se dio la vuelta para ver el percal. - ¡Listo y atado! ¡Lo que nos vamos a reír cuando despierte!

El posadero estaba hecho pedazos, ya no era un problema. Arvak seguía moviendo en molinete su maza cubriendo a sus compañeros mientras sacaban a Arkra y lo montaban en el caballo.

- Bien hecho, salgamos de aquí.

Era una mierda de sitio aquel y Arvak quería desaparecer y alejarse de aquellos seres horribles, el problema es que necesitaban descansar y, de ser posible, recuperar algo de información de los bandidos que iban por delante. De todas formas ambas cosas era bastante improbable que se obtuvieran en ese pueblo.

- Zeleria, a los caballos.

Arvak y Zeleria se debatían frente a la horda de orates que no retrocedían ante los espadazos de la joven ni los mazazos del cimmerio. Aquella gente estaba poseída por demonios o hechizado por el Arallu. Zeleria tuvo que recular aprisa, acosada por media docena de manos. Mientras, Brevea ayudaba a Dardo con el pobre Arkra, sacándolo de allí y montándolo a caballo.

-¡Vamos, vamos, salgamos de aquí!- apremió la pelirroja- Primero esos putos gatos y arañas y ahora esto. ¿Qué coño es este lugar?

Arvak oscilaba su martillo de guerra igual que si fuese manejado por un dios colérico. Destrozaba cabezas, hundía pechos, partía y quebraba huesos sin piedad.

Pero la gente bailaba, aullaba, acosaba con sus malditas garras afiladas, mostrando dentaduras podridas en vociferantes y grotescas muecas.

Montáis los cinco en los asustados caballos y al galope hacia la salida del endemoniado poblado, perseguidos por la turba enfurecida. Atrás queda la posada mas no las risas y los cantos de aquellas gentes que continuaron azotando nuestras mentes. Las casas derruidas menguaron su número y dieron paso al oscuro sendero. Desapareció el pueblo, las furcias espectrales, el coloso tabernero. Galopáis sin descanso ni pausa hasta abandonar el valle envuelto en tinieblas, consternados por lo sucedido. Finalmente ponéis al paso a las atemorizadas monturas, cabalgando taciturnos.

Amanecía. ¿Qué era ese lugar? ¿Un pozo donde las pesadillas cobraban vida, un abismo creado con las artes negras de un hechicero demente? No lo sabéis, pero no era lugar donde regresar a esta podrida zona del mundo.

Estúpido.Me dije ya en el suelo, mis sentidos reducidos a un doloroso pitido. Puede que estuviese muriendo, no podía saberlo con certeza. Sabía que el dolor no frenaba a los que nos atacaban ¿Qué me hizo suponer que los ataques de Arvak y Zeleria le pondrían a mi merced?  

Estúpido.  Nunca se me ocurrió que el tabernero pudiese agarrar el filo de mi espada con las manos desnudas. ¿Había subestimado la infernal brutalidad de mi oponente? ¿Había pecado de ingenuo, de inexperto, de arrogante?

Me medio incorporé, demasiado rápido y  el dolor me dió la bienvenida al mundo de los vivos.  Apenas era capaz de mover la mandíbula sin sentir una fuerte punzada y sentía el cuello rígido y entumecido.

-Lo matásteis - afirmé más que pregunté mientras ponía en orden los fragmentados recuerdos.  Intenté poner la cabeza en marcha y clavé mis ojos en Arctostafilos, era el más joven de todos nosotros, pero a veces demostraba ser perceptivo e ingenioso.

-​​​​​​¿Seguimos todavía tras Maclo? No concebía que esos aldeanos embrujados hubiesen dejado pasar a los esclavistas, aunque esa bolsa de monedas me llamó la atención. Quizá hubiese entre ellos alguien que sabía tratar con esa clase de macabros desafíos. -¿O debemos desandar el camino?

- ¿Ya has terminado la siesta, señorita? - Bromeó Zeleria. 

A cualquiera hubiera noqueado aquel golpe y pocos hubieran podido prever el extraño y autodestructivo movimiento que aquel orondo posadero había practicado para sorprender a Arkra. Zeleria sabía que era un buen guerrero y que normalmente guardaba bien las distancias, pero en aquella ocasión se había confiado. Ella misma se había confiado igual, pero había tenido mejor suerte. Aunque estaba claro que no iba a perder la oportunidad de meterse con su compañero. 

- Si, seguimos en busca de Maclo. - Confirmó la cimmeria. - Sin embargo en aquel lugar demencial del que procedemos no hemos hallado pista alguna. ¿Qué diablos era ese lugar? Había oído hablar de pueblos encantados, pero nada que se asemejara a lo que vivimos anoche. - Hizo una pausa. - Demasiado directo, demasiado brutal. - Se mantuvo pensativa. - Es como si... Nos estuvieran esperando. ¿No creéis?

Arvak había permanecido silencioso desde el encuentro en el poblado. Se le veía con cara preocupada mientras a veces maldecía entre dientes "Brujería".

- Podría ser - respondió a Zeleria - Pero entonces es que están relacionados con el rapto, más creo que sea una trampa para viajeros.

- Necesitamos recuperar el rastro y los caballos necesitan descansar, no podemos forzarlos asi...

El grandullón estaba pensativo, y pensar mucho no era lo suyo.

La travesía continuó hacia el oeste, bajo un cielo gris desierto de nubes, atravesando un bosque donde languidecían árboles despellejados para dar paso luego a áridas colinas. Os encontráis después con una cañada rocosa, sinuosa, bordeada por muros bajos de bloques de granito. Más tarde os adentráis en una terrosa llanura, oscuro paisaje donde la muerte sonreía silenciosamente: a lo largo del camino la planicie estaba sembrada de troncos delgados de cinco metros de altura, arriba de los cuales había suspendidos cadáveres en diferentes estados de descomposición, hombres, mujeres, e incluso niños, colgados de sogas con los cuellos partidos, devoradas las cuencas de sus ojos por golosos cuervos que graznaban como si os insultaran por perturbar su festín. Sin duda víctimas de las continuas guerras y bandas de saqueadores que asolaban este país desde el norte, desde la siniestra Hiperbórea, ¿o se trataba de algo más siniestro, perturbador y terrorífico? No podéis reprimir un escalofrío, un estremecimiento a lo largo de la columna vertebral. 

El horripilante espectáculo se mantuvo durante un buen trecho, mientras el viento repiqueteaba en los esqueletos podridos entonando una fúnebre letanía. Por fortuna entrado el día, el escenario terminó por cambiar, un arroyo rugiente os guió hasta otro llano donde las aguas se calmaban. Después se hundía en un barranco que os condujo peligrosamente por un angosto desfiladero siempre en dirección al oeste.