Partida Rol por web

- Ya. Lo que me preocupa es bailar con la música de otro. - contesté pensando en que aquí siempre se baila a la música de otro, pero me jode más todavía cuando me doy cuenta de ello.

>> Parece que si Casas no tiene una copia del video le va a tocar a Alejandro currar - comento frunciendo el ceño al no encontrar el video.

>> ¿Crees que esto tendrá algo que ver con lo de que los Anarkas vengan esta noche? - pregunto alzando las cejas.

—Está claro que no es casualidad que justamente el fin de semana en que ocurre esa mierda se dejen ver los put.... anarquistas por aquí. —asegura Sebas— nunca he creido en las casualidades. 

Vuelve a mirar el reloj. Parece ansioso. —Tío, te dejo. Voy a dar una vuelta a ver como va todo y de paso a echar un ojo a esos dos, ya sabes...

- ¿Están ya aquí? - pregunto con evidente intención de querer hablar con ellos antes del evento si es posible, tal y como deduzco de sus palabras.

—Se que no es fácil hacerlo, Alejandro —su voz es hipnótica, casi angelical— si fuera fácil cualquiera podría hacerlo, ¿no crees? —sonríe— La mente se cierra cuando los ojos no son capaces o no quieren ver. Nuestra labor es hacer que esos ojos comprendan, y que la luz entre a través de ellos e ilumine esas almas ciegas y tan perdidas. —mientras habla mueve las manos muy despacio. Sus movimientos fluyen con la calma de un mar tranquilo y profundo.

Es casi imposible pensar que en el interior de esa criatura se esconda una Bestia. Un depredador mortal sediento de sangre. Una Bestia que, según dicen, María ha conseguido dominar durante incontables décadas pero que, a fin de cuentas, sigue ahí. Latente. Agazapada. Esperando la mínima oportunidad para escapar. Pensar en eso te aterra. En tu interior también hay una Bestia. La sientes. Te susurra. Y está más cerca de la superficie de lo que te gustaría pensar.

De fondo oís como alguien habla de los visitantes inesperados. Los Anarquistas. 

—Parece que esta noche las ovejas descarriadas vuelven solas al redil —dice lacónica— Tengo curiosidad por conocer tu opinión.

Asinto repetidamente ante las palabras con las que parezco coincidir.

- Así es; no dejarse llevar por el miedo, ni por los impulsos. Dominar la bestia debe ser nuestra prioridad.

Comento en referencia a su descripción de "coraje"

- Supongo que por eso la gente aquí piensa que el culpable ha de venir de fuera. Bueno, por eso y también por qué es más fácil culpar a alguien externo y tener un enemigo visible.

Me muestro razonable y abierto a todos los puntos de vista.

- ¿Entonces piensas que el individuo en cuestión no pertenece a ninguna de nuestras dos facciones? ¿Un autarca quizás?

Asiente imperceptiblemente mientras la escucha. Le agrada la elocuencia con la que se expresa, cualidad que él, siempre un tanto asocial, no termina de desarollar lo que quisiera para que le fuera más útil en su Misión.

Se crea un breve instante de silencio, pero que Alejandro siente como una losa en el alma. Al menos, tal como él lo ve, es un alma superior al de los seres mortales. ¿No son acaso ellos una especie superior, destinada a guiarles por el Buen Camino? Sin embargo, la pequeña voz que siempre le susurra los secretos del mundo, en esta ocasión se ceba con la Bestia que él ha sentido demasiado bien en su corta vida de ángel... 

Desvía muy brevemente la vista a la estola negra de monja que lleva María. 

¿Desconfiar de su propia especie, debería? Los atuendos católicos de su teórica aliada a veces desatan las voces que le susurran la Verdad. Por ahora, decide ignorarlas.

Ante los comentarios respecto los Anarquistas, María continúa la conversación: 

— Parece que esta noche las ovejas descarriadas vuelven solas al redil. Tengo curiosidad por conocer tu opinión.

Alejandro sabe que el tema de las organizaciones es delicado en los ángeles cegados por la oscuridad, y prefiere andarse con tiento respecto a sus más sinceras opiniones, por lo que responde de la forma más neutral que se le ocurre.

- No dejan de ser ovejas a las que hay que reconducir. Sin embargo, no las conozco, ni sus intenciones, así que estoy intrigado por su presencia. ¿Quizá sabes algo más al respecto?

Sebas te confirma que los Anarquistas ya están en el Elíseo. De hecho, llegaron antes que vuestra propia Coterie. Tras despedirte de él te encaminas en busca de una reveladora charla con esos "invitados" inesperados.

Caminas por los pasillos del Prado, cruzándote con numerosos grupos de Vástagos que hablan de manera distendida acerca de los más variopintos temas. Todos sonríen y muestran sus mejores galas y maneras, pero ya no te engañan como hicieron en tus primeras noches de Elíseo. Todo eso es mentira. Un teatro mortal. Una máscara de engaño bajo la que se esconden depredadores traicioneros, egoístas y codiciosos. Lo sabes y ya no te dejas amedrentar por sus amenazas veladas ni tampoco te dejas engatusar por sus susurros ladinos.

Te cruzas con numerosos Vástagos importantes mientras caminas. Miembros de la Primogenitura y Ancillae de renombre. También te cruzas con Alejandro, quien charla sosegadamente con esa que llaman "la Golconda"; María Suárez. No te hace falta escuchar sus palabras para saber que ambos Malkavian deben estar enfrascados en algún tipo de debate religioso.

También ves a Sofía. A su lado está Angélica, la inquietante Arpía del clan Nosferatu. Su fealdad es tema de leyenda. Junto a ellas hay un tipo con gafas que llevan un traje recto de tres botones, muy sencillo. Ahí está el primero de esos Anarquistas.

No tardas en encontrar al segundo hablando con Diego Valderrama; lleva unas botas marca Red Wing, vaqueros, y lleva puesta una chaqueta de piel, una como las de antes, como las que llevan los soldados americanos en las películas de la Segunda Guerra Mundial. Tiene más o menos la misma estatura que tu, probablemente una treintena de años, el pelo desgreñado de un color entre gris y castaño, ojos azules y alerta y la piel tan blanca que también parece un poco azulada. Tiene la nariz larga, los pómulos altos y los labios delgados.

Me acerco al Anarkista que esta con Diego sin disimular mi aproximación ni tratar de aparentar amenaza. Es evidente que mi actitud es solo querer charlar.
- Buenas noches. Jose Alba, Brujah, pero prefiero Jack. - me presento en mi estilo sencillo y directo.

—En el mejor de los casos, un Autarca. —responde parco. Sorprende lo directo que ha sido.

En ese momento aparece Jack cortando la conversación.

—Albert —dice de manera aún más simple que el Brujah. Acompaña la presentación con un apretón de manos. —Imagino que querrás preguntarme que hago esta noche aquí. —añade con una sonrisa aburrida.

—Una oveja negra —dice María— una que ha ido más lejos de lo que debería y ha puesto en peligro al rebaño. —no terminas de comprender. —Ese es el motivo de que las descarriadas estén hoy aquí. Vienen a pedir ayuda al pastor. ¿Irónico verdad?. —sonríe.

- A veces las ovejas negras pueden volver con su rebaño si rectifican y se arrepienten ante el Pastor. Supongo que todo depende de su pecado. Siento curiosidad por saber la historia completa.- Añade lo último casi para sí mismo, pero es perfectamente audible. - Siempre que podamos asegurar que no son lobos con piel de cordero.

María asiente al escuchar tus palabras. —Es cierto eso que dices. Todo pecado ha de tener su expiación y si el arrepentimiento es sincero, ha de ser perdonado.

Un miembro de la Coterie de Suárez, uno de los auto denominados Ángeles Vengadores, se acerca a ella y le susurra algo al oído.

—Me ha encantado verte y hablar contigo, querido Alejandro. —dice extendiendo ambas manos con las palmas hacia arriba como quien recibe un regalo. —Lamento dejarte, pues tengo que atender otros asuntos importantes —indica— Pero no sufras en exceso de curiosidad, pues pronto conocerás la historia completa. —te tranquiliza antes de marcharse.

Cuando el sonido de sus pasos están a punto de perderse en la distancia se detiene, se gira hacia ti y te mira: —Espero que pronto te decidas.

En un pestañeo, antes de que puedas si quiera contestar, desaparece.

- Solo si no te has aburrido ya de contestar la misma pregunta.- le contesto con una sonrisa un poco con camadería.
>>También te quería preguntar por el incidente con el policía, aunque imagino que Diego ya te habrá preguntado también - digo refiriendome al crío con algo más de respeto de lo habitual, como si fuera otro adulto

—Un desastre que nos afecta a todos, como comentaba con Diego. —responde en relación al incidente del policía— Ese es el motivo de nuestra inquietante —hace un gesto terrorífico con las manos, como si imitara a un fantasma para asustar a un niño—​ presencia en el Elíseo. 

—Se hablará de ese tema en profundidad en el auditorio, no os preocupéis. —dice cortando el tema. —Hablando de otras cosas. Decidme, ¿que tal es la no-vida bajo el contr... el servicio de la Camarilla?. —notáis el “rintintín” contenido en esa pregunta.

Le estrecho la mano cuando hace el gesto para ello. Ignoro su juego de asustar; dudo que provoquen más curiosidad que miedo entre los presentes.
- El seguro medico no está mal, pero el plan de pensiones es una puta mierda - contesto a su última pregunta evidentemente con intención de relajar el ambiente y no de tocar los huevos.
>> ¿Qué tal os funciona eso del anarcosindicalismo? - replico con interés.

—Viviendo el día a día, —todo un decir eso del "día"— ya sabes, ocupándonos cada uno de nuestras propias miserias, que con eso ya tenemos bastante como para no tener ganas de sumar a esa ecuación un par de vejestorios que nos echen aún más mierdas encima y nos digan que hacer durante toda la eternidad. —una frase peligrosa para soltar en un Elíseo de la Camarilla. Sin duda el Anarquista los tiene bien puestos.

—Relajados en nuestro anarcosindicalismo como tu lo llamas. —dice antes de que llegue alguna réplica por vuestra parte— Al menos más que vosotros. Aquí por lo que veo parece que todo el mundo va de acá para allá con un palo metido en el culo. —levanta las manos con las palmas hacia vosotros como pidiendo calma— —Que conste que no lo digo por vosotros, eh. Vosotros me habéis caído bien. No parecéis estar hechos de la misma pasta rancia y viejuna que el resto. —hace un amago de risa, pero realmente es una mueca fría y carente de ninguna emoción. 

—¿Todo bien por aquí?. —no sabéis de donde coño sale, pero Sebas de repente se deja caer por ahí y acaba metido en medio de la conversación. Tiene cara de pocos amigos. Es probable haya oído el anterior comentario del Anarquista.

-Gracias, y si, era un cumplido jaja.- Me termino el cigarrillo y lo apago en el suelo pisandolo, a alguno de estos estirados le tocará limpiarlo. -y dime... ¿supongo que sabeis de que va a ir la noche... no podeis darme un adelanto? 

En todo momento me muestro amistosa y muy divertida con la idea de que se hayan colado en la fiesta de los estirados de la camarilla

- De momento, sí. – contesto a Sebas con el tono implícito de que sé de sobra su opinión sobre los Anarkistas y que le estoy pidiendo implícitamente que se corte de liarla antes de tiempo.

La sonrisa que se me había dibujado mientras hablaba Albert dejaba claro que compartía su opinión sobradamente, algo que no sorprendería a estas alturas a nadie del Eliseo.

Me giré un momento al oír el comentario de Sofía un poco más alto que los demás y que nos había llegado.

Volví a la conversación.

- Me cuesta creer que una comunidad pueda vivir en paz y armonía indefinidamente sin que no acabe surgiendo quien quiera imponerse a los demás, ya sea por las buenas o por las malas. – comenté tranquilamente.

>> Menos aún si hay colmillos de por medio – concluí con una leve sonrisa.

—Supongo que estarás al tanto del desastre que causó uno de nuestra especie el pasado Viernes noche. —Parece incómodo al tocar ese tema. —Esa cagada nos atañe a todos por igual, independientemente de nuestra afiliación sectaria. —Se recoloca las gafas de pasta con el dedo índice. —No dudes que ese será el tema principal de la noche.

Entonces sonríe, cambiando de registro. —Me suena tu cara. ¿Eras actriz en vida o algo así?. —jurarías que te ha guiñado el ojo de manera imperceptible. Sabe lo tuyo, está claro, pero hay que andar con pies de plomo, sobre todo delante de Angélica la Arpía.